LAS GALERAS DE SANTOÑÁN La galera crujía como si la torturasen, y la tablazón semejaba ir a partirse en dos en cualquier momento. Las jarcias se combaban bajo el peso de las velas completamente empapadas, y los cabos a duras penas resistían en sus amarres. Desde la galera que comanda Ramiro de Santoñán, se divisa la cubierta barrida por las embravecidas aguas, de la del de Amaya, que en la proa de la nave da órdenes para tratar de salvar la galera que se estrena contra el mar, y no contra el turco. Los remos se cruzan en la cubierta, y a ellos se agarran los que allí sirven, que de ellos dependen sus vidas en momentos tales. No ven la galera de Leizo que el mar simula haberse tragado, y sus almas suspiran por saber de su destino. Se bandean las naves y se encrespan las olas que los hacen trepar sobre sus crestas como cascarones de nuez. Caen en picado y les parece que es llegado su fin, cuando la galera sube de nuevo una y otra vez en medio de la más absoluta oscuridad, que el averno
DOÑA MARCIA ,SEÑORA DEL CASTILLONo ve don Rodrigo el momento de reanudar la búsqueda que el corazón le dice que en avispero se mete la hija de su muslo, y no puede perder a la que ama como amó a su madre que solo ella le queda de la que fue esposa nada un día. Y como si sus pensamientos leyese de lejos, aparece en la puerta que dejase cerrada doña Marcia sujetando con sus dedos largos y blancos el marco de ésta.-¿Dais vuestro permiso don Rodrigo?-le sonríe con la luz en los ojos y los velos que cubren sus cabellos revoloteando en torno suyo.-Pasad señora, que venís caída del cielo mismo, en momento que mi corazón y mi mente cavilan como nunca lo hiciesen antes.-¿Qué es eso que os perturba tanto amigo mío? ¿no es acaso la suerte de vuestra hija, que lejos de vos anhela retornar a la calma del hogar?-Eso mismo es lo que le ocurre a mi alma, que no sabe de estas cosas, que en la guerra soy de espada firme, y en estas lides se me derrota como a niño recién destetado.-Calmaos mi seño
ABRAHAM BRESANEL, EL HEBREOEstá cerca el pueblo, y ve de lejos las naves que surtas en el puerto, se aparejan como hermanándose en una fiesta por haber llegado salvas al destino prefijado. Se pregunta si una de esas naves es la que le interesa…corre sin pensar que ya se halla en las proximidades de las radas portuarias, y ve enfrente de una de ellas a un grupo de ricos señores que por sus ropajes se adivina son ricos comerciantes que su lujo exhiben ante el populacho.Con la sangre acelerada se aproxima y una cara de larga nariz y rasgos típicamente hebreos le mira reconociendo en el noble rostro de Rodrigo al apesadumbrado conde padre antes que hombre de la que se halla perdida en el mar de los turcos que gobiernan en la sección oriental del Mediterráneo.-¿Señor…? ¿sois vos quien espera al conde don Rodrigo…?-Somos mi hijo Samuel y yo mismo Abraham Bresanel, pariente de Isaac Abravanel que tan bien cuidasteis de su alma en Sefarad que ahora os devuelve el favor por su vida que per
EL MARE NOSTRUMEn el mar el conde don Rodrigo de Pechuán viajaba en el navío de Abraham Bresanel, que en su camarote se dispone a comerciar ventajosamente con los turcos que proveen la casa del sultán de especias, sedas y armas ricamente enjoyadas. Samuel, su hijo se acomoda en la borda de babor y charla con el conde, que impensable fuera tal cosa en tierras de doña Isabel de Castilla.-Es difícil la primera vez adaptarse a las costumbres de los turcos, pero cuando se trata con ellos uno se hace a la idea y no son a fin de cuentas tan malos como se les pinta en Sefarad.-Sí, supongo que la expulsión a creado un ambiente de agresividad contra todo aquel que no sea cristiano y eso incluye a los de tu raza.-¿Sabéis señor de Pechuán que los judíos sefarditas no solo somos de Sefarad? Los hay de Inglaterra, de Francia que llegaron expulsados a su vez del país de los francos de peor manera, y de muchas otras naciones, que más que de raza, somos de religión hermanos.-Si fuésemos hermano
