Capítulo 0.4

Capítulo 0.4

Vanessa.

Nunca podría acostumbrarse a la forma en que el la miraba, como si fuera una diosa renacida, alguien a quien venerar y desear. Tubo que volver a recordarse quien era ese hombre y a quien pertenecía.

—Buenos días.

El saludo salió tenso, sus piernas dos palitos de gelatina que parecían no poder mantenerla en pie.

Jack le dedico una mirada de arriba hacia abajo, una mirada pausada, tomándose el tiempo suficiente sin tener vergüenza. Vanessa tubo la impresión de que cada rincón que aquellos ojos recorrían, unas manos invisibles la acompañaban, calentando hasta el lugar más frio y escondido de su ser.

—Buenos días.

Se sentía de una manera extraña a su alrededor, ansiosa, le cosquillaba el estomago. Como cuando era adolecente y algún muchacho la tenia loca.

Se sentó en la silla frente a el, bajo la mirada más dominante que había visto en su vida. Sus pensamientos se fueron por una senda equivocada, preguntándose si aquel hombre seria así de pasional y dominante en la intimidad de una habitación.

—Me gusta la puntualidad en las personas, es un punto a favor. — Le sonrió, mirando el costoso rolex en su muñeca. — ¿Quieres algo de tomar?.

—Un poco de agua estaría bien.

Se sentía una idiota, ante la voz chillona que salió del fondo de su garganta. Odio la expresión juguetona en aquel rostro tallado por los ángeles, como si supiera lo que le hacia sentir. Después de todo no seria la primera mujer que reaccionara de aquella forma a el.

Lo miro en todo momento, apreciando como el traje Armani se aferraba a un cuerpo trabajado, un cuerpo que conocía casi desnudo, lleno de tatuajes que lo hacían lucir más sensual de lo que debería...

Nunca imagino, aquel día en que lo vio por primera vez, que aquel hombre chulito fuera alguien tan importante. Un hombre que sabia jugar bien sus cartas, el mejor abogado que tenia el país.

—Gracias. — Tomo el vaso de agua que le ofreció, rozando sus dedos por unos segundos. La corriente eléctrica que la recorrió prometió dejarla tiesa en su lugar. — ¿Un poco temprano para el alcohol?.

Aclaro su garganta, observando el vaso de Whisky que se llevaba a los carnosos labios.

—Tengo un caso que promete acabar conmigo. — Acaricio las cienes con aquellos dedos delgados y largos. — ¿Haz escuchado sobre William Leblanc?.

El trago de agua que estaba bajando por su garganta quedo atorado allí mientras procesaba el nombre.

William Leblanc era el dueño de una inmobiliaria multimillonaria, dos años atrás el país había sido sacudido por una ola de asesinatos. Se hablaba de un Asesino en serie, el cual elegía jovencitas de determinadas características para violarlas y matarlas de una forma similar.

Un año atrás una de las chicas había escapado, reconociendo a su captor como el magante empresarial. ¿El problema?, todo tiene un precio, hasta la ley.

Mágicamente comenzaron a desparecer pruebas cruciales, testigos habían sido comprados desvalijando el caso contra William.

La familia de la chica, junto con todas las familias de las fallecidas, lo habían mandado a juicio. La cosa estaba demasiado difícil para poder meter al bastardo a prisión.

—No me digas que estas en la defensa de ese cabron.

No le importo soltar aquel taco frente a el, después de todo ella siempre había sido de aquella forma, demasiado impulsiva como para poder camuflar lo que pensaba.

Observo fijamente los cambios en el rostro de Jack, encontrándose con una mandíbula apretada, al igual que los dedos entorno al vaso de cristal.

—Joder, claro que no. He proporcionado mis servicios gratuitos a la demanda. — Volvió a acariciarse las cienes. — No me importa el dinero, estudie leyes para poder hacer justicia ante cabrones como el.

Se hundió en su asiento, sintiéndose avergonzada al pensar que el podría defender a un monstruo como aquel, estuvo a punto de pedir disculpas si no fuera por la puerta que se abrió de golpe.

No necesito mirar a su espalda para saber quien se encontraba allí, la mirada de muerte en el rostro de Jack le dio la respuesta.

—¿Qué haces aquí?, te dije que no me gusta que vengas al estudio Katia.

Vanessa se tenso, sintiendo el repiqueteo de los tacones en su espalda, por el rabillo del ojo pudo apreciar la silueta de su prima caminando al otro lado del escritorio, dejando una estela dulzona de aquel perfume que provocaba nauseas en Vanessa.

