ME VOY A CASAR.En la oficina de la Empresas Cross, Nathaniel clavó una mirada fulminante en el abogado de la familia.―¿Me estás diciendo que tengo que cumplir con sus estúpidas cláusulas? ―Su tono era indignado y sus ojos destilaban furia y frustración.El abogado, ajustándose los anteojos, se aclaró la garganta antes de responder con calma.―Sí, Nathaniel. Tu abuelo estipuló que, para recibir el fideicomiso de 100 millones de dólares, debes estar casado y tener un hijo en el periodo de un año.Las manos de Nathaniel se apretaron con fuerza, y sus labios formaron una línea fina que reflejaba su descontento.―¿Mi abuelo pensaba que estamos en la época medieval? ―exclamó con burla, incapaz de comprender la extravagancia de las condiciones.―No lo sé, Nathaniel. Pero es lo que quería. Si quieres acceder a ese dinero, debes cumplir sus cláusulas ―explicó el abogado, consciente de la tormenta que se desataba en el hombre frente a él.La pregunta inevitable surgió en la mente de Nathaniel.
MARCADA EN SU ALMA.Mirando a la mujer a su lado, con delicadeza, acarició suavemente el cabello y lo retiró de su mejilla. Le pareció una especie de Ángel y en ese momento sus pensamientos retrocedieron a la noche en que se conocieron un año atrás.«Señor, ¿quiere comprarme?»Había sido su primera noche de regreso a Chicago y aunque no estaba interesado en tener ninguna relación con ninguna mujer, hubo algo en Elara que lo hizo aceptar. Fue una especie de conexión instantánea, algo tan extraño, que la ataba irremediablemente a ella.El recuerdo tomó un giro hacia el presente. Y Nathaniel miró el rostro dormido de Elara, se veía dulce, frágil, como si la carga que hubiera estado llevando fuera muy pesada, se preguntó si quizás había juzgado mal a esta mujer.Cerró los ojos nuevamente y su mente lo llevó a cuando tomó su primera vez. Inconscientemente, su corazón latió de manera salvaje.«―Primero, me pagas los 50.000. De lo contrario, ¿quién sabe si podrás cumplir tu palabra?― Elara a
CELEBRAR LA LIBERTAD.―Elara… ¿No tienes un paraguas? ¿Por qué estás toda mojada? ¡¿Por qué no esperaste que pasara la lluvia?!Sara regañó al ver a su amiga y mientras hablaba, le entregó una toalla seca.―¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes esa cara?Elara sostuvo la toalla mientras se secaba el cabello mostrando una fragilidad inusual.―Oye… algo anda mal contigo. ¿Qué pasó? ¿Rose está mal?.Y aunque Sara sabía todo sobre ella, en ese momento, Elara no sentía que todavía tuviera la fuerza para explicárselo.―Oye, ¿podrías dejar de ser tan superficial conmigo? ¡Dime! ¿Qué pasó? ¿Pareces que te estuvieras muriendo? ―exclamó la joven, quien siempre hablaba sin rodeos. ―¿Rose tuvo otro ataque al corazón? ¿Es eso? Elara, ¡¿es eso…?!Negando con la cabeza, Elara finalmente encontró los ojos de su amiga y estos estaban llenos de tristeza.―No, es solo que me siento un poco cansada. Primero quiero dormir y hablaremos más tarde.―No soy tonta, algo te pasa. Vamos Elara, sabes que puedes confiar en
INDIFERENCIA CORTANTE.Elara intentó mantenerse firme y recordó su promesa de hacer como si no lo conociera.―Lo siento, señor. ―susurro e intentó pasar a su lado.Pero apenas y había dado un paso cuando su muñeca fue sujetada con fuerza y su mirada estaba fija en ella como un depredador observando a su presa.La indiferencia de Elara solo sirvió para encender la ira en Nathaniel. Estaban en un club, un lugar que le traía recuerdos no deseados, un déjà vu de la noche en que la conoció.«¿Señor, puede comprarme?»Las palabras de Elara de hace un año resonaban en su cabeza, revelando una verdad que Nathaniel no quería enfrentar. Con una mezcla de frustración y deseo de control, apretó más fuerte la muñeca.―¿Con quién viniste? ―gruñó con ira contenida.Elara abrió y cerró los labios, incapaz de procesar lo que estaba pasando. Delante de ella estaba el hombre que poseía algo más valioso que su propia libertad: el bienestar de su hermana.―Yo… yo… ―ella tartamudeó, luchando por encontrar l
