"Heitor"Llegué a la oficina muy emocionado, el día de hoy sería divertido, pues mi asesora comenzaría hoy y me libraría de toda la sobrecarga de trabajo, además tenía el chisme sobre Mellendez con su asesora y por la noche vería a Hanna. Todo estaba muy bien.Cuando la puerta del elevador se abrió en el último piso de mi edificio, donde estaba mi oficina, me encontré de frente con Melissa Lascuran sentada con las piernas y brazos cruzados, balanceando una de sus piernas y resoplando. Apenas había salido del elevador y ella vino hacia mí.—¿Estas son horas de llegar, Martínez? Tu escritorio es un desastre y tienes montones de asuntos pendientes. ¡Este negocio no tiene gestión! Si estás pensando en quebrar, avísame, porque ni pierdo mi tiempo en empezar a trabajar aquí —Melissa hablaba sin parar para respirar y mis ganas eran de salir corriendo y esconderme de ella.—¡Me cayó muy bien! —dijo Julia desde su escritorio con una enorme sonrisa, divirtiéndose con mi sufrimiento.¡Meliss
"Samantha"—Ay, mamá, estoy tan triste de no poder ir contigo al cumpleaños de la abuela Elenice —le dije a mi madre mientras almorzábamos en el centro comercial.—Lo sé, hija. Pero le encantará tu regalo y tú necesitas trabajar. Las responsabilidades siempre en primer lugar, Samantha —dijo mi madre.Mi madre era una mujer muy fuerte. Me crió sola. Mi padre nunca quiso saber de la responsabilidad. De vez en cuando aparecía diciendo que quería verme, pero era más para molestar a mi madre. Así que después de cumplir dieciocho años, lo puse a correr. No necesitaba un padre que aparecía solo cuando le convenía para crear problemas con mi madre. Era muy claro para mí que no tenía ningún interés en su hija.—¿Cuántos días te quedarás allá? —pregunté.—Una semana. Tomé algunos días libres y voy a aprovecharlos. A mí también me gusta el regazo de mamá —sonrió y le devolví la sonrisa—. ¿Estarás bien?—Sí, mamá.—Ahora cuéntame las novedades. ¿Cómo van las cosas en la tienda? —Mi madre y
"Heitor"Almorzamos con mi madre y Julia el martes, después de la confusión de los regalos intercambiados, y me volvieron loco con aquello.—Mamá, tengo una cosa más para ti —saqué del bolsillo de mi saco la tarjeta que aquella hermosa extraña dejó en la tienda del centro comercial y se la entregué a mi madre.—¿Qué es esto? —preguntó mi madre.Les conté la historia y las tres mujeres frente a mí se reían como niñas y se burlaban de mí. Mi madre leyó la tarjeta y se la pasó a Melissa y a Julia. Secándose una lágrima en la esquina del ojo de tanto reír, me dijo:—Heitor Martínez, soy una buena madre y te di educación. Ese comportamiento tuyo en la tienda es absurdo. Te recomiendo que vuelvas allá y te disculpes con la vendedora y que si algún día vuelves a encontrar a esa chica, te disculpes con ella también.—Mamá, no voy a volver a la tienda para disculparme —respondí.—Oh, sí, sí lo harás. Eres mejor que eso, Heitor. Y vas a volver y disculparte porque yo no crié a un hombre a
"Heitor"—Martínez, por hoy es suficiente —ya pasaban de las siete de la noche del viernes cuando Melissa decidió liberarme.—¿Qué? ¿Me vas a soltar más temprano hoy de nuevo? —le pregunté sonriéndole.—Si quieres te dejo una tarea para que hagas, pero yo me voy. Fue una semana cansada, das mucho trabajo.—No, sin tareas, por favor. Yo también estoy cansado. Pero me gustaría agradecerte.—¿Ah, sí? —Melissa se recostó en la silla con una sonrisita de gato que atrapó al ratón.—Sí. Tal vez me arrepienta de decir esto, pero voy a ser sincero, me trajiste de vuelta a la realidad. Estaba descuidando mi empresa y tú me pusiste en el camino correcto de nuevo. Gracias.—¡Te dije que me necesitabas! —Melissa amplió su sonrisa—. Solo por eso te voy a dar el fin de semana libre. Pero nada de llegar con resaca aquí el lunes, ¿entendido?—¡Lo prometo! —levanté la mano y se lo garanticé.Melissa recogió sus cosas y se fue. Tomé mi celular y llamé a Patricio. Salí de la oficina y fui a encon
