Ya estamos cerca del final, cuéntenme ¿qué historia les gustaría ahora? XOXO
UN HOMBRE QUE NO PUEDES MANEJAR Daniel y Jonathan llegaron a la mansión de Cassio bajo un cielo que amenazaba lluvia, pero fueron recibidos con un calor que disipaba cualquier vestigio de frío exterior. Cassio King, era su primo, era un hombre que había navegado por aguas turbulentas en su vida, pero ahora, anclado en la tranquilidad de su matrimonio con Lucia, parecía haber encontrado su puerto seguro. Aunque había dejado atrás los negocios sombríos de la mafia por su familia, Cassio aún mantenía líneas abiertas con algunos "viejos amigos", una especie de seguro de vida en un mundo donde los pasados no se olvidan fácilmente. Con una sonrisa los abrazó a ambos. ―¡Felicidades por tu boda, Daniel! ―exclamó, haciendo que Daniel arqueara una ceja, sorprendido por lo bien informado que estaba su primo. ―Para alguien que dice estar alejado de todo, sabes mucho de lo que sucede― bromeó, no pudiendo evitar una sonrisa. Cassio soltó una carcajada y se encogió de hombros. ―Nunca he dejado
ALIANZAS ESTRATÉGICAS Cassio había organizado todo meticulosamente en una antigua bodega, ahora convertida en un lujoso restaurante privado. Jonathan y Daniel estaban a su lado, ambos mirando sus relojes con una mezcla de ansiedad y expectación. ―¿Crees que vendrá? ―preguntó Daniel, incapaz de ocultar su impaciencia. Cassio le lanzó una mirada calmada. ―Claro que vendrá. A Santino D’ Luca le conviene más que a nadie. Daniel frunció el ceño, dudoso. ―¿Y por qué querría ayudarnos? ¿Por qué iría en contra de Alexei? Cassio suspiró, como si pesara cada palabra antes de hablar. ―No es mi deber contar los secretos de otros, pero… Santino y los Antonov son enemigos mortales. Han estado en guerra por las rutas comerciales durante años. Pero lo que realmente encendió la mecha fue la muerte del padre de Alexei. La curiosidad de Daniel se agudizó. ―¿Qué pasó? ―El padre de Santino estuvo involucrado en la muerte de Vladímir Antonov ― reveló Cassio con seriedad. ―Y eso no es todo; tambié
EMBOSCADA Y TRAICIÓN. Alexei finalmente llegó al sitio acordado con los mexicanos. Al bajarse de su auto, sus guardaespaldas lo siguieron y caminaron lentamente hacia los hombres con quienes harían el trato. El ambiente era tenso, cargado de algún tipo de peligro inminente. Alexei, con una mirada fría y calculadora, inició la conversación. ―Hemos traído lo que pidieron. Cada pieza ha sido verificada para asegurar su funcionamiento óptimo ―dijo, manteniendo su voz firme y autoritaria. Uno de los mexicanos, un hombre de mediana edad con cicatrices, asintió. ―Hemos visto el inventario. Todo parece estar en orden. El pago se realizará, como acordamos, la mitad ahora y la otra mitad después de la entrega completa. Alexei asintió levemente, pero su intuición le decía que algo no estaba bien. ―El pago se hará en efectivo. No aceptaremos otro método. Espero que eso esté claro ―insistió, marcando cada palabra. ―Claro, Alexei. Sabemos cómo trabajas. Trajimos el primer pago, como prometimo
FIESTA DEL HOSPITALLa habitación estaba bañada con la suave luz de las lámparas. Naomi se giró lentamente hacia Daniel, su vestido abrazaba cada curva de su cuerpo, destacando su figura con elegancia y un toque de sensualidad.―¿Cómo me veo? ―le preguntó a su marido, con un brillo de expectativa en los ojos.Daniel sintió un nudo en la garganta. Ante él, Naomi era la encarnación de la belleza y la sensualidad, una visión que lo dejaba sin aliento.―Joder, nena… ―murmuró, incapaz de encontrar las palabras adecuadas para describir lo que sentía. Se acercó a ella, cada paso cargado de deseo. ―¿Es muy costoso el vestido? ―preguntó, intentando mantener la calma.―¿Sí, por qué? ―respondió Naomi, con una mezcla de curiosidad y diversión en su voz.Daniel la agarró de la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, eliminando cualquier distancia entre ellos.―Porque no sé si sea capaz de resistir arrancártelo más tarde ―confesó con voz ronca. ―Más bien, estoy pensando seriamente en si deberíamos ir.