—Tranquilo cariño, solo he venido a ver como estas.

La miro a los ojos, entrecerrándolos, mientras se agachaba para dejar un beso en los labios de Jack, quiso apartar la mirada cuando Katia intento prolongar el encuentro, pasando la lengua por los labios del demonio.

Jack se apartó de golpe, mirándola con una pisca de ira en los orbes.

—¿Tú madre no te ha educado de forma correcta? — La miro, señalándola con una mano. — Por si no te has dado cuenta me encuentro en una reunión, y la mujer que ves ahí es tu prima no un florero.

Katia hizo un mojin, aún ignorándola olímpicamente.

Vanessa no aguantaría esa clase de comportamientos, por parte de nadie.

Se levanto de la silla con rapidez apretando su cartera con fuerza, mirando solamente al hombre que estaba totalmente prohibido para una mortal como ella.

—Llámame cuando termines.

Salió por la puerta ofuscada, tomando asiento en los sofás que se encontraban fuera de la oficina, en una amplia sala de estar con ventanales enormes por donde entraba la luz.

No quería pensar en lo que harían aquellos dos allí dentro, de alguna manera odiaba pensar en las garras de su prima encima de aquel semental y también se odiaba por pensarlo.

No pasaron ni cinco minutos hasta que oyó el sonido de la puerta al abrirse, Jack fue el primero en salir, con el rostro neutral, totalmente frio. Le causo gracia observar a Katia detrás de el con un mohín infantil en los labios, le faltaba dar un zapatazo al suelo para completar el acto.

—Vanessa, acompáñame a desayunar. Aún hay cosas que discutir.

Se quedo anclada en su lugar, mirando de un rostro al otro, apreciando como la piel de su prima poco a poco se teñía del rojo de su cabello.

—Jack...

—No seas infantil Katia, tu prima se va a volver mi mano derecha. Acostúmbrate, desde ahora en adelante va a estar a mi lado gran parte del día. — La mirada penetrante que le dedico la hizo vibrar. — Vámonos, muero de hambre.

Se marcho junto a el, dejando una Katia ofuscada en medio de la sala.

———

Se sentía fuera de lugar, sentada en el lado del copiloto de aquella maquina orgásmica. Las vibraciones del motor repercutían en todo su cuerpo mientras Vanessa observaba cada movimiento de Jack al manejar, no había cosa en el mundo que le excitara más que ver a un hombre manejar y el que tenia enfrente... Madre santa, se iba a morir de sobrecalentamiento vaginal si seguía mirándolo.

—¿Donde te gustaría ir?.

—¿He?.

Estaba tan perdida observándolo que no pudo comprende lo que le había dicho, simplemente el movimiento de sus labios al hablar.

Jack le dedico una sonrisa juguetona, mirándola por unos segundos, deteniéndose en la piel visible de sus piernas estiradas.

—¿A donde quieres ir a desayunar?.

En aquel momento su estomago rugió, avisándole que no había cargado su tanque de comida esta mañana. Se mordió el labio, imaginando una hamburguesa doble con mucho queso y beicon.

Vanessa no respetaba mucho lo que comer, podría embutirse una hamburguesa en el desayuno o un simple café negro a la hora de la cena. Hacia lo que le apetecía.

—Mc Donald.

No se sintió mal ante la mirada estupefacta que le dedico. Tenia que admitir que no parecía un hombre de Mc Donald, más bien de Taco Bell o algún otro restaurant donde tendría que dejar un riñón para pagar el vino.

—Extraño, pero gracias a dios tenemos muchos de esos por aquí. — Doble en la primera intersección, siguiendo el cartel gigante de color amarillo. — Al menos los paparazzi no vendrán a buscare aquí.

El estomago de Vanessa dio un vuelco, se imagino acosada por todos aquellos buitres con cámaras. Joder, que horrible.

Aparcaron en un sitio libre, no había muchos coches a aquellas horas de la mañana, tampoco se veía mucha clientela dentro.

Comenzaron a caminar en dirección a las puertas corredizas, cuando ingresaron el aroma a grasa y colesterol le inundo las fosas nasales. Inhalo con fuerza, sonriendo como una niña pequeña.

—El puto paraíso.

—¿Qué?.

Por un minuto se había olvidado de aquella presencia imponente a su lado, lo miro con una pizca de vergüenza.

—Ve a buscar lugar arriba, yo haré el pedido. — Se giro hacia el, señalando las escaleras al final de la habitación. —¿Qué quieres pedir?.

