HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 8. Entre risas y amenazasLa cena transcurría en un ambiente cálido y relajado, algo que Mikhail no recordaba haber sentido en mucho tiempo. Su madre, por supuesto, no podía dejar pasar la oportunidad de lanzar preguntas indiscretas. Karina, sentada frente a él, notaba cómo la mujer le lanzaba miradas curiosas desde el otro lado de la mesa, y, aunque trataba de contener la risa, no podía evitar disfrutar de la incomodidad evidente del señor magnate.—Entonces, querida —dijo su madre, entrelazando los dedos sobre el mantel con una sonrisa inocente que no engañaba a nadie—, ¿cuánto tiempo llevas trabajando para mi hijo?Karina sonrió con amabilidad mientras tomaba un sorbo de su vino, sintiendo los ojos de toda la familia fijos en ella.—Bueno, técnicamente llevo trabajando para él... —hizo una pausa, fingiendo calcular— unos días. Quizás una semana. Pero parece como si estuviera haciéndolo desde el inicio de los tiempos, ¿no? —sonrió con naturalidad.—Mmm, ¿
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 9. Un antro de perversiónMikhail observaba su reflejo en el espejo, todavía sin creer que había accedido a la idea de Karina para la noche. Se había puesto ropa casual, como ella había pedido: camisa blanca, jeans oscuros, chaqueta de cuero, cara de mafioso empedernidoSin embargo esa mujer era extremadamente peligrosa, y él no podía sacarse de la cabeza la idea de que terminaría en algún antro extraño. ¿Por qué otra razón le habría dicho que se vistiera sexy?Karina apareció detrás de él en el espejo, con una sonrisa traviesa. Llevaba un vestido negro simple, pero elegante, con el cabello suelto, y no pudo evitar soltar un pequeño silbido al verlo.—¡Wow, qué guapo eres condenado! —dijo, mirándolo de arriba abajo con descaro—. Si te cambiáramos ese carácter de ogro, podrías conquistar a cualquier mujer.Mikhail resopló con fastidio porque ella parecía empeñada en subirle el ego a toda costa.—¿Es tu manera de prepararme para alguna locura que tienes plane
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 10. Una mujer juiciosaLa noche en la residencia de ancianos había sido inesperadamente divertida para Mikhail. No solo se había reído a carcajadas con las historias de los abuelos, sino que había disfrutado poder sentirse libre y despreocupado todo el tiempo, porque no importaba si aquel maquillaje se corría o se echaba a perder, simplemente porque no tenía que usarlo.Indudablemente Karina era un caso especial. Algo en ella era… natural. Esa chispa de bondad que parecía iluminar cualquier lugar al que iba.Mientras salían del edificio, ya de madrugada, Mikhail la observó por el rabillo del ojo.—Oye… —le dijo en un tono despreocupado mientras caminaban hacia el coche—. Eso que les dijiste de que tenías novio… ¿Es cierto? No lo había pensado así que si tienes que volver con alguien…Karina soltó una risita mientras jugaba con las llaves del coche, abriendo la puerta.—Ay, Mikhail, a veces eres tan ingenuo —bromeó, pero luego se encogió de hombros—. No, no
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 11. Una mujer… diferenteEn el ambiente se respiraba una mezcla de risas, música y murmullos que hacían eco en los amplios salones de la mansión Angelov. Todos habían ido allí para disfrutar, y Karina trataba de pasar desapercibida mientras se mantenía cerca de Mikhail, lista para cualquier situación, pero dándole el espacio suficiente como para que socializara con su familia y sus amigos quizás por primera vez en su vida adulta.El señor Angelov era el rey de aquella celebración, por supuesto, pero no habían pasado ni veinte minutos cuando la familia Blanchar había llegado. Mera era la hija mayor, por lo que se veía, y su aparición, enfundada en un vestido rojo brillante que parecía atraer cada mirada, hizo que Karina frunciera el ceño porque aquel atuendo parecía completamente fuera de lugar. Su cabello rubio y su sonrisa deslumbrante solo resaltaban más su entrada triunfal, y desde el mismo instante en que había pisado la sala, Mera irradiaba la confianz
