XOXO.
EL AMARGO SABOR DE LOS CELOS. Durante la cena, el ambiente estaba impregnado de la clase de tensión que se siente pero no se ve. Nathaniel, se encontraba inusualmente inquieto pero luchaba por mantener una fachada de calma. Elara, al otro lado de la mesa, era la causa involuntaria de su distracción. Cada vez que ella sonreía, cada vez que un mechón de su cabello caía graciosamente sobre su hombro, cada gesto sutil, Nathaniel lo sentía como una cuerda tensándose más y más en su interior. La ira se acumulaba dentro de el, una mezcla tóxica de celos y posesividad que él mismo no comprendía del todo. ―Si, podemos invertir en el nuevo proyecto ―decía uno de los empresarios con una voz que parecía venir de lejos ―pero vamos a necesitar más información de cuándo estarían disponibles los primeros fármacos. El mercado en este momento es salvaje, ¿no lo cree señor Cross? Nathaniel asintió automáticamente, sin procesar la pregunta. Su atención estaba fijada en la mano del hombre, en la forma
JEFE TIRANOElara, confundida por el comportamiento de Nathaniel, se volvió hacia Margarita.―¿Está enojado? ―preguntó con incertidumbre. ―Parece que sí, pero ve, no lo hagas esperar ―aconsejó Margarita con un tono que mezclaba preocupación y prisa.Elara suspiró y se dirigió hacia la oficina de Nathaniel, preguntándose qué le esperaría tras esa puerta. Mientras tanto, Nathaniel lanzó su chaqueta sobre el sofá y se aflojó la corbata. Había pasado una noche tortuosa, imaginando a Elara con ese médico. La alarma de las seis lo había sorprendido en medio de sus cavilaciones. La puerta se abrió y Elara entró. Llevaba una falda lápiz negra y una blusa de seda blanca que realzaban su figura con elegancia y sutileza. Nathaniel se permitió observarla más tiempo del debido, recordando los momentos compartidos, anhelando el tacto de su piel y la dulzura de sus labios.― ¿Quería verme, señor Cross? ―preguntó ella, sacándolo de sus pensamientos.«Señor Cross» repitió él mentalmente con un tono de
UN PLAN QUE SALE MAL.Elara no tuvo más remedio que quedarse, así que sacó su teléfono y le marcó a Sara para avisarle que volvería tarde.―¿Qué? ¡Ese desgraciado está explotandote! Hazme caso demándalo.―No, Sara, deja de inventar tonterías, además, no tengo dinero para pagarle a un abogado de representación. ―dijo Elara en tono de broma.―Pero no se me hace justo, porque tienes que trabajar precisamente hoy, era nuestra noche de chicas.―Lo dejaremos para la próxima semana ―Elara miró su reloj y decidió ponerse a trabajar cuanto antes ―Terminare rápido, quizás si pueda llegar temprano para ver la segunda película.Colgó la llamada y se puso manos a la obra.[…]En el restaurante, Nathaniel no podía sentirse más incómodo, Victoria vestida de manera deslumbrante acunó su cara intentando darle un beso, pero Nathaniel sentía que le clavaban miles de agujas en el culo cada vez que Victoria se acercaba, para evitar vomitar fingió tener sed.―Nat, estoy tan feliz de que finalmente tengas ti
PERDER SU ÚTERO Nathaniel arrancó su auto a toda prisa, lo único que se repetía en su mente era ir a la empresa y ver a Elara. Estaba cansado de fingir y hacerle el estúpido. Estaba enamorado de esa mujer y primero congelaría el infierno antes de permitir que ese médico se la arrebatara. Durante todo el camino recordó los momentos compartidos con Elara y se preguntó cuándo exactamente se enamoró de ella. Mientras conducía una sensación de libertad le invadió el pecho y estaba convencido de que terminar con Victoria era lo mejor y estaba dispuesto a enfrentar las consecuencias. Pero se negaba a perder a Elara, la única mujer que hacía que su corazón latiera y además su polla respondiera. Había besado a Victoria, pero tanto su cuerpo como su corazón se mantuvieron en calma. Por otro lado, Victoria no pretendía quedarse de brazos cruzados, tan pronto como Nathaniel salió del departamento ella lo siguió en su auto, estaba decidida a descubrir quién era la zorra que le estaba quitando a
