4. Anhelado encuentro..

Lucía

Las gotas de sudor corrían por mi frente, intentaba controlar la respiración, faltaba poco para terminar el tiempo estipulado para alcanzar mi meta, mis zapatillas deportivas me pesaban y la ropa se pegaba a mi cuerpo empapada de sudor, miré el reloj en mi muñeca, solo cinco minutos más, ¡Tú puedes Lucia! repetía en mi mente.

¡Tú puedes!

El cronómetro sonó pi pi pi... Detuve el paso, caminé hasta la banca más cercana que se situaba bajo la sombra de grandes árboles frondosos del central park, mi respiración se fué controlando poco a poco mientras veía a niños jugar, mascotas paseando de la mano de sus dueños, personas haciendo ejercicio y algunas parejas dándose afecto.

—Hola pastelillo — escuché del otro lado de mi móvil.

— Hola mamá, hace tiempo no me llamabas así — sonreí recordando.

— Que te puedo decir, mi niña se ha crecido, aunque siempre será mi pastelillo.

Reí con ternura, acomodando el móvil sobre mi oreja y sosteniéndolo con el hombro mientras ataba el cordón de mis zapatos.

— ¿A qué debo tu llamada tan temprano mamá?

— ¿Debo tener horario para saber cómo está mi hija? — contestó en un tono de regaño.

— Claro que no mamá, lo puedes hacer siempre que quieras — volteé los ojos.

— Mi niña — su voz sonó nostálgica — solo quería desearte el mejor de los días, recuerda que este paso que das es apenas uno de los éxitos que están por llegar a tu vida — reprimió un leve sollozo — No olvides que tienes siempre mi apoyo y el de Joseph, cariño.

— Lo sé madre, gracias por tus deseos.

— Te quiero mi niña — dijo un poco más calmada.

— Yo también te quiero mamá — terminé la llamada.

Adoraba que me llamara pastelillo, solía llamarme así porque me encantaban los pastelillos cubiertos de chocolates con fresas y todas las tardes me compraba uno.

Mis primeros días de independencia iba a la pastelería más cercana y me comía uno por las tardes, era la forma de no extrañar a mis padres, de alguna manera creía que por medio del pastelillo ellos me reconfortaban.

Poco a poco fui dejándolos a un lado y fui inclinándome por otros gustos mas peculiares.

Ya no era la niña tierna que toda su ropa tenía que ser rosa, ahora había una paleta de mil colores pintando el camino de mi vida, ahora era Lucía Abbey Spencer, con maestría en Administración y negocios Empresariales.

Ya era hora de tomar rienda de mi vida.

Me levanté de la banca, ya estaba lista para empezar.

★★★

Noté dos llamadas perdidas de un número desconocido en mi nuevo móvil, el anterior había quedado sobre la cabeza de mi ex.

Las ignoré, revisé mi bandeja de entrada, respondí algunos mensajes, actualicé mis redes sociales, dejé el aparato sobre la barra de la cocina y me dispuse a preparar el desayuno.

Cuando ya estuvo listo, engullí todo con prisa.

Tomaría un baño largo.

Vertí sales y jabón en el agua de la bañera, me sumergí dejando solo mi cabeza sobre la orilla de esta. Mis músculos se relajaron llevándose toda tensión de mi cuerpo, disipando un poco los nervios.

Era raro, no era primera vez que lideraba una reunión tan básica con socios como la que tendría hoy, no iba a negociar, no estaba en juego la empresa, era solo una junta donde me presentaría ante los socios, no entendía por qué esa pequeña punzada en mi corazón seguía ahí.

Después de tener los dedos arrugados, salí del baño un poco más relajada.

★★★

— Firme aquí, por favor.

— ¿Quién las envía?

— No sabría decirle señorita, pero en la tarjeta está la información.

— Gracias. — le di una sonrisa amable al mensajero y cerré la puerta.

Olí el enorme arreglo de rosas rojas, mis favoritas. Las dejé sobre la mesa en la sala de estar con una sonrisa de oreja a oreja, este tipo de detalles sé que venían de papá, nadie mas haría algo así.

Volví a llenar mis fosas nasales con su fragante aroma, definitivamente mis favoritas y papá lo sabía, amaba cuando tenía este tipo de detalles.

Retiré la tarjeta para leer el mensaje que habia dejado dándome apoyo por mi nuevo comienzo.

Eres extraordinaria.

