HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 5. Ropa decenteKarina se inclinó hacia Mikhail, concentrada en las últimas pinceladas de maquillaje sobre su cicatriz. Él estaba sentado en aquella silla como si ella lo estuviera torturando, con el ceño fruncido y los labios apretados, claramente incómodo.—¿Siempre se va a demorar tanto? —se quejó, intentando mover la cabeza, pero Karina lo sostuvo firme por la barbilla.—Podría apurarme más, pero ¿dónde estaría la diversión en eso? —respondió ella con una sonrisa burlona—. Además, creo que voy a disfrutar mucho sacándote de tus casillas.—Eso, tú provoca al otro —masculló Mikhail, aunque se quedó quieto.—¡Uff, admisión de culpa! Vamos avanzando en la terapia.Karina sacudió la cabeza, riéndose por lo bajo. Llevaba más de una hora trabajando en él, y aunque había sido un verdadero fastidio durante todo el proceso, lo estaba logrando. Sus manos se movían con precisión, aplicando las capas de maquillaje cuidadosamente, difuminando la cicatriz hasta que ca
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 6. Un momento de confianzaKarina se ajustó la gabardina roja mientras esperaba a Mikhail en una butaca de su oficina. Aunque el maquillaje era perfecto, sabía que su verdadero desafío comenzaba ahora. La reunión sería su primera aparición pública en años, y aunque lo disimulaba bien, Karina podía notar los pequeños signos de su nerviosismo.Cuando finalmente se metieron a aquel ascensor para bajar al piso de la reunión, ella se giró para quedar frente a él.—Te ves muy bien —le aseguró ajustándole la corbata con un toque juguetón—. Solo recuerda una cosa: no te toques la cicatriz. Lo tienes perfecto, pero si empiezas a frotarte o tocarte la cara llamarás la atención sobre eso, y te pondrás todavía más nervioso.Mikhail soltó un pequeño gruñido con su tono habitual de frustración, pero asintió.—Es un maldito hábito —dijo, llevándose instintivamente la mano al rostro antes de detenerse a medio camino, haciendo una mueca—. Lo hago inconscientemente.—Por eso
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 7. Una familia rotaVerlo trabajar hacía que Karina casi sintiera escalofríos. Mikhail Angelov daba órdenes con la seguridad de un general en campaña, quizás por eso era tan difícil para él cuando Karina se le rebelaba.Estaba acostumbrado a ser obedecido así que ella ya sabía en qué punto débil hacer cosquillas cuando quisiera sacarlo de quicio.Sin embargo de momento y teniendo en cuenta que estaban a punto de dar otro gran paso para él, decidió portarse bien. Bueno… regular.—¿Y cómo vas a presentarme? —preguntó mientras aplicaba con delicadeza una capa de base en el rostro del magnate.—¿A qué te refieres? —respondió Mikhail, frunciendo el ceño.Karina levantó una ceja y se inclinó un poco más hacia él, continuando su trabajo mientras le sujetaba el rostro.—Bueno, no es normal que alguien lleve a su asistente a una cena familiar. Necesitas algo más convincente —dijo, intentando ocultar una sonrisa.Él dejó escapar un gruñido bajo y cerró los ojos por
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 8. Entre risas y amenazasLa cena transcurría en un ambiente cálido y relajado, algo que Mikhail no recordaba haber sentido en mucho tiempo. Su madre, por supuesto, no podía dejar pasar la oportunidad de lanzar preguntas indiscretas. Karina, sentada frente a él, notaba cómo la mujer le lanzaba miradas curiosas desde el otro lado de la mesa, y, aunque trataba de contener la risa, no podía evitar disfrutar de la incomodidad evidente del señor magnate.—Entonces, querida —dijo su madre, entrelazando los dedos sobre el mantel con una sonrisa inocente que no engañaba a nadie—, ¿cuánto tiempo llevas trabajando para mi hijo?Karina sonrió con amabilidad mientras tomaba un sorbo de su vino, sintiendo los ojos de toda la familia fijos en ella.—Bueno, técnicamente llevo trabajando para él... —hizo una pausa, fingiendo calcular— unos días. Quizás una semana. Pero parece como si estuviera haciéndolo desde el inicio de los tiempos, ¿no? —sonrió con naturalidad.—Mmm, ¿
