Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar el pensamiento de la muerte”.
Blaise Pascal
Los golpes a la puerta sacan a Catarina Jones de sus pensamientos. Mira el reloj de manillas de cuero, ya desgastado por el paso de los años que lleva siempre en la muñeca, marca las siete y cincuenta de la noche.
—Adelante —dice sin mucho afán acomodándose en el catre, mientras estira los brazos sobre su cabeza.
La puerta se abre haciendo un chirrido y entra un joven soldado, cabellos negros revueltos, pantalones militares y suéter del mismo color. A la espalda lleva un rifle cruzado.
—Cat, es hora —le dice.
—Enseguida bajo, Thomas —le responde haciéndole un guiño. Con una amplia sonrisa sale cerrando la puerta tras de sí. Catarina se pone en pie, la habitación en la que está no es más grande que un armario. No es que importe, no estará mucho tiempo dentro de esas cuatro paredes color trigo. Siempre son de diez a quince días en cada lugar, lo suficiente para descansar y organizarse pero nunca tanto como para que los rastreen. Por las malas aprendieron que los Originales, esas enormes y brutales criaturas tienen muy buen olfato. Solo llevan lo que es estrictamente necesario con ellos: una mochila pequeña con algo de ropa y municiones. La comida es rigurosamente racionada, con el mundo gobernado por seres que se alimentan de sangre, las producciones se han agotado. La resistencia tiene varios cultivos de vegetales y frutas escondidos, cocineros que hacen pan y avena. Después de un tiempo, se acostumbran al hambre. Organiza sus cabellos café en una coleta alta, se pasa un suéter verde por la cabeza y hace maniobras mientras se coloca un pantalón militar. Se calza con rapidez, guarda sus cosas en el desgastado y sucio morral; ropa, un termo y por último una fotografía de sus padres muertos, tomada un mes antes del incidente. Agarra el papel, sin detenerse mucho a mirar los rostros en él. Casi muere por agarrar esa foto. Las dos criaturas que se alimentaban de sus padres estaban tan absortas en su cena, que no voltearon a verla. A pesar de haber pasado quince años, el recuerdo del rostro de su madre le rasga el corazón. Cierra la corredera y sale de la habitación sabiendo que, como siempre, va tarde.
Baja las escaleras hasta una enorme sala de paredes altas pero ninguna ventana. Están actualmente en lo que era una base militar a las afueras de Londres. Desde el momento de la invasión, se crearon muchos alrededor del mundo, los pocos años que la humanidad peleó. La lucha al principio fue fuerte y constante, la raza humana se defendió unida. Luego fueron desapareciendo, solo unos cuantos quedaron, tratando de hacer frente a los que muchos llaman una causa perdida.
Subterránea, oculta. El salón es amplio y bien iluminado. El lugar tiene su propio suministro de energía, lo que es una bendición, porque afuera son escasos los lugares donde aún hay electricidad.
Alrededor de cien personas están reunidas en torno a Jenkins, el líder de esta campaña de la resistencia. Como él hay muchos, esparcidos en diferentes países y ciudades, llevando la batalla y tratando de sobrevivir.
Catarina se va abriendo paso entre codazos y empujones, tratando de llegar más cerca. Ve que Thomas le hace señas desesperadas y se detiene junto a él.
—¿De qué me perdí? —le susurra.
—Apenas acaba de empezar, vienen dos cargamentos del norte y tres del sur. Están decidiendo por cuál ir —susurra.
—Si fuese mi decisión, escogería norte. Menos gente, menos invasores, mayor probabilidades de éxito —le murmura de vuelta a Thomas. —¡Silencio! —el grito de Jenkins resuena fuerte en toda la habitación— Esto no es un juego, no es una clase en la que pueden distraerse y después ponerse al día. Estamos hablando de vidas humanas. Estamos hablando de ¡sobrevivir! Si esto les parece aburrido o no es lo suficientemente interesante, pueden irse. Pero mientras estén aquí y esté respirando, ¡hablaré y ustedes escucharán! ¿Está claro?
—¡Sí señor! —responden todos al unísono.
Nadie hace enfadar a Jenkins. Toda su apariencia grita “Soy el jefe”. Su postura, sus hombros siempre erguidos, su cabello, negro con vetas blancas, a pesar de que se rumorea que solo tiene treinta y cinco años, las canas están cubriendo toda su cabeza. Pero lo que sin duda termina de trazar la línea de líder es el parche en su ojo izquierdo. No se sabe la verdadera historia de cómo lo perdió, lo que es un hecho es que no ha disminuido su rendimiento en batalla. Nunca falla un tiro.