Eres exitosa.

Eres brillante.

Eres tú.

Puedes con todo bebé.

Tu amor por siempre, Adam.

La sonrisa se fué desvaneciendo de a poco mientras leía lo que decía la tarjeta, arrugué el papel con mis manos y lo tiré a la basura.

Cómo se atrevía el muy estúpido a enviarme flores, como tenía la osadía de enviarme flores deseandome lo mejor, ¡Qué hipócrita era!, después de casi un mes.

¡¡Un mes!!

Aparece con un estúpido arreglo de flores, ¿Qué pretende? ¿Qué le dé las gracias?.

Traté de calmarme.

Hoy sería un día importante para dar el siguiente paso al éxito, era el día que me reuniría con papá y sus socios para familiarizarnos antes de estrechar lazos empresariales.

Era el día que iba a dar todo de mí.

Siempre fui una chica aplicada en la universidad, siempre tuve las mejores notas y ocupé los mejores puestos.

El objetivo en mi vida era crear mi propia empresa yo sola desde cero, pero el cargo que tenía dentro de la empresa de papá me absorbía mucho y así de a poco me fui olvidando de mis sueños.

Ahora me enfrentaba a una carga más pesada, debía poner sobre mis hombros toda la responsabilidad de la empresa. Como cabeza de todos los negocios de papá, no podía defraudarlo, yo no me lo perdonaría.

Yo era su orgullo y le iba a demostrar que podía confiar en mí.

★★★

— Te ves preciosa Lú — Holly me miró con orgullo a través del espejo.

— ¿Quedó bien mi peinado? — pregunté indecisa.

— Es muy acertado, te ves empoderada amiga — me animó con una sonrisa.

Detallé mi figura en el espejo.

Había recogido mi cabello en una coleta alta, llevaba un maquillaje natural adecuado a la ocasión, vestía una falda tubo negra que se ceñia a mi cuerpo, camisa manga larga semitransparente que me daban elegancia y sensualidad, tacones altísimo punta aguja negros y cinturón a juego.

Me sentía imparable.

— ¿A qué hora viene el señor Abbey por ti? — me sacó de mis pensamientos.

— Dijo que me enviaría al chófer a las nueve y treinta, y él me esperaría en la entrada de la empresa.

— Oh — pronunció Holly — ¿Quieres que te acompañe?

— No, está bien, puedo ir sola, no te preocupes, ya me siento más tranquila.

— Sabes que no tengo problema en hacerlo — me sonrió.

— No lo dudo amiga, gracias por tu apoyo — le devolví el gesto.

— Ya recoge tus cosas y mueve ese culo hacia el auto antes que me hagas llorar — me dió un abrazo.

— Que rápido crecen — dijo, sacándome una carcajada.

Como amaba a esta loca y sus ocurrencias.

Tomé el bolso y mi abrigo, me dirigí a la salida del apartamento, pero Holly me detuvo al hablarme.

— Lucía... — me llamó y volteé — ¿De donde salieron esas rosas? — observó raro el arreglo que yacía sobre la mesa y luego me miró a mi esperando la respuesta.

— Tíralas a la basura — dije sin más y cerré la puerta tras de mí.

★★★

— ¿Lista cariño?

— ¡Lista papá! — afirmé.

Me ofreció su brazo en forma de gancho para que me aferrara a él y no dudé en tomarlo.

Su cara era un poema, irradiaba felicidad y orgullo, caminaba como si llevara a su lado a miss universe. Y así me sentía yo, él me daba la seguridad que nadie nunca me había dado.

Los nervios habían quedado atrás, papá se había encargado de erradicarlo de mí, él era mi motor, era mi bastón, papá era todo para mí.

Llegamos al último piso, uno al lado del otro, entrelazados de brazos, nos dirigimos directamente a la enorme sala de juntas, preparada previamente por Susana, la secretaria de papá con ayuda de Angelo, mi asistente, este último nos recibió en la entrada de la sala.

— Señor y señorita Abbey — dijo a modo de saludo.

Papá y yo asintimos al tiempo, correspondiéndole.

— Ya los socios esperan por ustedes — continuó hablando — adelante.

Abrió la enorme puerta en dos, dándonos paso a papá y a mí al tiempo.

Detallé por encima la sala, había alrededor de veinticinco personas entre hombres y mujeres, la mayoría de mediana edad.

