Capítulo sesenta y seisUn regalo*Stella Di Lauro*Me muevo inquieta de un lado a otro. Mi madre y mi tía no dejan de fastidiarme con sus vanos intentos de calmarme, pero yo me siento más ansiosa que nunca. Todo el mundo tiene miedo de que entre en colapso en cualquier momento con un ataque de pánico, pero yo tengo la certeza de que no va a ocurrir. Al menos no hoy. La desesperanza ha sido sustituida por la rabia y solo muero de ganas por desquitarme con los culpables de esta treta. Sin embargo, para eso necesito encontrarme con ellos y joderlos.«¿Por qué leches no llama ese inepto?»—¡Ella, por favor! —estalla mamá—. ¿Quieres provocarme otro desmayo? —¿Por qué no vas a dormir un rato, mamá? —sugiero con voz calmada pese a mi expresión adusta y el caos que tengo por dentro. —No, gracias. Prefiero quedarme —deniega por enésima vez. A cabezona no hay quién le gane—. Lo que necesito es que dejes el complejo de ventilador y te sientes. Emito un largo suspiro antes de desplomarme so
Capítulo sesenta y sieteLa otra cara de la princesa*Stella Di Lauro*—¿Va a morir? —es lo primero que suelto en horas, poniendo todos mis miedos en una corta frase. —Su estado es delicado, no solo le apuñalaron... —añade el director del hospital, poniéndome la piel de gallina—. El arma blanca con la que lo hirieron portaba un potente veneno de origen desconocido... Las piernas no me responden y mi hermano me sujeta a unos pocos centímetros de tocar el suelo para obligarme a sentarme. »Quien quiera que le atacó, lo hizo a matar... Por fortuna, actuamos a tiempo, aunque para ello tuvimos que drenar el cuarenta por ciento de su volumen sanguíneo. —Ve al punto, Rossi —interviene mamá—, antes de que nos provoques un infarto a todos. —Enrico se encuentra fuera de peligro —culmina Romeo. —Tenías que haber empezado por ahí, imbécil —alcanzo a escuchar a papá antes de perderme en el ruidoso sonido de mi respiración. —¿Ella? —A...ayúdame —pido a Federico sentada frente a él—, ayúdame
Capítulo sesenta y ochoUna vendetta personal y una sentencia de muerte*Stella Di Lauro*El coche se detiene a unos metros del Café y mis músculos se tensan de forma automática.—Que no noten tus nervios, niña estúpida —me pincha en Diablo y yo, con lo irritable que estoy, me inflo como un pez globo. —¡Cállate! —mascullo entre dientes. —Te estoy ayudando de gratis, así que se más amable conmigo. —Tú no haces nada de gratis, Diablo. —Tienes razón —el muy imbécil curva las comisuras de sus labios hacia arriba con descaro—. Con tal de cabrear al Magnate de Acero, me doy por bien servido, porque sabes que se va a cabrear mucho, ¿verdad? —No te vas a callar, ¿cierto? —gruño, provocando que el idiota amplíe la sonrisa. Me va a costar caro... El apoyo del Diablo me va a salir bastante caro. —Ya sabes la respuesta —responde—. Esperemos un poco más antes de que te arrojes al matadero. —Llevamos media hora de retraso —señalo temerosa. Si Dawson se va... perderé mi oportunidad—. El móvi
Bueno chicas, me lo han pedido ya más de cincuenta y a petición vuestra, les dejaré el especial de Federico por aquí. Sé que estáis ansiosas con los próximos capítulos de Ella y algunas con el Jesús en la boca, pero haced una pausa para disfrutar del enigma detrás de este personaje, que ya adelanto, es bastante complicado. No creáis que este es el capítulo del día, no, porque hoy tendremos mini maratón de 3 capítulos. Así que ir disfrutando del abrebocas que lo mejor llega en unas horas. Especial Federico Di Lauro*Federico Di Lauro*El olor a tabaco encerrado en el club, se mezcla con el sabor exquisito del bourbon que me acaricia los labios. Baja otro trago por mi garganta y sigo mirando c5omo Lindsey se abre de piernas frente al tubo de metal y no deja de mirarme, haciendo saber que baila solo para mí. Como si me importara. No es que no me guste, de hecho, es lo más parecido a una relación estable que he tenido en mi vida. Son pocas las mujeres con las cuales repito y sin em
