MORIR TRANQUILA.Cuando la junta terminó, la sala de conferencias quedó en un silencio tenso, roto solo por la presencia de los dos hermanos. Nathaniel se giró hacia Julián, su mirada era un témpano de hielo.―Espero que no la cagues nuevamente. ―le dijo con severidad. ―Recuerda que, sea como sea, esto también es tuyo.Julián se metió las manos en los bolsillos y se recostó en la gran mesa de caoba que había presenciado innumerables decisiones a lo largo de los años.―Despreocúpate. ―contestó con una sonrisa arrogante. ―Tu dinero está en buenas manos.Pero Nathaniel le sostuvo la mirada profundamente, intentando descifrar las verdaderas intenciones detrás de esa fachada de confianza. Aunque Julián era su hermano, algo le decía que lo que menos quería era ver crecer la empresa.―He dejado todo en orden y Margarita se encargará de…―No solo voy a cambiar la planta ejecutiva, hermano. ―interrumpió Julián con frialdad. ―También a tu secretaria. No voy a arriesgarme a que te esté informand
UN PASO ADELANTE. ―Hay que celebrar. ―dijo Víctor, sirviéndose una copa de whisky con un gesto triunfante en la oficina del presidente. ―Todo salió de maravilla. ―se carcajeó, llenando la habitación con una atmósfera de complacencia. ―¿Cuándo empezarás a liquidar? Julián, sentado detrás del escritorio que hasta hace unos días ocupaba su hermano, jugaba con el bolígrafo entre sus dedos, signo de una mente en constante maquinación. ―Todavía no podemos hacer nada, Víctor. Apenas estoy en mi primer día como presidente, dejemos esperar un poco más. El hombre bebió un trago y tomó asiento frente a él. ―Tengo personas que están interesadas. ―insistió. ―Ya te dije. ―el tono de Julián fue severo, cortante como el cristal. ―Vamos a esperar. Ya estás donde querías, ¿no? Puedes estar feliz. Víctor le dio una mirada penetrante, sus ojos reflejando una ambición que no conocía saciedad. ―No voy a estar feliz hasta que no vea caer a Empresas Cross. ―dijo con voz baja pero cargada de veneno. ―
UN JEFE ATRACTIVO. Cuando Natalia llegó al piso de planta ejecutiva se robó todas las miradas, la verdad era que tenía aspecto de todo menos de aspirante a asistente. ―Buenos días. ―dijo con su mejor sonrisa. Margarita se giró y la miró de arriba a abajo. ―¿Puedo ayudarte cariño? El tono dulce de la mujer movió las fibras del corazón de Natalia. ―Yo… vengo por el puesto de asistente. Margarita abrió y cerró los labios. ―¿Tú? ―Sí. ―Natalia se mostró un poco nerviosa, estaba decidida a dejar el trabajo mucho antes, pero la pobre mujer no merecía su veneno, eso se lo dejaría a su jefe. ―Eh… mi padre es Gustavo Rinaldi. Los ojos de Margarita se abrieron en cuanto escuchó el nombre, Gustavo era un accionista mayoritario y aunque no venía todo el tiempo, ella se encargaba de enviar los informes y comunicarle las últimas eventualidades, se preguntó, porque no le había dicho nada cuando hablaron. ―Bien, señorita Rinaldi, sígame la llevaré con su jefe. Natalia siguió a Margarita po
EL ASESINO DE SU PADRE.El silencio entre Elara y Nathaniel era denso, cargado de un torbellino de emociones no expresadas. Elara, con los documentos temblorosos en sus manos, levantó la mirada hacia Nathaniel, sus ojos destellando una mezcla de dolor y desafío.―¿Es verdad? ―Su voz era apenas un susurro, pero resonó en el estudio como un trueno. ―¿Es verdad lo que dice aquí sobre mi padre?Nathaniel tragó saliva, sintiendo cómo el peso de los secretos que había guardado se convertía en una losa sobre sus hombros.―Elara, yo… ¿De dónde sacaste eso?Ella sacudió la cabeza, desechando su pregunta con un gesto de su mano.―¡No importa de dónde lo saqué, Nathaniel! Lo que importa es si es verdad. ¿Estuvo tu padre involucrado en la muerte de mi padre? ¡Háblame!Nathaniel dio un paso hacia ella, sus manos extendidas en un gesto de súplica.―Cielo, no es tan simple. Hay cosas que…―¡No me pidas que entienda, no ahora! ―interrumpió Elara, poniéndose de pie con tal fuerza que la silla cayó det