Papá soltó mi brazo, saludó a los presentes, y yo me quedé a su lado en una posición erguida, sobre mis tacones. Con el mentón levantado en señal de seguridad y confianza.

— Buenos días — saludó papá.

— Buenos días — Los presentes respondieron al unísono.

Yo miraba hacia el frente, a ningún punto en específico, mientras todas las miradas se posaban en papá que estaba al frente hablando y en mí que seguía a su lado.

— Iré al grano — empezó diciendo mi padre.

Él era un hombre de pocas palabras, solo decía lo justo e iba al punto de inmediato.

— Sé que muchos tienen compromisos, no les pienso quitar mucho tiempo — continuó hablando — como todos ya saben, he decidido retirarme de los negocios y del mando de mis empresas — se escucharon murmullos — el motivo por el que he convocado esta junta es para que conozcan a mi hija, Lucía Abbey Spencer — me señaló — ella será la nueva cara de A&S asociados.

» No se confundan, ella es más que una cara bonita — se escucharon risas en la sala — les doy la plena seguridad que quedan en buenas manos. — concluyó papá.

Di un paso hacia adelante detallando cada una de las caras de los que estaban allí presente, algunas ya conocidas, otras no tanto.

— De acuerdo con papá soy más que una cara bonita — traté de entrar en confianza — En mí pueden encontrar una amiga aparte de una socia...

Sentí un aire frío que me hizo estremecer, los vellos de mi nuca se erizaraban al tiempo que yo fijaba mi atención en unos ojos azules que me escudriñaban como si quisieran desnudar mi alma.

No tardé mucho en percatarme que eran los mismos ojos que me miraron con intensidad en Ibiza.

¡¡Era el estúpido arrogante de cara linda!!

Noté un esbozo de sonrisa, que intentó ocultar con el dedo índice sobre sus labios cuando le sostuve la mirada.

¡Se estaba burlando de mi!

Me guiñó un ojo haciendome salir de mi estupor, alcé el mentón, le sostuve la mirada y continúe con mi discurso.

¿Qué hacía aquí?

¿Quién era?

Por qué de todas las partes del mundo me lo iba a encontrar aquí, en mi empresa... ¿Había investigado mi vida?, ¿Sabía quién era yo?, ¿Era un acosador? Esas preguntas se formularon en mi mente creando un nudo en el estómago.

Sus palabras se repitieron en mi mente.

"Quiero follarte"

Ahora no diablillo, me reprendí mentalmente.

Quería que dejara de mirarme, no entendía porque me incomodaba tanto su mirada, por el contrario, sus ojos azules se volvieron oscuro, casi negros, como si se creara una tormenta en ellos.

Mi estómago se comprimió más, me aferré al brazo de mi padre, él me sonrió dándome seguridad hasta que concluí mi discurso.

★★★

Iba vestido en un traje negro hecho completamente a la medida, camisa negra, que dejaba ver el inicio de su torneado pecho con dos botones sueltos sin corbata, zapatos de cuero, el cabello castaño y lacio peinado hacia atrás y algunos mechones rebeldes caían sobre su frente trasmitiendo un estilo elegante pero fresco.

Mis fosas nasales se inundaron de su fragancia, olía a matices de mar y Sol y algo cítrico.

¿Naranja podría ser?

Por primera vez pude detallar su rostro y... ¡Oh por Dios!.

Sus ojos eran azules como la profundidad del mar que podías perderte en ellos, su nariz perfilada, su sonrisa era hermosa y ni hablar de los hoyuelos que se le hacían cuando reía y su boca... ¡Oh por Dios!

Su boca, era... Era... Era...

No encontré palabras perfectas para describir sus carnosos y provocadores labios.

¡Era un dios griego!

Cierra la boca, estas babeando, habló el diablillo.

Lo tenía frente a mí, a menos de un metro de distancia y lo observaba hablar con algunos socios que quedaban en la sala, caminó hacia nosotros.

— Señor Connor — saludó papá.

Ok, no era un acosador, no me siguió ni me investigó, papá lo conocía.

¿Quién carajos era?.

— Llámame Damián, por favor — correspondió el saludo de papá — es extraño escucharlo de tu boca sabiendo que me cargaste y seguramente limpiaste mi trasero también — papá carcajeó por su comentario.

— Tienes el mismo humor de tu padre, hijo — lo abrazó y palmeó su espalda.

— Me lo dicen muy amenudo — me miró, mientras abrazaba a papá que me daba la espalda.

