¿Si, que culpa tengo yo?
Estiro mi cuello para ver porque parece que hemos llegado. Eliot ha bajado la velocidad, ya empezó a caer la noche y hay una seguidilla de faros encendidos que ilumina el camino dejando avistar en la profundidad la casa o más bien la mansión de indudable estilo moderno de los padres de Eliot.
Mientras nos acercamos pienso que es quizás, la propiedad más grande en la que haya estado alguna vez, porque es incluso más grande que la de Eliot. Son muchos acres de tierra las que la encierran, y alejada, al igual que la de Eliot del bullicio de la ciudad. Cuando la camioneta se adentra en ella me quedo un poco extasiada observando el jardín de entrada, y aunque es de noche luce de ensueño con los faros iluminados. No como las plantas secas de la casa de la descuidada de Alishea. Pero es imposible no hacer ese recorrido visual y más hasta la enorme piscina cuya agua iluminada se vislumbra azul y cristalina. Sin duda, te invita a una sesión
No me queda más remedio que acatar su orden otra vez y proseguimos hasta el comedor donde ya empiezan a servir la cena. Cena que solo compartimos los tres, y me entero de que la fiesta es mañana sábado, y va a ser con una gran celebración organizada por el padre de Eliot. Terminada la cena él es el primero que se retira a atender algunos asuntos y yo quedo en manos de Eloise. Ella se encarga de mostrarme muy amablemente las partes de la casa en donde podía hacer mi investigación, y por último me enseña a la que será mi habitación en la zona de invitados. Ella puede subir a las plantas superiores en una moderna rampla que le permite subir y bajar sin mayor problema. Es tarde, pero ella insiste en mostrarme la biblioteca donde abundan toda clase de libros y revistas que se han ido guardando con el pasar de los años, recopilando todo aquello que se ha dicho de él, y también de su padre. Son excesivas las revistas en las que sale en portada con la misma postura de hombre dominan
¿Ya los tengo todos ganados? Definitivamente quien entiende a Eliot, pero sí que sabe cómo engatusarme y ponerme a su merced. Una vez más caigo redonda y me crecería la nariz si dijera que no deseaba esto. La tonta de mí se ruboriza a más no poder prisionera de ese deseo. Él no se toma su tiempo, tampoco quiero que lo haga o pensaré que la magia que me envuelve se va a acabar rápido. Sin embargo, él descubre mis senos más rápido de lo que yo alguna vez llegaré a descubrir sus pensamientos. Siento cosquillas en mi estómago acompañadas de un hormigueo en mi bajo vientre y entre mis piernas, señal de que también lo necesito. Lo necesito. Lo quiero ahora. Intento tocarle la mejilla y detiene mi mano. La agarra junto con la otra y las lleva por encima de mi cabeza desorientándome. ―Esta vez seré yo quien va a complacerte, Sam. Y necesito que seas obediente ―dice y sus palabras me hacen recordar que desde lo de la oficina, no volvió a tocarme. Lo q
Lo beso con agonía, muerdo su labio como él lo hace conmigo, sacándole un gruñido gutural. No paro de besarlo ni de enredar mis dedos en su melena sedosa y negra. Él tampoco cesa de acariciarme y frotarme fuerte sobre él.Llevo una de mis manos a su pantalón, suelto el botón y la meto dentro de sus interiores. Toco la piel alrededor de su falo duro, erecto, impecablemente rasurado. Lo abrazo con mi mano y presiono su glande con mi índice. Gruñe fuerte, excitado. No me detiene. Me sonrío, le tengo agarrado y se siente bien en mi mano. Me siento posesiva, lo siento mío. Esta es la primera vez que agarro el miembro de un hombre y me encanta como se siente en mi mano. La Samantha de antes, la aburrida, dedicada e inocente se abría avergonzado. La de ahora, la atrevida, la desvergonzada. No.Me detengo de besarle, y le encaro mientras prosigo mi acción con mi mano sobr
