CAPÍTULO 129. ¿Cómo fuiste capaz?No había un solo corazón en aquella familia o entre aquellos amigos que pudiera latir a una velocidad normal, porque todos, absolutamente todos, se alteraron en el mismo instante en que se mencionó a Meli.—No, no puede ser... —murmuró Serena con el corazón encogido, porque no podía siquiera imaginar que todo hubiera sido orquestado para alejarla de Meli—. ¡No puede ser, eso no puede ser! ¡Ella está protegida!Sin embargo, y por suerte, había a su alrededor más de un hombre cuyo primer instinto era reaccionar y actuar, y preocuparse y desesperarse después. Así que el primer gesto de Adriano fue rebuscar en su pequeña cartera, sacar su teléfono y ponerlo en las manos de Serena.—Llama a Karina ahora mismo —le ordenó, mientras veía cómo su hermano Renzo hacía lo mismo con su propio celular y comenzaba a llamar.Tenían un buen equipo de seguridad custodiándolas, así que habían salido con la confianza de que estaban protegidas. Pero la realidad fue que Ka
CAPÍTULO 130. unos lentes que no pueden quitarse.Todas las miradas se concentraron en Renzo mientras este mostraba aquel casquillo de bala que ya estaba frío.—Solo dejaron este atrás, y porque Moon pudo esconderlo —sentenció, y la verdad era que nadie iba a cuestionar cómo la chiquilla había logrado sobrevivir al ataque , porque todos confiaban en su absoluta lealtad hacia Renzo—. Esto solo quiere decir una cosa: fueron profesionales, un equipo completamente profesional, y usaron silenciadores.—Tiene sentido; de lo contrario todo el mundo en el edificio se habría enterado de lo que sucedía aquí —murmuró Aurelio.—Sí, pero no es lo único —declaró Renzo—. Casquillo de pistola SIG Sauer M17, que sustituyó a la Beretta M9 como pistola de servicio de la Armada estadounidense, el Cuerpo de Marines, la Fuerza Aérea y la Fuerza Espacial. Esto fue hecho por paramilitares —aseguró con convicción—. Así que quien sea que esté detrás de esto fue capaz de contratar a un equipo de exmilitares.—Y
CAPÍTULO 131. Una vida en juegoRenzo Vizcontti era un excelente lector de personas, por eso en el instante en que la señora Beth se llevó una mano al pecho y retrocedió, comprendió que ella no le diría absolutamente nada con la rapidez que él necesitaba para obtener la información. Así que simplemente se dio la vuelta, sacó su teléfono y llamó a su hermano, que sí podía darle la información a toda velocidad.—¿¡Grayson, me pusiste un rastreador!? —se escandalizó la señora Beth con el rostro desencajado—. Hijo, ¿cómo fuiste capaz? ¿Es que no confías en mí o…?—¡Está en juego la vida de una niña aquí, mamá! —exclamó Grayson, incapaz de comprender lo que pasaba por la cabeza de su madre—. ¿Qué demonios te pasa? ¡Acabo de decirte que secuestraron a una niña, a la hija de Serena! ¿Y tú estás pensando en lo que hice o dejé de hacer, en si te puse un rastreador o en si confío en ti? ¡Pueden matar a una niña! ¿Entiendes eso? ¡Así que dime de quién es la maldit@ dirección en la que has estado
CAPÍTULO 132. Moon.Decir que Beatrice Harrison estaba furiosa era poco, especialmente porque aquella mano de Renzo Viscontti, que la mantenía ferozmente pegada a una silla en su salón, se clavaba en su hombro como si el estúpido creyera tener derecho a retenerla. —¡Te dije que yo no sé nada! —gritó llena de rabia mientras miraba a Grayson, y los ojos de este se centraron en el italiano.Sin embargo, para su sorpresa, fue Percy quien respondió. —El hombre que está detrás de ti es un detector de mentiras humano —gruñó con ira, porque aunque no le sorprendía que Beatrice Harrison estuviera involucrada en todo aquello, aún le quedaba ese regusto amargo que le había dejado el hecho de ver a su madre siendo arrestada por la policía—. Ha detectado mentirosos mucho mejores que tú —dijo, recordando algo que Aurelio le había dejado muy claro en alguna de sus estúpidas peleas—. Así que puedes gritar, refunfuñar y patalear, pero no podrás engañarlo. Y si él dice que tú sabes lo que pasó con Me
CAPÍTULO 133. Queen of Kings"Queen of Kings" hacía eco en la habitación y más allá, acallando cada grito, opacando cada golpe, y cada nota era como una orden para la chiquilla.Grayson se adelantó mirando al italiano, pero no podía negar que era impresionante ver el rostro desencajado y lleno de puntos sangrantes de Beatrice Harrison.El primer puñetazo, que le había roto los labios, la había dejado absolutamente impresionada, pero había algo en lo que Renzo Viscontti tenía razón: Moon no iba a escucharla. Moon no tenía empatía, Moon no tenía piedad, y al parecer tampoco sabía cuándo detenerse. Antes de que pudiera articular una palabra, el segundo puñetazo le abrió un surco sangrante en el pecho; el tercero fue a su cara, deformando aquella mejilla perfecta, y todos los demás cayeron sin rabia, sin rencor, clínicamente, como un cirujano haciendo una incisión perfecta, con la diferencia de que era una chiquilla golpeando como si tuviera la fuerza de un hombre adulto de ochenta kilos.
