Capítulo quince
Me ha jodido bien jodida
*Stella Di Lauro*
El choque de nuestros labios es tan brutal que nos arranca un gemido a ambos al mismo tiempo.
Nos detenemos por un segundo. Nos miramos a los ojos con fijeza, luego bajamos a los labios, sonreímos y entonces... cuando me quiero dar cuenta he saltado otra vez sobre esa boca que me grita que la posea, que la tome con pasión y me mude a vivir en sus ganas de la mía.
Es como si estuviéramos conectados por un hilo invisible que nos hiciera movernos en sintonía.
Me acaricia las mejillas mientras lame con su lengua la mía y atrapo su cabello castaño detrás de la nuca entre mis dedos, sintiendo cómo el mundo parece detenerse en el instante justo en que me entrego a él. Ya me resulta imposible resistirme, no
Capítulo dieciséisEs muy fácil cuando se ve desde fuera*Stella Di Lauro*Sus labios recorren cada espacio de piel expuesta mientras que de mi boca solo salen gemidos. Mi espalda se despega de la cama en el preciso momento en que sus dientes atrapan mis bragas para deslizarlas por mis piernas y una vez fuera, lanzarlas al suelo.Con sus manos y pies escala por mi cuerpo ya completamente desnudo hasta llegar a mi rostro y besarme con una pasión arrolladora. Muerde sin importarle hacerme daño y tira de mi labio inferior con fuerza. Para mi sorpresa, no duele, solo me excita más y más. Todo en él es erótico, incluso el simple hecho de verle sonreír ya lo hace desprender un magnetismo sexual al cual no puedo resistirme.—Soñarás cada noche conmigo hasta que tus deseos se hagan realidad, princesita —murmura contra mis labios antes de desaparecer frente a mis ojos.Despierto al instante y como es habitual, me encuentro empapada en sudor y con la respiración agitada. Observo la hora en el re
Capítulo diecisiete: La hora de las confesiones se acerca *Stella Di Lauro* El desayuno familiar resulta bastante caótico como siempre, pero divertido. Sentarme a la mesa junto a mi familia es una de mis partes favoritas del día. —¿Quién se ha comido la última dona de chocolate? —exclama Fede insultado. —¡Ha sido el monstruo de los chocolates! —responde el más pequeño de la casa y casi al instante, las miradas de todos se enfocan en él. Gibs me recuerda tanto a Adriano que me da dolor de cabeza imaginármelo con sus travesuras y problemas de faldas en un par de años. La única diferencia entre ellos parece ser que el menor tiene una mente más infantil y menos sucia, pero no tengo dudas de que dentro de poco se pondrá al día con ello. Ahora me gusta mucho el toque de inocencia que contrasta con su característica picardía. Aunque él y Pietro ya tengan trece y quince años respectivamente, siempre serán los niños de la casa. —El monstruo se ha comido mi dona y tú al monstruo, ¿no? —l
Capítulo dieciocho:Cuando el destino se impone sobre la voluntad*Stella Di Lauro*—¿Qué está sucediendo contigo, cariño? —repite la pregunta una vez más con evidente preocupación al no obtener respuesta—. Te comportas de forma diferente desde hace unas semanas atrás y tengo la ligera impresión de que todo este tema del nuevo proyecto y las peleas con tus hermanos está relacionado. Piensa muy bien la respuesta que me darás, porque sabes a la perfección que a mí no puedes ocultarme nada.Cierro los ojos por unos instantes para dejar escapar un largo suspiro.Tiene toda la razón, con ella no tengo secretos. Tal vez, si le cuento el meollo que tengo encima, consiga aclararme un poco la mente. La cuestión es cómo explicarlo, si ni siquiera yo misma le encuentro pies ni cabeza al problema.—No sabría por