No dormí bien, la recurrente voz de esa mujer que no pude reconocer y ni siquiera sé quién es, no me dejó pegar el ojo de solo pensar por qué Eliot ansiaba tanto su llamada. Tiene que ser eso para que estuviera esperándola. ¡Diantres! Me he levantado de mal genio por su culpa, o por la mía por crearme alas yo solita. Estúpidamente también tengo ganas de llorar. Eliot es un idiota. ¿Por qué no se quedó conmigo? Que ilusa soy de verdad al pensar que eso era posible. Largo un hondo suspiro, ya me he arreglado para salir de la habitación, pero no tengo muchas ganas de hacerlo y solo por no encontrarme con Eliot. Verlo solo me hará sentir más miserable. Así o más idiota que soy. Percibo golpecitos en la puerta, y miro hacia ella pensando quien toca de esa forma. Eliot no es, él simplemente abriría la puerta así le pusiera seguro. Decido ir a abrir cuando siento los golpecitos de nuevo, pero antes me percato que la falda plisada color coral que me p
Eliot definitivamente hará que envejezca rápido de los corajes que me da. Me doy la vuelta de espaldas y miro la lámpara en el centro del techo muy decepcionada. Me incorporo largando una exhalación y al hacerlo tropiezo mi vista con un hermoso vestido negro colgado en el perchero. Bajo de la cama y descalza voy a mirarlo más de cerca porque no lo he dejado allí y creo que alguien lo ha puesto allí. Mi decepción se aminora al ver que trae una nota pegada a la etiqueta. "Es para que brilles esta noche, princesa. M. Ferran". Sus palabras ponen una sonrisa más alegre en mi boca de las que haya tenido en todo el día. Que atento, siempre tan lindo y como me gustaría que estuviera aquí conmigo para ayudarme a pasar este mal trago. Lo que me hace pensar queno siempre el que tiene tatuajes y un pasado oscuro, doloroso, y lleno de traumas es el malo. Eliot ha tenido una vida de príncipe deDisney. ¡Y es un completo idiota!
El vestido que Ferran escogió para mí es precioso. Me queda ni mandado a hacer. Esa es la impresión que tengo cuando me miro al espejo. Recojo mi pelo en un moño alto, y voy a maquillarme cuando tocan mi puerta. Dejo eso a un lado y voy a abrir. Asumo que es Eliot que seguro debe estar esperando que baje, Pero me he tomado mi tiempo. Abro la puerta y me equivoco tremendamente, es Sabine y viene con una maletita muy bonita en sus manos. ―¿Puedo? ―pregunta levantándola hacia mí yo la miro con curiosidad―, es maquillaje, pensé que podía ayudarte ―añade y yo sonrío tonta. ―Sí, claro ―exclamo y me hago a un lado para que pase―, pero no tenías por qué molestarte. ―No es molestia, me encanta maquillar. Habría querido tener niños, pero ya vez ―expresa entrando y caminando hasta el tocador. Ella me mira y yo sonrío. Sabine me parece muy linda. ―Está bien, maquíllame ―le digo y ella sonríe empezando a abrir la maletita que está llena de toda cla
Me echo un poco para atrás cuando la acerca a mi cuello. ―¿Qué pasa, Sam? ―Eliot inquiere. ―No puedo aceptar llevar eso ―contesto, siendo un poco razonable. La miro con recelo, eso es demasiado para mí. ―Querida, es un regalo, y no acepto que me desaires negándote a recibirlo. Cuando dije que los regalos no siempre son para el destinatario, lo que quiero decir es que a Walter se olvidó que no tengo un cuello tan largo para lucir esa hermosa joya. En el fondo creo que lo compró para alguien como tú, y estaré feliz de que lo aceptes sin chistar. ―Me rehúso, debe ser muy costosa. Parezco tonta, pero hablo en serio. ―No te preocupes. Está hecha en platino engastada en diamantes. Tal vez solo un poco costosa; pero para mi marido es una baratija. Suspiro bajo y hondo, creo que tengo un mal concepto sobre las joyas costosas. Ahora resulta que son baratijas cubiertas de platino y diamantes. No insisto, me apena desairar a
Caminamos un corto tramo y nos detenemos a una considerable distancia de los invitados. podemos verlos a todos desde donde estamos. Mi mente no deja de pensar en eso que dijo, y aun me resuena eso de que va a derrocar a su padre. No tengo muchas referencias personales del señor Maddux, aparte de que es un millonario que ha cosechado una inmensa fortuna y toda su popularidad se reduce a eso. No es una figura pública que ande comentando su vida personal es un hombre que se destaca por su riqueza y sus negocios y nada más. Supongo que no todas las familias son perfectas, y el perfecto nido familiar de Eliot, parece tener una fisura bastante considerable. Eliot empieza a señalar con su vista a los supuestos miembros deLa mesa de los doce, y que ahora pienso que debe de ser alguna clase de mafia de cuello blanco o una sociedad secreta. Que ideas me da de verdad. ―Ese de allá ―Señala a un hombre como de la edad de su padre. Viste muy elegante