CAPÍTULO 75. Cuentas por saldarAquella voz la hizo reír; no podía ser de otra forma. Serena sonrió con una expresión que variaba entre la condescendencia y la lástima porque, de todas las personas que podrían haberla recibido de la manera menos adecuada y más grosera, la última que habría esperado que la enfrentara era precisamente Beatrice Harrison.—¿Es en serio? —preguntó con fastidio, mirando a Aurelio y sin dedicarle ni la más mínima atención a Beatrice—. ¿Un año entero planeando una dramática resurrección y viene esta estúpida y la echa a perder? La venganza es excitante cuando vas contra gente poderosa de verdad, pero tener que lidiar con idiotas en medio es demasiado fastidioso.Beatrice pasó por todos los colores del arco iris antes de dar un solo paso en su dirección con gesto amenazante. Pero, en el mismo momento en que llegó a menos de un metro de ella, un hombre alto y corpulento, que solo Dios sabía de dónde había salido, le cortó el paso con expresión decidida.—Por fa
CAPÍTULO 76. Amigos o enemigosHubiera preferido que lo apalearan. Definitivamente, un asalto en un callejón oscuro con una buena paliza y quizás un par de puñaladas que lo mandaran al hospital medio muerto habría tenido mucho menos impacto en el ánimo de Grayson que aquella presentación.¿Tres Viscontti? ¿Qué era aquello, una comuna? ¿Y cómo que “viuda de Viscontti”? ¿Eso qué demonios significaba? Para empezar, era evidente que Serena se había casado con alguien. ¡¿Pero viuda?!Pero cualquier cosa que él pudiera pensar en medio de su incredulidad era lo de menos, teniendo en cuenta la forma en que todos los amigos de su padre lo miraban, como si estuvieran presenciando un suicidio con sus propios ojos y no pudieran evitarlo.—¡Maldit@ sea, Grayson, reacciona! —siseó Byron en su oído, y solo en ese momento él pareció desperezarse.Se acercó a ellas con el corazón latiendo como un maldito caballo de carreras e hizo lo único que podía hacer para que aquel escándalo, que podía costarle a
CAPÍTULO 77. ¿Por qué?Meses antes.—No. No, no, no, no. ¡¿Pero ustedes se volvieron todos locos?! —exclamó Serena, sin poder creer lo que estaba escuchando.A su alrededor, los tres hermanos Viscontti, los mayores, la miraban como si no fueran capaces de comprender esa pequeña palabra de dos letras que salía de su boca.—¿Y por qué no? —preguntó Adriano, cruzándose de brazos, y Serena ni siquiera imaginaba por qué tenía que darles esa explicación en particular.—¡Pues porque no, Adriano! —replicó, sorprendida—. ¿Cómo se les ocurre que me voy a casar con Giovanni?—Pues la verdad, no se nos ocurrió a nosotros, se le ocurrió a él, y nosotros solo estamos de acuerdo —sentenció Aurelio sin darle muchas vueltas.Serena se restregó la cara, sin poder creer lo que escuchaba, pero se mantuvo firme.—¡Pues es una locura! —insistió.—Pues será mejor que encuentres una respuesta más convincente que esa para darle cuando te haga la propuesta —le advirtió Aurelio con un suspiro—. Porque te advier
CAPÍTULO 78. Una pequeña cosita a cambio.Lo tenía demasiado cerca y eso era malo. Era terrible porque ahora ella entendía, o quizás intentaba comprender, cómo se sentía él: odiándola tanto y deseándola al mismo tiempo.Sintió cómo sus cuerpos se acercaban de manera suave y controlada, como si fueran dos imanes arrastrándose el uno hacia el otro dentro de la misma habitación, del mismo espacio, del mismo maldito planeta.Aun con los tacones, tenía que levantar la barbilla para mirarlo, pero sin importar cuán alto fuera, no podía evitar sentirse poderosa al mirarlo hacia arriba, porque el resto de su cuerpo, absolutamente todo, se rozaba contra aquel traje de etiqueta.—Estoy aquí porque me pidieron que viniera —respondió por fin—. Tengo una excelente relación de trabajo con Byron, y él me pidió...—¡Eso no puede ser! —gruñó Grayson—. Jamás he visto tu nombre en ninguna de sus producciones, ni el tuyo ni... ni ese que llevas ahora.La muchacha esbozó una sonrisa suave y se mordió el la
