Holas mis corazones. ¿Qué les parece la historia de Daniel? Ya saben que pueden dejarme sus opiniones buenas o malas, siempre las tomo en cuenta, la idea es complacerlos y hacerlo siempre que valga la pena. Tambien quiero agradecerles por su apoyo, otro de mis lobitos ha ganado el primer lugar, nada es posible sin ustedes. ¡Las amo!
UNA NUEVA NAOMI. New York. ― ¡Niky, subes al escenario en media hora! ―gritó Madeline, la encargada del club. Naomi asintió levemente y terminó de colocarse su lápiz labial rojo, como todas las veces que tenía que subir al escenario desde que había llegado la primera vez hace cuatro años. En ese momento, había escapado de su boda, del yugo de su padre y lo había hecho con la esperanza de comenzar de nuevo y tener una nueva vida, una lejos de la opulencia de ser la hija del senador O’Connel. Sin embargo, jamás pensó que todo sería mucho peor. Naomi miró sus ojos verdes en el espejo y se perdió en sus recuerdos de aquel entonces. Recordó la sensación de libertad mezclada con miedo al tomar la decisión más arriesgada de su vida, huir en lo que debía ser el día más feliz de su existencia. «―Señorita, su tarjeta fue rechazada. ― ¡¿Qué?! Pero… ―Naomi miró a la recepcionista del hotel nerviosa. ―Ok, pruebe con esta por favor. La chica tomó la nueva tarjeta solo para decirle lo mismo.
ENCONTRÁNDOLA. Daniel subió al auto que lo estaba esperando fuera del aeropuerto. A su paso todas las mujeres se giraban para mirar al hombre en cuestión, si antes se hacía notar, ahora era prácticamente imposible que las mujeres cayeran presas de su apariencia enigmática.Abordo el auto y el chofer, espero las indicaciones. Daniel miró un segundo a las personas ir y venir y su mente la llevo a ella, decir que no estaba emocionado, era mentirse, no la había olvidado durante los últimos cuatro años, Naomi había sido lo suficientemente hábil para esconderse, pero ya no más.Había llegado el momento de terminar lo que habían iniciado, le gustara o no, ella era suya, le pertenecía y primero el infierno se congelaría antes de que permitiera que se le escapara de las manos otra vez.―Llévame al hotel ―ordenó con voz severa.El hombre puso en marcha el auto y se perdió en el agobiante tráfico de New York. Por la noche, Daniel se detuvo delante de Mons. Venus, uno de los clubes más selectos d
CAPITULO 13: BAILE PRIVADO Naomi se preparó para el baile, volvió a usar la ropa que usaba en el escenario y se maquilló como lo hacía siempre, no obstante, no dejaba de preguntarse quién era el cliente que había pagado dinero por ella. Sabía que en el club los bailes privados eran costosos; obviamente, los hombres que iban allí podían permitírselo, pero en todo el tiempo que había estado en Mons., nadie se había interesado en ella de esta manera. Mientras tanto, sentado en un sillón de cuero rojo, Daniel esperaba impaciente, su corazón latiendo a toda velocidad. Había hablado con el dueño del club directamente y, aunque al principio se mostró renuente, finalmente aceptó a cambio de una considerable suma. Daniel era una maraña de emociones internas: no sabía si la deseaba, la odiaba o quizás la amaba. Lo único que sabía era que ningún hombre tenía derecho a mirar lo que le pertenecía, porque para él, Naomi O’Connel aún era suya. La puerta se abrió y el corazón de Daniel casi explota
QUIERO EXCLUSIVIDAD. Daniel atrajo a su cuerpo a Naomi como si quisiera impregnarla en su piel, como si temiera que se escapara una vez más. Sus lenguas se entrelazaron, y pronto ella se vio perdida por él. Su cuerpo estaba reaccionando con demasiada familiaridad a este hombre misterioso, sin embargo, no le importó. Sus manos rodearon su cuello y se movió sobre él, sintiendo su erección, rozando su centro. Sin poder evitarlo, un gemido escapó de sus labios, gemido que hizo que Daniel perdiera el poco autocontrol que le quedaba. Había soñado demasiadas noches con ella, y ahora que finalmente estaba entre sus brazos, no iba, ni quería detenerse. Sus manos se deslizaron por los sedosos muslos de Naomi y rodearon su cintura, solo para bajar lentamente hasta sus nalgas. Las apretó con fuerza y la instó a moverse más. Su mente estaba llena de sus movimientos sensuales, tanto en el escenario como hace un momento. Naomi se dejó llevar, hizo lo que él le pidió; en el fondo, lo necesitaba. Hab
