LAS GALERAS DE SANTOÑÁNLa galera crujía como si la torturasen, y la tablazón semejaba ir a partirse en dos en cualquier momento. Las jarcias se combaban bajo el peso de las velas completamente empapadas, y los cabos a duras penas resistían en sus amarres. Desde la galera que comanda Ramiro de Santoñán, se divisa la cubierta barrida por las embravecidas aguas, de la del de Amaya, que en la proa de la nave da órdenes para tratar de salvar la galera que se estrena contra el mar, y no contra el turco.Los remos se cruzan en la cubierta, y a ellos se agarran los que allí sirven, que de ellos dependen sus vidas en momentos tales. No ven la galera de Leizo que el mar simula haberse tragado, y sus almas suspiran por saber de su destino. Se bandean las naves y se encrespan las olas que los hacen trepar sobre sus crestas como cascarones de nuez. Caen en picado y les parece que es llegado su fin, cuando la galera sube de nuevo una y otra vez en medio de la más absoluta oscuridad, que el averno
FUEGO EN SEFARADEn la costa del levante español, cabalga raudo un mensajero del conde don Rodrigo de Pechuán que tiene malas nuevas que darle a su señor. Por los caminos embarrados llegan los soldados del marqués de Aguilas, que tiene que dañar a su suegro si éste no le entrega la mano prometida de su hija, que la esconde y no cumple, con aquello que se le debe a él. El frío viento de la mañana raspa el rostro del soldado que desde la torre de vigilancia del interior ha trotado destripando terrones al paso de su corcel, sin parar que comer no debe, ni beber tampoco hasta poner en mano de su señor el tan preciado mensaje de aquel que es el marqués de Aguilas, que con su gente viene.Don Rodrigo está en lo alto de la torre del homenaje y ve el mar en su plenitud, extendiéndose como un manto que siempre le pareció bello y ahora se traga para siempre su mayor tesoro, la hija que le quedó de la muerte de su amada esposa. Porque él cree que es el mar el causante de su desgracia, y que ell
CABALLERO DE LA ORDEN HOSPITALARIAPasan los días en completa calma, y se recuperan los heridos de la refriega naval con los turcos. Felipe de Leizo, y el maestre conversan y es éste el que le comunica lo extraordinario de la situación, y como le ha nombrado caballero a Juan su escudero sin que ésta pudiera rechazar tal honor que solo ellos saben de su condición femenina. Los ojos de Leizo se abren dilatados y comprende lo delicado de la situación, que de decirle que es mujer y no varón podría incurrir en pecado mortal y condenar a su fiel compañera de viaje, que ama tanto como su alma a su dueña. Decide callar y continuar como si estuviese de acuerdo asintiendo sin decir palabra. Corre en cuanto le es posible para consolar al aya que llora en su cuarto que mujer es y no varón. La abraza y ella entre sollozos se disculpa que el miedo atenazaba su lengua y no pudo decir de su condición el ser. Llega en ese instante doña Isabel que don Alonso es, y comprende al escuchar lo acaecido lo e
SICILIA DEL REY DON FERNANDOEn medio del mar hostil a don Rodrigo de Pechuán, éste se acerca a la isla de Sicilia que gobierna en nombre del rey don Fernando don Martín de Santoñán. En ella pena el gobernador que por valerse su hijo de caballero ser nombrado se aleja de su mano y estrena sus alas como ave de rapiña que sale de caza. Pena por su alma y su persona que nada del mundo sabe, y que de espada poco ha de hacer si se le encara un turco.En las radas del puerto le espera un judío que comercia con turcos y cristianos por igual, con la ventaja de tener al propio gobernador de su parte que le salvó la vida pagando rescate por su augusta persona cuando estuvo en poder de Mohammed al Fassín. En sus manos sostiene una bolsa con piedras preciosas traídas de la lejana India que brillan como brasas del averno, y vale el rescate de un rey. Es orden de don Isaac Abravanel, que le proporcione todo cuanto sea menester al conde de Pechuán que a los de su traza protegiera de las garras de lo