Lo observo torcer el gesto, pensativo.

—Un café amargo y un sumo de naranja.

Asintió, mirándolo mientras rebuscaba en su billetera, tendiéndole una tarjeta de color negro que conocía muy bien. Casi rodo los ojos, recordando lo forrado que estaba aquel hombre.

—De eso nada, yo invito y no acepto replicas.

Se giro hacia el mostrador, dejándolo con la palabra en la boca.

Estuvo unos pocos minutos esperando su orden, subió las escaleras con la bandeja de comida firmemente apresada en sus manos, observando a su alrededor hasta que diviso a Jack en una mesa al fondo, junto a los ventanales.

A medida que se acercaba se dio cuenta como las mujeres del recinto lo miraban embelesadas, como si fuera una aparición divina y desnuda, encandilando a cada espécimen con estrógeno y progesterona en el cuerpo.

Negó con la cabeza, dejando la bandeja encima de la mesa, llamando su atención.

Saco el vaso de plástico junto con el sumo dejándolo frente a el, quedándose con la bandeja que contenía su m*****a hamburguesa doble, con extra ración de papas al chédar con beicon y su gaseosa.

Apenas se sentó desenvolvió el envoltorio grasoso, dándole un gran mordisco al jugoso manjar en sus manos, gimió cuando el sabor le inundo el paladar.

—Glorioso... — Susurro abriendo los ojos, encontrándose con una mirada mitad sorprendida y mitad deseosa. — ¿Qué?.

Pregunto, picoteando una papa frita.

Jack la miraba con la cabeza ladeada hacia un lado, como un niño pequeño frente a algo fuera de su comprensión.

—Nunca había conocido a una mujer como tú. — Carcajeo, dándole un sorbo a su café. — Eres única.

—Necesito mi dosis mañanera de carbohidratos. — Tomo un trago de soda, bajando la comida atorada en su garganta. — Supongo que estarás acostumbrado a la ensalada baja en grasas de Katia.

No le gusto traer a su prima a colección y al parecer a el tampoco. Pronto su semblante volvió a tornarse frío, perdiéndose en pensamientos que le hubiese gustado escuchar.

Estuvieron en silencio por varios minutos, Vanessa demasiado concentrada en su comida como para importarle.

—Sabes, lo que tengo con tu prima no es nada a futuro. — Clavo sus ojos en el, tragando lo que tenia en la boca. — Simplemente hay cosas que salen de nuestro control.

Sonaba a gato escondido, juego de palabras a las que debía encontrarle el significado real.

No le importaba si lo que tenían no era serio, el estaba prohibido, y no quería imaginarse con que fin le confesaba a aquello.

—¿Con qué fin me cuentas esto?.

La miro profundamente, había mil secretos por contar en aquella mirada.

—Porque debes pensar que soy un canalla de la peor calaña, la primera vez que nos vimos no me comporte de la mejor forma... Simplemente quiero que me veas como alguien más que un cabron tira tejos.

Se atraganto con la comida, casi escupiéndole trozos de hamburguesa en la cara. Se tomo su tiempo para beber de la gaseosa, pensando en que responderle.

—Que profundo. — Carraspeo, sin poder mirarlo a los ojos. — Desde hoy eres mi Jefe, colega, compañero de curro como quieras decirlo. Lo que piense de ti no interesa, eres el novio de mi prima y lo respeto más que a nada.

No supo como tomarse la pisca de ira que surco aquellos orbes, la mandíbula apretada marcando la quijada masculina. Sintió un pinchazo en su bajo vientre, de solo verlo lograba prenderla como nadie lo había hecho.

—Colegas entonces.

Le tendió la mano del otro lado de la mesa, Vanessa hizo lo mismo, sintiendo como cada terminación nerviosa volvía a la vida con ese contacto. Electricidad paso a su mano, esparciéndose por cada parte de su cuerpo.

Se dio cuenta que no fue la única en sentirlo, ya que el cuerpo de Jack se tenso, dedicándole una mirada de sorpresa absoluta.

—Colegas.

Respondió con una sonrisa tensa.

Pasaron largos segundos hasta que Jack le devolvió su mano, mano que oculto debajo de la mesa debido al temblor que la sacudía.

Capto cada gramo de deseo en los orbes de el, en su propio cuerpo y se pregunto si aquella promesa de camaradería podría mantenerse intacta.

MissPeregrine

Disculpen la demora. Aquí les traigo nuevo capítulo.

| 99+
Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo