HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 2. Un ogro integralKarina llevaba casi un año viajando sin parar. Había comenzado en Asia, donde había pasado meses pintando rostros en festivales y desfiles, y ahora estaba en Europa, su continente favorito. Amaba los pueblos pequeños, llenos de gente amigable y comidas caseras, pero su última parada había sido en una ciudad más grande de lo que acostumbraba: Varna, en Bulgaria. Había elegido ese lugar por el famoso festival de Halloween.Algo en esa noche la atraía, el caos, la libertad para jugar con las apariencias y, por supuesto, el maquillaje.No le habían faltado sobresaltos y sorpresas en su viaje… pero aquel hombre… Mikhail… era otra cosa. Karina estaba acostumbrada a manejar la transformación de un rostro, a borrar o resaltar características. Pero algo le decía que ese hombre no necesitaba que le borraran una cicatriz, necesitaba que le borraran el alma y se la hicieran desde cero.A la mañana siguiente, mientras la gente salía a las calles en m
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 3. Una brujaHabía que empezar por describirlo, porque de lo contrario sería demasiado difícil explicar aquella mezcla de ira con calentura que Karina tenía en ese momento.El ogro integral medía uno noventa, incluso con el traje se le notaban músculos trabajados, y en lo poco que podía ver de su muñeca y de sus manos tenía gruesas venas sobre una piel ligeramente bronceada. Tenía los ojos y el cabello más negros que el carbón, los primeros amenazantes y el segundo un poco largo, con mechones suaves que le caían sobre la frente. Mandíbula cuadrada y simétrica, labios gruesos y sonrisa peligrosa.Y lo único que rompía con aquel esquema de perfección era esa cicatriz que deformaba la mitad de su rostro. Empezaba con un corte un poco hundido cerca del puente de la nariz, y se extendía en tres dolorosas ramificaciones de un color vino apagado sobre su mejilla derecha.¿Impresionaba un poco? Sí. ¿A ella? No. Tal vez porque Karina había visto heridas mucho peores
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 4. Copas de vinoMikhail no estaba acostumbrado a ese tipo de situaciones. Él no pedía favores. Las cosas se hacían porque él lo ordenaba, y punto. Sin embargo, había algo en esa mujer que lo sacaba completamente de su zona de confort.En su defensa tenía que reconocer que la única mujer con la que había discutido desde hacía años era con su madre; porque con las mujeres que pasaban por su habitación en medio de las sombras para mantenerlo satisfecho ni siquiera cruzaba una palabra.Así que había accedido a las condiciones de Karina Milán con reticencia, en especial a esa de salir con ella una vez a la semana, sin maquillaje… sobraba decir que le parecía una locura. Pero si esa era la única manera de que Karina borrara su cicatriz cada día, entonces no tenía otra opción.—Konstantine —llamó Mikhail a través del teléfono de la oficina un instante después—. Que traigan todo el equipaje de Karina y lo lleven al penthouse, subiremos en un momento.Karina lo mir
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 5. Ropa decenteKarina se inclinó hacia Mikhail, concentrada en las últimas pinceladas de maquillaje sobre su cicatriz. Él estaba sentado en aquella silla como si ella lo estuviera torturando, con el ceño fruncido y los labios apretados, claramente incómodo.—¿Siempre se va a demorar tanto? —se quejó, intentando mover la cabeza, pero Karina lo sostuvo firme por la barbilla.—Podría apurarme más, pero ¿dónde estaría la diversión en eso? —respondió ella con una sonrisa burlona—. Además, creo que voy a disfrutar mucho sacándote de tus casillas.—Eso, tú provoca al otro —masculló Mikhail, aunque se quedó quieto.—¡Uff, admisión de culpa! Vamos avanzando en la terapia.Karina sacudió la cabeza, riéndose por lo bajo. Llevaba más de una hora trabajando en él, y aunque había sido un verdadero fastidio durante todo el proceso, lo estaba logrando. Sus manos se movían con precisión, aplicando las capas de maquillaje cuidadosamente, difuminando la cicatriz hasta que ca
