CAPÍTULO 90. Una locura en un ascensor—¡¿Pero tú cómo te atreves a venir aquí?! —le gritó Beatrice Harrison acercándose, y honestamente incluso Grayson frunció el ceño porque ya no le veía sentido a aquel ataque.El problema era simple: él lo había propiciado muchas veces, él había sido el primero en azuzar la envidia y el odio que Beatrice le tenía para que martirizara a Serena, así que no era nada extraño que, aun después de todo el tiempo que había pasado, la mujer siguiera comportándose así.—¡Beatrice, suficiente! Para empezar, ¿quién rayos te dejó entrar a mi oficina? Y para seguir... —Grayson hizo un gesto de cansancio y señaló la puerta—. ¿Sabes qué? Ni siquiera tengo ganas de discutir contigo. Tengo cosas más importantes en la cabeza ahora mismo, así que ¿por qué mejor no te largas? —espetó con aquella misma falta de consideración que siempre había tenido hacia la mujer.—¡¿Que me vaya yo?! ¡¿En serio quieres que me vaya yo?! —espetó la actriz, y Serena se le acercó con una
CAPÍTULO 91. A donde yo vaya...Por desgracia, había que reconocer que en cuestiones de chispa, pasión e incendio, ellos dos no tenían ningún tipo de control. Y Grayson no solo podía sentirlo en su propio cuerpo, en aquella imposibilidad de soltarla, en aquella negación absoluta de dejar de besarla, en aquella necesidad desesperada de ser el dueño de cada uno de sus gemidos... Podía sentirlo también en la resistencia feroz de Serena, una que se limitaba exclusivamente a su alma y a su corazón, porque el resto de su cuerpo vibraba contra el suyo, estremeciéndose desesperadamente.—¡Al menos ahora ya lo sabes! —gruñó él en su oído, y ella lo miró a los ojos como si estuviera lista para dispararle—. Al menos ahora sabes cómo se siente querer algo que no deberías querer, desear algo que no deberías desear. ¡Al menos ya sabes lo que es que te arda la piel por una persona a la que odias! —siseó Grayson mientras una de sus manos sujetaba con fiereza la barbilla de Serena, haciéndola mirar al
CAPÍTULO 92. En la mira de un usureroY esa sí que no era una amenaza vacía, porque si algo trágico sucedía con Grayson Blackwell, era que Serena Radcliffe tenía la capacidad de hacerlo dejar de pensar con demasiada rapidez.Para el momento en que Grayson abandonó aquel ascensor, sentía que el corazón se le salía del pecho, pero también sabía que aquel deseo entre los dos, esa necesidad, era más fuerte de lo que cualquiera de ellos podía controlar. Él la había deseado mientras la odiaba. Y ella lo deseaba mientras lo odiaba. Debían estar completamente locos, pero esa era una realidad que no valía la pena contradecir.Así que decidió dar un paso hacia el abismo y, esa misma tarde, la prensa vespertina estalló con el anuncio de aquel compromiso.—¡¿Ya viste esto?! —dijo Adriano, entrando apresurado al departamento de Serena y encendiendo la televisión en uno de los salones.—No. ¿De qué estás hablando? —preguntó la muchacha.Y no pudo negar que se sorprendió en el mismo momento en que e
CAPÍTULO 93. Un trozo de la verdadGrayson miró a Kenneth una sola vez, intentando disimular lo nervioso que estaba. Después de todo, aquella era la pieza que faltaba, la que no habían encontrado todavía, la que Kenneth había estado buscando desesperadamente en los últimos días, y ahora se les presentaba sin que lo esperaran.El problema era que Grayson había creído que la hermana de Serena había fallecido hacía muchos años, no precisamente cinco.—Claro, entiendo todo —dijo con naturalidad para no levantar sospechas en aquel hombre, pero sabía que tenía que sacarle toda la información posible—. En ese caso, como agradecimiento, hagamos algo —declaró, y el tipo lo miró con curiosidad—. En compensación por todo su apoyo, por supuesto invaluable, me gustaría no solo pagarle la deuda y los intereses, sino un bono adicional. Le haré un cheque inmediato al portador por la cantidad de treinta mil dólares... Solo necesito que usted me haga un pequeño favor.Los ojos del hombre frente a él br
