Capítulo sesenta y dos (Primera parte) Corazón de Cristal*Stella Di Lauro*Las piernas me flaquean al mismo tiempo que un par de esposas cubren las muñecas del hombre que amo y entonces, reacciono. —¡No! —me tiro a su pecho, negándome a dejarle ir. —Ella... —¡No! ¡No os lo vais a llevar! —Estaré bien —asegura él un susurro antes de besarme la frente—. Lo prometo.Volteo a verle y apenas me da tiempo a besarle antes de que se lo lleven como si fuera un criminal. Mamá tira de mi mano y me envuelve entre sus brazos en tanto sollozo sin parar. Lo suben al auto de la policía frente a mis ojos sin que pueda hacer nada y eso es peor. —¡Ella! —escucho el gemido de mi madre cuando las piernas se me debilitan, arrojándome al suelo. Reconozco el aroma de mi hermano mayor, quien me sostiene a tiempo de evitar la caída y me sube a un coche. Soy consciente de que hablan conmigo, pero yo no distingo ninguna voz, ninguna palabra palabra, ninguno de los golpes que me dan buscando hacerme reac
Capítulo sesenta y dos (segunda parte) *Stella Di Lauro*Camino por el oscuro pasillo que nos lleva hasta las celdas y el guardia mueve las llaves sin ánimo mientras avanza delante de mí. Respiro profundo y busco en mi mente las palabras correctas para explicarle a Enrico lo que sucede y que voy a estar aquí, esperando por él el tiempo que sea en las condiciones que me pongan. Esto lo iniciamos juntos y lo solucionaremos así también, unidos hasta las últimas consecuencias. Pienso avanzando, cada vez más cerca de su posición, que vamos a salir de esto, que juntos nos vamos a cuidar y que somos un equipo.Solo debo buscar la manera de conseguir sacarlo de aquí.Yo apenas he permanecido en este lugar cinco segundos y ya quiero salir corriendo. Es espantoso.—Adelante —ordena el guardia antes de abrirme el paso—. Tiene quince minutos.—Por favor, vete —su voz me llega sin que la espere y es entonces cuando me doy cuenta de que estoy parada frente a su celda.—Por favor, no me digas
Capítulo sesenta y tresAgente secreta *Stella Di Lauro* —¿Dónde leches tienes la cabeza? —cuestiona antes de tirar de mi mano para prácticamente arrastrarme hasta el auto—. ¿Es que no has aprendido nada de tus errores? —Papá... —Solo una tonta iría detrás de ese delincuente pervertido —continúa despotricando— ¡y yo no tengo hijos tontos! No lo pienso permitir. —¡Papá, escúchame! —me suelto de su agarre con brusquedad—. Sí voy a ir... —Atrévete —la expresión se le ensombrece y hasta me da la impresión de que su altura se vuelve mayor frente a mis ojos. Adriano Di Lauro es demasiado imponente. —¿Me dejas terminar? —entrecierro los ojos con los brazos en jarras sin dejarme intimidar—. Voy a ir, pero no sola. —Estoy viendo por dónde vas y... —Y me vas a ayudar —le corto—, porque ahora mismo, Dawson es nuestra única pista. Nos ha tendido una trampa y es tiempo de crear una para él. —Hay otras opciones —objeta malhumorado—, simplemente puedes quedarte en casa mientras deja
Capítulo sesenta y cuatroMinutos robados *Enrico Falconi* Ajusto los gemelos de mi saco, preparado para el dictamen del juez. Las vacaciones se han acabado, es hora de salir a la calle para buscar al hijo de put@ que quiere joderme y antes de que pierda la cabeza con el nuevo oficio de mi novia. —La solicitud de libertad bajo fianza a espera del juicio es denegada —anuncia el hombre, paralizándome al instante. Su boca continúa moviéndose, pero yo ya no escucho. «Denegada» No, es imposible. Todo estaba claro y arreglado. Alzo la vista para toparme con la misma perplejidad en Adriano Di Lauro. ¿Qué estúpido se atreve a desafiar al dueño de la ciudad? La mandíbula se me contrae al mismo tiempo que la suya, con la ira aflorando a través de la sangre y asentimos en sincronía. Tendremos que pasar al Plan B, pero antes... debo enfrentar la situación que me espera en el pasillo, destruir las esperanzas de mi chica, quien luce más hermosa que nunca esta mañana. «Me he vestido pa
