Capítulo treinta y seis.

Solloza y se remueve entre mis brazos, lo que me hace deshacer un poco el agarre, sin embargo la mantengo pegada a mi pecho para que sienta mi piel y que estoy aquí para ella sin reservas aunque eso sea peligros incluso para mí. Me aparto un poco al sentir que se remueve nuevamente incómoda, levanta la cara y veo su piel mojada por las lágrimas y me siento un terrible ser. Articula un “perdóname por favor” y eso es todo lo que necesito para caer nuevamente a sus pies, cautivado por su belleza y enajenado por la tristeza que reflejan esos preciosos ojos color caramelo que hacen de mi vida un infierno y me devuelven al cielo cuando me observan de ese modo. Su nariz roja y los labios hinchados por el llanto me provocan un dolor en el pecho que me hace olvidar cualquier rastro de molestia e incomodidad que pueda haber albergado por ella en las ultimas doce o trece horas. Estoy enamorado, eso es un hecho. Y aunque siempre me he cuidado de al

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