CAPÍTULO 77. ¿Por qué?Meses antes.—No. No, no, no, no. ¡¿Pero ustedes se volvieron todos locos?! —exclamó Serena, sin poder creer lo que estaba escuchando.A su alrededor, los tres hermanos Viscontti, los mayores, la miraban como si no fueran capaces de comprender esa pequeña palabra de dos letras que salía de su boca.—¿Y por qué no? —preguntó Adriano, cruzándose de brazos, y Serena ni siquiera imaginaba por qué tenía que darles esa explicación en particular.—¡Pues porque no, Adriano! —replicó, sorprendida—. ¿Cómo se les ocurre que me voy a casar con Giovanni?—Pues la verdad, no se nos ocurrió a nosotros, se le ocurrió a él, y nosotros solo estamos de acuerdo —sentenció Aurelio sin darle muchas vueltas.Serena se restregó la cara, sin poder creer lo que escuchaba, pero se mantuvo firme.—¡Pues es una locura! —insistió.—Pues será mejor que encuentres una respuesta más convincente que esa para darle cuando te haga la propuesta —le advirtió Aurelio con un suspiro—. Porque te advier
CAPÍTULO 78. Una pequeña cosita a cambio.Lo tenía demasiado cerca y eso era malo. Era terrible porque ahora ella entendía, o quizás intentaba comprender, cómo se sentía él: odiándola tanto y deseándola al mismo tiempo.Sintió cómo sus cuerpos se acercaban de manera suave y controlada, como si fueran dos imanes arrastrándose el uno hacia el otro dentro de la misma habitación, del mismo espacio, del mismo maldito planeta.Aun con los tacones, tenía que levantar la barbilla para mirarlo, pero sin importar cuán alto fuera, no podía evitar sentirse poderosa al mirarlo hacia arriba, porque el resto de su cuerpo, absolutamente todo, se rozaba contra aquel traje de etiqueta.—Estoy aquí porque me pidieron que viniera —respondió por fin—. Tengo una excelente relación de trabajo con Byron, y él me pidió...—¡Eso no puede ser! —gruñó Grayson—. Jamás he visto tu nombre en ninguna de sus producciones, ni el tuyo ni... ni ese que llevas ahora.La muchacha esbozó una sonrisa suave y se mordió el la
CAPÍTULO 79. Una alianzaSi le hubiera dado tres bofetadas y le hubiera gritado un montón de insultos, probablemente Grayson habría puesto una cara menos espantada. Sin embargo, frente a él, Serena permanecía perfectamente ecuánime, al punto de alargar la mano y abrir la puerta del baño para salir.Fueron solo unos cuantos segundos de parálisis, pero luego Grayson salió corriendo tras ella por uno de los pasillos alternativos, solo para toparse de frente con la mole que era su guardaespaldas.—Déjalo venir, Mauri —declaró ella sin siquiera volver la cabeza mientras seguía caminando—. Tal parece que el señor Blackwell y yo tenemos mucho de qué hablar, y eso no puede hacerse precisamente en público. ¿No es así?Y debía ser una pregunta retórica, porque Grayson estaba tan frustrado que ni siquiera podía contestarla. Sus únicos movimientos eran caminar detrás de ella, sabiendo a dónde se dirigía y creyendo, equivocadamente, que sería capaz de estallar allí. Y vale decir “equivocadamente”
CAPÍTULO 80. Mi alma y el resto de mi vidaFrustrado era poco para describir cómo se sentía. Estaba aturdido, esa era la pura verdad. Serena había sido como un tren que le había pasado por encima, y ni siquiera entendía lo que estaba sucediendo. Finalmente, Grayson se dejó caer en una de aquellas sillas y enfrentó la mirada preocupada de Kenneth.—Dime que todo salió bien. ¡Por Dios, dime que el lanzamiento fue un éxito! —suplicó, pero por desgracia, su mejor amigo no tenía nada bueno que decirle.Ya bien entrada la madrugada y después de que todos se habían marchado, la situación no había cambiado en absoluto respecto a cómo estaban veinticuatro horas antes.—La fiesta fue un éxito —sentenció Kenneth—. Pero la verdad es que no recibimos ni una sola propuesta, ni un solo contrato... nada que nos ayude a salir de este pozo.Grayson golpeó la mesa frente a él y se levantó con un gesto de impotencia.—¡Maldición, esto no puede estar pasando! Se suponía que esta noche...¿Pero qué iba a d
