CAPÍTULO 167. Tú eres el monstruoSerena no sabía si temblar, llorar o gritar. Todo dentro de ella dolía, ardía, estaba a punto de estallar. Había pasado cinco años creyendo que Brooke se había suicidado, acosada o no, con su propia responsabilidad de por medio por no haber hecho más para salvarla y ahora… ahora resultaba que aquello estaba lejos de ser un suicidio y se trataba de… ¿se trataba de un asesinato?—Es mentira… no puede ser cierto, no puede…Pero lo peor del caso era que sí lo creía; que después de todo lo que había sabido en las últimas semanas, creía a la mujer frente a ella capaz de eso y de mucho más.No era que Annabelle estuviera mal de la cabeza, o que fuera loca, simplemente era una narcisista extrema. Tenía que obtener todo lo que quería, y eso comenzaba por retener a toda costa la atención de la gente que elegía, como si le pertenecieran. Y el hombre con el que se había casado era simplemente el punto más alto en aquella obsesión enfermiza por ser el centro de at
CAPÍTULO 168. El temor a las consecuenciasHabía algo tan doloroso y profundo en su tono, algo tan aterrador en las cosas que iba dejando caer, porque esa era su mejor versión de golpear la pared o romper cosas.—¡¡¡CONTESTAAAAAAAAAAAA!!!—¡Aaaaahhhh!La señora Beth corrió desesperada hacia una de las esquinas del salón, tropezando, gritando, mientras aquel terror se esparcía por su sangre, porque el ambiente alrededor y aquella voz… o quizás su pésima conciencia, la hacían creer quizás que era el mismísimo fantasma de su hijo muerto el que la perseguía.—¡Aléjate, aléjate! ¡Aaaaaaah! —gritó cuando otra de las estrellas de utilería cayó a tres metros de ella, haciéndose pedazos y salpicando de cristales alrededor.—¡¡¡RESPONDE!!! —rugió Grayson sin poder controlar toda aquella desesperación que sentía—. ¡¡¡CÓMO TE ATREVISTE A LASTIMAR A TU PROPIO HIJO!!!—¡Yo no lo hice…! ¡Oh, mi Dios, perdón…! ¡Aaaaahhh! ¡Perdón…! ¡No le hice nada, solo lo estaba vigilando!—¡¡¡DEJASTE QUE MI HERMANA
CAPÍTULO 169. Un fantasmaSu teléfono timbraba sin parar, y Serena no podía decir que estaba paralizada, pero sí era terriblemente cierto que todo lo que Annabelle le había dicho en los últimos minutos le había hecho una herida mucho más grande de lo que esperaba.—¡Te dije que no le dijeras a nadie, zorra! ¿¡Quieres que Percy sea el que pague por ti!? —espetó Annabelle, rodeándola como un animal de presa mientras la hacía retroceder a una de las anchas vigas del puente.Era apenas como un mirador diminuto, un barandal en el que a los chicos les gustaba ir a tomarse fotos estúpidas como si fueran los protagonistas de Titanic, pero Serena sabía muy bien cuál era el objetivo de Annabelle arrinconándola allí.—No puedes matarme… —le dijo con el corazón estremecido—. No voy a dejar que lo hagas, tengo una hija por la que vivir, así que no…—¡Tú eres la razón de todo lo malo que me ha pasado! ¡Solo muérete de una maldit@ vez, infeliz, solo desaparece para que yo pueda ser feliz! —le gritó
CAPÍTULO 170. Momentos dolorososGrayson estaba en una especie de limbo extraño, y nadie se atrevía a decirle nada simplemente porque sabían que todo aquello había estado destruyéndolo poco a poco, así que por lo pronto era mejor que solo se enfocara en esperar por los resultados de su hermano y de Serena.Todos, absolutamente todos estaban allí, y solo unos pocos minutos después un doctor salió parea darles la primera buena noticia:—Está bien, Serena está bien. Alterada, con moretones, pero está bien.Grayson pasó saliva porque realmente necesitaba escuchar eso.—¿Y mi hermano? —preguntó de inmediato.—Lo está revisando otro equipo médico, pero me dijeron que está despierto y respondiendo bien, solo quieren hacerle una resonancia para asegurarse de que todo esté bien con él —intentó tranquilizarlo el médico—. Así que por favor solo espere aquí, y le aseguro que alguien vendrá a comentarle sobre sus resultados dentro de poco. Mientras tanto, ¿qué le parece si pasa a ver a su esposa?