UN CHEQUE SIN FONDOS.―Por favor, espere un momento… ―dijo cortésmente la señora del mostrador, sus dedos danzando sobre el teclado de la computadora con una lentitud desconcertante.«¡Jesús! ¿Por qué tarda tanto?»De manera inexplicable, el corazón de Elara latía descontroladamente, como si presintiera que algo siniestro estaba a punto de suceder«Dios que todo salga bien, que todo salga bien»―Señorita…―¿Todo bien? ―interrumpió a la empleada del mostrador antes de que pudiera terminar sus palabras.―Lo siento, señorita, su cheque ha sido congelado.―¿Qué? ¿Cómo qué congelado? ―las manos de Elara temblaban y su corazón latía demasiado rápido ―¿Eso significaba que no podré disponer de él? ―el pánico cruzó rápidamente su rostro.―Si señorita ―dijo suavemente la empleada del banco ― Aquí muestra que… que los fondos fueron congelados ayer.―No… ―susurro mientras negaba ―No… eso no puede ser… él…―¿Necesita algo más?Elara no respondió, su mente solo podía vislumbrar a Rose y lo lejos qu
¿CUÁNTO TIEMPO? Su mirada estaba llena de complicación e impotencia.―La condición de Rose es grave, Elara. Lo máximo que puede esperar son varios meses. ―la voz de Adrian fue suave pero implacable en su honestidad.Los labios de Elara temblaron.―¿Cuántos meses?―Mientras la máquina la ayude a respirar, podrá aguantar máximo un año. Es todo lo que puede soportar.Ella asintió, su cuerpo retrocediendo lentamente como si la realidad le hubiera asestado un golpe físico.―Entonces prométeme que cuidarás de ella, que harás todo para que esté bien. Yo... voy a conseguir ese corazón como sea.El la abrazó de repente.―Quisiera poder darle el mío si pudiera ―confesó ―Pero te prometo que la pondré en la lista de espera lo más pronto posible.―Está bien ―lo interrumpió―Pero no voy a quedarme de brazos cruzados. Voy a trabajar 24 horas al día si es necesario, pero conseguiré el dinero. No voy a dejar que mi hermana muera.Y antes de que él pudiera ofrecer más palabras de consuelo o apoyo, Elar
UN NUEVO TRABAJO.Elara cerró la puerta del departamento detrás de ella Sara, que estaba en la cocina, vio la expresión de su amiga y se preocupó.―¿Qué pasó?Elara miró a Sara y las palabras se le atoraron en la garganta.―Tenías razón ―murmuró antes de que las lágrimas comenzaran a brotar.Su amiga se apresuró a abrazarla.―No me digas que ese infeliz no te dio el dinero.Pero Elara no respondió, solo continuó llorando, cada sollozo una mezcla de impotencia y rabia que había estado conteniendo.Sara apretó los labios, maldiciendo a Nathaniel en su mente por el dolor que le había causado a su amiga.―Estoy a tu lado, y juntas conseguiremos una solución para Rose. ―Elara seguía llorando, su cuerpo sacudido por los sollozos incontrolables ―No quiero decir esto, pero te lo dije, debiste consignar ese cheque.―Si... ―susurró Elara entre lágrimas ―pero crei que…Sara apartó a su amiga con delicadeza y acunó su cara entre sus manos.―Eres demasiado ingenua para este mundo, Elara. Demasiado
ENCUENTRO PREDESTINADO. Nathaniel apenas había bajado de su Aston Martin, cuando los abogados de su empresa lo esperaban en el vestíbulo del imponente edificio de cristal y acero. ―Buenos días, señor Cross ―saludó White, el abogado principal. ―Buenos días, White ―respondió Nathaniel, su expresión seria y los ojos escudriñando al hombre frente a él. ―¿Traes buenas noticias? La pausa antes de la respuesta de White fue suficiente para tensar aún más el ambiente. ―Me temo que no, señor Cross. Las demandas siguen y, aunque hemos tratado de llegar a un acuerdo con los afectados, ellos siguen con la idea de demandar. ―¡Maldita sea! ―gruñó Nathaniel, sus puños se cerraron involuntariamente. ―Esto va a perjudicar el lanzamiento de la nueva línea de productos. Tienes que encontrar una salida, White, al menos hasta que esta nueva línea se lance. ―Señor Cross ―dijo el abogado, su tono se suavizaba en un intento de apaciguar la frustración palpable de Nathaniel. ―Creo que lo mejor será retra