HUMILLACION PUBLICA. Naomi presionó sus manos contra el lavabo, cerrando los ojos en un esfuerzo por calmarse. ―No pienses tonterías, Naomi. Él te ama, te lo ha demostrado. No va a… cambiarte por otra. Tienen un hijo y… ―Levantó la cabeza y se encontró con su propio reflejo en el espejo. En ese instante, comprendió que estaba siendo víctima de sus propias inseguridades. ―Él te ama ―se repitió a sí misma como un mantra ―y tú lo amas… Vamos a ser felices. Tomando una respiración profunda, se arregló el cabello y se dispuso a disfrutar de la fiesta junto a su marido, con la nota mental de que, al llegar a casa, le daría el mejor sexo de su vida. Sin embargo, no esperaba chocar con un pecho duro al salir. ―Lo siento ―dijo suavemente, dispuesta a seguir su camino, pero un par de manos la sujetaron y la estamparon contra la pared. ―¿A dónde crees que vas, muñequita? ―le susurró el hombre. Naomi levantó la mirada y se encontró con un hombre de rostro poco agraciado y aliento a alcohol
SALIR DE LA FAMILIA KING. Renata, sin perder el temple, pero con un toque de urgencia, agarró a Daniel por el brazo. ― ¿En serio vas a seguir con este espectáculo y ensuciar más nuestro apellido? Naomi, que estaba justo al lado, no pudo evitar soltar un jadeo al escuchar a Renata. Sentía como si cada palabra fuera un ladrillo más en el muro que se levantaba entre ella y la familia de Daniel. Con un impulso casi instintivo, Naomi se acercó a Daniel, sus ojos llenos de una súplica silenciosa. ―Vámonos, por favor. Daniel, con la mirada todavía fija en el hombre que había insultado a Naomi y luego en su madre, finalmente asintió. Sin decir nada, tomó la mano de Naomi y juntos se alejaron de la fiesta, dejando atrás un coro de cuchicheos y miradas curiosas. Los invitados no tardaron en empezar a chismear sobre lo ocurrido, cada uno añadiendo su propio toque dramático a la historia. Alondra, viendo cómo Daniel y Naomi se marchaban, se acercó a su padre con una sonrisa que era puro entre
¿QUERÍAS DEJARME?Después de tener un encontronazo con su madre, Daniel estaba hecho un lío de emociones. Necesitaba hablar con alguien, y esa persona tenía que ser Naomi. Fue directo a su cuarto, pero lo encontró vacío, lo cual lo dejó aún más inquieto. Sin pensarlo mucho, se dirigió a la habitación de Derek, suponiendo que Naomi estaría allí. Y ahí estaba ella, envuelta en un abrazo con su hijo, en uno de esos momentos que te parten el alma y te la calientan al mismo tiempo.Daniel se acercó con cuidado, como quien no quiere romper un silencio precioso, y se agachó a su lado.―¿Podemos hablar? ―le dijo, con una voz tan suave que casi era un susurro.Naomi parpadeó fuerte, luchando contra las lágrimas que querían escaparse. Luego, con un suspiro que parecía llevarse consigo un montón de cosas no dichas se giró hacia él.―Sí, dame… dame un momento.Daniel se levantó y esperó. Cuando Naomi se puso de pie, él le extendió la mano, una oferta silenciosa de apoyo. Ella la aceptó y juntos s
LA SEÑORA KING, SOY YO. A la mañana siguiente, Naomi despertó sobre el pecho de su hombre. Sus ojos recorrieron el rostro dormido de Daniel y no pudo evitar sonreír. Extendió su mano y acarició lentamente su barba áspera, para luego inclinarse y besar suavemente su mejilla. Había despertado con una nueva determinación, esa de ser la mujer que Daniel necesitaba y de luchar por su matrimonio, no solo por Derek, sino también por ella misma. Merecía ser feliz, había escapado del infierno de Igor y no tenía sentido regresar a la soledad, solo porque su suegra no la aprobaba. Así que tomó la decisión de mudarse y en cuanto Daniel se despertara lo hablaría con él. Quería hacer su propia vida, lejos de todos y en especial lejos de Renata. Después de vestirse, fue a la habitación de Derek, pero no lo encontró. ―Buenos días, señora ―dijo una de las empleadas. ―Buenos días, María. ¿Sabes dónde está Derek? ―Oh, sí, está con la señora, preparó su desayuno y ahora están en el salón. Naomi sonr