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 12. Empoderamiento no solicitadoKarina se acomodó en el otro lado de la mesa, junto a Irina, que enseguida le lanzó una mirada cómplice. A primera vista, la hermana de Mikhail parecía la más tranquila de los Angelov, pero Karina había notado la chispa de astucia en sus ojos, y en especial su expresión de fastidio cada vez que Mera abría la boca para soltar alguna de sus muchas invaluables e innecesarias opiniones. Ambas intercambiaron una sonrisa, como si compartieran una broma secreta.—¿Botellas de champaña? —murmuró Karina con una sonrisa divertida—. Suena a que esto se va a poner interesante.Irina le guiñó el ojo y susurró, mientras echaba una rápida ojeada hacia Mera, que estaba sentada junto a Mikhail y parecía tenerlo hechizado… o atolondrado…—Digamos que estas cenas con los Blanchar siempre necesitan un toque extra para ser soportables. —respondió la muchacha con un suspiro aburrido—. Mera es más “pick me” que una adolescente con problemas de ate
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 13. Una mujer determinadaNo importaba que Konstantine fuera unos años menor que él; igual era un ex militar, centrado y sobre todo muy eficiente, por eso Mikhail lo había contratado como su jefe de… todo, y él jamás lo había decepcionado. Al punto de que no habían pasado ni cinco minutos cuando ya le estaba abriendo la puerta de la camioneta, anunciándole que había localizado la ubicación de las chicas.Media hora después hasta los gorilas de la entrada de aquel antro se apartaban de su camino, y Mikhail atravesó el club como un halcón. Sus ojos se movían rápido entre las luces parpadeantes y la multitud que bailaba sin preocupación, y no le fue demasiado difícil identificar a Karina y a su hermana que bailaban en medio de la gente.Se abrió paso hacia ellas con determinación y tras él Konstantine avanzaba con expresión decidida, sabiendo que tendría que hacerse cargo de alguna de las dos.—Saca a mi hermana de aquí, ahora —gruñó Mikhail cuando Irina levan
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 14. De cucharitaCuando Karina finalmente regresó al departamento esa noche, él la estaba esperando. Su expresión era sombría, y por un instante, se miraron en silencio.—¿Podemos olvidar todo lo que pasó? —le pidió él, relajando un poco la voz, y Karina arqueó una ceja, sorprendida.—¿Y ese milagro? No sabía que eras capaz de dejar un tema atrás.—No lo soy, pero uno tiene que definir sus prioridades. Mañana tengo una cena con Mera.Karina asintió con más calma de la que él esperaba y pasó a su lado.—Por supuesto. Estoy segura de que vas a pasar un rato excelente con la feminista empoderada. Es evidente que son tal para cual.Él no respondió, pero algo en su mirada la siguió mientras ella desaparecía en su habitación.Así que ese día y el siguiente fueron de tregua silenciosa, y pocas horas antes de la cita, Mikhail observaba su reflejo en el espejo del baño, con el ceño fruncido mientras miraba los puntitos rojos sobre la piel de su abdomen. Las quemadura
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 15. Espejos rotos—¿Ups? ¡¿Eso es todo lo que tienes que decir en tu defensa?! —reclamó Mikhail aunque para ser honesto no tenía idea de por qué estaba tan molesto.Karina levantó una ceja divertida.—No, claro que no. Deja que me meta al baño para sacarme todo el… cansancio de la noche, y luego me defiendo mejor.Pasó a su lado sin inmutarse y el señor magnate supo que no le iban a dar una explicación ni en ese momento ni nunca. Así que respiró hondo y se fue a bañar también, porque de lo contrario terminaría cumpliendo eso de ahorcarla con una sola mano.En los días que siguieron la tregua perduró. Se hablaban lo indispensable y se respondían con monosílabos.Un día, mientras volvía a su despacho, Karina escuchó sin querer parte de una conversación que sostenía Mikhail con su hermano, en la que hablaba de su reciente cena con Mera.—Es increíble cómo ha cambiado —decía Mikhail, con una sonrisa que Karina imaginaba totalmente embelesada—. Es una mujer impr