CAPÍTULO 131. Una vida en juegoRenzo Vizcontti era un excelente lector de personas, por eso en el instante en que la señora Beth se llevó una mano al pecho y retrocedió, comprendió que ella no le diría absolutamente nada con la rapidez que él necesitaba para obtener la información. Así que simplemente se dio la vuelta, sacó su teléfono y llamó a su hermano, que sí podía darle la información a toda velocidad.—¿¡Grayson, me pusiste un rastreador!? —se escandalizó la señora Beth con el rostro desencajado—. Hijo, ¿cómo fuiste capaz? ¿Es que no confías en mí o…?—¡Está en juego la vida de una niña aquí, mamá! —exclamó Grayson, incapaz de comprender lo que pasaba por la cabeza de su madre—. ¿Qué demonios te pasa? ¡Acabo de decirte que secuestraron a una niña, a la hija de Serena! ¿Y tú estás pensando en lo que hice o dejé de hacer, en si te puse un rastreador o en si confío en ti? ¡Pueden matar a una niña! ¿Entiendes eso? ¡Así que dime de quién es la maldit@ dirección en la que has estado
CAPÍTULO 132. Moon.Decir que Beatrice Harrison estaba furiosa era poco, especialmente porque aquella mano de Renzo Viscontti, que la mantenía ferozmente pegada a una silla en su salón, se clavaba en su hombro como si el estúpido creyera tener derecho a retenerla. —¡Te dije que yo no sé nada! —gritó llena de rabia mientras miraba a Grayson, y los ojos de este se centraron en el italiano.Sin embargo, para su sorpresa, fue Percy quien respondió. —El hombre que está detrás de ti es un detector de mentiras humano —gruñó con ira, porque aunque no le sorprendía que Beatrice Harrison estuviera involucrada en todo aquello, aún le quedaba ese regusto amargo que le había dejado el hecho de ver a su madre siendo arrestada por la policía—. Ha detectado mentirosos mucho mejores que tú —dijo, recordando algo que Aurelio le había dejado muy claro en alguna de sus estúpidas peleas—. Así que puedes gritar, refunfuñar y patalear, pero no podrás engañarlo. Y si él dice que tú sabes lo que pasó con Me
CAPÍTULO 133. Queen of Kings"Queen of Kings" hacía eco en la habitación y más allá, acallando cada grito, opacando cada golpe, y cada nota era como una orden para la chiquilla.Grayson se adelantó mirando al italiano, pero no podía negar que era impresionante ver el rostro desencajado y lleno de puntos sangrantes de Beatrice Harrison.El primer puñetazo, que le había roto los labios, la había dejado absolutamente impresionada, pero había algo en lo que Renzo Viscontti tenía razón: Moon no iba a escucharla. Moon no tenía empatía, Moon no tenía piedad, y al parecer tampoco sabía cuándo detenerse. Antes de que pudiera articular una palabra, el segundo puñetazo le abrió un surco sangrante en el pecho; el tercero fue a su cara, deformando aquella mejilla perfecta, y todos los demás cayeron sin rabia, sin rencor, clínicamente, como un cirujano haciendo una incisión perfecta, con la diferencia de que era una chiquilla golpeando como si tuviera la fuerza de un hombre adulto de ochenta kilos.