CAPÍTULO 79. Una alianzaSi le hubiera dado tres bofetadas y le hubiera gritado un montón de insultos, probablemente Grayson habría puesto una cara menos espantada. Sin embargo, frente a él, Serena permanecía perfectamente ecuánime, al punto de alargar la mano y abrir la puerta del baño para salir.Fueron solo unos cuantos segundos de parálisis, pero luego Grayson salió corriendo tras ella por uno de los pasillos alternativos, solo para toparse de frente con la mole que era su guardaespaldas.—Déjalo venir, Mauri —declaró ella sin siquiera volver la cabeza mientras seguía caminando—. Tal parece que el señor Blackwell y yo tenemos mucho de qué hablar, y eso no puede hacerse precisamente en público. ¿No es así?Y debía ser una pregunta retórica, porque Grayson estaba tan frustrado que ni siquiera podía contestarla. Sus únicos movimientos eran caminar detrás de ella, sabiendo a dónde se dirigía y creyendo, equivocadamente, que sería capaz de estallar allí. Y vale decir “equivocadamente”
CAPÍTULO 80. Mi alma y el resto de mi vidaFrustrado era poco para describir cómo se sentía. Estaba aturdido, esa era la pura verdad. Serena había sido como un tren que le había pasado por encima, y ni siquiera entendía lo que estaba sucediendo. Finalmente, Grayson se dejó caer en una de aquellas sillas y enfrentó la mirada preocupada de Kenneth.—Dime que todo salió bien. ¡Por Dios, dime que el lanzamiento fue un éxito! —suplicó, pero por desgracia, su mejor amigo no tenía nada bueno que decirle.Ya bien entrada la madrugada y después de que todos se habían marchado, la situación no había cambiado en absoluto respecto a cómo estaban veinticuatro horas antes.—La fiesta fue un éxito —sentenció Kenneth—. Pero la verdad es que no recibimos ni una sola propuesta, ni un solo contrato... nada que nos ayude a salir de este pozo.Grayson golpeó la mesa frente a él y se levantó con un gesto de impotencia.—¡Maldición, esto no puede estar pasando! Se suponía que esta noche...¿Pero qué iba a d
CAPÍTULO 81. No hay justificaciónEl problema era que, después de confiar en Grayson y de sentirse tan traicionada; Serena, de verdad, sentía que no podía confiar en sus instintos cuando se trataba de los hermanos Blackwell. Sin embargo, no podía negar que ni uno solo de los momentos que había compartido con Percy le habían parecido fingidos.Frente a ella, el muchacho respiró hondo y negó con tristeza.—Si quieres saber la verdad, es esta: soy realista, cínico y desapegado. Quizás hasta tengo un poco de rencor porque, después de todo, fui un niño que creció sin amor —respondió él, metiendo las manos en los bolsillos y encogiéndose de hombros—. Y, tristemente, no era porque mis padres fueran malos. Es justo decir que ambos eran buenas personas y que había mucho amor en mi hogar; simplemente, ninguno del que había alcanzaba para mí.Serena frunció el ceño porque esa explicación no era muy comprensible para ella.—Cometí un error —gruñó Percy—. Cometí el error de nacer después de Annab
CAPÍTULO 82. Un pacto con el demonioY la respuesta era simple: no. A Serena no le bastaba con que mataran a todos y cada uno de ellos. De nada serviría para aplacar su ira si no los veía sufrir, de nada serviría para enterrar su dolor si no los veía arrepentirse y suplicar piedad, aunque ella definitivamente no estuviera dispuesta a concederla.—Es necesario, y sí, esta es la única manera, porque no quiero destruir a los hermanos Blackwell —sentenció con firmeza—. Haré que se destruyan entre ellos.Así que tomó aquel pequeño papel inútil, porque ya sabía muy bien cuál era el número de Grayson, y lo marcó en su celular para hacer una llamada mientras se dirigía hacia su despacho privado. Ni siquiera había sonado dos veces cuando escuchó su voz a través de la línea, y le pareció terriblemente ronca y preocupada.“Serena...”—Me dijeron que necesitas hablar conmigo —dijo ella, sin ningún tono especial en la voz.“Sí, quiero hacerlo. ¿Crees que podamos reunirnos en el estudio o...?”—En