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INVITACIONES DE BODA. El silencio en la oficina era un muro invisible, pero tangible, entre Elara y Nathaniel. Ambos, sumidos en sus pensamientos, evitaban cruzar sus miradas, como si en ellas pudieran leerse las preguntas sin respuesta que flotaban en el aire. La puerta se abrió de golpe, rompiendo la tensa calma. Victoria entró con un aire de suficiencia, su mirada gélida rozó a Elara antes de posarse en Nathaniel. Sin preámbulo alguno, se acercó a él y lo besó en los labios. El beso fue un estallido sordo en el silencio, un golpe directo al corazón de Elara. Ella respiró hondo, su pecho se elevaba con dificultad bajo la presión de su dolor. Desvió la mirada evitando ver la realidad que se desplegaba frente a ella. Victoria se separó y con un gesto íntimo limpió los restos de su lápiz labial de los labios de Nathaniel, marcando territorio. ―Hola, amor. ―dijo con extrema dulzura. Nathaniel que había sido tomado por sorpresa, no pudo evitar posar sus ojos en Elara, pero ella estab
POR FAVOR, NO ME DEJES.Esa noche, Nathaniel estaba en su departamento, caminando de un lado a otro como un león enjaulado. Cada paso que daba resonaba con su frustración, y su mirada se dirigía constantemente hacia el reloj. Era la tercera vez que miraba la hora y no había señales de Elara. Decidido, tomó su teléfono y marcó su número.Mientras tanto, Elara, que se encontraba en el departamento de Sara, vio el nombre de Nathaniel iluminarse en la pantalla de su teléfono. Su cuerpo se tensó al instante.Volteo el celular evitando mirarlo.― ¿Por qué simplemente no lo mandas al diablo? Si no puedes, déjame a mí, yo con gusto lo hago ―dijo Sara con un tono de desafío, estirando la mano hacia el teléfono.Pero Elara reaccionó rápidamente, agarrando su móvil antes de que ella pudiera tomarlo.―Hablaré con él ―mientras se ponía de pie y salía al balcón para contestar.Una vez sola se armó de valor y deslizó el dedo por la pantalla para responder la llamada.―Nathaniel…― ¿Dónde estás, Elar
CELOS DESCONTROLADOS. Nathaniel abrió los ojos y un fuerte dolor de cabeza lo azotó. Miró a su alrededor y se encontró en una habitación que no era la suya, en una cama que no le pertenecía. A su lado, el espacio vacío en las sábanas le aseguraba que Elara había estado allí. Una sonrisa se dibujó en sus labios al recordar vagamente que ella lo había llevado a su habitación, preocupada por su estado, y él estaba más que contento de haber dormido a su lado. Se levantó dispuesto a salir a buscarla cuando el teléfono sobre la mesita de noche se iluminó. Nathaniel normalmente no revisaría el teléfono de otra persona, pero al ver el nombre de Zayd en la pantalla, la curiosidad se apoderó de él y olvidó cualquier respeto por la privacidad de Elara. Abrió el mensaje y el contenido borró cualquier rastro de malestar, reemplazándolo con una furia incontrolable: “Todo está listo para nuestro viaje a Londres, incluso he hecho los preparativos para Rose”. Las palabras parecían quemar su alma, y
HUMILLACIÓN PÚBLICA. Mientras Julián intentaba tranquilizar a Elara, Victoria se deslizaba entre los invitados con una sonrisa que apenas disimulaba sus verdaderas intenciones. De repente, el murmullo del salón se convirtió en un estruendoso aplauso. Nathaniel, del brazo de su madre, hizo una entrada triunfal. Los invitados se giraron para admirar a la matriarca y a su hijo. Elara, de pie junto a Julián, sintió cómo la ansiedad se apoderaba de ella. Su corazón latía con fuerza, y un sudor frío recorría su espalda. ―No te preocupes. ―Julián se inclinó para susurrarle al oído con una confianza que ella no compartía. ―Mi madre va a amarte. Se ve dura, pero… la conquistarás. Elara lo miró, confundida por su optimismo. Luego, sus ojos volvieron a la pareja que avanzaba a través del salón. Nathaniel, por su parte, había detectado a Elara junto a su hermano desde el momento en que entró. Sintió un nudo en el estómago al verla allí, tan cerca de Julián y tan lejos de él. Pero tuvo que mord
