Me encanta el carácter de Elara, por más protas así y digamos no a las lloronas. Jjajajajaj.
LECCIÓN APRENDIDA.Roberta miró las fotografías una a una, sus ojos estaban llenos de incredulidad y sus manos temblaban incontrolablemente.―Esto… esto es una violación a mi vida privada. ¡¿Cómo… cómo se atreven?!―El cómo no importa, tía. ―la interrumpió Elara con firmeza. ―El caso es que si no quieres que mi tío sepa que le has estado poniendo los cuernos, será mejor que colabores y te vayas saliendo cuanto antes de mí… ―enfatizó la palabra “mi” ―… casa.Roberta negó con la cabeza, rehusándose a aceptar la situación.―No, ustedes no pueden chantajearme así, ¡no voy a caer en su juego!Nathaniel se encogió de hombros.―Bien, entonces veremos cómo reacciona su marido cuando sepa que no solo ha estado acostándose con su hermana, sino que también es miembro de un clandestino club de sexo.Elara se cruzó de brazos y le dio una sonrisa burlona a su tía.―Qué desfachatez, tía. ¿Esas son tus tardes de té?Roberta apretó los labios, consciente de que su secreto estaba al descubierto. Nunca
LECCION APRENDIDA (II) Roberta y Eliana caminaron con nada más que sus ropas hacia la puerta, pero Elara las detuvo. ―Un momento. ―ordenó, y estas se detuvieron. ―¿No fui clara, tía? Te dije que irías como llegaste. Roberta frunció las cejas y miró a Elara sin entender. ―No, me estoy llevando nada, ¿es que no ves? ―Si te llevas algo. ―Elara señaló sus ropas. ―eso también fue comprado con mi dinero. Los ojos de Eliana y Roberta se abrieron como huevos fritos. ―¿Y cómo pretendes que nos vayamos desnudas? ―Si es el caso, sí. ―dijo Elara tranquilamente. ―¡Estás loca! ¡Eso es demasiado, no tienes derecho! ―Tú eres la que no tienes derecho a beneficiarte de mi dinero, Roberta ―dijo Elara con dureza. ―No hables de derechos, porque sales perdiendo. Lo que estoy haciendo es nada comparado con lo que tú me hiciste a mí. Así que empieza a quitarte la ropa y luego puedes largarte. Jonathan le dio una mirada a Elara y esta entendió el mensaje; no podía extralimitarse, entonces tuvo una i
SECRETOS DE LA ELITE.Al día siguiente, el grito de Eliana casi hizo temblar las paredes de la habitación del hotel donde se encontraban Roberta y su hija.―¡Mamaaaaaaa! ―La mujer miraba el teléfono en su mano con la respiración agitada y los ojos llenos de incredulidad.―¿Qué pasa, hija? ¿Por qué gritas así?―¿Por qué? ¿Quieres decirme por qué hay fotos de ti y mi tía Andrea besándose? Y otras… otras…Eliana le mostró el teléfono a su madre. Roberta palideció y su corazón casi se detuvo un segundo, no pudo salir una palabra, sus ojos se quedaron fijos en la fotografía delante de ella.―¿No vas a decir nada? ¿Qué demonios es esto, mamá? Un montaje, ¿verdad? ¡Tiene que ser eso!―Hija… sí… seguro… ―las palabras de Roberta salían entrecortadas.―¿Por qué, mamá? ¿Quién hizo esta broma de mal gusto? Tú y la hermana de papá, por favor. ―Eliana dijo divertida. ―eso no es posible… ¿Verdad?Sin embargo, la expresión de Roberta hablaba por sí sola y Eliana supo en ese instante que no se trataba
FUGA DE INFORMACIÓN.En la oficina del presidente de Industrias Cross, Nathaniel escuchó a través del teléfono con una sensación de satisfacción que no había sentido en mucho tiempo. La justicia estaba finalmente en movimiento.―Roberta ya fue detenida ―informo Jonathan, su voz llena de un triunfo contenido. ―Los resultados del grafólogo salieron antes de lo esperado, es un punto a nuestro favor. En los próximos días tendrá que ir a audiencia y con las pruebas que tenemos, estoy seguro de que será sentenciada.Nathaniel se permitió una sonrisa amplia y genuina por primera vez en semanas.―Eso es grandioso. ―respondió, pensando en su esposa. ―Elara se pondrá muy feliz.―Así es, amigo. ―Jonathan había continuado. ―Finalmente, tu esposa tendrá justicia. Y lo de las fotos… tengo que decir que fue un gran revuelo. La persona aceptó guardar confidencialidad, ya sabes, esas páginas paparazzi que andan detrás de las celebridades.La risa de Nathaniel llenó la oficina, resonando contra las par
