Me había comprado una faldita atigrada para jugar. Lo combiné con un top rosado nada chillón con el avisaje de publicidad que me pagaba y me había conseguido Marcial. Me puse muñequeras y mi gorra con la marca de la bebida energética que me auspiciaba también. Mis zapatillas no eran de marca. Me dio risa. -Les confieso que todo mi uniforme es de marca pero mis zapatillas son falsas-, me dije pensándome sola en los vestidores amarrándome los pasadores. -Las zapatillas son importantes. Trata de conseguirte unas que sean fuertes, cómodas, que agarren bien el piso-, me dijo alguien. Me alcé sorprendida. Era Magdalena Blokhin. Se dirigía a entrenar. -No creo que sea necesario-, intenté ser desprendida. -Yo sé lo que te digo-, me dijo y se fue. Mazzola ya hacía calistenia y me ignoraba por completo. No me miraba ni cuando me tiraba la pelotas, entrenando. Yo intentaba ver su revés. En efecto era zurda, remataba bien con esa mano y era fuerte, ágil y espigada. -Aprovecha todas la
Márquez me buscó en la noche. Ya me había acostado, estaba viendo televisión, cuando timbró ansioso y vehemente. Pensé en no abrirle pero él siguió atronando con los timbrazos. Me puse una bata y fui abrirle. Estaba ebrio. -Debo dormir temprano porque tengo un compromiso muy importante mañana-, me disculpé, pero Márquez me dio un empellón y se metió a la casa. Su aliento era atroz. Había estado bebiendo mucho. -Mi esposa se enteró de lo nuestro, Katty, es tu culpa-, me enrostró con la cara ajada, la boca fruncida y escupiendo su furia. -Yo te dije muchas veces que era peligroso vernos-, le recordé, amarrando mi bata. -Eres una perra-, me dijo tan borracho que estaba. Me puse iracunda. -Es mejor que te vayas-, lo empujé hacia la puerta. -No me voy porque si me esposa me deja, tú serás mi mujer ahora-, me dijo y quiso abrir mi bata. Volví a empujarlo, esta vez con mis dos manos. -No quiero problemas contigo, estás borracho, mañana te disculparás con tu esposa, tratarán de arre
Milton me hizo un delicioso bistec con papas fritas que acompañé con un café muy humeante. -¿Vas a competir en el open nacional?-, me preguntó limpiando sus manos con un mantel. -No, ya no quiero saber más del tenis-, le dije resoluta. -Los diarios dicen que eres asombrosa-, estiró él una larga sonrisa. yo no había leído los diarios, en realidad, me había sepultado en mis almohadas y no hacía más que llorar. Estaba demasiado afectada por lo que me había pasado con Márquez y como les conté pensaba que ya nada tenía razón en mi existía y había perdido los deseos de continuar adelante. -Me dedicaré a la hidroponía-, le anuncié, saboreando las sabrosas papas fritas. Milton fue a atender a otros clientes y me dejó sola, disfrutando de mi desayuno. -Ya te he dicho que olvides el café-, se molestó Ashley cruzando los brazos con la naricita alzada. -No interesa-, me molesté. -¿Cómo que no interesa, mujer? Has demostrado todo tu potencial, si ganas el open nacional te vas al Roland
Después de la intensa práctica, lo vi a Marcial viniendo, también de entrenar. Estaba súper lindo, con sus pelos mojados, una vincha sujetándole sus cabellos largos, el mentón sin afeitar, su pecho inflado, soplando su cansancio, la mirada extraviada en los jardines, totalmente transpirado, resaltando sus bíceps gigantes, sus músculos de meseta y sus piernas estaban completamente cubiertas de vellos. Delicioso. Corrí para verlo de cerca y deleitarme con su arrolladora virilidad. -¿Vienes de entrenar?-, le dije dándole una toalla limpia, que no había usado. Él se lo pasó por su rostro, humm, mordí mis labios febril. Mis pechos se emanciparon en mi camiseta y sentí las llamas, encendiéndose de repente en mis entrañas. -Ufff, sí, un entrenamiento muy intenso, con esto de las acciones, los negocios, el club, había descuidado mis entrenamientos-, me fue diciendo, mirándome sonriente. ¡¡Qué bonito ese hombre!! Sus ojos refulgen como destellos, parecen meteoritos surcando el espacio.