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 6. Un momento de confianzaKarina se ajustó la gabardina roja mientras esperaba a Mikhail en una butaca de su oficina. Aunque el maquillaje era perfecto, sabía que su verdadero desafío comenzaba ahora. La reunión sería su primera aparición pública en años, y aunque lo disimulaba bien, Karina podía notar los pequeños signos de su nerviosismo.Cuando finalmente se metieron a aquel ascensor para bajar al piso de la reunión, ella se giró para quedar frente a él.—Te ves muy bien —le aseguró ajustándole la corbata con un toque juguetón—. Solo recuerda una cosa: no te toques la cicatriz. Lo tienes perfecto, pero si empiezas a frotarte o tocarte la cara llamarás la atención sobre eso, y te pondrás todavía más nervioso.Mikhail soltó un pequeño gruñido con su tono habitual de frustración, pero asintió.—Es un maldito hábito —dijo, llevándose instintivamente la mano al rostro antes de detenerse a medio camino, haciendo una mueca—. Lo hago inconscientemente.—Por eso
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 7. Una familia rotaVerlo trabajar hacía que Karina casi sintiera escalofríos. Mikhail Angelov daba órdenes con la seguridad de un general en campaña, quizás por eso era tan difícil para él cuando Karina se le rebelaba.Estaba acostumbrado a ser obedecido así que ella ya sabía en qué punto débil hacer cosquillas cuando quisiera sacarlo de quicio.Sin embargo de momento y teniendo en cuenta que estaban a punto de dar otro gran paso para él, decidió portarse bien. Bueno… regular.—¿Y cómo vas a presentarme? —preguntó mientras aplicaba con delicadeza una capa de base en el rostro del magnate.—¿A qué te refieres? —respondió Mikhail, frunciendo el ceño.Karina levantó una ceja y se inclinó un poco más hacia él, continuando su trabajo mientras le sujetaba el rostro.—Bueno, no es normal que alguien lleve a su asistente a una cena familiar. Necesitas algo más convincente —dijo, intentando ocultar una sonrisa.Él dejó escapar un gruñido bajo y cerró los ojos por
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 8. Entre risas y amenazasLa cena transcurría en un ambiente cálido y relajado, algo que Mikhail no recordaba haber sentido en mucho tiempo. Su madre, por supuesto, no podía dejar pasar la oportunidad de lanzar preguntas indiscretas. Karina, sentada frente a él, notaba cómo la mujer le lanzaba miradas curiosas desde el otro lado de la mesa, y, aunque trataba de contener la risa, no podía evitar disfrutar de la incomodidad evidente del señor magnate.—Entonces, querida —dijo su madre, entrelazando los dedos sobre el mantel con una sonrisa inocente que no engañaba a nadie—, ¿cuánto tiempo llevas trabajando para mi hijo?Karina sonrió con amabilidad mientras tomaba un sorbo de su vino, sintiendo los ojos de toda la familia fijos en ella.—Bueno, técnicamente llevo trabajando para él... —hizo una pausa, fingiendo calcular— unos días. Quizás una semana. Pero parece como si estuviera haciéndolo desde el inicio de los tiempos, ¿no? —sonrió con naturalidad.—Mmm, ¿
HERIDAS PERFECTAS. CAPÍTULO 9. Un antro de perversiónMikhail observaba su reflejo en el espejo, todavía sin creer que había accedido a la idea de Karina para la noche. Se había puesto ropa casual, como ella había pedido: camisa blanca, jeans oscuros, chaqueta de cuero, cara de mafioso empedernidoSin embargo esa mujer era extremadamente peligrosa, y él no podía sacarse de la cabeza la idea de que terminaría en algún antro extraño. ¿Por qué otra razón le habría dicho que se vistiera sexy?Karina apareció detrás de él en el espejo, con una sonrisa traviesa. Llevaba un vestido negro simple, pero elegante, con el cabello suelto, y no pudo evitar soltar un pequeño silbido al verlo.—¡Wow, qué guapo eres condenado! —dijo, mirándolo de arriba abajo con descaro—. Si te cambiáramos ese carácter de ogro, podrías conquistar a cualquier mujer.Mikhail resopló con fastidio porque ella parecía empeñada en subirle el ego a toda costa.—¿Es tu manera de prepararme para alguna locura que tienes plane