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Por un instante, sentí el deseo de hablarle y pedirle que cuidara y atesorara su libertad, pero sabía que no me escucharía. Llevaba puesto un vestido corto y usaba tacones que la torturaban con cada paso. Se encontraría con su novio Adriel, su primer amor, en el Bar del Oro. Aquella noche, Araminta y otras chicas discutían entre copas, cómo una de ellas se había follado al bombón del amigo de su hermano. Aquel aún era un tema tabú para la Carena feliz. Pronto estaría confrontando dicho “tabú” en el asiento trasero de un auto, bajo una creciente e incontrolable excitación.

Seguramente no sospechó que aquel vestido le facilitaría las cosas para que, por primera vez, sintiera un orgasmo a manos de un hombre. Y así, en medio de susurros seductores e inquietas y cuidadosas manos que se introducían curiosas por doquier, la Carena feliz se

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