El día de noche buena viajamos Daniel, mi madre, Leia y yo en su coche, tuve que ir detrás porque a la niña le entro una mamitis aguada a medio viaje y la lleve cargada lo que nos quedó de carretera. Él no nos dijo donde íbamos a quedarnos hasta estaciono el auto en la entrada de una cabaña en medio de la nada.
–La rente por varios días, por si quieres quedarte– me dijo cuando estuvimos dentro. No era tan grande como se veía por fuera, pero tenía un balcón con unas vistas de las montañas de en sueño.
–Quiero quedarme a vivir aquí– mi mamá se paseó por todo el lugar, abriendo ventanas para que, segundo ella, el aire ventilara. Leia le dio la bienvenida correteando por toda la cabaña hasta que se cansó y le pidió a su abuela que la cargara.
Teníamos bastante tiempo antes de ir a cenar a casa de los Vitt
–Hacía un buen tiempo que no entraba aquí– pasee por el estudio de Alejandro. –No ha cambiado nada– tome unos documentos que estaban sobre el escritorio. Arturo estaba apoyado en el brazo de uno de los muebles.–Sí, mamá lo ha mantenido todo igual–lo mire sobre mi hombro, había pasado tanto tiempo de aquel día que nos presentamos. Sonreí. –¿Qué?–Nada… solo que estaba recordando el día que nos vimos por primera vez aquí. – se le puso la cara colorada. Se paso la mano por el cabello nervioso.–Un momento incomodo.–Para ti.–Para mí– deje los papeles donde estaban y me acerque a él, en el camino saque el dibujo que Daniel me había entregado hace unas horas– quería que habláramos de esto– se lo pase, nuestras manos se rozaron
DanielNo me había dado cuenta de que Isabel se retiró, la busqué con la mirada, pero no la encontré, solo estábamos Arturo y yo, y era, realmente extraño esta situación, estar aquí sentados manteniendo una conversación sobre música, arte y filosofía, se sentía normal, como si nos conociéramos de toda la vida. Como si fuéramos amigos desde siempre.–Mi padre me influencio muchísimo– dijo después de uno segundos. –sobre casi todo, con los libros, la música, la filosofía, él nunca lo admitió, pero sé que defendía bastante a Marx, le gustaba mucho sus ideologías, pero que al mismo tiempo lo hacían dudar de todo.–Yo creo que ese es el papel principal de la filosofía.–Lo mismo pienso y lo que les enseño a mis alumnos, a dudar de todo.
Después de las vacaciones, que se fueron en un abrir y cerrar de ojos, Arturo y yo asistimos el primer día de regreso a clases de nuestra hija, al llegar con su maestra le contamos lo sucedido y ella nos organizó una reunión con la directora y la psicóloga.–Hasta ahora no he notado ningún comportamiento agresivo por ninguno de los estudiantes del salón, todo lo contrario, todos se llevan bastante bien– confeso la profesora.–Puede que sea alguien de otro salón– Arturo parecía bastante molesto– por eso no se ha dado cuenta– ella asintió.–Si ese es el caso– todos miramos a la directora– estaremos vigilando los niños fuera del aula.–Perfecto.–Le asignare unas consultas a Leia esta semana para llegar al fondo de esto– todos estuvimos de acuerdo, la psicóloga llego a un acuerd
Es verdad que quería irme a casa, pero en vez de eso, le di la mano y dejé que me guiara hasta su dormitorio. Estaba tan fuera de mí, como si todo aquello estuviera pasando solo en mi cabeza, no quería sentirme así, tan apartada de la realidad. Estaba hecha un lío, Daniel rozo sus labios con los míos y ahuyento todos aquellos pensamientos, cerré los ojos para dejarme llevar, sus manos se deslizaron por mis brazos.–¿Estas bien? –susurro sobre mis labios, asentí, no podía pronunciar ni una sola palabra– si quieres lo dejamos aquí– negué y envolví mis brazos en su cuello y lo besé yo esta vez. Me dejo puesto el corse de la lencería, las bragas, ellas fueron a aparar a algún lugar de la habitación. En el momento que se deslizo dentro de mí, experimente toda la clase de emociones que me nublaron la mente y me dejé
Hacía unos días que Daniel no se quedaba a dormir, solo nos estábamos viendo en la oficina o yo iba a su casa cuando Leia estaba en casa de Arturo, me sorprendió bastante cuando lo vi aparado en mi puerta, con aquella sonrisa suya de lado.–Hola– dijo, se inclino y me beso en la mejilla derecha– ¿Cómo estás? – lo mire perpleja. –¿Quieres ir a cenar? O nos podemos quedar– algo dentro de mí se calentó en aquel momento, no, no quería ir a ninguna parte porque quería que estuviera solo para mí, porque, aunque no lo diría lo había extrado muchísimo. Me hice a un lado y lo dejé pasar. –¿Te comieron la lengua los ratones? – se paro justo frente de mí, mirándome fijamente a los ojos, me mordí el labio– bueno… nos quedamos entonces.–Sí– dij
–Hola– levante la mirada de la pantalla, Daniel estaba parado en la puerta, sosteniéndola con una enorme sonrisa en sus labios.–Hola– lo mire intrigada, fue tan solo unos días atrás que me conto lo que su hermano pequeño y desde entonces no volvimos a tocar el tema, aunque quisiera saber más, cómo estaba ahora que me lo había contado, si algo cambio el que me hablara de aquello.–¿Estas muy ocupada?–No, solo estoy revisando los estados financieros que me han enviado de finanzas.–Ya– chasqueo con la lengua– ¿Puedes venir conmigo un momento? Quiero mostrarte algo.–Sí– cerré la pantalla de mi ordenador y me puse en pie, bajándome la falta. –¿Qué quieres enseñarme? – le pregunte cuando llegue hasta donde estaba.–No te diré hasta que estemos all&iac
Iba a hacerlo, iba a pasar todo el fin de semana con Daniel en New York y mientras el viernes en la noche me subía a un avión a su lado el estómago se me removía como si quiera vomitar, me encontraba nerviosa y ansiosa a la vez, queriendo tirarme por la ventanilla, al mismo tiempo deseaba recostarme de su hombro, él llevaba todo el camino inmenso en una revista de autos, de vez en cuando le echaba una miradita a lo que veía. No nos habíamos dicho nada desde que nos sentamos y estábamos a casi 30 minutos de llegar a nuestro destino y ya no sabía qué hacer para matar el tiempo. Tomé una respiración profunda y cerré los ojos. Dejando ir mis pensamientos una y otra vez, dándole mente a las cosas que ocurrieron en los últimos días, qué días, en los últimos meses, como Daniel había puesto todo mi mundo de cabeza, pero a la vez me centro en lo que impo
En las últimas semanas, luego del viaje a New York, Daniel y yo no nos habíamos dado mucha tregua, estábamos más unidos que nunca, y yo me sentía tan bien de tenerlo ahí todo el tiempo. En el único momento que nos separábamos por varias horas era los sábados, porque esas horas eran dedicadas a compartir con Remy, algunos días llevaba a Leia y después de nuestro desayuno nos íbamos de comprar y paseábamos por ahí, hablando de todo y de nada a la vez. Ella se veía realmente bien, traía unas cuantas libras más y parecía muchísimo mejor que cuando empezamos a vernos, nosotras nos realmente estábamos unidas ahora, lo mejor de todo era que no hablábamos de él, a menos que sea necesario, algo realmente importante relacionado con nuestra hija o así. En ese momento, me empecé a dar me cuenta de que hace tiempo no pensaba en Ar