-Ay ¿lo llamo o no lo llamo?-, estuve cavilando todo el día, metida en mi cama, turbada, fastidiada y ciertamente reventando por los celos. Lo que no quería es que Gonzalo se entusiasmase conmigo, porque entonces sí que estaría en graves problemas. Por fin lo llamé. -¿Katherine? ¿Eres tú?-, balbuceó Gonzalo cuando timbré su móvil. -¿Qué es de tu vida?-, junté los dientes, jalé mis pelos, moví mis tobillos, golpeé mis rodillas y sentí erguirse mis pechos en el busto. -Todo igual, Katy, en la unidad, sigo siendo Sub oficial, tenemos un nuevo teniente, un tipo malgeniado que me trata mal, pero todo está igualito-, me fue contando. -Me extrañas entonces-, fui al grano. Mi corazón rebotaba en las paredes de mi pecho. -Bastante, teniente, sin ti esto no es igual-, me dijo. -Me dieron el rango de capitana cuando me echaron-, me reí. -¡¡¡Verdad!!! capitana-, se entusiasmó. -Estoy jugando tenis-, le conté. -¿Tenis? ¿De campo o de mesa?-, se interesó vivamente. -De campo, en una ca
Gonzalo me bombardeó con mensajes para volver a vernos, me mandaba emojis eróticos y me recordaba lo sabrosa que había estado yo entre sus brazos, que me disfrutó mucho, que era una mujer riquísima y que ansiaba otra vez gozar de mis curvas interminables. Yo estaba demasiado turbada y cada aviso que él me remitía a mi móvil, me azoraba y me hacía sentir mal. Es la verdad. El partido contra Elena Michelvic lo programaron a las 12. Ella era la mejor del torneo. Ashley me escribió a mi móvil advirtiéndome que era una contrincante muy complicada, de excelente revés, que tenía una mano fuerte y que no me confiara en absoluto. Yo no estaba confiada sino, por el contrario, indiferente. Ni siquiera sabía en qué ronda estaba y cuántos partidos me faltaban para la final. Ni leía los diarios y tampoco me interesaban los programas deportivos. Sabía que todos los medios cubrían el nacional de tenis tanto en damas como en varones, porque había mucha cobertura, numerosos periodistas, demasiadas cá
El partido fue demasiado complicado, como me advirtió Ashley. Elena Michelvic jugaba muy bien, era rápida y fuerte y se burlaba de mis errores. -¡¡¡Tus bisagras necesitan aceite!!!-, decía provocando las risas en las tribunas atiborradas de público. -¡¡¡No olvides comprarle muñecas a tus nietas!!!-, me dijo en otra que me mandó un globo, dejándome desairada. -¡¡¡¿Ya pediste la silla de ruedas cuando termine el partido?!!!-, volvió hacer estallar en carcajadas al púbico. -¡¡¡Cuidado con los achaques, abuela!!!-, se burló por un repentino acceso de tos que tuve. La estrategia de ella dio resultado. Me sacó el partido. Ganó el primer set por 6-2 y fue ampliamente superior, dejándome con poca reacción. Me tumbé en la silla y Heather pasó la toalla por mi rostro. Ashley me mostró su tablet. Había grabado varias imágenes. -La izquierda es su punto flaco, mira, no reacciona cuando le mandan pelotas a su lado ciego-, me dijo. Asentí y me cuadré delante de ella. -¡¡¡Ya mandé compra
Me moría de ganas de enfrentar a Jennifer. Estaba tan celosa que quería destrozarla a dentelladas. Eso sentía. Por eso aproveché que no jugaba en el torneo para ir al club de Marcial y tratar de hablar con ella y aclarar las cosas, lo que, definitivamente, era una gran tontera porque yo no tenía ninguna relación con Boniek y él podía salir con quien le diera la gana, sin embargo mis celos me eclipsaban y me empujaban a hacer todo tipo de insensateces. Desayuné con Milton. Él me hizo un sabroso lomo saltado, muy al jugo, que comí con delicia. -¿Jennifer trabaja mucho tiempo aquí?-, le pregunté entonces. -Sí, luego que Marcial se hizo cargo de todo, llegó ella y se ha convertido en su brazo derecho-, me dijo acomodando en mi mesa el sabroso platillo, dos tazas de café con leche y varios panes. -¿Ella es secretaria?-, pregunté juntando los dientes. Los celos martillaban mi cabeza sin cesar. Él jaló una silla y se sentó a acompañarme. -Eso no sé, creo que estaba estudiando derecho,
