REVELACIÓN (II)Victoria le lanzó una mirada que era un claro aviso.―No te atrevas.Pero Megan avanzó, ignorando la advertencia silenciosa de Victoria. Cuando subió al escenario, Elara le extendió el micrófono con una sonrisa de triunfo. Con voz temblorosa, pero creciente en confianza, Megan confesó.―Victoria me pagó para tomarme fotos comprometedoras con el Empresario… ―le dio una mirada de soslayo al hombre y luego apartó los ojos rápidamente ― Zayd Al-Rashid y hacerme pasar por Elara. ―reveló Megan. ―Lo siento mucho.Los asistentes al evento comenzaron a cuchichear entre ellos y las miradas de desaprobación se dirigían hacia Victoria, quien estaba al borde de un colapso.―¡Es mentira! ¡Todo es una calumnia! ―gritaba Victoria, pero su protesta se perdía entre los murmullos escandalizados de la multitud.Elara se rio con desdén y se volvió hacia Julián, quien hasta ese momento había sido un espectador silencioso.―¿Y qué dices tú, Julián? ¿Acaso también es mentira lo tuyo con Victo
REVELACIÓN (III) El caos reinaba en el salón de eventos tras el impactante desenlace del enfrentamiento. Victoria yacía en el suelo, un grito desgarrador se escapó de sus labios, un grito que pedía ayuda con una urgencia que helaba la sangre. ―¡Ayuda! ¡No puedo ver! ¡Mis ojos! ―grito, su voz era una mezcla de pánico y dolor incomprensible. Sus manos temblorosas se movieron hacia su rostro, tocando con horror los fragmentos de cristal que se habían incrustado en su piel. ―¡Estoy desfigurada! ¡Dios mío, mi rostro! Elara, paralizada por la gravedad de lo ocurrido, miraba la escena con un temblor que se apoderaba de cada fibra de su ser. Nathaniel la envolvió en sus brazos en un intento de ofrecer consuelo. ―Todo estará bien. ―murmuro con voz calmada, aunque sus propios ojos reflejaban la conmoción del momento. ―Pero es mi culpa… Si yo no… Nathaniel la cortó, su tono era firme, intentando infundirle algo de su fuerza. ―No, Elara, no es tu culpa. Fue un accidente, Victoria resbaló.
BELLEZA INTERIOR. En el hospital, los pitidos de la máquina monitoreaban el ritmo cardíaco de Elara, quien finalmente había caído en un sueño inquieto. Nathaniel observaba a su esposa dormir, su mano aún entrelazada con la de ella. ―¿Cómo está? ―preguntó Regina, que había llegado al hospital tan pronto como le avisaron. ―El médico dice que afortunadamente el bebé todavía está bien, pero ella debe guardar reposo absoluto y evitar emociones fuertes. Lo de hoy fue demasiado. ―respondió Nathaniel con un tono que ocultaba mal su preocupación. Regina apretó los labios, consciente del tumulto que había causado la noticia que se había esparcido como pólvora en los medios y redes sociales. ―No puedo creer que Victoria… ―su voz se endureció. ―… No puedo creer que me haya engañado todo este tiempo. ―Mamá, hablemos afuera, ¿sí? No quiero perturbar el sueño de Elara, necesita descansar. ―sugirió Nathaniel con suavidad. ―Sí, hijo, perdona. ―dijo Regina, dándose la vuelta para salir de la habi
SIN SALIDA.OFICINA DE PRESIDENCIA…―Señor, los bancos están exigiendo respuestas. ―le informó el gerente del departamento de finanzas de la empresa.Nathaniel apretó el bolígrafo en su mano hasta que sus nudillos se pusieron blancos y se sintió más impotente que nunca. Habían pasado dos semanas desde el incidente en el lanzamiento del producto, y le quedaba poco tiempo para finalmente entregar la dirección de la empresa a Julián. Sin embargo, albergaba la esperanza de poder solucionar el problema y congraciarse delante de los socios.―¿Qué hacemos, señor? Las cuentas están casi en cero y ya casi es tiempo de pagar nómina y…―Lo sé. ―gruñó Nathaniel, interrumpiéndolo. Su voz era un hilo tenso de frustración. ―Buscaré una manera. Te aviso cuando tenga una respuesta.El hombre asintió en silencio, su expresión era una mezcla de preocupación y resignación, y se fue. Cuando la puerta se cerró tras él, Nathaniel se llevó las manos a la cabeza. Nunca pensó que estaría en tal posición, que f