LA SUBLIME PUERTACon las dos mujeres a caballo y cambiando lo menos posible, que sabe Leizo de lo exhaustas que se hallan ambas, dan comienzo a la caminata que les llevará a las inmediaciones de Estambul. Allí conocerán su destino, que han de ser contratados si todo anda bien, como hijos de la espada, y así introducirse en el ejército del sultán. Han de conocer que son musulmanes de lejos venidos, y de armas expertos, para de esta manera no tener problemas. El camino tortuoso y el sol abrasador les terminó de agotar, y se dejaron caer a la sombra de un escuálido árbol a las afueras de la ciudad amurallada de Estambul .Ante ellos las torres reconstruidas de los bizantinos cuadradas y altas sujetas por muros dobles de ladrillo rojo, se lazaban orgullosas de sus nuevos amos. Los otomanos le habían devuelto el esplendor a la decadente ciudad bizantina y la había encumbrado a capital del imperio, dignificándola.Erguidos y haciendo acopio de sus últimas fuerzas entraron por la puerta de
EL MEDICO DEL SULTANPor la puerta del palacio entra una exigua comitiva guiada por un enorme eunuco negro que les franquea el paso sin que nadie se atreva a detenerle. Selim, era el jefe de los eunucos del sultán desde hacía diez años, y sus deseos eran órdenes para todos los que moraban en palacio. Tras él iba David Behjat, acompañado de su padre Solomon Behjat que era el médico oficial del sultán desde su llegada a Turquía en una de las galeras de Bayaceto II.El sultán se hallaba indispuesto a causa de los excesos sufridos la noche anterior y necesitaba de sus servicios. Solomon conocedor de los apetitos insaciables del sultán llevaba consigo algunos purgantes y unas hierbas que le calmarían el dolor de estómago. Los corredores del medieval palacio de Topkapi, le infundían una sensación de frialdad y le desconcertaba el hecho de que lo hubiesen construido con tantos recovecos y pasillos que carecían de sentido. Selim se volvió en aquel preciso instante, como si hubiera leído la me
LOS MERCENARIOS CRISTIANOSEl sultán Bayaceto II era informado en aquel preciso instante de la existencia de una tropa de mercenarios desempleados en las cercanías de la ciudad, afortunadamente para él que comenzaba a necesitar efectivos para combatir al Khan de Astrakán que dependiente de la decadente Horda de oro, atacaba las fronteras del imperio otomano, poniendo en peligro la estabilidad de sus límites exteriores. En el salón del trono, entre cojines de seda y oro, situado en medio del trono de oro adornado de numerosas turquesas, fumaba una narguile, mientras los ulemas y el gran visir del imperio le relataban las atrocidades cometidas por las hordas de tártaros que asolaban los campos de sus súbditos y secuestraban a sus hombres, para esclavizarlos en sus heladas tierras del norte.-Es necesario detener esta sangría de hombres y alimentos que son desviados a los ejércitos de este Khan tártaro que dirige el más numeroso de los ejércitos que se hayan visto en muchas décadas acer
CONTANTINOPLA LA OLVIDADAEn la popa de la galera Bresanel y su hijo Samuel, conversaban con discreción sobre los contactos que el hebreo poseía en Estambul, y que iba a necesitar el conde español. La lujosa casa de Isaac Abravanel era el lugar más seguro para que los dos hombres se refugiasen y desde allí poder empezar la búsqueda de su hija que ahora se hacía llamar don Alonso de Pechuán. El judío le mitraba y se preguntaba si realmente todos los gentiles eran como se advertía en la Torá, o por el contrario como en la comunidad hebrea existían todo tipo de personas. Aquel conde con quien había tenido la ocasión de hablar y que le había abierto la puerta de sus sentimientos, se le antojaba diferente a todos los que hasta el momento había conocido. Don Rodrigo alargó la diestra para estrechar la del judío y éste le miró como si jamás hubiesen tendido su mano hacia él con sincero aprecio, como así era. Los dedos del judío se engarfiaron con vigor en los del conde español y dos sonris