CAPÍTULO 134. Yo también voyGrayson iba mudo, tan mudo como una estatua de hielo y tan entumecido también. Se había dado cuenta de que era un buen hombre, lo había sabido en el mismo instante en que ver a Beatrice en aquel estado había provocado que se le revolviera el estómago. Sin embargo, eso lo hacía comprender que, a veces, las buenas personas también eran capaces de hacer cosas horribles, porque en el momento en que ella había revelado lo que planeaban hacer con Meli, Grayson había sentido que se merecía algo muchísimo peor que la paliza que le había dado Moon.Media hora después llegaron a aquel puerto, y en efecto, ya Aurelio y Adriano los estaban esperando allí.Ni siquiera tuvieron que cruzar palabras. Renzo les entregó el teléfono que le había quitado a Beatrice, y en cuestión de pocos minutos Aurelio ya había mandado rastrearlo. Cómo tenía aquel poder en particular o quién lo estaba ayudando, los Blackwell no lo sabían, pero tanto Percy como Grayson estaban de acuerdo en
CAPÍTULO 135. Muy lejos.—¿Está seguro de esto? —preguntó Adriano mirando a Renzo, y Dios sabía que era la primera vez que se atrevía a discutirle una orden al menor de los Viscontti. Cada uno de ellos tenía muy bien delimitado su territorio, y el de Renzo, indudablemente, era la violencia. Así que, cuando se trataba de atacar o matar, ninguno de sus hermanos le decía qué debía hacer. —Más que seguro —replicó Renzo sin mirarlo, solo observaba con el rabillo del ojo que los Blackwell estuvieran lo suficientemente apartados como para no escucharlo. —Pero no entiendo por qué dejar que ellos vayan por Meli —protestó Aurelio. —Simple, porque tú y yo ya hemos matado lo suficiente como para que no nos tiemble la mano al apretar el gatillo. ¿Puedes decir lo mismo de los Blackwell? Prefiero tenerlos fuera del camino, pero haciendo algo necesario. Además, puedo garantizarte que ese tipo se dejaría matar tres veces antes de permitir que algo le pasara a Meli —sentenció Renzo con una sonrisa
CAPÍTULO 136. No puedes entrar ahoraPara el momento en que el pequeño cuerpo cayó en sus brazos, Percy Blackwell sintió como si estuviera recuperando un pedazo de su alma, una que había comprometido durante tantos años por ser incapaz de ir contra la manipulación de las personas que conocía.Decía la frase que lo único que se necesitaba para que el mal triunfara era que los buenos no hicieran nada, y Percy no podía dejar de pensar que, quizás, si hubiera sido más valiente, si hubiera enfrentado a su hermana como debía hacerlo, ninguna de aquellas cosas habría llegado a esos extremos.Recibir a Meli fue entonces como hacer lo que debía hacerse. Sin embargo, aquella pequeña parte de su alma se perdió por completo en el mismo momento en que escuchó aquellos disparos dentro de la habitación y luego a su hermano gritándole esas palabras:—¡Vete! ¡Llévatela, vete!—¡Grayson...!—¡Maldit@ sea, Percy, lo prometiste! —escuchó la voz de Grayson, y no tuvo más opción que echar a correr con toda
CAPÍTULO 137. El gen asesino del ser humanoPercival Blackwell creía en el karma con todo su corazón. Creía en hacer el bien y creía que cada persona recibía exactamente lo que se merecía. Pero, por desgracia, aquella convicción se desvanecía minuto a minuto, porque a pesar de que Grayson era un hombre complicado y hasta cruel a veces, no podía sentir que se mereciera morir de aquella manera.Para cuando la ambulancia llegó al hospital, sus propias manos ya estaban bañadas en la sangre de su hermano, porque el paramédico había tenido que usarlo para que presionara una de las heridas. Ya los estaban esperando; una comitiva de médicos y enfermeras lo apartó rápidamente para subir a Grayson a una camilla, mientras el paramédico gritaba una tras otra todas las observaciones que consideraba importantes y urgentes que los médicos tuvieran en cuenta:—Dos heridas de bala en el abdomen y otra en el pecho. Solo una con orificio de salida. Está en shock, tiene un aumento exponencial de la frecu
CAPÍTULO 138. Esperanzas.Dicen que los hijos son la mayor fuerza de una mujer, y no había ningún error en eso, porque la única razón que permitió a Serena seguir en pie fue el peso de su hija sobre sus brazos y saber que no podía dejarla caer. Adriano no tuvo que contestarle; bastaba con observar aquella expresión en su rostro para saber que se trataba de Grayson. Era él. El que estaba herido era él. Y a pesar de todo lo que lo había odiado, a pesar de repetirse incansablemente que prefería verlo muerto antes que permitir que la lastimara de nuevo... la verdad era que jamás había esperado que pudiera salir herido.—¿Qué tan grave está? —preguntó, mientras sentía que su corazón se endurecía de una extraña manera, como si volviera a convertirse en una pequeña hoja secándose al sol, lista para hacerse polvo en cualquier momento. —Él fue quien sacó a Meli... —Te pregunté qué tan grave está —repitió ella sin mirarlo siquiera, y Adriano apretó los labios porque sabía que no tenía senti