CAPÍTULO 28. Palabras rotasSi era cierto que había personas que tenían instintos más desarrollados que el resto de la gente, Grayson Blackwell caía en aquella categoría a veces sí a veces no. Lo cierto fue que a medida que los minutos pasaban él iba sintiendo como si una fuerza oscura se levantara a su alrededor, como si tuviera un mal presentimiento de que algo iba a suceder. Y como por desgracia era evidente que la única persona en riesgo que tenía cerca de él en aquel momento era Serena, no dudó ni un solo segundo en subirse a su auto y dirigirse al hospital.Había gente entrando y saliendo a toda prisa, pero nada que tuviera que ver con ambulancias o con algún accidente. Atravesó la sala de espera antes de llegar a la habitación de Serena, y se quedó mudo al abrir la puerta y encontrarla vacía. Sobre la cama estaba la aguja de una vía de suero con un poco de sangre, señal de que no se la había quitado de la mejor manera, pero todo lo demás había desaparecido: su ropa, algunos poc
CAPÍTULO 29. Un infierno compartidoAmbos tenían las emociones a flor de piel y eso era innegable, no había forma de evitar la frustración, porque ninguno de los dos había sido culpable de que aquello llegara hasta la prensa.—¿Crees que fui a avisarles deliberadamente? —siseó Grayson con impotencia y Serena abrió los brazos con un gesto evidente.—¡Da igual! ¿No te das cuenta? —lo increpó—. Sea como sea que se hayan enterado, esto ya está en la mira pública y no van a descansar, no van a dejar de perseguirnos. ¡Si tú no lo viviste hace cuatro años, felicidades, pero yo ya lo probé y puedes creerme cuando te digo que el infierno solo acaba de comenzar!Grayson dio un paso atrás, pero la resolución en su rostro no varió ni un solo instante.—Lo sé, te creo, pero este es un infierno que vamos a pasar juntos porque esa fue la palabra que me diste —le gruñó en respuesta—. Así que tú ocúpate de cumplir tu parte que yo me encargaré de cumplir la mía. No tienes que volver por el Estudio, no
CAPÍTULO 30. Una bestia en pausaGrayson Blackwell no era ningún estúpido, pero estaba seguro, completamente seguro de que había hecho desaparecer la dirección de Serena de absolutamente todos los documentos del Estudio, o incluso de su ficha médica en el hospital, así que no había ningún motivo para que la prensa estuviera frente a su puerta.Su primer movimiento fue apartar a Beatrice a un lado y maldecir en tanto corría hacia su auto, vociferando al teléfono mientras Kenneth y él se volvían locos tratando de entender cómo demonios los periodistas habían dado con el paradero de la muchacha.Lo que no imaginaba era el grado al que escalaría todo aquello. Ellos no lo sabían, porque no habían estado en esa posición hacía cuatro años, pero para Serena era como revivirlo todo, así que su primer instinto le dictó alcanzar el teléfono y llamar a Karina una y otra vez. No podía dejar que volviera a su departamento en medio de aquella horda de periodistas llevando a Meli de la mano. No podía
CAPÍTULO 31. Un lugar a dónde irSoltar a Jerry solo fue un protocolo, solo para liberar el puño que se iba a estrellar contra su nariz y su cara una y otra vez, y Grayson no estuvo ni siquiera un poco más tranquilo hasta que vio la sangre correr por el rostro de su cuñado. Era como si una fuerza oscura lo animara, como si quisiera terminar con cuatro años de rabia de una sola vez.No le importó que sus nudillos sangraran, no le importó nada más que lastimarlo tanto como podía. Aunque sin duda la parte más satisfactoria fue empujarlo fuera del departamento y patearlo por el primer tramo de escaleras como si fuera un perro.—¡Quédate ahí para que la prensa te tome fotos, infeliz, que eso es exactamente lo que te mereces! —escupió, pero sabía que, por supuesto, Huxley se iría con el rabo entre las piernas y escondido, lo más posible, para que nadie le tomara fotos a su rostro deformado por los puñetazos.Grayson volvió de inmediato al interior del departamento, sosteniendo lo más suavem
