CAPÍTULO 94. Un chivo expiatorioHabía algo en él, un recuerdo hondo y oscuro capaz de sentir otra vez aquella rabia que lo había asaltado la primera vez que había visto a Jerry agredir a Serena. Y el problema era que nadie tenía que decirle que si su cuñado estaba ahí no era precisamente con buenas intenciones.—¡Pero ella tiene protección! —murmuraba mientras presionaba con desesperación el botón del ascensor y su angustia alcanzaba límites superiores—. Ella tiene protección, ¿verdad? Los Viscontti no la dejarían sola…Sin embargo nada de aquello serviría para calmarlo, y en cuanto sintió aquel mal presentimiento asentándose en su estómago lanzó una maldición y corrió hacia el cubo de las escaleras. Ni siquiera supo cómo llegó hasta su piso, solo que tenía suerte de estar en buen estado físico o de lo contrario terminaría con un infarto antes de llegar a su puerta.Y extrañamente esa puerta estaba entreabierta, y Grayson entró con cuidado porque solo unos metros más allá, en el desp
CAPÍTULO 95. ¡Deja a un lado el teatro!Las manos de Grayson temblaban hechas puños; ni siquiera era capaz de evitarlo, porque todo lo que acababa de escuchar, todo lo que acababa de saber, le pesaba en la conciencia como un mar de rocas.Durante cuatro años había pensado en Serena como la amante de Jerry, como la destructora de una familia, como la mujer arribista y peligrosa que solo usaba a los hombres para su propio beneficio.Y la había tratado como tal.La había castigado como tal.Se había ocupado de hacerle la vida imposible a niveles inimaginables.Y al final de todo, resultaba que era una víctima, una más, como tantas otras víctimas del gusano asqueroso que era Jerry Huxley.Él había sido el primero en encargarse de culparla, y ella había tenido que asumirlo, porque cada palabra que salía de su boca era cierta: cuando se amaba a la familia, se hacía cualquier cosa por ellos, incluyendo perderlo todo con tal de protegerlos, y eso era lo que Serena había hecho por su hermana p
CAPÍTULO 96. ¡No es cierto!Serena se soltó de su agarre con un gesto brusco, pero a pesar de toda la rabia que estaba sintiendo en aquel momento, no podía hacer oídos sordos a ninguna información. Si algo había aprendido de toda aquella tragedia era a escucharlo todo, a investigarlo todo.—¡¿De qué estás hablando?! —preguntó mirando a Grayson a los ojos.—¡Del usurero! El tipo que te prestó dinero para el funeral de Brooke —respondió él con la respiración entrecortada—. Ese hombre vino hoy, exigió trece mil dólares de pago, y cinco más por los intereses atrasados del año... ¡Y yo le pagué treinta solo para que me dijera qué demonios había pasado contigo y con tu hermana! ¡Porque alguien me lo tiene que decir o voy a terminar absolutamente loco!Serena arrugó el ceño porque eso sí que lo recordaba muy bien. Se había largado hacía más de un año, dejando esa deuda pendiente, pero en el momento en que lo había hecho no podía pensar en nada más que en escapar con Meli y ponerla a salvo.S
CAPÍTULO 97. Un trozo de materiaGrayson simplemente no pudo evitarlo. No había otro lugar a dónde ir, y aquello que sentía estalló en su interior sin que pudiera evitarlo, así que solo pudo echarse a un rincón y vomitarlo todo, absolutamente todo lo que tenía en el estómago, mientras Serena se quedaba temblorosa detrás de él.Sabía que aquella era la peor reacción posible; había pasado todo un maldito año aprendiendo a controlarse para no confrontarlo de esa manera, pero tenerlos a él y Jerry juntos en la misma habitación había sido demasiado como para que pudiera soportarlo.Pasó un minuto largo y doloroso, mientras el cuerpo de Grayson intentaba superar los espasmos y dejar de vomitar, para luego volverse hacia ella con los ojos desencajados.—¿Qué...? ¿Qué estás diciendo...? ¿Cómo que mi hermana...? —Y por más que Serena odiara reconocerlo, la verdad era que se veía absolutamente perdido—. ¿Cómo que mi hermana te dijo...?—¿Es mentira entonces? —lo increpó la muchacha acercándose
