CAPÍTULO 99. Tanteando al enemigoPercy Blackwell no era un hombre que se asombrara por nada, especialmente por una llamada en su teléfono de, nada más y nada menos, que Aurelio Viscontti. Sin embargo, no pudo negar que la curiosidad lo dominó en el mismo momento en que escuchó su voz al teléfono.Aquel hombre tenía una habilidad especial para ser hosco y pesado, incluso cuando no lo pretendía. La arrogancia se le salía por los poros como una segunda piel, y era evidente que no se agradaban para nada, o al menos a él no le agradaba Aurelio, como no le agradaba la gente que no tenía muy claras sus intenciones en la vida.Así que, después de intercambiar unas pocas palabras, ninguna de ellas amable, por cierto, Percy accedió a dejar lo que estuviera haciendo para presentarse en el departamento de Serena lo más pronto posible.—Y que conste que esto lo hago por ella —rezongó al teléfono—. A ti no te debo nada, así que la próxima vez que vayas a llamarme para pedir un favor, procura compo
CAPÍTULO 100. Palabras amargasY la verdad era que tenía que rezar, y mucho, porque una cosa era que las grabaciones se guardaran en un servidor, y otra muy distinta era por cuánto tiempo Grayson había contratado aquel servidor para que siguiera almacenando sus videos.Kenneth se mesaba el cabello, pegado al teléfono, hablando con la compañía de seguridad a cargo, hasta que por fin se giró hacia su mejor amigo con un suspiro, un poco aliviado.—Dos años... Guardan las grabaciones por dos años —murmuró, y Grayson escondió la cara entre las manos sin saber si agradecer a Dios o rechazar la llave de la puerta del infierno.Sin embargo, sabía que no le quedaba más remedio que averiguar la verdad, así que de inmediato le anotó a Kenneth las fechas en las que querían las grabaciones.Media hora después y con un cuarto de botella de whisky menos, todas aquellas carpetas de siete cámaras entraban en su computadora, y tanto Kenneth como él se sentaban con desesperación tratando de encontrar el
CAPÍTULO 101. La única forma de saber la verdadGrayson Blackwell jamás en su vida había sufrido un ataque de pánico, quizás por eso no tenía idea de que aquella presión en el pecho que no lo dejaba respirar y que finalmente lo hizo arrodillarse en medio del césped del jardín delantero de su casa no era otra cosa que un ataque de pánico.Quizás era la conciencia de saber que había estado torturando durante meses a alguien que definitivamente no se lo merecía. O quizás era el amargo descubrimiento de que la única persona a la que realmente había creído inocente era capaz de mentir sin ningún remordimiento.Porque algo era seguro: aquella conversación no dejaba lugar a dudas. Annabelle siempre había sabido que Serena no era la amante de Jerry, y aun así había hecho hasta lo imposible para que él creyera que esa era la verdad.Así que ya no había nada de qué desconfiar, nada que probar. Y al final resultaba que la única persona que siempre había tenido la razón en todo, y a la que él jam
CAPÍTULO 102. Aliadas y enemigasSin embargo, si Serena Radcliffe creía que era la única cargada de odio en todo aquello, se equivocaba tajantemente.Al otro lado de la ciudad, en un departamento del que muy pocos tenían conocimiento, Annabelle Huxley abría su puerta para alguien a quien definitivamente no esperaba.—¿Tú qué carajos estás haciendo aquí? —escupió con molestia, pues no había creído que nadie la encontrara, mucho menos aquella mujer.—Solo vine a ofrecer mi ayuda desinteresada —sonrió esta con una expresión petulante—. Me da la impresión de que ahora mismo necesitas más aliados de los que tienes.—¿Y crees que solo porque te follas a mi hermano puedo considerarte mi aliada? —gruñó Annabelle.—Bueno, si de algo sirve, ya no me acuesto con tu hermano. Pero, en aras de volver a hacerlo, necesito quitarme una piedra del camino; y sucede que, por desgracia, tú y yo coincidimos exactamente en la misma piedra —replicó Beatrice Harrison.Después de un largo y silencioso minuto,
CAPÍTULO 103. Su palabra contra la míaY la verdad era que ninguno de los dos sabía qué decir. Había tanto dolor acumulado en los escasos dos metros que los separaban que no había ni una sola palabra que pudiera cambiar eso, y por desgracia Grayson lo sabía.—Para que conste, yo solo incendié el escritorio —murmuró ella con un nudo en la garganta, y vio a Grayson sonreír con suavidad.Una de esas sonrisas tristes y forzadas que trataban de aparentar que todo estaba bien.—Creo que el plástico derretido de la computadora no estaría del todo de acuerdo contigo —respondió Grayson con un suspiro, y Serena notó que, en efecto, también habían tenido que cambiar la computadora de escritorio.Sin embargo, por alguna extraña razón, todo aquel lugar le parecía diferente, muy distinto al despacho al que había entrado hacía más de un año cuando él le había propuesto ser su amante.—Se supone que mañana vamos a celebrar nuestro compromiso —dijo ella de repente, mirándolo a los ojos—. ¿Qué crees q
CAPÍTULO 104. Un hombre desesperadoAquel día era exactamente como cualquier otro, solo que tal vez un poco más inquieto debido a los preparativos del evento. Grayson podría haber escogido cualquier lugar: pagar un hotel caro, o elegir una sala de eventos de esas donde cabían dos sets de televisión completos. Sin embargo, había una razón muy especial para que hubiera decidido hacerlo en el mismo estudio de la productora.Aunque mentía a la cara de todos los que sentían curiosidad, diciéndoles que lo hacía porque aquella productora los había reunido a Serena y a él, la verdad era que había elegido el salón del estudio para hacer la fiesta de compromiso precisamente porque en aquel lugar tenía todo lo que necesitaba.Se atrevió a llamar una última vez para confirmar que Serena asistiría a la fiesta, y no se sorprendió para nada cuando fue uno de los hermanos Viscontti quien respondió.—¡Que sí, que sí, que ya va! —contestó Aurelio al teléfono—. Le están echando encima las acuarelas de P
CAPÍTULO 105. Un atentadoLa angustia en su voz era tan palpable que no había forma de imitarla. Serena había escuchado todos los matices del mundo en esa voz, desde los más feroces hasta los más dulces. Sin embargo, ese nivel de desesperación era algo completamente nuevo para sus oídos, algo que solo se asemejaba un poco a la reacción de Grayson el día que había sabido la verdad.Sacudía a Kenneth por el traje, gritaba, reclamaba; estaba a punto de que la policía lo arrestara por obstruir la investigación o simplemente por estar en medio de la escena de aquel accidente sin que nadie pudiera sacarlo.Estaba completamente descontrolado, y eso no se detuvo hasta el mismo momento en que Percy llegó corriendo a su lado para llamarlo.—¡Por aquí, ven por aquí! ¡Encontré a los Viscontti! —exclamó su hermano, y Grayson no necesitó que se lo repitiera.Ver a Serena sentada en el borde de aquella ambulancia, siendo atendida por un paramédico, fue como si por fin Dios le hubiera permitido volve
CAPÍTULO 106. No te creoGrayson no sabía explicar exactamente cómo estaba respirando, solo que la última media hora de su vida había sido literalmente la peor, y le había dejado con una aplastante certeza: todo aquello que sentía por Serena seguía allí, incluso más fuerte que nunca, dispuesto a atormentarlo, porque después de todo lo que había pasado, era imposible que lograran volver a ser lo que, al menos por algunas pocas semanas, habían sido.—Serena, mírame —le pidió apenas estuvieron sentados en la parte trasera de aquella camioneta—. Por favor, dime que estás bien.Sus manos, un poco indecisas y temblorosas, recorrieron sus costados, y ella emitió un gruñido de dolor.—Acabo de tener un accidente; lo normal es que todo el cuerpo me duela, pero estoy bien —respondió ella cerrando los ojos, porque aquella calidez en las manos del hombre era demasiado íntima, demasiado deliciosa.—No tienes que hacer esto —lo oyó decir—. Cualquier otro día podría...—Tú tienes un plan, ¿no es así