Quedé entumecida, sin saber qué hacer. ¡¡¡Tanto quería la verdad!!! y ahora no sabía qué hacer ni qué decir, simplemente estaba congelada, sin reacción. Marcial no tenía pareja, mis celos eran infundados, evidencié mis sentimientos ni más ni menos que con ¡¡¡su hermana!!! que además era su secretaria personal y su confidente. Por otro lado estaba el hecho que él no tenía ni siquiera novia y estaba a mi entera disposición, je. Pero esa posibilidad, ahora, me asustaba, me hacía temer mucho y estaba sumida, en realidad, en pánico. Marcial me entusiasmaba mucho, lo adoraba y si yo pensaba que Jennifer lo idolatraba la realidad era distinta. ¡¡¡Yo lo tenía en el pináculo de gloria a ese hombre!!! y no sabía qué hacer. Me fui a mi casa y me di un buen baño de agua fría para quitarme lo tonta, pero lo único que conseguí fue sentirme más y más atraída, prendada e interesada en Marcial. El agua corriendo por mis curvas me parecían caricias de sus manos, de sus besos, sus lamidas, incluso, y
Luego de un inicio desconcertante, Buchannon fue equilibrando el temple, la calma, se atrevió a responder mis pelotazos y pudo recuperar el terreno perdido. De la incertidumbre inicial pasó a atacar y logró remontar mi ventaja inicial. Ella también tenía buena pegada, como me dijo Ashley, y sus pelotazos me doblaban la raqueta y también aprovechaba los globos cuando yo me acercaba demasiado a la red. El primer set lo gané en tie break 7-5. Fue un episodio muy peleado, encarnizado y ella no se dejó intimidar ni vapulear por mis martillazos, sin embargo logré sumar puntos aprovechando su lentitud. No reaccionaba a los tiros largos y le dificultaba mucho responder a mis potentes reveses. Su entrenador era muy enérgico. Hacía muchos ademanes, parecía dibujar el partido con sus manos y ella obedecía. El tipo parecía adivinar mis jugadas y le hacía todo tipo de muecas que ella asimilaba y aplicaba, a rajatabla en la cancha. Buchannon supo que mi talón de Aquiles era la red y las emboquil
Me puse muy linda para ver el partido de Marcial. Un jean muy apretado, una blusa estrecha que resaltaba, muy sutil, mis pechos, me aleoné mis pelos que colgué sobre mis hombros, me calcé zapatos con tacos grandes, un abrigo coqueto y me senté en una de las butacas con las pierna cruzadas, esperando impaciente que los competidores salgan a la cancha. -¡Hola!-, me saludó, entonces, Jennifer. Ups, pensé que no vendría al partido. Me sentí incómoda. Junté los dientes. -Ojalá el partido termine rápido que van a dar una buena peli en el cable-, me dijo, sentándose a mi lado. Se había hecho una larga cola y miraba a todos lados, como si buscara amistades en la gran cantidad de público que había en las tribunas. -¿Judy no vino?-, le pregunté. -Se fue a la universidad, tenía exámenes, me imagino que se quedó conversando con sus amigas-, encendió un cigarrillo y echó mucho humo. Algunos espectadores se incomodaron y la miraron con enfado. A ella no le importó, echó, incluso, más humo. -Y
Llegué temprano a los vestidores, incluso antes que Ashley y Heather. Ya estaba cambiada y me había puesto el uniforme anaranjado chillón del partido anterior. Lo había lavado con cuidado, incluso a mano, porque temía que se destiñera. Me senté en las mayólicas a acomodar mis medias y a ponerme la visera. -¿Cómo estás Katherine?-, me preguntó una vocecita dulce. -Bien-, dije, y cuando alcé la mirada estaba Magdalena Blokhin delante mío, con su sonrisita larga, sus pelos revueltos, las manitas juntas, sosteniendo su raqueta, una maleta colgando de su hombro y sus ojitos vivarachos, encendidos como fulgures de cometa. -He mandado hacer unos nuevos modelos de zapatillas, ¿te gustarían usarlos?-, me preguntó. -Estas que tengo son súper cómodas, le dije, me siento muy bien con ellas- -Son modelos aerodinámicos, te encantarán, pruébatelos, por fis-, me insistió. -¿Haces zapatillas?-, me interesé. -Mi papá, je je je, tiene su fábrica, el mercado es muy competitivo, ya sabes, pero él e