El doctor que me revisó el ojo que me estropeó Márquez, me dijo que no habían lesiones serias, pero que debía usar lentes. -Es solo por precaución, dejemos que descansen esos ojitos tan lindos-, me dijo divertido. -Ay, no me gusta usar lentes, doctor-, protesté. -Es solo de descanso, tiene medidas mínimas, algo para que te relaje cuando vayas por las calles, el cine, estés con tu enamorado, o te sientes en el parque a ver a las golondrinas-, era bien coqueto el oculista. -Juego tenis-, le aclaré. -No hay problema, Katty, tus ojos no tienen inconvenientes, solo le vamos a dar un poco de descanso, tú haz tu vida normal, en un mes dejas los lentes-, me insistió. Cuando me dieron mis lentes, fui a sentarme en una banca del parque, a relajarme un poco, como me había dicho el galeno, y pensar en todo lo que estaba haciendo, en cómo había cambiado mi vida en todos esos meses y reconocí que ahora me sentía demasiado sensible. Cuando era policía era arriesgada, fuerte, bastante impetuosa
No lo sabía, pero me había vuelto demasiado celosa. Siempre fui celosa, es verdad, defendiendo lo mío, le tenía envidia a mis amigas más lindas y que acaparaban a los hombres guapos pero siempre me controlaba, me resignaba y no prestaba atención, pero ahora era diferente. Marcial me gustaba mucho, me excitaba, además, y lo que había escuchado me hacía pensar que él era, en realidad, un mujeriego. Conmigo no había jugado, es cierto, ni siquiera habíamos salido ni nada, ni tenía él que darme ninguna explicación, pero los celos no entienden de razones. Se sulfuran, se incendian y molestan, hinchan, fastidian y estallan como petardos dentro de la careza, machacando los sesos. Eso sentía. Esa tarde, después de entrenar, me quedé en el club, esperando que Marcial se vaya. Yo ya sabía que él entrenaba en las noches, pero él no se quedaba de corrido. Siempre salía, a cualquier hora, podría ser en la mañana, a mediodía, en la tarde, pero entrenaba religiosamente en la noche. Tenía un séquit
Entrené muy duro esos cuatro días, me esforcé al máximo y dejé de pensar en Marcial pese a que mi me mente y m corazón me porfiaban. Deseaba, como loca, ir a preguntarle sobre Jennifer pero no, me ponía fuerte y entrenaba con Ashley, con mucha intensidad, incluso varias horas. El partido con la Buttler fue a las 10 de la mañana en el Club Blanco. Quedaba cerca de mi casa, a diez o doce minutos. Me desperté a las seis, me duché, me preparé jugo y tostadas, me puse mi ropa deportiva, camiseta de mi sponsor, minifalda y medias, todas de blanca, y de mi ropero tomé con cuidado las zapatillas que me regaló Magdalena Blokhin. Le pasé mis deditos, retirándole el polvito y me los puse. Me quedaban como un guante, súper cómodas, bien ajustadas y me motivaban a brincar y hasta bailar. En mi maletín acomodé una blusa y jeans, también mis cosméticos. Ajusté mis pelos que había amarrado en cola, con una visera con el logo de mi auspiciador. Así fui a la cancha, dispuesta a ganar. Dejé mi carro
Yo quería ver a Marcial y ahora tenía una feísima venda en mi pierna derecha y apenas podía caminar. El tobillo me dolía horrible. No sé cómo pude ducharme porque apenas podía asentar el pie. Ashley me dijo que me fuera a la casa y no hiciera ningún esfuerzo y permaneciera en cama. Que me pusiera hielo y no dejara de tomar los analgésicos. Eso hice. Me metí a la cama y me quedé allí viendo televisión. En la noche me llamó Marcial. M i corazón pataleó eufórico en el pecho. La sangre se me subió al techo de la cabeza y de repente el dolor se me desapareció por completo. Movía febril mis rodillas y sentí la candela encendiéndose en mis entrañas, una sensación muy excitante, erótica inclusive. -¿Ya jugaste?-, le pregunté. -En una hora más, tengo el partido estelar, ya hay mucho público-, me contó él con su vozarrón que me despeinaba totalmente. -Me hubiera gustado verte, pero me doblé el tobillo-, junté mis dientes, sintiéndome muy sexy. -Sí, eso me contó Ashley, por eso te llamab