CAPÍTULO 98. ¿Tú le crees?Había muchas palabras para definir a Renzo Viscontti: Cruel, frío, peligroso, pero las tres más importantes eran “Síndrome de Asperger”. Y quizás por eso, porque siempre le había costado tanto relacionarse o entender a las personas, Renzo era terrible en casi todo excepto en algo: algo a lo que se había dedicado en cuerpo y alma: detectar cuándo la gente mentía.Si ser capaz de diferenciar cuándo la gente mentía o decía la verdad hubiera sido un deporte olímpico, Renzo Viscontti hubiera sido, sin lugar a dudas, el campeón indiscutible. Por eso los enemigos del Diavolo le temían tanto, y por eso Serena pasó saliva después de escucharlo hacer aquella declaración.—¿Cómo…? —murmuró y Renzo la miró desde el otro lado de la habitación.—Que no mintió —dijo sin que una sola duda le hiciera una inflexión en la voz—. Puedo describirte el proceso completo, la reacción psicológica, darte los parámetros, recitarte las estadísticas, medirle la dilatación de la pupila, y
CAPÍTULO 99. Tanteando al enemigoPercy Blackwell no era un hombre que se asombrara por nada, especialmente por una llamada en su teléfono de, nada más y nada menos, que Aurelio Viscontti. Sin embargo, no pudo negar que la curiosidad lo dominó en el mismo momento en que escuchó su voz al teléfono.Aquel hombre tenía una habilidad especial para ser hosco y pesado, incluso cuando no lo pretendía. La arrogancia se le salía por los poros como una segunda piel, y era evidente que no se agradaban para nada, o al menos a él no le agradaba Aurelio, como no le agradaba la gente que no tenía muy claras sus intenciones en la vida.Así que, después de intercambiar unas pocas palabras, ninguna de ellas amable, por cierto, Percy accedió a dejar lo que estuviera haciendo para presentarse en el departamento de Serena lo más pronto posible.—Y que conste que esto lo hago por ella —rezongó al teléfono—. A ti no te debo nada, así que la próxima vez que vayas a llamarme para pedir un favor, procura compo
CAPÍTULO 100. Palabras amargasY la verdad era que tenía que rezar, y mucho, porque una cosa era que las grabaciones se guardaran en un servidor, y otra muy distinta era por cuánto tiempo Grayson había contratado aquel servidor para que siguiera almacenando sus videos.Kenneth se mesaba el cabello, pegado al teléfono, hablando con la compañía de seguridad a cargo, hasta que por fin se giró hacia su mejor amigo con un suspiro, un poco aliviado.—Dos años... Guardan las grabaciones por dos años —murmuró, y Grayson escondió la cara entre las manos sin saber si agradecer a Dios o rechazar la llave de la puerta del infierno.Sin embargo, sabía que no le quedaba más remedio que averiguar la verdad, así que de inmediato le anotó a Kenneth las fechas en las que querían las grabaciones.Media hora después y con un cuarto de botella de whisky menos, todas aquellas carpetas de siete cámaras entraban en su computadora, y tanto Kenneth como él se sentaban con desesperación tratando de encontrar el
CAPÍTULO 101. La única forma de saber la verdadGrayson Blackwell jamás en su vida había sufrido un ataque de pánico, quizás por eso no tenía idea de que aquella presión en el pecho que no lo dejaba respirar y que finalmente lo hizo arrodillarse en medio del césped del jardín delantero de su casa no era otra cosa que un ataque de pánico.Quizás era la conciencia de saber que había estado torturando durante meses a alguien que definitivamente no se lo merecía. O quizás era el amargo descubrimiento de que la única persona a la que realmente había creído inocente era capaz de mentir sin ningún remordimiento.Porque algo era seguro: aquella conversación no dejaba lugar a dudas. Annabelle siempre había sabido que Serena no era la amante de Jerry, y aun así había hecho hasta lo imposible para que él creyera que esa era la verdad.Así que ya no había nada de qué desconfiar, nada que probar. Y al final resultaba que la única persona que siempre había tenido la razón en todo, y a la que él jam