BARCLAY
Amaba el ruido que emitía el péndulo, ese sonido era anestesia para mis odios, tranquilizaba mi sistema y la adrenalina dejaba de correr por mi torrente sanguíneo. El tic toc del reloj es lo único que se escucha en la habitación, camino lento, con las manos entrelazadas por detrás y observando a detalle los retratos que descansaban pulcros sobre la chimenea, en ninguno estaba Lea o yo, solo aparecían mis asquerosos progenitores y la zorra de mi hermana mayor.
—Interesante —susurro—. Muy interesante.
Sigo caminando repasando el pasado, uno que mi tío, hermano de mi padre me contó con apenas ocho años de edad, mi tío Leonel había sido el único familiar que tuve cerca de mi cuando la zorra de mi madre me separó de Lea cuando teníamos tres años, era pequeño, ind
LEA Mi mirada no se podía apartar de Preppy, el tipo raro que no paraba de m****r a la m****a a toda chica de las tiendas departamentales que nos encontrábamos, y que al verlo no dudaban en hacer un par de intentos fallidos por llamar su atención, aunque en mi opinión, creo que las náuseas solo incrementaban por su conveniente coqueteo. —Ni de broma —frunzo el ceño y aparto mi mirada del par de tangas de encaje que me muestra. —¡Ay, vamos peque! —Exclama pisándome los talones mientras intento buscar otro tipo de bragas con las que me sienta bien—. Con estas ten por seguro que Enzo te follará en cuanto te vea. —Estoy embarazada, no pienso follar con él ni con nadie —suelto con irritación, mordiendo mi labio al tiem
—¡Mierda! —brinco al escuchar su voz, giro y lo veo detrás de mí, con una sonrisa de oreja a oreja. —¿Terminaste de jugar a las charadas? —No quiero ir contigo —doy un paso hacia atrás—. No quiero regresar a ese sitio, ustedes son malos, matan... —Sí, no me gusta maquillar la verdad, somos mafiosos, matamos, descuartizamos y desmembramos a nuestros enemigos, yo incluso me drogo y he matado a una que otra puta en mis viajes mentales por no mamármela bien —encoge los hombros optando una actitud desenfadada, como si su declaración no fuera nada. —Una razón más para que me dejen libre, no voy a permitir que le hagan daño a mi bebé. Un brillo de malicia se aloja en los ojos de Preppy
ENZO Saco el humo de mi cigarrillo que estaba reteniendo en mis pulmones y extiendo mi vista hacia el chico que está sentado frente a mí, su parecido es tan idéntico al de Lea que aún me cuesta trabajo entender cómo es que Preppy no investigó bien acerca del gemelo que tenía. Había escuchado hablar de él, y solo en dos ocasiones lo había visto y joder... ¿cómo es que no nos dimos cuenta antes? Preppy debió saber que eran gemelos, ya que traían pleito cazado desde antes, o tal vez mi estúpido amigo no me los quiso decir porque le encantan esas mierdas de las sorpresas. —Y bien ¿te quedarás viendo cómo fumo? —Apago mi cigarrillo con dos dedos—. O me dirás qué hace un crío caga pañales en mi fortaleza. —Ten cuidado con tus palabras, Brzezinski, porque puede que tenga s
LEA Me cuesta trabajo procesar lo que Barclay; mi hermano gemelo me dice, en especial cuando no ha parado de hablar, solo se toma unos dos o hasta tres segundos para detenerse, tomar aire y seguir con el parloteo. Y ahora me encuentro en la misma mesa, con Enzo a mi lado fulminando con su mirada más amenazante, a Brandon, quien a su vez lo ignora y sigue con lo suyo en la barra de comida para llevar, Preppy seguía sin aparecer y frente a mí, un par de ojos azules tan idénticos a los míos, me estudiaban con detalle. —Entonces mamá y papá te entregaron con el tío y te convertiste en un criminal —las palabras que brotan de mi boca me parecen absurdas—. Y el dinero que mandabas a nuestros padres ellos se lo gastaron... Tu eres mi hermano mellizo, un asesino y criminal y ahora el Boss...
ENZO «Te voy a hacer tocar el cielo, Lea Davis» ¿De verdad? Esas mierdas de palabras dulzonas no pudieron haber salido de mi boca realmente, jamás le he dicho semejantes palabras cursis a una mujer que estoy por follar. No soy un crío, mucho menos he tenido la necesidad de acudir a esos rastreros trucos para follar un buen coño, pero Lea me hacía decir cosas que luego me dejaban un sabor amargo en la boca. Mis ojos recorren su perfecto cuerpo, aún su vientre sigue plano, sus pechos están llenos, firmes y sus pezones rosados me excitan, sus curvas son de infarto y esas piernas... Joder moría porque las abra solo para mi. —Enzo... —su voz tiembla, me hace ver lo nerviosa que está.
ALICIA Lanzo con toda mi fuerza el maldito vibrador color rosa, al sentirme cansada de que no me satisfaga como lo hace la verga de Enzo, mis ojos analizan el desastre que he hecho, tenía que pensar en una buena coartada para que se quedara a mi lado, embarazarme de él no era algo que me agradara, sí, estaba preñada, pero el punto jodido de toda esta situación era que el maldito niño que estaba esperando, no era de Enzo, sino, de un tipo que conocí en Marruecos, solo bastó un polvo rápido y listo, el hijo de puta que no sabía ni quien mierdas era, tenía buena puntería. Nadie me iba a quitar a Enzo, yo era su puta favorita y eso la estúpida Lea Davis no me lo quitaría, vamos, ni siquiera Molly pudo hacerlo. Aburrida de estar encerrada y sabiendo que tendría que comprar al doctor de la familia Brzezinski, salgo de la ha
LEA —Esto es poco común, no puedo hacerlo si ella está amarrada de manos y con esa cinta en la boca —señala el juez. No puedo hablar, ya que Enzo y Preppy juntos, me amarraron las manos y me pusieron una jodida cinta en la boca, de mi garganta solo brotaban sonidos difíciles de descifrar. Los hijos de puta amenazaron al juez y entraron a su oficina sin permiso ni aviso, y ahora me encontraba sentada sobre una fría silla, frente a un juez que está más muerto de miedo que nada. —Solo hágalo o le vuelo los sesos —dice Preppy apuntando en su cabeza. —¿Y cómo va a firmar la chica? —el juez; un hombre regordete y anciano, apunta a lo evidente—. No creo que quiera firmar, tiene... Tiene cara de no querer...
LEA—¡Suéltame! —exclamo al tiempo que golpeo a puños cerrados la espalda ancha y bien estructurada de Enzo, me carga como un costal de papas y eso solo incrementa los niveles de mi enfado.—Silencio, Lea —palmea mi trasero y suelto un chillido por el impacto.Hace cinco minutos que llegamos a su fortaleza, y tras haberles dado la orden a todos los desconocidos que habitaban la casa por su seguridad, sobre que estaban a mi servicio, y que ahora éramos marido y mujer, me llevaba por los pasillos hasta entrar a su habitación.—Bien —me baja con delicadeza y de forma inmediata tomo mi distancia.&mdas