NUEVO PRESIDENTE.Una semana más tarde, en la sala de juntas de Empresas Cross, el aire estaba cargado de una tensión palpable. Nathaniel, sentado en su lugar habitual al frente de la mesa, se veía como la sombra del líder carismático y seguro que alguna vez fue. Sus ojos, que solían reflejar determinación, ahora estaban velados por la derrota y la desilusión.En contraste, al otro extremo de la mesa, Julián irradiaba una confianza triunfante. Su sonrisa era controlada, pero sus ojos no podían ocultar el brillo de la victoria. Para él, este no era un simple cambio de liderazgo; era la culminación de su ambición, el premio por su astucia y persistencia. Julián disfrutaba el momento con una satisfacción que rozaba la arrogancia. Mientras observaba a Nathaniel firmar la cesión de poder, su mente ya trazaba los nuevos horizontes que se abrían para él y para la empresa bajo su mando. Julián sabía que este era su tiempo y se regodeaba en el reconocimiento de su triunfo, no solo en los negoc
MORIR TRANQUILA.Cuando la junta terminó, la sala de conferencias quedó en un silencio tenso, roto solo por la presencia de los dos hermanos. Nathaniel se giró hacia Julián, su mirada era un témpano de hielo.―Espero que no la cagues nuevamente. ―le dijo con severidad. ―Recuerda que, sea como sea, esto también es tuyo.Julián se metió las manos en los bolsillos y se recostó en la gran mesa de caoba que había presenciado innumerables decisiones a lo largo de los años.―Despreocúpate. ―contestó con una sonrisa arrogante. ―Tu dinero está en buenas manos.Pero Nathaniel le sostuvo la mirada profundamente, intentando descifrar las verdaderas intenciones detrás de esa fachada de confianza. Aunque Julián era su hermano, algo le decía que lo que menos quería era ver crecer la empresa.―He dejado todo en orden y Margarita se encargará de…―No solo voy a cambiar la planta ejecutiva, hermano. ―interrumpió Julián con frialdad. ―También a tu secretaria. No voy a arriesgarme a que te esté informand
UN PASO ADELANTE. ―Hay que celebrar. ―dijo Víctor, sirviéndose una copa de whisky con un gesto triunfante en la oficina del presidente. ―Todo salió de maravilla. ―se carcajeó, llenando la habitación con una atmósfera de complacencia. ―¿Cuándo empezarás a liquidar? Julián, sentado detrás del escritorio que hasta hace unos días ocupaba su hermano, jugaba con el bolígrafo entre sus dedos, signo de una mente en constante maquinación. ―Todavía no podemos hacer nada, Víctor. Apenas estoy en mi primer día como presidente, dejemos esperar un poco más. El hombre bebió un trago y tomó asiento frente a él. ―Tengo personas que están interesadas. ―insistió. ―Ya te dije. ―el tono de Julián fue severo, cortante como el cristal. ―Vamos a esperar. Ya estás donde querías, ¿no? Puedes estar feliz. Víctor le dio una mirada penetrante, sus ojos reflejando una ambición que no conocía saciedad. ―No voy a estar feliz hasta que no vea caer a Empresas Cross. ―dijo con voz baja pero cargada de veneno. ―
UN JEFE ATRACTIVO. Cuando Natalia llegó al piso de planta ejecutiva se robó todas las miradas, la verdad era que tenía aspecto de todo menos de aspirante a asistente. ―Buenos días. ―dijo con su mejor sonrisa. Margarita se giró y la miró de arriba a abajo. ―¿Puedo ayudarte cariño? El tono dulce de la mujer movió las fibras del corazón de Natalia. ―Yo… vengo por el puesto de asistente. Margarita abrió y cerró los labios. ―¿Tú? ―Sí. ―Natalia se mostró un poco nerviosa, estaba decidida a dejar el trabajo mucho antes, pero la pobre mujer no merecía su veneno, eso se lo dejaría a su jefe. ―Eh… mi padre es Gustavo Rinaldi. Los ojos de Margarita se abrieron en cuanto escuchó el nombre, Gustavo era un accionista mayoritario y aunque no venía todo el tiempo, ella se encargaba de enviar los informes y comunicarle las últimas eventualidades, se preguntó, porque no le había dicho nada cuando hablaron. ―Bien, señorita Rinaldi, sígame la llevaré con su jefe. Natalia siguió a Margarita po