LA SEÑORA CROSS.Victoria abrió los ojos, sorprendida y humillada, pero su sorpresa rápidamente se transformó en furia.― ¡¿Así que vas a defender a tu amante delante de todos?! ―gritó, su voz temblaba con la intensidad de su ira.Nathaniel, con la mandíbula apretada, luchaba por mantener la compostura.―Victoria, te lo estoy diciendo por última vez, aléjate de Elara y no vuelvas a tocarla. ―advirtió con severidad.― ¡No puedes tratarme así! ¡No puedes defender a una extraña antes que a mí! ―exclamó, con las manos temblando de rabia.Regina, que había observado la escena con un creciente sentido de horror y vergüenza, intervino. Su mirada era gélida cuando se dirigió a Elara.― ¡Lárgate! ―ordenó. ― ¡Sal de mi vista ahora!Elara, cuya única intención era desaparecer de la vista de todos, asintió en silencio y se dio la vuelta para marcharse. Sin embargo, antes de que pudiera dar un paso, Nathaniel la detuvo, aferrándose a su muñeca.―No te vas a ningún lado. ―dijo firmemente.Victoria
TE COMPORTARÁS COMO MI MUJER. Elara forcejeaba, sus uñas clavándose en el brazo de Nathaniel con la desesperación de quien lucha por su libertad. ― ¡Suéltame! ―gritó, pero sus palabras parecían desvanecerse ante la indiferencia de él. Nathaniel, imperturbable, la arrastraba con una determinación helada. ― ¿A dónde me llevas?! ¿Qué vas a hacer?! ¡Nathaniel, contéstame! La voz de Elara era una mezcla de miedo y súplica. De pronto, él se detuvo y se giró hacia ella. Sus ojos eran dos pozos de hielo. ―Vamos a hablar. ―dijo, cada palabra goteando sarcasmo. ―¿No era eso lo que querías? Mi amor. La última palabra fue un latigazo de ironía que la hizo estremecer. Elara se sacudió, tratando de liberarse. ― ¡No voy a ir a ningún lado contigo! ¿Qué es todo esto? ¿Cómo que tú y yo…? Pero sus palabras fueron cortadas abruptamente cuando Nathaniel la levantó por las caderas y la cargó sobre su hombro como si no pesara más que una pluma. ― ¡Ah! ¿Qué haces? ¡Bájame! ¡Maldita sea, estás loco
PRIMER DÍA COMO SU ESPOSA.Esa mañana Elara se despertó en una habitación extraña, en una casa extraña y ahora extrañamente casada. Cualquier otra mujer se sentiría en la gloria, tenía un marido rico y que además estaba para comérselo, pero ella no se sentía de esa manera, lo que de verdad sentía era ganas de despertarse de la pesadilla que estaba viviendo.Pero no había tiempo para eso, aún tenía que preocuparse por Rose y tratar de salir del embrollo que era su vida en ese momento, la noche anterior Nathaniel se había ido, ella tampoco le preguntó a dónde, después de llorar hasta que las lágrimas se acabaron se quedó dormida. Así que todavía estaba vestida con su costoso vestido de 3000 dólares y decidida a enfrentar la situación con valentía, nunca se había rendido y no iba a hacerlo ahora.Salió de la habitación y por instinto consiguió las escaleras, debía reconocer que la casa era una belleza, digna de la familia Cross, familia de la que ella no estaba interesada en ser parte, n
SIN DIVORCIO. Elara salió del segundo bufete totalmente frustrada. En el primero le habían dado la absurda excusa de que estaban colapsados de casos de divorcio, y ahora acababan de decirle que se habían quedado sin abogados. Comenzaba a creer que el destino realmente estaba jugando en su contra, pero su perspectiva cambió cuando notó que un auto último modelo la seguía. No era estúpida; lo había visto desde que salió del departamento de Sara, lo vio después en el primer bufete, y aquí estaba otra vez. La sospecha en su interior tomó forma y decidió que, si fallaba una tercera vez en encontrar un abogado, entonces todo tendría sentido. Entró al distinguido bufete y esperó a ser atendida. ―Señorita Vance, ―llamó la secretaría ―Sígame, por favor. Elara entró a la lujosa oficina y tomó asiento frente al abogado que le calculó no menos de cincuenta años. ―Buenas, señorita Vance. Soy Ralf Michelle. Dígame, ¿en qué puedo ayudarla? Elara estrechó la mano del hombre y fue directo al grano