CAPÍTULO 81. No hay justificaciónEl problema era que, después de confiar en Grayson y de sentirse tan traicionada; Serena, de verdad, sentía que no podía confiar en sus instintos cuando se trataba de los hermanos Blackwell. Sin embargo, no podía negar que ni uno solo de los momentos que había compartido con Percy le habían parecido fingidos.Frente a ella, el muchacho respiró hondo y negó con tristeza.—Si quieres saber la verdad, es esta: soy realista, cínico y desapegado. Quizás hasta tengo un poco de rencor porque, después de todo, fui un niño que creció sin amor —respondió él, metiendo las manos en los bolsillos y encogiéndose de hombros—. Y, tristemente, no era porque mis padres fueran malos. Es justo decir que ambos eran buenas personas y que había mucho amor en mi hogar; simplemente, ninguno del que había alcanzaba para mí.Serena frunció el ceño porque esa explicación no era muy comprensible para ella.—Cometí un error —gruñó Percy—. Cometí el error de nacer después de Annab
CAPÍTULO 82. Un pacto con el demonioY la respuesta era simple: no. A Serena no le bastaba con que mataran a todos y cada uno de ellos. De nada serviría para aplacar su ira si no los veía sufrir, de nada serviría para enterrar su dolor si no los veía arrepentirse y suplicar piedad, aunque ella definitivamente no estuviera dispuesta a concederla.—Es necesario, y sí, esta es la única manera, porque no quiero destruir a los hermanos Blackwell —sentenció con firmeza—. Haré que se destruyan entre ellos.Así que tomó aquel pequeño papel inútil, porque ya sabía muy bien cuál era el número de Grayson, y lo marcó en su celular para hacer una llamada mientras se dirigía hacia su despacho privado. Ni siquiera había sonado dos veces cuando escuchó su voz a través de la línea, y le pareció terriblemente ronca y preocupada.“Serena...”—Me dijeron que necesitas hablar conmigo —dijo ella, sin ningún tono especial en la voz.“Sí, quiero hacerlo. ¿Crees que podamos reunirnos en el estudio o...?”—En
CAPÍTULO 83. En inicio del apocalipsisLos labios de Grayson se convirtieron en una fina línea llena de frustración mientras miraba a aquella mujer. No la reconocía, no era capaz de entender el odio oscuro y visceral que la animaba, pero por desgracia su hermano menor tenía razón: a menos que le siguiera el juego, jamás lo descubriría.Se acercó a ella despacio, controlando toda aquella vorágine de malos sentimientos que se provocaban el uno al otro, y la miró a los ojos, desesperado por encontrar a la mujer de la que hacía un año se había enamo...No. Ya no podía usar esa palabra.Pero había otras, otras que tampoco habían desaparecido y que emergieron de golpe en el mismo segundo en que sus cuerpos se rozaron.La sintió ponerse de puntillas contra él y rozar sus labios lentamente, como una invitación, repartiendo su aliento cálido sobre las comisuras de su boca hasta que tuvo que cerrar los ojos o, de lo contrario...Y ese era el problema: seguía sin haber opciones para él. Solo pud
CAPÍTULO 84. Una gran cena familiarAquella, sin dudas, era la peor de las confrontaciones. La invitación a Jerry Huxley no le había llegado para una cena familiar, y mucho menos para el anuncio de un compromiso, sino para una negociación privada con Grayson Blackwell, a ver si el maldito asunto del divorcio se resolvía de una buena vez.Sin embargo, había llegado para toparse de frente con toda la familia reunida, incluyendo a alguien a quien no había visto en más de un año.—¡¿Pero esto qué demonios es?! —gruñó, impactado, y antes de que pudiera darse la vuelta, tres personas más, a quienes nadie esperaba, irrumpieron en la casa.Adriano era un mar de encantos, y su primer gesto fue para saludar a todos, especialmente a la señora Blackwell, que no sabía ni dónde meterse.Aurelio parecía un perro de presa, uno que saludó de lejos, con gruñidos, mientras se enfocaba en uno solo de los hermanos Blackwell, quien le devolvió exactamente el mismo gesto de antipatía.Y por último estaba Re