"Samantha"—Vaya, menos mal que hoy es domingo y el centro comercial cierra más temprano —dijo Manu cuando nos encontramos en la puerta de la tienda donde yo trabajaba.—Ni me lo digas, Manu, ¡mis pies me están matando! —respondí haciendo una mueca de dolor.—Y hoy no tenemos quien nos lleve, Pablo está libre —me avisó Manu.—Qué bueno para él. Ha sido muy amable con nosotras.—Es verdad. Es súper buena gente. ¿Compartimos un taxi? Estoy demasiado cansada para tomar el autobús —propuso Manu y yo di gracias a Dios.—Yo pago el taxi, Manucita. También estoy muerta —salimos riendo.Cuando pasamos por la puerta fuimos rodeadas por Rómulo. Tenía una sonrisa cínica en el rostro. No había notado que estaba allí. Se paró frente a mí y me sujetó del brazo.—Vamos, Samantha, te llevaré a casa y aprovechamos para hablar —dijo Rómulo como si me estuviera dando una orden.—Rómulo, suéltame. No tengo nada que hablar contigo —respondí.—Claro que sí, querida. Vamos, cuanto antes dejes este
"Heitor"Pasé todo el domingo pensando en mi diosa. Pensé en ir a la tienda a verla, pero tal vez no sería buena idea abordarla en el trabajo, así que tuve una idea. Hoy almorcé en casa de mi hermana y ella estaba contando cómo mi cuñado la conquistó. Se conocieron en el colegio y mi cuñado enviaba a un amigo a entregarle notitas con frases cursis, incluso antes de que fueran presentados, y a ella le pareció tan gracioso que le dio una oportunidad.¿Por qué no? Voy a hacer como en los viejos tiempos y usar la idea de mi cuñado. Tomé el celular y llamé a mi sobrino, que contestó con voz adormilada.—Hola, tío. ¿Pasó algo?—Perdón, Enzo, olvidé que te acuestas temprano —dije mirando el reloj y viendo que eran más de las once.—¡Tengo escuela mañana, tío!—Sí, lo sé, pero quiero saber si puedes ayudarme con algo esta semana.—Sabes que te ayudo. ¿Qué es?—Voy a mandar al chofer a recogerte a la escuela. Le avisaré a tu madre.—Está bien. ¡Adiós!Al día siguiente, después de la e
"Heitor"—Martínez, vamos a terminar por hoy —Melissa volvió apresurada después de atender el celular.—¿Pero mi asesora ya está dando señales de cansancio? Pensé que eras más dura —no perdí la oportunidad de provocarla.—No te hagas el gracioso conmigo hoy, Martínez. No tengo tiempo —percibí que Melissa parecía preocupada.—¿Qué pasó, Melissa? ¿Algún problema? —pregunté genuinamente interesado.—Parece que sí, solo necesito ir a casa —Melissa suspiró cuando terminó de recoger sus cosas de mi escritorio.—Está bien. Si necesitas algo, házmelo saber. Estoy a tu disposición.—Gracias, Martínez. Hasta mañana.Melissa salió apresurada y yo me quedé curioso. Decidí llamar a Patricio, pero no me contestó, solo me envió un mensaje diciendo que me devolvería la llamada pronto. Me fui a casa a descansar, la semana apenas comenzaba, pero sería tan sobrecargada como la anterior.Patricio no me llamó, lo que me pareció extraño. Al día siguiente, cuando Melissa llegó, yo la estaba esperand
"Samantha"Pasé toda la semana recibiendo notitas del guapo insensato a primera hora de la tarde. Y yo que pensé que nunca más vería a ese hombre en la vida.Me hizo varias propuestas indecentes, pero todavía no había aparecido en la tienda. Siempre era el sobrino quien traía las notas y desde el primer día le di un sermón y me contó que su tío le había pedido que hiciera esto y me mostró una foto, así fue como supe que las notas eran del guapo.El guapo estaba coqueteando conmigo. Quería ver cuánto tiempo tardaría en aparecer en la tienda, pero me estaba divirtiendo con esas notitas y Enzo era un encanto que terminó pidiéndome algunos consejos para agradar a su novia y a cambio no le contaría a su tío que yo sabía quién me enviaba las notas. Llegaba a la tienda, me entregaba todas las notas del día y yo respondía a cada una. Estábamos jugando con el jugador, mientras el guapo pensaba que estaba siendo astuto, nosotros le estábamos dando la vuelta.Acababa de hacer una merienda con