CAPÍTULO 96. ¡No es cierto!Serena se soltó de su agarre con un gesto brusco, pero a pesar de toda la rabia que estaba sintiendo en aquel momento, no podía hacer oídos sordos a ninguna información. Si algo había aprendido de toda aquella tragedia era a escucharlo todo, a investigarlo todo.—¡¿De qué estás hablando?! —preguntó mirando a Grayson a los ojos.—¡Del usurero! El tipo que te prestó dinero para el funeral de Brooke —respondió él con la respiración entrecortada—. Ese hombre vino hoy, exigió trece mil dólares de pago, y cinco más por los intereses atrasados del año... ¡Y yo le pagué treinta solo para que me dijera qué demonios había pasado contigo y con tu hermana! ¡Porque alguien me lo tiene que decir o voy a terminar absolutamente loco!Serena arrugó el ceño porque eso sí que lo recordaba muy bien. Se había largado hacía más de un año, dejando esa deuda pendiente, pero en el momento en que lo había hecho no podía pensar en nada más que en escapar con Meli y ponerla a salvo.S
CAPÍTULO 97. Un trozo de materiaGrayson simplemente no pudo evitarlo. No había otro lugar a dónde ir, y aquello que sentía estalló en su interior sin que pudiera evitarlo, así que solo pudo echarse a un rincón y vomitarlo todo, absolutamente todo lo que tenía en el estómago, mientras Serena se quedaba temblorosa detrás de él.Sabía que aquella era la peor reacción posible; había pasado todo un maldito año aprendiendo a controlarse para no confrontarlo de esa manera, pero tenerlos a él y Jerry juntos en la misma habitación había sido demasiado como para que pudiera soportarlo.Pasó un minuto largo y doloroso, mientras el cuerpo de Grayson intentaba superar los espasmos y dejar de vomitar, para luego volverse hacia ella con los ojos desencajados.—¿Qué...? ¿Qué estás diciendo...? ¿Cómo que mi hermana...? —Y por más que Serena odiara reconocerlo, la verdad era que se veía absolutamente perdido—. ¿Cómo que mi hermana te dijo...?—¿Es mentira entonces? —lo increpó la muchacha acercándose
CAPÍTULO 98. ¿Tú le crees?Había muchas palabras para definir a Renzo Viscontti: Cruel, frío, peligroso, pero las tres más importantes eran “Síndrome de Asperger”. Y quizás por eso, porque siempre le había costado tanto relacionarse o entender a las personas, Renzo era terrible en casi todo excepto en algo: algo a lo que se había dedicado en cuerpo y alma: detectar cuándo la gente mentía.Si ser capaz de diferenciar cuándo la gente mentía o decía la verdad hubiera sido un deporte olímpico, Renzo Viscontti hubiera sido, sin lugar a dudas, el campeón indiscutible. Por eso los enemigos del Diavolo le temían tanto, y por eso Serena pasó saliva después de escucharlo hacer aquella declaración.—¿Cómo…? —murmuró y Renzo la miró desde el otro lado de la habitación.—Que no mintió —dijo sin que una sola duda le hiciera una inflexión en la voz—. Puedo describirte el proceso completo, la reacción psicológica, darte los parámetros, recitarte las estadísticas, medirle la dilatación de la pupila, y
CAPÍTULO 99. Tanteando al enemigoPercy Blackwell no era un hombre que se asombrara por nada, especialmente por una llamada en su teléfono de, nada más y nada menos, que Aurelio Viscontti. Sin embargo, no pudo negar que la curiosidad lo dominó en el mismo momento en que escuchó su voz al teléfono.Aquel hombre tenía una habilidad especial para ser hosco y pesado, incluso cuando no lo pretendía. La arrogancia se le salía por los poros como una segunda piel, y era evidente que no se agradaban para nada, o al menos a él no le agradaba Aurelio, como no le agradaba la gente que no tenía muy claras sus intenciones en la vida.Así que, después de intercambiar unas pocas palabras, ninguna de ellas amable, por cierto, Percy accedió a dejar lo que estuviera haciendo para presentarse en el departamento de Serena lo más pronto posible.—Y que conste que esto lo hago por ella —rezongó al teléfono—. A ti no te debo nada, así que la próxima vez que vayas a llamarme para pedir un favor, procura compo
CAPÍTULO 100. Palabras amargasY la verdad era que tenía que rezar, y mucho, porque una cosa era que las grabaciones se guardaran en un servidor, y otra muy distinta era por cuánto tiempo Grayson había contratado aquel servidor para que siguiera almacenando sus videos.Kenneth se mesaba el cabello, pegado al teléfono, hablando con la compañía de seguridad a cargo, hasta que por fin se giró hacia su mejor amigo con un suspiro, un poco aliviado.—Dos años... Guardan las grabaciones por dos años —murmuró, y Grayson escondió la cara entre las manos sin saber si agradecer a Dios o rechazar la llave de la puerta del infierno.Sin embargo, sabía que no le quedaba más remedio que averiguar la verdad, así que de inmediato le anotó a Kenneth las fechas en las que querían las grabaciones.Media hora después y con un cuarto de botella de whisky menos, todas aquellas carpetas de siete cámaras entraban en su computadora, y tanto Kenneth como él se sentaban con desesperación tratando de encontrar el
CAPÍTULO 101. La única forma de saber la verdadGrayson Blackwell jamás en su vida había sufrido un ataque de pánico, quizás por eso no tenía idea de que aquella presión en el pecho que no lo dejaba respirar y que finalmente lo hizo arrodillarse en medio del césped del jardín delantero de su casa no era otra cosa que un ataque de pánico.Quizás era la conciencia de saber que había estado torturando durante meses a alguien que definitivamente no se lo merecía. O quizás era el amargo descubrimiento de que la única persona a la que realmente había creído inocente era capaz de mentir sin ningún remordimiento.Porque algo era seguro: aquella conversación no dejaba lugar a dudas. Annabelle siempre había sabido que Serena no era la amante de Jerry, y aun así había hecho hasta lo imposible para que él creyera que esa era la verdad.Así que ya no había nada de qué desconfiar, nada que probar. Y al final resultaba que la única persona que siempre había tenido la razón en todo, y a la que él jam
CAPÍTULO 102. Aliadas y enemigasSin embargo, si Serena Radcliffe creía que era la única cargada de odio en todo aquello, se equivocaba tajantemente.Al otro lado de la ciudad, en un departamento del que muy pocos tenían conocimiento, Annabelle Huxley abría su puerta para alguien a quien definitivamente no esperaba.—¿Tú qué carajos estás haciendo aquí? —escupió con molestia, pues no había creído que nadie la encontrara, mucho menos aquella mujer.—Solo vine a ofrecer mi ayuda desinteresada —sonrió esta con una expresión petulante—. Me da la impresión de que ahora mismo necesitas más aliados de los que tienes.—¿Y crees que solo porque te follas a mi hermano puedo considerarte mi aliada? —gruñó Annabelle.—Bueno, si de algo sirve, ya no me acuesto con tu hermano. Pero, en aras de volver a hacerlo, necesito quitarme una piedra del camino; y sucede que, por desgracia, tú y yo coincidimos exactamente en la misma piedra —replicó Beatrice Harrison.Después de un largo y silencioso minuto,
CAPÍTULO 103. Su palabra contra la míaY la verdad era que ninguno de los dos sabía qué decir. Había tanto dolor acumulado en los escasos dos metros que los separaban que no había ni una sola palabra que pudiera cambiar eso, y por desgracia Grayson lo sabía.—Para que conste, yo solo incendié el escritorio —murmuró ella con un nudo en la garganta, y vio a Grayson sonreír con suavidad.Una de esas sonrisas tristes y forzadas que trataban de aparentar que todo estaba bien.—Creo que el plástico derretido de la computadora no estaría del todo de acuerdo contigo —respondió Grayson con un suspiro, y Serena notó que, en efecto, también habían tenido que cambiar la computadora de escritorio.Sin embargo, por alguna extraña razón, todo aquel lugar le parecía diferente, muy distinto al despacho al que había entrado hacía más de un año cuando él le había propuesto ser su amante.—Se supone que mañana vamos a celebrar nuestro compromiso —dijo ella de repente, mirándolo a los ojos—. ¿Qué crees q