LAS GALERAS DE SANTOÑÁN La galera crujía como si la torturasen, y la tablazón semejaba ir a partirse en dos en cualquier momento. Las jarcias se combaban bajo el peso de las velas completamente empapadas, y los cabos a duras penas resistían en sus amarres. Desde la galera que comanda Ramiro de Santoñán, se divisa la cubierta barrida por las embravecidas aguas, de la del de Amaya, que en la proa de la nave da órdenes para tratar de salvar la galera que se estrena contra el mar, y no contra el turco. Los remos se cruzan en la cubierta, y a ellos se agarran los que allí sirven, que de ellos dependen sus vidas en momentos tales. No ven la galera de Leizo que el mar simula haberse tragado, y sus almas suspiran por saber de su destino. Se bandean las naves y se encrespan las olas que los hacen trepar sobre sus crestas como cascarones de nuez. Caen en picado y les parece que es llegado su fin, cuando la galera sube de nuevo una y otra vez en medio de la más absoluta oscuridad, que el averno
DOÑA MARCIA ,SEÑORA DEL CASTILLONo ve don Rodrigo el momento de reanudar la búsqueda que el corazón le dice que en avispero se mete la hija de su muslo, y no puede perder a la que ama como amó a su madre que solo ella le queda de la que fue esposa nada un día. Y como si sus pensamientos leyese de lejos, aparece en la puerta que dejase cerrada doña Marcia sujetando con sus dedos largos y blancos el marco de ésta.-¿Dais vuestro permiso don Rodrigo?-le sonríe con la luz en los ojos y los velos que cubren sus cabellos revoloteando en torno suyo.-Pasad señora, que venís caída del cielo mismo, en momento que mi corazón y mi mente cavilan como nunca lo hiciesen antes.-¿Qué es eso que os perturba tanto amigo mío? ¿no es acaso la suerte de vuestra hija, que lejos de vos anhela retornar a la calma del hogar?-Eso mismo es lo que le ocurre a mi alma, que no sabe de estas cosas, que en la guerra soy de espada firme, y en estas lides se me derrota como a niño recién destetado.-Calmaos mi seño
ABRAHAM BRESANEL, EL HEBREOEstá cerca el pueblo, y ve de lejos las naves que surtas en el puerto, se aparejan como hermanándose en una fiesta por haber llegado salvas al destino prefijado. Se pregunta si una de esas naves es la que le interesa…corre sin pensar que ya se halla en las proximidades de las radas portuarias, y ve enfrente de una de ellas a un grupo de ricos señores que por sus ropajes se adivina son ricos comerciantes que su lujo exhiben ante el populacho.Con la sangre acelerada se aproxima y una cara de larga nariz y rasgos típicamente hebreos le mira reconociendo en el noble rostro de Rodrigo al apesadumbrado conde padre antes que hombre de la que se halla perdida en el mar de los turcos que gobiernan en la sección oriental del Mediterráneo.-¿Señor…? ¿sois vos quien espera al conde don Rodrigo…?-Somos mi hijo Samuel y yo mismo Abraham Bresanel, pariente de Isaac Abravanel que tan bien cuidasteis de su alma en Sefarad que ahora os devuelve el favor por su vida que per
EL MARE NOSTRUMEn el mar el conde don Rodrigo de Pechuán viajaba en el navío de Abraham Bresanel, que en su camarote se dispone a comerciar ventajosamente con los turcos que proveen la casa del sultán de especias, sedas y armas ricamente enjoyadas. Samuel, su hijo se acomoda en la borda de babor y charla con el conde, que impensable fuera tal cosa en tierras de doña Isabel de Castilla.-Es difícil la primera vez adaptarse a las costumbres de los turcos, pero cuando se trata con ellos uno se hace a la idea y no son a fin de cuentas tan malos como se les pinta en Sefarad.-Sí, supongo que la expulsión a creado un ambiente de agresividad contra todo aquel que no sea cristiano y eso incluye a los de tu raza.-¿Sabéis señor de Pechuán que los judíos sefarditas no solo somos de Sefarad? Los hay de Inglaterra, de Francia que llegaron expulsados a su vez del país de los francos de peor manera, y de muchas otras naciones, que más que de raza, somos de religión hermanos.-Si fuésemos hermano