1/3Capítulo sesenta y nueveNo hay vuelta atrás*Stella Di Lauro*Me asusta, creo que jamás había visto una expresión tan aterradora en mi padre. —Papá... —¡Qué salgas, Ella! —exclama fuera de sí y yo me pongo rígida con la cabeza latiendo debido al golpe, mientras mi acompañante se remite a resoplar sin inmutarse. —Ella, es mejor que salgas —mi tío se asoma a la ventanilla con una cara no muy alentadora, lo cual indica que la situación es bastante seria. Esta es de esas ocasiones en las que sientes que el planeta completo está en tu contra. Que nadie se pone en tu lugar y todos quieren hacerte sentir una inútil que no consigue lograr nada, cuando tú eres la única capaz de solucionar tu propia mierd@.Emito un pequeño suspiro antes de contener el aliento y salir. Entonces, mi padre nos sorprende a todos abriendo la puerta del piloto y sacar al Diablo tirando de su ropa. —Tranquilo, hombre —el otro no ayuda nada a la situación con su sonrisa socarrona. —¿Tranquilo? —el Magnate
2/3 Capítulo setentaTripas revueltas *Stella Di Lauro* Madre e hijo me observan perplejos ante mis palabras y desde el minuto uno, soy consciente de que convencerles será una tarea difícil. —¡Hijo de put@! —Lucas es el primero en reaccionar poniéndose en pie para patear la mesita del salón—. ¡Lo mato! —Calma, hombre —mi hermano se apresura en acercarse a su amigo. —¿Calma? —bufa el piloto—. Sabes de sobra cuánto ha jodido ese tipo a Enrico. ¡Casi le quita la vida! —Y por eso debemos destruirlo de una vez por todas —repone Federico en tanto yo me quedo en mi sitio expectante. Es evidente que los dos conocen a Vittorio Veneto y por la expresión desconsolada de Paola, puedo deducir que ella también—. Hace años no encontramos forma de ponerlo tras las rejas, pero ahora sí. Con el plan de Ella... —¿Qué plan? —indaga convirtiéndome en centro de atención. —No puedo contaros —alego observando de reojo al cardiólogo—, pero para llevarlo a cabo necesito esas acciones. Tenéis que
3/3Capítulo setenta y uno*Stella Di Lauro*Avanzo por el pasillo con pasos ligeros, pero firmes. El repiqueteo de mis tacones es lo único que se escucha en el lugar, excepto por los gritos del prisionero por supuesto. Alguien no está contento con haber sido traicionado y como el ratoncito asustado que es, su única respuesta ha sido delatar al orquestador de todo este embrollo. Claro que por la forma en que lo hace nadie le va a creer, puesto que ahora mismo Leonardo Dawson parece un demente escapado del sanatorio. —Hola, querido —me asomo a los barrotes con una sonrisa victoriosa—. Permíteme decirte que la cárcel no te sienta nada bien. —¡Stella! —donde antes había lascivia, arrogancia, o pleitesía, ahora solo hay rabia u odio—. ¡Diles que no fui yo! ¡Cuenta la verdad! —¿Cuál verdad? —cuestiono con burla—. ¿La de las semanas que llevas tratando de extorsionarme, o la de las amenazas? ¿Quieres añadir un cargo más a tu sentencia? Por mí bien. —¡M@ldita put@ calienta braguetas! S
Capítulo setenta y dosTe tengo*Stella Di Lauro*Observo el nombre en la lápida y me sorprendo al sentir pena. Pensé que su muerte me daría mayor regocijo, pero no, solo siento alivio por no volver a verle y lástima por alguien cuya ambición desmedida le llevó a la tumba.Ni siquiera lo velaron, puesto que no tenía nadie que lo llorara e incluso ahora, el padre y yo somos los únicos asistentes. «Patético»Me cuesta cumplir mi promesa y me reprendo por sentir compasión por alguien que liberó mi peor pesadilla, sin embargo, me recuerda que soy humana y que por mucho que me junte con el Diablo, sigo siendo yo. —Buen viaje al infierno, imbécil. Me coloco las gafas oscuras y me marcho sin siquiera esperar a la bendición del sacerdote. A ese muerto nadie puede excomulgarlo de sus pecados. Giro las llaves, tomo una profunda respiración y emprendo en camino hacia mi nuevo objetivo.Bajo del auto con la mayor seguridad que puedo mostrar en estos momentos y al ver lo que busco, finjo mi me