RELACIÓN CLANDESTINA.De regreso a Chicago, Daniel fue directamente a casa del senador O’Connel, pensando revelarle la verdad sobre Naomi. Era increíble para él que alguien con el poder político de Wilfred O’Connel no hubiera podido encontrar a su hija. Ahora entendía por qué: Naomi había cambiado su identidad y se escondía en el último lugar donde su padre la buscaría.―Buenos días, señor King ―lo recibió el mayordomo.―Buenos días, Hugo. ¿El señor está disponible?―Está en su estudio ―informó respetuosamente el mayordomo.―Está bien, esperaré entonces.― ¿Quiere que le traiga algo?―No, no te preocupes, será rápido.El mayordomo asintió y se retiró a sus quehaceres. Mientras esperaba, Daniel no podía evitar que su mente volviera una y otra vez a Naomi. Recordó lo que había sido tenerla de nuevo en sus brazos y la ansiedad por asegurar su libertad crecía dentro de él. Sabía que lo de Bridget era otro asunto pendiente; aunque ella se había negado a darle el divorcio, estaba decidido a
UNA NUEVA JAULA.―Daniel, dime qué no me vas a dejar. Dime qué… te quedarás a mi lado ―Bridget se apartó y lo miró con la cara cubierta de lágrimas.Daniel se quedó inmóvil mirándola, hasta que pudo pronunciar palabra.―Bri, tenemos que denunciarlo, tienes que hablar y…―No ―ella negó rápidamente. ―No, Daniel, él… es poderoso.―Pero nosotros también, tenemos conexiones, y Jonathan.― ¡No te atrevas! ―lo corto ansiosa. ―No te atrevas a decirle esto a nadie, ¿entiendes? Es demasiado… vergonzoso.― ¿Y qué? No puedes permitir que él siga abusando de ti, Bri, ¿por qué dejaste que siguiera pasando aún después de casarnos? ¿Por qué… no hablaste?― ¿Hablar? ¿En qué momento, Daniel? Te casaste conmigo y me dejaste aquí, te fuiste y me dejaste abandonada. Los primeros meses fui feliz, estaba en otra ciudad, lejos de él, pero cuando me dijo que vendría a Chicago yo… sabía por qué lo hacía, y… tuve que acceder a sus peticiones.Daniel a pesar de todo tenía sus dudas, creía en Bridget, no imaginab
SECRETOS. ―Me estás diciendo que Wilfred, uno de los senadores más importantes, ¿es ese tipo de persona? Jonathan aún no podía creer lo que estaba escuchando. Había ido con su hermano para discutir los siguientes pasos. ―Tenemos que hacer algo, no podemos dejar que se salga con la suya. Tiene que estar tras las rejas ―insistió Daniel, la determinación clara en su voz. ―Sí, estoy de acuerdo ―respondió Jonathan, mirándolo seriamente. ―Pero no es mucho lo que podemos hacer si tu esposa se niega a denunciar. Bridget tiene que testificar y… sabes el revuelo que causará este caso. ―Lo sé, lo sé ―Daniel golpeó la mesa con fuerza, la frustración evidente en su gesto. ―Pero ella está asustada, tiene miedo, ¡joder! ―Pues te aconsejo que la convenzas. Logra que acceda a testificar y prepararé un caso contra Wilfred ―dijo Jonathan con firmeza. ― ¿Dónde está? ―preguntó, cambiando de tema. ―En casa de mamá, la envié a primera hora. No quiero que esté un segundo más cerca de Wilfred ―explicó D
CHANTAJE. ―Así que esto es lo que escondías ―murmuró Bridget con una sonrisa divertida. ―Resulta que estás en negocios sucios, y no solo eso, también tienes tus fetiches sexuales ―chasqueó la lengua. ―Muy malo para usted, senador, muy malo. Sacó el USB y lo guardó en su bolso; esta información era demasiado valiosa, y pensaba sacarle provecho. Wilfred iba a tener que pagar un alto precio si quería que ella se la entregara. Más tarde, se preparó para salir. ― ¿Te vas? ―preguntó Renata. ―Quería invitarte a almorzar. ―Eh… ¿Qué tal una cena? Quiero irme de compras. Renata no insistió. ―Está bien, que disfrutes tu día de compras. Sin embargo, los planes de Bridget eran otros; iba a copiar toda la información, pero no iba a arriesgarse a hacerlo dentro de la mansión, así que iría a un ciber café. Mientras conducía, recibió una llamada. ― ¿Bueno? ―Dime que tienes buenas noticias, cariño ―dijo Wilfred con fingida dulzura. Bridget se río y, con altivez, respondió. ―Por supuesto que y