PIDIENDO SU CABEZA. La sala de juntas estaba impregnada de una tensión casi tangible. Los accionistas, con sus trajes impecables y expresiones graves, ocupaban sus asientos alrededor de la gran mesa de caoba. Las miradas que dirigían a Nathaniel no eran de respeto o confianza, sino de decepción y censura. Nathaniel, consciente de cada par de ojos sobre él, se mantuvo erguido, su semblante sereno. No obstante, la calma era una fachada que ocultaba mal su inquietud interna. Un socio mayor, con el cabello plateado peinado hacia atrás, se levantó y clavó su mirada en él. ―Debemos admitir que estamos profundamente descontentos. ―comenzó con voz firme. ―Los eventos recientes han sacudido nuestra confianza en la dirección de la empresa. Julián, sentado no muy lejos de Nathaniel, esbozó una sonrisa sutil. Sus ojos destellaban con un brillo triunfante mientras observaba a su hermano soportar la andanada de críticas. Era evidente que, por razones solo conocidas por él, encontraba una satisfa
TODO EN TU CONTRA. Regina jugaba con Rose, el sonido de los bloques de madera chocando entre sí creaba una melodía infantil en la habitación. La paz de la tarde fue interrumpida cuando el ama de llaves entró con el teléfono principal en la mano. ―Señora, es su hijo Nathaniel. ―anunció, extendiendo el aparato. Regina se apresuró a contestar. ―Hijo, ¿qué pasa? ―Mamá, ¿Elara está ahí? ―preguntó Nathaniel con urgencia en su voz. ―No, salió hace un momento, ¿por qué? ―respondió Regina, una nota de preocupación en su tono. ―La estoy llamando a su celular y no contesta, me envía directamente a la operadora. Regina miró a Rose, que seguía absorta en su juego de construcción, y respondió con calma. ―Dijo que iría a ver a Sara, su amiga. Quizás si la llamas puedas hablar con ella. Nathaniel suspiró al otro lado de la línea. En realidad, quería hablar con Elara para invitarla a cenar y compartir las buenas noticias que tenía a pesar del caos en su vida laboral. ―Sí, llamaré a Sara. Adi
UN CORAZÓN DECEPCIONADO. Elara estaba en la habitación, la frescura de su crema nocturna aún en la piel, cuando la puerta se abrió. Nathaniel apareció en el umbral, su rostro inexpresivo, pero sus ojos azules revelaban un profundo dolor que había robado su brillo. ―Mi amor. ―dijo ella, acercándose con una sonrisa que se desvanecía ante su silencio. Nathaniel no dijo nada, simplemente la observaba, su mente atormentada por imágenes que lo hacían sangrar por dentro. Elara notó el sobre en su mano. ―¿Qué es eso? ―preguntó con una mezcla de curiosidad y preocupación. Nathaniel la miró, perdido en sus pensamientos, preguntándose qué había hecho mal. ¿Qué había encontrado Elara en Zayd que él no tenía? La ira dio paso a la tristeza y a las inseguridades, y se preguntó si Zayd le había prometido algo que él nunca podría darle: libertad. ―Nathaniel… ―susurró Elara, percibiendo el cambio en él. Sus ojos ya no brillaban como antes. Él dio un paso adelante y la abrazó con fuerza, un gesto
UNA GUERRA SIN CUARTELCon Nathaniel sentado en su oficina, el investigador le entregó la información que había recopilado. Al abrirla, su corazón se detuvo al ver el nombre de Elara en la hoja. Sus ojos se clavaron en el hombre, esta vez llenos de ira.―¡¿Qué significa esto?! ―exclamó, dejando salir toda su rabia contenida.―Lo lamento, señor, pero es la información que obtuve. ―respondió el investigador con cautela. ―Investigué a todos los empleados cercanos a la planta ejecutiva, y en ese entonces la señorita…―Señora. ―lo corrigió Nathaniel con firmeza. ―señora Cross.―Sí, señor… la señora Cross aún trabajaba como su asistente. Confirmé que recibió una fuerte suma de dinero en su cuenta personal, no la que está ligada a la empresa. También descubrí que ella era quien más estaba involucrada en los proyectos de la empresa; como su asistente tenía libertad total para acceder a toda esa información.Nathaniel se quedó mirando el nombre de Elara como si le quemara. Su respiración se hi