CAPÍTULO 171. El peor de los castigos.Grayson no sabía si aquello que sentía era miedo, incredulidad o simplemente consternación, pero a su lado Serena no estaba mucho mejor.—No puede ser… —murmuró ella mientras algo en su interior comenzaba a temblar—. No es posible… Brooke también cayó del mismo mugar y… y no sobrevivió ni…—Tampoco es que ella lo haya hecho en las mejores condiciones —la interrumpió Kenneth y los dos lo miraron con la interrogación reflejada en los ojos—. Caer de esa altura sobre el agua es como caer sobre cemento, su columna vertebral se quebró en cinco lugares, es del todo irrecuperable, y una de esas… una de esas heridas la dejó paralítica, apenas si puede respirar sola.Serena pasó saliva porque era difícil imaginarse algo como aquello. Había odiado a Annabelle durante incontables minutos al escucharla decir que había matado a Brooke, pero aun así ella era incapaz de desearle a su enemiga algo tan poco piadoso como el futuro que le esperaba.—¿Quieres decir…?
CAPÍTULO 1. La amante perfectaLa mujer apretó desesperadamente el botón del ascensor; su cara mostraba odio, miedo y frustración... y algo más, otras emociones que quizás no deberían estar ahí. Finalmente, la impaciencia pudo más que ella y terminó corriendo escaleras arriba, entre tropezones y jadeos ahogados.Alguien le había mandado una foto de su esposo, el hombre al que había amado con locura durante los últimos cuatro años, ¡siéndole infiel con su mejor amiga! ¡En aquel hotel!¡No podía creerlo! ¡Todo en sus movimientos era un caos, y cada lágrima que salía de sus ojos lo demostraba! Pero todo fue mucho peor cuando empujó la puerta de aquella habitación que alguien había dejado entreabierta y vio a su marido tirado en la cama, con aquella mujer encima, con la ropa a medio quitar y besándolo con pasión.—¡Randall! —gritó desesperada y la mujer sobre él se apartó de inmediato, tratando de subir su ropa con expresión sonrojada y nerviosa—. ¡Eres un maldito infiel! ¡Y tú eres una m
CAPÍTULO 2. Un hombre sin corazón.Uno noventa de estatura, ciento cuatro kilos, con el cuerpo trabajado como un maldito gladiador y enfundado en un traje sastre hecho a medida de diez mil dólares.Las mujeres se derretían por verlo sin ropa, pero la verdad era que quien quisiera salir beneficiada rara vez tendría el gusto, porque Grayson Blackwell no le ofrecía el frente a las mujeres que se follaba. Veinte minutos siendo destrozadas con la cara pegada al escritorio era lo más que podían obtener, eso y algún papel en cualquiera de las producciones que en ese momento estuvieran activas, pero nada más.No le importaba su placer y ellas le importaban menos. No las buscaba, pero muy estúpido tenía que ser el depredador que rechazara la comida que se le ofrecía voluntariamente.Así que esta vez fue Beatrice Harrison la que se levantó del escritorio con la mejilla enrojecida mientras Grayson se guardaba a su segundo mejor amigo y se cerraba el cinturón con un gesto de fastidio.—Listo, ser
CAPÍTULO 3. Un infierno Grayson Blackwell no tenía idea de que el corazón de Serena Radcliffe estaba destrozado en serio, pero que se aliviaba solo un poquito cuando en las tardes pasaba por aquella guardería. Una hermosa niña de tres años salió corriendo a recibirla y se colgó de su cuello, y Serena la estrechó con fuerza, como si el amor de la pequeña pudiera cicatrizarle cada herida.—¡Mami! —exclamó la nena y Serena la levantó contra su pecho.—¡Mi amor! ¿¡Pero cómo sales así?! ¿¡Y tu abrigo?! —le preguntó y detrás de ella vio a la maestra con una expresión de disculpa.—Lo siento, otro niño manchó su abrigo de jugo.Serena lo alcanzó y apretó los labios.—Esto no está manchado, está empapado —murmuró a la maestra, pero no tuvo más remedio que respirar profundo—. Por favor, asegúrese de que no vuelva a suceder. Es el tercer abrigo que le ensucian esta semana y está haciendo mucho frío —pidió con suavidad, quitándose su propio suéter para ponérselo a la niña y luego la cargó para