DI QUE ERES MÍA.
DI QUE ERES MÍA.

Daniel la agarró de la mano y se metió a la cama, se giró y con la espalda apoyada en el cabecero. Naomi vio su torso descubierto y su deseo se disparó, urgiéndole tocarlo.

―Ven aquí ―murmuro sin apartar los ojos de ella ―Ven aquí esposa.

Naomi obedeció en silencio y trepó a la cama y gateó hacia él.

―Eres una jodida tentación ―dijo Daniel mientras agarraba un mechón de su cabello y se lo llevaba a la nariz, inhalando profundamente ―También hueles a tentación.

Se acercó a ella, arrancándole un suave gemido cuando la levantó en brazos y la colocó a horcajadas sobre él. Sus manos acariciaron sus muslos y la miró sin prisa, como si deseara memorizar cada centímetro de ella.

El corazón de Naomi latió salvaje y fuerte.

―Mi esposa ―susurro con voz ronca ―Finalmente mi esposa.

Ella se mordió el labio sin poder evitar que sus palabras hicieran estragos en ella, su cuerpo ardía con sus palabras. De repente, las puntas de sus dedos acariciaron su mejilla hasta acunar su
Paulina W

xoxo.

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