Capítulo diecinueve:La peor de las torturas*Stella Di Lauro*Tengo la ligera impresión de que, por un momento, el mundo desaparece a nuestro alrededor mientras nos quedamos clavados en nuestros sitios, mirándonos con fijeza.¿Qué hace aquí? ¿Me ha seguido?Lo veo caminar hacia nosotras y mi instinto de supervivencia me incita a correr, sin embargo, el brazo que me une a mi madre me lo impide.—Buenas noches —saluda desplegando su característico encanto—. ¡Pero qué agradable sorpresa encontrarme con tan bellas damas! Señora Di Lauro —centra su atención en mi acompañante—, creo que no nos han presentado formalmente. Soy…—Enrico Falconi —completa ella la frase mientras extiende la mano libre para saludarlo. Él por su parte, decide besar el dorso de la misma como un caballero de la épo
Capítulo veinte:Cuando dejas de luchar*Stella Di Lauro*—¿Cómo? —juraría que la pregunta se le escapa sin que pueda detenerla.—Me has oído bien la primera vez —le corto el rollo—. ¿Cómo ha sabido que vendría? ¿Acaso el traidor de mi hermano te lo dijo? Capítulo veintiunoYa eres mía, princesita*Enrico Falconi*La observo con tanta fijeza que me gustaría penetrar ese campo de fuerza a su alrededor y descubrir los misterios que esconde detrás. Porque estoy seguro de que los hay. Por momentos parece ser una y por otros, alguien totalmente diferente. La pregunta es si solo se esconde de mí o del mundo entero en general.En los diarios o redes sociales cuando se refieren a ella solo hablan sobre su cerebro súper dotado, el cual le permitió graduarse en Economía y Gestión de Empresas en apenas tres años. Además de su crecimiento dentro de la empresa de su padre y su éxito profesional. Acerca de su vida personal nadie habla. Los medios la ven como la Princesa de Acero, una digna heredera del Magnate de Acero, pero no ahondan en su personalidad.«Tal vez sea porque no hay mucho que contar», alude una voCAPÍTULO VEINTIUNO: YA ERES MÍA, PRINCESITA
Capítulo veintidósBesos robados*Stella Di Lauro*Tecleo en la computadora como si la vida se me fuera en ello, mientras mi mente se debate entre los diseños de gráficos que mejor le van a la propuesta y los sucesos de la noche del sábado.Apenas he podido pegar ojo en las últimas treinta horas con el hervidero que tengo en la cabeza. Ayer me mantuve encerrada en el cuarto de juegos con mis hermanos, ignorando la expresión inquisitiva de mi madre. Hoy en cambio, me levanté a las cinco de la mañana y vine directo a la oficina después de una rápida ducha. Cada vez que pienso que estuve a punto de tener sexo en el pasillo de un teatro, la cara se me enciende hasta volverse roja escarlata. De no ser interrumpidos por el ruido, ¿le hubiera dejado continuar?En el fondo conozco la respuesta, pero me niego a admitirla en voz alta. No me habría importado nada ni nadie en absoluto, simplemente porque no era consciente del lugar, la hora o del mundo exterior. Lo único en que podía pensar era e
Capítulo veintitrés¿Qué quieres de mí, Enrico?*Stella Di Lauro*Termino mi exposición bajo la atenta mirada de mis colegas. La sala se queda en silencio absoluto y no puedo negar que me siento un poco nerviosa. Siempre se me ha hecho difícil lidiar con las expectativas ante los retos de mi padre, esta vez no es la excepción.De un momento a otro los nervios desaparecen y entonces, soy consciente de la mano de mi socio en la espalda. No puedo explicarlo, pero la calidez de su tacto me otorga cierta tranquilidad. Algo raro, puesto que hasta hace unos días me provocaba todo lo contrario. ¿Es porque he dejado de huir y estoy en proceso de aceptar lo que me hace sentir? ¿O simplemente me he acostumbrado a su cercanía después de los besos y las caricias que hemos compartido?Puede que alguno de los ejecutivos tenga ya su opinión formada respecto a la propu