UN CORAZÓN.

UN CORAZÓN.

UN AÑO DESPUÉS…

El aire en la habitación del hospital estaba impregnado de una mezcla de esperanza y melancolía, un equilibrio delicado que Elara había aprendido a navegar desde que Rose había sido internada. Elara sostenía la mano de su hermanita pequeña y frágil, como si fuera el más preciado de los tesoros.

―Pronto saldrás de aquí ―le susurro con una dulzura que disfrazaba su temor ―y correrás y jugarás como siempre has soñado.

Rose, con la inocencia que solo los niños poseen, sonrió ampliamente y sus ojos se iluminaron con la magia de un secreto.

―Anoche tuve un sueño ―dijo con la respiración entrecortada por el esfuerzo.

Elara, acariciaba el cabello de Rose con ternura maternal.

―¿Si? ¿Qué soñaste?

― Soñe que mamá estaba con los brazos abiertos, diciéndome que nunca nos separaríamos ―Las palabras de Rose eran dulces y dolorosas a la vez, y Elara sintió cómo la nostalgia y la melancolía se entrelazaban en su pecho.

―Fue un lindo sueño, ¿verdad? ―preguntó, intentando mantener la voz firme.

―Sí, hermana, se sintió tan real ―respondió Rose en un susurro.

Elara luchaba por contener las lágrimas.

― Quisiera que papá y mamá nunca se hubieran ido. Todo es tan triste desde que se fueron.

―Yo también los extraño, Rose… Pero te prometo que haré lo posible para hacerte feliz.

―Ya lo haces, Elara ―dijo Rose con una sonrisa que era todo lo que ella necesitaba para seguir adelante.

En ese momento la puerta se abrió y apareció Adrián, el cardiólogo pediatra que llevaba el caso de Rose desde que fue ingresada al hospital.

―Hola, hermosa Rose, ¿cómo amaneciste hoy? ―preguntó con una calidez que iba más allá de su profesionalismo.

―Hola, Adrián, hoy estás más bonito ―dijo la pequeña con picardía.

Adrián no pudo evitar intercambiar una mirada cómplice con Elara.

―Hola, Elara, veo que hoy viniste más temprano.

―Sí ―respondió ella ―tengo que terminar unos trabajos de la universidad, y además traje las frutas preferidas de Rose.

Adrián se acercó sonriente y tomó la mano de Elara con suavidad.

―Sabes que puedo ayudarte, conozco al decano, si quieres…

―No. ―Elara dijo rápidamente ―Ya es suficiente lo que haces por Rose, créeme, ya es mucho.

―No me importa, lo hago porque…

―No Adrián, por favor. ―dijo Elara suplicante ―Quiero terminar la carrera por mi cuenta.

El hombre suspiró y le dijo con una sonrisa en los labios.

―Sé que lo conseguirás.

De repente, la sonrisa divertida de Rose resonó en la habitación.

―¿Saben? Los dos hacen una bonita pareja.

Las palabras de su hermana hicieron que Elara se avergonzara.

―No digas eso, Rose. Adrian y yo somos… amigos.

Pero el corazón de Adrián latía veloz ante la idea. Desde el primer momento en que conoció a Rose, sintió una conexión especial con la niña valiente y luego, al conocer a Elara, quedó prendado instantáneamente. A pesar de los sentimientos que crecían dentro de él, había decidido mantenerlos al margen; no quería ser una distracción o una complicación adicional en la vida ya cargada de desafíos de Elara.

El médico se puso serio y miró a la pequeña paciente.

―Mi querida Rose, dentro de un rato vendrán las enfermeras, deben hacerte unos exámenes.

La pequeña asintió entre risas, un minuto después la puerta se abrió, dos enfermeras entraron para llevarse a Rose. Cuando las enfermeras se fueron, Adrián invitó a Elara a su oficina.

―Tenemos que hablar. ―su tono era serio y cargado de preocupación.

―¿Qué pasa? ¿Por qué tienes esa cara? ―Elara tuvo un mal presentimiento.

Adrián sopesó sus palabras sabía que lo que iba decir afectaría considerablemente a Elara.

―El tratamiento de Rose… no está funcionando ― soltó finalmente.

Las palabras de Adrián cayeron sobre Elara como una avalancha, sepultando su esperanza bajo toneladas de realidad cruda y despiadada.

―¿Qué…? ― ella apenas logró articular mientras un abismo se abría bajo sus pies.

―Lo lamento ―continuó Adrián ―Los últimos estudios muestran que su corazón no responde. Rose necesita un trasplante.

El mundo de Elara se redujo, a ese instante y a esa habitación.

―No… no… eso no puede ser… ―se levantó bruscamente, sus ojos eran dos pozos de miedo y preocupación ―Pero… dijiste que…

―Sí, sé lo que dije. Pero su corazón… ―nego levemente ― incluso hablar y respirar le cuesta, Elara. Necesita un corazón nuevo.

Las lágrimas brotaron sin previo aviso, cada una un recuerdo, un sueño desvanecido. Había creído que los días oscuros habían quedado atrás, creyó que Rose pronto volvería a ser la niña llena de vida que merecía ser.

― Elara, sé que esto es difícil. Pero quiero que sepas que puedes contar conmigo. Sin embargo, la lista es larga y cuando Rose alcance su turno para un trasplante…

―Será tarde. ― Elara terminó la frase por él.

―Sí.

―¿Qué propones? ―preguntó Elara, aferrándose a la posibilidad de una solución.

―Hay un programa privado, pertenece al hospital, pero el costo…

―Dinero ―escupio con amargura ―Sin él, no eres nada.

Adrián la abrazó sabiendo que era un gesto que trascendía lo profesional.

―Déjame ayudarte ―ofreció.

Ella sonrió con tristeza.

―Ya has hecho demasiado.

Adrián insistió, sus ojos reflejando un afecto genuino.

―Haría lo que fuera por ti y por Rose.

―Gracias ―dijo Elara, apartándose con delicadeza.

Sabía de los sentimientos de Adrián, pero también conocía la imposibilidad de corresponderle. Su corazón ya estaba comprometido en un juego peligroso y secreto con Nathaniel Cross.

Elara se enfrentaba a una encrucijada similar a la de hace un año cuando había comenzado su relación con Nathaniel. Un acuerdo nacido de la necesidad y marcado por el secreto. Ahora, ante la necesidad desesperada de salvar a su hermana, la respuesta parecía clara, aunque moralmente complicada: Nathaniel tenía los medios para conseguir ese corazón.

―¿Cuánto cuesta un corazón? ― preguntó finalmente.

―Mucho dinero, Elara ―respondió él con tristeza.

Ella asintió con una sonrisa sarcástica.

―Sin embargo, encontraré la manera ―dijo con convicción ―Mi hermana tendrá ese corazón. Encontraré una solución, Adrián. ―dijo secándose las lágrimas y caminando hacia la puerta. Lo miro antes de salir. ―Por favor, cuida de ella.

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