CAPÍTULO 32. El depredador perfectoGrayson solo la vio retroceder, tratando de tomar a la pequeña de sus brazos a pesar de que, evidentemente, ni siquiera tenía fuerzas para cargarla.—No... No, no, no, no —exclamó Serena con expresión asustada—. ¡No, yo no me puedo quedar aquí! ¡Nosotras no podemos quedarnos aquí!—Serena, este es el sitio más seguro que hay ahora mismo para las dos —la reconvino él—. Podría llevarte a un hotel o alquilar un departamento para ustedes, pero si la prensa está tras tu pista, cualquier guardia de seguridad, cualquier miembro del personal podría vender la información de tu paradero. Este es el sitio más seguro, y sé que ahora mismo no confías para nada en mí, pero te doy mi palabra de que no te voy a lastimar.—Es que ahora mismo no estoy pensando en ti, Grayson. ¿Te has puesto a pensar qué puede pasar si tu hermana viene? —lo interrogó ella, y él hizo un gesto leve de negación.—Anabelle jamás viene aquí, tiene su propio departamento al que escapar cuan
CAPÍTULO 33. Extraños momentosEra menos agresivo un “súbete el pijama” que un “desnúdate”, pero en la práctica no hacía mucha diferencia.Serena pasó saliva ante aquella orden, porque no importaba que viniera con él “por favor” adicionado, seguía siendo una orden y ella sabía que no tenía más remedio que obedecerla. Se subió la playera del pijama a la altura del estómago, sosteniéndola contra sus pechos, y contuvo el aliento mientras sentía las puntas de los dedos de Grayson recorrer su piel.Tenía la mirada clavada en algún punto a su derecha, si no hubiera notado la forma en que las pupilas del hombre frente a ella se delataban. El largo moretón de la caída no había desaparecido por completo, y los puntos de la herida de su operación todavía no habían sido retirados. Sin embargo aunque la cara de Grayson era realmente estoica, estaba haciendo hasta lo imposible para no estremecerse.Su toque era casi clínico, sus dedos bajaban despacio de costilla en costilla, presionando solo un p
CAPÍTULO 34. Una mirada diferente.Grayson respiró hondo porque estaba muy lejos de pretender hacerse el héroe, pero al menos estaba convencido de que no era el peor villano en aquella historia.—Solo estoy tratando de protegerlas —le dijo a Karina, y ella lo miró con una expresión condescendiente y lastimosa.—No, solo estás tratando de proteger tus propios intereses. Serena no es más que un instrumento para ti, y Meli tampoco. Así que puedes dejar caer la máscara, porque la realidad es que solo estás obligando a una mujer que lo único que quiere es alejarse de ti.Grayson empujó la puerta del departamento porque no estaba en ese instante interesado en meterse en ninguna clase de diatriba con Karina.—Ya aprenderá a confiar en mí —sentenció él, mientras a su espalda solo escuchó una risa cansada.—No, no lo hará. Las personas que han perdido mucho en su vida están acostumbradas a cubrirse a toda costa. Serena jamás confiará en ti, no puedes llegar a ella, solo puedes forzarla, como t
CAPÍTULO 35. ¿Por qué no estaba feliz?Grayson sabía que se merecía aquella desconfianza en todas las formas posibles. Lo verdaderamente extraño era que, si hacía solo unas semanas esa desconfianza lo hubiera halagado, y el hecho de que ella le tuviera miedo solo le hubiera provocado satisfacción; por alguna razón que no entendía, en ese mismo instante no fue precisamente eso lo que sintió.En medio del saloncito, Meli sacaba todos los juguetes, y eso le derretía esa pared que con tanto ahínco había erigido alrededor de su corazón. Sin embargo, frente a él, Serena solo estaba nerviosa, sin siquiera ser capaz de disfrutar de la felicidad de su hija.¿Y no era eso lo que quería precisamente? ¿Que ella no tuviera ni un segundo de paz, que ella pagara por todo lo que había hecho, que ella fuera profundamente infeliz? Entonces, ¿por qué demonios no estaba contento si era evidente que ya lo había conseguido?—Serena, no voy a cobrarte nada de esto de ninguna forma, por favor —gruñó entre di