ADIÓS.―Esta es un arma pequeña, perfecta para guardarla en la cartera. ―explicó el hombre de la tienda de armas con una voz que denotaba tanto conocimiento como una pizca de orgullo por su mercancía.Victoria observó la pistola en el mostrador. Su diseño compacto y elegante le confería un aire de discreción letal.―Me la llevo. ―dijo con una determinación que no dejaba lugar a dudas.―Bien, señorita, pero primero tendrá que llenar este formulario, no le… ―comenzó a decir el vendedor, extendiendo un documento hacia ella.Y Antes de que pudiera terminar la frase, Victoria sacó otro fajo de dólares y los depositó sobre el mostrador con un movimiento suave pero firme.―Llénelo usted por mí. ―dijo, y su tono dejaba claro que no era una sugerencia.El hombre tragó saliva, visiblemente nervioso, pero también tentado por la oferta.―S… sí… con gusto. ―balbuceó, tomando el dinero y comenzando a rellenar el formulario rápidamente.Media hora más tarde, Victoria deslizó el arma en su bolso con
DUDAS. Dos meses después… Nathaniel estaba en su departamento de soltero. El timbre lo sacó de su sueño, profundo, cuando se levantó, las botellas a su alrededor cayeron. El timbre siguió sonando incesantemente y Nathaniel masculló una maldición. ―¡Ya voy! ¿Qué es tan importante? ¡Joder! Cuando abrió la puerta, Daniel estaba de pie mirándolo con desaprobación. ―Hasta que contestas. ―¿Qué quieres Daniel? Tengo un dolor de cabeza infernal. ―No es para menos, si parece que te bebiste el bar completo. Nathaniel pateó una lata de cerveza y se dejó caer en el sofá. ―¿Vienes a reprocharme? Si es así, puedes irte. ―Nat, no puedes seguir así, te estás autodestruyendo. ―¡¿Y qué?! Ya no me queda nada. ―¿No? ¡¿estás seguro?! Pues déjame recordarte que tienes un hijo. Mira lo que traje. Daniel sacó una ecografía. ―Me costó conseguirla, es del chequeo rutinario de Elara. Cuando menciono a Elara, Nathaniel alzó la cabeza. ―¿La has visto? ―Yo no, pero un colega sí, es su médico. El em
UNA OPORTUNIDAD. En el departamento de Natalia, la luz cálida de las velas danzaba sobre las paredes mientras ella, con manos temblorosas, pero llenas de cariño, colocaba un plato de pasta humeante en la mesa. Los aromas de la salsa casera y el orégano fresco se mezclaban en el aire, creando un ambiente que era a la vez hogareño y algo solemne. Julián, observándola desde su silla, no pudo evitar esbozar una sonrisa amplia y genuina. Sus ojos brillaban no solo por el reflejo de las llamas de las velas, sino por el amor inmenso que sentía por ella. ―Se ve deliciosa. ―dijo con voz suave, mientras enrollaba un tenedor en la pasta y llevaba un bocado a su boca. Natalia tomó asiento a su lado, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza contra su pecho. La cena no era solo una muestra de su habilidad culinaria, sino el preludio de una noticia especial que había estado guardando. El miedo y la emoción se entrelazaban en su estómago; sin embargo, en lo más profundo de su ser, sabía que Juli
BUENAS Y MALAS NOTICIAS. Julián se quedó un momento en silencio, sintiendo el calor de la sangre que aún manaba de su labio. La decisión estaba tomada. Con paso decidido, salió de su oficina y se dirigió hacia el escritorio de Margarita. ―Sígueme. ―le ordenó. La mujer no hizo preguntas, solo se limitó a hacer su trabajo. ―Margarita, necesito que convoques una reunión de emergencia con todos los socios. ―instruyó con seriedad. La sorpresa se dibujó en el rostro de Margarita, pero asintió y comenzó a tomar nota todo sin dilación. ― ¿Para cuándo señor? ―Dos días. ―dijo Julián, pensando que era el tiempo suficiente para dejar las cosas en orden. ―Avisaré de inmediato señor. Cuando Margarita se fue, Natalia entró preocupada a la oficina y al ver el golpe, su preocupación se intensificó. ― ¿Qué pasó? ¿Por qué tienes el labio partido? ―preguntó, su voz temblaba ligeramente. ―Un pequeño desacuerdo. ―respondió Julián, intentando sonreír. Ella corrió a buscar el botiquín y comenzó a