Se separaron y papá acomodó su traje.

Fruncí el ceño mirando de uno al otro, extrañada por la escena, si era tan cercano a papá, yo ¿por qué no lo conocía?

El estúpido de cara linda, ahora llamado Damián, centró su mirada en mí sin disimulo, papá notó el interés y se apresuró a presentarnos.

— Cariño — se dirigió a mí — Él es el hijo de Donatello, ¿Lo recuerdas?... Heredó toda su fortuna y con eso, la asociación que tenía con él.

— Un gusto, Damián Connor — extendió la mano.

Yo seguía perpleja analizando la información, tenía algunos recuerdos confusos de Donatello, le decía tío Donato desde pequeña, pero dejé de verlo luego de un tiempo y me había olvidado de él.

Ahora estaba su hijo frente a mí con una sonrisa de satisfacción, como si estuviera jugando algún tipo de juego que yo desconocía, pero que a juzgar por su estúpida sonrisa yo lo iba perdiendo, y para completar era el socio de casi todos las acciones de mi padre.

¡Perfecto!

Yo también jugaría su juego.

Me erguí, tomé postura, alcé mi barbilla y le estiré mi mano — El gusto es mío, Lucía Abbey — sonreí falsamente.

Sentí una corriente extraña en la punta de los dedos, intenté alejar mi mano rápidamente pero él afianzó su agarre como si no me quisiera soltar, mis manos y mi pulso se aceleraba, al tiempo que se formaba un nudo en mi estomago.

— Ya vuelvo cariño — papá interrumpió la extraña conexión.

» Pido disculpas — se refirió a Damián que soltó mi mano cuando se percató que aún la sostenía.

Salió de la sala con las pocas personas que quedaban dejandonos solos.

¡¡¡Solos!!!

¡Él y yo solos!

— Es un gusto volver a verte — se acercó más a mí.

— Qué pena no poder decir lo mismo — lo fulminé con la mirada.

— Hace cinco segundos dijiste lo contrario — sonrió con sarcasmo.

— Jugaba tu juego — crucé mis brazos sobre mi estómago.

— ¿Cómo qué jugabas mi juego? — alzó una ceja.

— Fingir que no me conocías — recosté mi trasero sobre la mesa apoyándome con los pies en el piso.

Se acercó como cuando una pantera acecha a su presa, con esa mirada turbia sobre mí, posó las manos a lado y lado de mi cuerpo encerrandome, su aliento rozó mi mejilla y chocó contra mi oído erizado todos los vellos de mi cuerpo.

— Señorita Abbey — habló a mi oído casi en un susurro — yo nunca fingiría...

Papá carraspeó su garganta, haciéndonos dar un respingo de susto a los dos.

— Ya despedí a los asistentes — nos miraba con rareza.

— Ya nos podemos ir entonces — me apresuré en tomar su brazo y salir de la sala.

— ¿Bajas con nosotros Damián? — preguntó papá, el estúpido de cara linda asintió.

★★★

El ascensor bajaba más lento que de costumbre, Damián y papá charlaban sobre cosas de la empresa, uno estaba al lado del otro, mientras yo estaba en una esquina intentando concentrarme en los botones que marcaban el piso por donde iba bajando la caja de acero, ajena a su conversación.

Miré hacia el suelo del ascensor extrañada, Damián estaba agachado atando los cordones de sus zapatos que ya estaban ... ¿atados?.

Era tarde cuando quise darme cuenta de su juego.

Subió con toda la lentitud que podía ejercer rozando su mano en mi tobillo, subiendo de a poco por mi pierna, tocando con sus nudillos mi piel que se erizaba por donde pasaban sus dedos, su contacto era una tortura.

El cosquilleo que sentía en mi vientre aumentó al subir y posar su mano al inicio de mi muslo donde terminaba el largo de mi falda, entreabrí mi boca intentando respirar sin esfuerzo, disimulando la sensación que su roce provocaba en mi piel.

Papá terminó la llamada en la que estaba sumergido, al tiempo que Damián terminaba su juego.

¿A qué jugaba?

¿Qué quería de mí?

¿Por qué lo hacía?

No sabía cuál era su juego, ni cómo se jugaba, pero estaba segura que había un perdedor y ese no iba a ser yo.

Si quería jugar, yo estaba dispuesta a arriesgrame... Y sería un juego sucio.

Muy sucio...

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