CAPÍTULO 94. Un chivo expiatorioHabía algo en él, un recuerdo hondo y oscuro capaz de sentir otra vez aquella rabia que lo había asaltado la primera vez que había visto a Jerry agredir a Serena. Y el problema era que nadie tenía que decirle que si su cuñado estaba ahí no era precisamente con buenas intenciones.—¡Pero ella tiene protección! —murmuraba mientras presionaba con desesperación el botón del ascensor y su angustia alcanzaba límites superiores—. Ella tiene protección, ¿verdad? Los Viscontti no la dejarían sola…Sin embargo nada de aquello serviría para calmarlo, y en cuanto sintió aquel mal presentimiento asentándose en su estómago lanzó una maldición y corrió hacia el cubo de las escaleras. Ni siquiera supo cómo llegó hasta su piso, solo que tenía suerte de estar en buen estado físico o de lo contrario terminaría con un infarto antes de llegar a su puerta.Y extrañamente esa puerta estaba entreabierta, y Grayson entró con cuidado porque solo unos metros más allá, en el desp
CAPÍTULO 95. ¡Deja a un lado el teatro!Las manos de Grayson temblaban hechas puños; ni siquiera era capaz de evitarlo, porque todo lo que acababa de escuchar, todo lo que acababa de saber, le pesaba en la conciencia como un mar de rocas.Durante cuatro años había pensado en Serena como la amante de Jerry, como la destructora de una familia, como la mujer arribista y peligrosa que solo usaba a los hombres para su propio beneficio.Y la había tratado como tal.La había castigado como tal.Se había ocupado de hacerle la vida imposible a niveles inimaginables.Y al final de todo, resultaba que era una víctima, una más, como tantas otras víctimas del gusano asqueroso que era Jerry Huxley.Él había sido el primero en encargarse de culparla, y ella había tenido que asumirlo, porque cada palabra que salía de su boca era cierta: cuando se amaba a la familia, se hacía cualquier cosa por ellos, incluyendo perderlo todo con tal de protegerlos, y eso era lo que Serena había hecho por su hermana p
CAPÍTULO 96. ¡No es cierto!Serena se soltó de su agarre con un gesto brusco, pero a pesar de toda la rabia que estaba sintiendo en aquel momento, no podía hacer oídos sordos a ninguna información. Si algo había aprendido de toda aquella tragedia era a escucharlo todo, a investigarlo todo.—¡¿De qué estás hablando?! —preguntó mirando a Grayson a los ojos.—¡Del usurero! El tipo que te prestó dinero para el funeral de Brooke —respondió él con la respiración entrecortada—. Ese hombre vino hoy, exigió trece mil dólares de pago, y cinco más por los intereses atrasados del año... ¡Y yo le pagué treinta solo para que me dijera qué demonios había pasado contigo y con tu hermana! ¡Porque alguien me lo tiene que decir o voy a terminar absolutamente loco!Serena arrugó el ceño porque eso sí que lo recordaba muy bien. Se había largado hacía más de un año, dejando esa deuda pendiente, pero en el momento en que lo había hecho no podía pensar en nada más que en escapar con Meli y ponerla a salvo.S
CAPÍTULO 97. Un trozo de materiaGrayson simplemente no pudo evitarlo. No había otro lugar a dónde ir, y aquello que sentía estalló en su interior sin que pudiera evitarlo, así que solo pudo echarse a un rincón y vomitarlo todo, absolutamente todo lo que tenía en el estómago, mientras Serena se quedaba temblorosa detrás de él.Sabía que aquella era la peor reacción posible; había pasado todo un maldito año aprendiendo a controlarse para no confrontarlo de esa manera, pero tenerlos a él y Jerry juntos en la misma habitación había sido demasiado como para que pudiera soportarlo.Pasó un minuto largo y doloroso, mientras el cuerpo de Grayson intentaba superar los espasmos y dejar de vomitar, para luego volverse hacia ella con los ojos desencajados.—¿Qué...? ¿Qué estás diciendo...? ¿Cómo que mi hermana...? —Y por más que Serena odiara reconocerlo, la verdad era que se veía absolutamente perdido—. ¿Cómo que mi hermana te dijo...?—¿Es mentira entonces? —lo increpó la muchacha acercándose