Capítulo sesenta y cinco Un terrible error *Enrico Falconi* Camino hacia la celda a sabiendas de que Adriano me sigue detrás. —¿Qué ha pasado? —pregunto una vez nos quedamos a solas. —Tengo a mi gente trabajando en ello —responde con la misma rabia que yo—. Ese Juez ha sido comprado, pero la gracia le va a costar cara. —No es el único —resoplo apretando el tabique de mi nariz con los dedos—. Tal vez debimos detener el circo cuando tuvimos oportunidad. —¿Dudas ahora, Falconi? —me reta, aunque en el fondo sé que lo hace para devolverme a mis cinco sentidos. La escena de hace unos minutos me ha afectado más de lo que puedo permitirme. Ahora no es momento de flaquear—. No me digas que el lobo me ha salido cachorro. —Ahórrate los sarcasmos que no estoy de humor —le corto de sopetón—. Mejor dime cómo vamos con la parte de la oficina. —Viento en popa y no hemos parado la producción en ningún momento —informa para mi alivio. Algo bueno dentro de este día de porquería—. Ella está
Capítulo sesenta y seisUn regalo*Stella Di Lauro*Me muevo inquieta de un lado a otro. Mi madre y mi tía no dejan de fastidiarme con sus vanos intentos de calmarme, pero yo me siento más ansiosa que nunca. Todo el mundo tiene miedo de que entre en colapso en cualquier momento con un ataque de pánico, pero yo tengo la certeza de que no va a ocurrir. Al menos no hoy. La desesperanza ha sido sustituida por la rabia y solo muero de ganas por desquitarme con los culpables de esta treta. Sin embargo, para eso necesito encontrarme con ellos y joderlos.«¿Por qué leches no llama ese inepto?»—¡Ella, por favor! —estalla mamá—. ¿Quieres provocarme otro desmayo? —¿Por qué no vas a dormir un rato, mamá? —sugiero con voz calmada pese a mi expresión adusta y el caos que tengo por dentro. —No, gracias. Prefiero quedarme —deniega por enésima vez. A cabezona no hay quién le gane—. Lo que necesito es que dejes el complejo de ventilador y te sientes. Emito un largo suspiro antes de desplomarme so
Capítulo sesenta y sieteLa otra cara de la princesa*Stella Di Lauro*—¿Va a morir? —es lo primero que suelto en horas, poniendo todos mis miedos en una corta frase. —Su estado es delicado, no solo le apuñalaron... —añade el director del hospital, poniéndome la piel de gallina—. El arma blanca con la que lo hirieron portaba un potente veneno de origen desconocido... Las piernas no me responden y mi hermano me sujeta a unos pocos centímetros de tocar el suelo para obligarme a sentarme. »Quien quiera que le atacó, lo hizo a matar... Por fortuna, actuamos a tiempo, aunque para ello tuvimos que drenar el cuarenta por ciento de su volumen sanguíneo. —Ve al punto, Rossi —interviene mamá—, antes de que nos provoques un infarto a todos. —Enrico se encuentra fuera de peligro —culmina Romeo. —Tenías que haber empezado por ahí, imbécil —alcanzo a escuchar a papá antes de perderme en el ruidoso sonido de mi respiración. —¿Ella? —A...ayúdame —pido a Federico sentada frente a él—, ayúdame
Capítulo sesenta y ochoUna vendetta personal y una sentencia de muerte*Stella Di Lauro*El coche se detiene a unos metros del Café y mis músculos se tensan de forma automática.—Que no noten tus nervios, niña estúpida —me pincha en Diablo y yo, con lo irritable que estoy, me inflo como un pez globo. —¡Cállate! —mascullo entre dientes. —Te estoy ayudando de gratis, así que se más amable conmigo. —Tú no haces nada de gratis, Diablo. —Tienes razón —el muy imbécil curva las comisuras de sus labios hacia arriba con descaro—. Con tal de cabrear al Magnate de Acero, me doy por bien servido, porque sabes que se va a cabrear mucho, ¿verdad? —No te vas a callar, ¿cierto? —gruño, provocando que el idiota amplíe la sonrisa. Me va a costar caro... El apoyo del Diablo me va a salir bastante caro. —Ya sabes la respuesta —responde—. Esperemos un poco más antes de que te arrojes al matadero. —Llevamos media hora de retraso —señalo temerosa. Si Dawson se va... perderé mi oportunidad—. El móvi