UN PASADO LLENO DE CULPA ―¡No voy a casarme con ella, solo porque me lo ordenes! ―el grito, cargado de desafío, rebotó en el estudio. El padre de Nathaniel al otro lado del escritorio, apretó los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos y miró a su hijo con una mezcla de ira y decepción. ―No tienes derecho a negarte, Nathaniel ―dijo con voz controlada pero teñida de furia. ―Hago lo mejor para ti. Sabes que casarte con Victoria Sutherland es tu mejor opción. ¿Por qué te empeñas en llevarme la contraria? Tu matrimonio con esa chica significaría un mejor estatus para nuestra familia. Su padre es… ―¡Me importa una m****a quién es su padre! ―replicó Nathaniel, perdiendo la compostura que tanto había tratado de mantener ―Tengo 31 años, no 15. No soy un niño al que le tienen que decir qué hacer. El padre de Nathaniel también se puso de pie con los ojos fijos en los de su hijo. ―Entonces no me dejas más opción, Nathaniel. Si insistes en negarte a casarte con Victoria, le entregaré
SI VOY A CASARME CONTIGO.Nathaniel salió de sus pensamientos cuando la enfermera le dijo que ya podía pasar. Asintió con una sonrisa tenue y abrió la puerta lentamente. Victoria estaba acostada en la cama, su rostro reflejaba el dolor y la fatiga de su cuerpo. Al sentir la puerta abrirse, giró su rostro hacia él. ―Nat… ―susurró con los ojos llorosos ―… estás aquí. Él no dijo nada, caminó hacia la cama y arrastró una silla para sentarse frente a ella. Victoria intentó acercarse, pero él se lo impidió con un gesto suave. ―No te esfuerces ― dijo―debes descansar. Ella negó con la cabeza y las lágrimas, antes contenidas, comenzaron a fluir libremente. ―Dime que no es verdad… dime que es un error. Nathaniel sabía a qué se refería. Para una mujer como Victoria, la noticia de no poder convertirse en madre era desgarradora. ―Victoria… ―No, por favor, Nat… ―sollozó ella ―dime que es un error. Pero él negó con la cabeza y Victoria se llevó las manos a la cara. ―¡Dios, por qué! ¡¿Por qu
DESTRUIDA HASTA LOS CIMIENTOS. El viento soplaba frío en la ciudad de Chicago y Elara con su chaqueta de Industrias Cross ajustada firmemente alrededor de sus hombros, se abría paso a través de la multitud enardecida. Las miradas se clavaron en ella como dardos envenenados, cada par de ojos disparando acusaciones silenciosas. “¡Ahí está! ¡Ella es una de ellos!”, gritó uno de los protestantes. Los guardias de seguridad y la policía formaban una barrera, Elara pasó junto a ellos con un asentimiento, su credencial oscilando como un péndulo, marcando cada paso hacia el epicentro del caos. El representante de la fábrica estaba pálido, sus manos temblaban mientras se secaba el sudor de la frente. ―Señorita, esto es… es insostenible ―balbuceó, las palabras tropezándose unas con otras. ―Necesitamos que el señor Cross, tome cartas en el asunto. Ella lo miró fijamente, su voz era un acero envuelto en terciopelo. ―Debemos encontrar una solución. La imagen de Industrias Cross está en juego.
CEDER A LA TENTACIÓN.―¡Auch! ― exclamó Nathaniel por tercera vez.Estaba recostado en su escritorio, con el ceño ligeramente fruncido, mientras Elara, con manos firmes, pero cuidadosas, terminaba de colocar los puntos adhesivos sobre la herida.―No seas llorón ―le reprendió suavemente, con una sonrisa juguetona asomando en sus labios. ―Además, ya casi terminamos.A pesar del dolor, Nathaniel no pudo evitar sonreír. Aunque Elara estaba allí para curar su herida, no podía negar que le gustaba sentirla cerca. La proximidad de ella era un bálsamo para más que solo su cabeza lastimada.―Listo ―anunció Elara al colocar el último punto adhesivo.Luego tomó una toalla húmeda y se detuvo frente a Nathaniel para limpiar la sangre que manchaba su rostro.―Lamento que te hayan golpeado por mi culpa ―dijo con un tono de voz lleno de remordimiento, mientras pasaba la toalla con delicadeza por su piel.Nathaniel se encontró perdido en la fragancia que emanaba de ella, en la calidez de su cercanía, y