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 9. Un antro de perversiónMikhail observaba su reflejo en el espejo, todavía sin creer que había accedido a la idea de Karina para la noche. Se había puesto ropa casual, como ella había pedido: camisa blanca, jeans oscuros, chaqueta de cuero, cara de mafioso empedernidoSin embargo esa mujer era extremadamente peligrosa, y él no podía sacarse de la cabeza la idea de que terminaría en algún antro extraño. ¿Por qué otra razón le habría dicho que se vistiera sexy?Karina apareció detrás de él en el espejo, con una sonrisa traviesa. Llevaba un vestido negro simple, pero elegante, con el cabello suelto, y no pudo evitar soltar un pequeño silbido al verlo.—¡Wow, qué guapo eres condenado! —dijo, mirándolo de arriba abajo con descaro—. Si te cambiáramos ese carácter de ogro, podrías conquistar a cualquier mujer.Mikhail resopló con fastidio porque ella parecía empeñada en subirle el ego a toda costa.—¿Es tu manera de prepararme para alguna locura que tienes plane
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 10. Una mujer juiciosaLa noche en la residencia de ancianos había sido inesperadamente divertida para Mikhail. No solo se había reído a carcajadas con las historias de los abuelos, sino que había disfrutado poder sentirse libre y despreocupado todo el tiempo, porque no importaba si aquel maquillaje se corría o se echaba a perder, simplemente porque no tenía que usarlo.Indudablemente Karina era un caso especial. Algo en ella era… natural. Esa chispa de bondad que parecía iluminar cualquier lugar al que iba.Mientras salían del edificio, ya de madrugada, Mikhail la observó por el rabillo del ojo.—Oye… —le dijo en un tono despreocupado mientras caminaban hacia el coche—. Eso que les dijiste de que tenías novio… ¿Es cierto? No lo había pensado así que si tienes que volver con alguien…Karina soltó una risita mientras jugaba con las llaves del coche, abriendo la puerta.—Ay, Mikhail, a veces eres tan ingenuo —bromeó, pero luego se encogió de hombros—. No, no
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 11. Una mujer… diferenteEn el ambiente se respiraba una mezcla de risas, música y murmullos que hacían eco en los amplios salones de la mansión Angelov. Todos habían ido allí para disfrutar, y Karina trataba de pasar desapercibida mientras se mantenía cerca de Mikhail, lista para cualquier situación, pero dándole el espacio suficiente como para que socializara con su familia y sus amigos quizás por primera vez en su vida adulta.El señor Angelov era el rey de aquella celebración, por supuesto, pero no habían pasado ni veinte minutos cuando la familia Blanchar había llegado. Mera era la hija mayor, por lo que se veía, y su aparición, enfundada en un vestido rojo brillante que parecía atraer cada mirada, hizo que Karina frunciera el ceño porque aquel atuendo parecía completamente fuera de lugar. Su cabello rubio y su sonrisa deslumbrante solo resaltaban más su entrada triunfal, y desde el mismo instante en que había pisado la sala, Mera irradiaba la confianz
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 12. Empoderamiento no solicitadoKarina se acomodó en el otro lado de la mesa, junto a Irina, que enseguida le lanzó una mirada cómplice. A primera vista, la hermana de Mikhail parecía la más tranquila de los Angelov, pero Karina había notado la chispa de astucia en sus ojos, y en especial su expresión de fastidio cada vez que Mera abría la boca para soltar alguna de sus muchas invaluables e innecesarias opiniones. Ambas intercambiaron una sonrisa, como si compartieran una broma secreta.—¿Botellas de champaña? —murmuró Karina con una sonrisa divertida—. Suena a que esto se va a poner interesante.Irina le guiñó el ojo y susurró, mientras echaba una rápida ojeada hacia Mera, que estaba sentada junto a Mikhail y parecía tenerlo hechizado… o atolondrado…—Digamos que estas cenas con los Blanchar siempre necesitan un toque extra para ser soportables. —respondió la muchacha con un suspiro aburrido—. Mera es más “pick me” que una adolescente con problemas de ate