CAPÍTULO 134. Yo también voyGrayson iba mudo, tan mudo como una estatua de hielo y tan entumecido también. Se había dado cuenta de que era un buen hombre, lo había sabido en el mismo instante en que ver a Beatrice en aquel estado había provocado que se le revolviera el estómago. Sin embargo, eso lo hacía comprender que, a veces, las buenas personas también eran capaces de hacer cosas horribles, porque en el momento en que ella había revelado lo que planeaban hacer con Meli, Grayson había sentido que se merecía algo muchísimo peor que la paliza que le había dado Moon.Media hora después llegaron a aquel puerto, y en efecto, ya Aurelio y Adriano los estaban esperando allí.Ni siquiera tuvieron que cruzar palabras. Renzo les entregó el teléfono que le había quitado a Beatrice, y en cuestión de pocos minutos Aurelio ya había mandado rastrearlo. Cómo tenía aquel poder en particular o quién lo estaba ayudando, los Blackwell no lo sabían, pero tanto Percy como Grayson estaban de acuerdo en
CAPÍTULO 135. Muy lejos.—¿Está seguro de esto? —preguntó Adriano mirando a Renzo, y Dios sabía que era la primera vez que se atrevía a discutirle una orden al menor de los Viscontti. Cada uno de ellos tenía muy bien delimitado su territorio, y el de Renzo, indudablemente, era la violencia. Así que, cuando se trataba de atacar o matar, ninguno de sus hermanos le decía qué debía hacer. —Más que seguro —replicó Renzo sin mirarlo, solo observaba con el rabillo del ojo que los Blackwell estuvieran lo suficientemente apartados como para no escucharlo. —Pero no entiendo por qué dejar que ellos vayan por Meli —protestó Aurelio. —Simple, porque tú y yo ya hemos matado lo suficiente como para que no nos tiemble la mano al apretar el gatillo. ¿Puedes decir lo mismo de los Blackwell? Prefiero tenerlos fuera del camino, pero haciendo algo necesario. Además, puedo garantizarte que ese tipo se dejaría matar tres veces antes de permitir que algo le pasara a Meli —sentenció Renzo con una sonrisa
CAPÍTULO 136. No puedes entrar ahoraPara el momento en que el pequeño cuerpo cayó en sus brazos, Percy Blackwell sintió como si estuviera recuperando un pedazo de su alma, una que había comprometido durante tantos años por ser incapaz de ir contra la manipulación de las personas que conocía.Decía la frase que lo único que se necesitaba para que el mal triunfara era que los buenos no hicieran nada, y Percy no podía dejar de pensar que, quizás, si hubiera sido más valiente, si hubiera enfrentado a su hermana como debía hacerlo, ninguna de aquellas cosas habría llegado a esos extremos.Recibir a Meli fue entonces como hacer lo que debía hacerse. Sin embargo, aquella pequeña parte de su alma se perdió por completo en el mismo momento en que escuchó aquellos disparos dentro de la habitación y luego a su hermano gritándole esas palabras:—¡Vete! ¡Llévatela, vete!—¡Grayson...!—¡Maldit@ sea, Percy, lo prometiste! —escuchó la voz de Grayson, y no tuvo más opción que echar a correr con toda