—Tomaremos la ruta hacia el norte —anuncia por fin Jenkins. —Te lo dije —le murmura Catarina a Thomas con una sonrisa burlona en los labios.
—Presumida —responde el joven, dándole un codazo amistoso.
—Significa salvar a menos personas, sí, pero no somos suficientes para lidiar con tres cargamentos, más los Convertidos —continua Jenkins. Hace una pausa con la vista fija en los que lo rodea—. No es fácil decidir quiénes merecen la oportunidad de ser salvados y quienes no ¿O por qué no ir por los dos? Tenemos que ver el panorama general antes de tomar cualquier decisión. Aquí, al menos si todo sale según lo planeado, les brindaremos una segunda oportunidad a varias personas. Pero el objetivo principal es y siempre será ir tras la cabeza de Londres. Ahora irán a sus divisiones para ajustar cada detalle del plan, tenemos dos horas antes de salir, alístense.
Una vez que Jenkins termina de hablar el lugar se llena de murmullos. Cat decide que es suficiente, así que agarra la mano de Thomas y salen juntos hasta su división “rescate y primeros auxilios” lo que en sí quiere decir que una vez que toda la parte divertida esté hecha por alguien, ellos guían a los rescatados a un lugar seguro y dan los primeros auxilios de ser necesarios. Tienen el mismo entrenamiento militar que cualquiera, solo que aún están en el rango más bajo.
—¿Tienes todo listo? —pregunta Thomas.
—Solo faltan las armas, compañero —responde la joven. Llegan a una larga mesa donde están las armas expuestas para abastecerse, cada soldado sabe cuáles debe tomar, cuántas y qué tipo de munición. Las balas no matan a los Originales, solo los pone más lentos. Saben con seguridad que cortar la cabeza funciona con ellos. Los Convertidos mueren de un balazo en la cabeza. En cualquier otra parte del cuerpo no surte efecto y sanan con gran rapidez. Catarina agarra un rifle de la mesa igual al que Thomas lleva cruzado, guarda las municiones en el bolso y por último agarra un cuchillo largo con su vaina la cual se guinda del cinturón. Hoja de plata, perfecto.
—Ahora sí estoy lista —le dice la joven señalando todo su armamento. —Muy bien, vamos a patear traseros.
—Nuestra misión es salvar gente Thomas, los que patean los traseros son los demás. Nosotros somos niñeras armadas —le dice cruzándose de brazos. —Aun así, somos importantes —replica mientras le jala la cola de caballo. Ella lo mira y no puede evitar sonreír. Después de quedar huérfana y vagar hasta ser encontrada en las calles de su pueblo en Escocia, le costó mucho trabajo relacionarse de nuevo con la gente, el horror de la muerte de sus padres la acechaba cada noche, sus gritos, el olor a sangre, la impotencia. No hablaba y no comía. Pasó años aislada en un refugio hasta que Thomas llegó. Era tan pequeño, que había que protegerlo. Dejó de ser la niña a la que todos cuidaban y pasó a ser la que cuidaba a alguien
más, la que era necesitada y querida. Empezó a sentirse viva de nuevo, gracias a él.
—Sí Thomas, somos importantes —responde con el corazón lleno de orgullo.
—¡Es hora gente, a sus puestos! —el grito de Jenkins se abre paso sobre todo lo demás.
Organizados en filas, cada uno en el papel que le corresponde salen del refugio. Al frente como siempre Jenkins lidera la caminata hasta el lugar en el que esperarán por los buses. Las calles están completamente vacías. Están en lo que se llama “zona muerta”: zona libre de humanos y de invasores. Solo uno que otro gato ronda el sector, el silencio es sepulcral. Según la fuente de información, los camiones cargados con personas que van hacia el norte cruzarán unos kilómetros más adelante, es ahí donde los interceptarán. Es una caminata de media hora donde cualquier ruido pone la vida en riesgo.
—Cat —susurra Thomas quien camina al lado de la joven. —¿Qué pasó? ¿Estás bien? —dice girándose hacia con la preocupación grabada en el rostro.
—Muero de hambre.
—¡Oh, cállate Thomas!, harás que nos regañen otra vez —contesta dándole un golpe en el brazo.
—Puedo escuchar mis tripas —susurra acercándose nuevamente a su oído. —Escúchalas en silencio —le contesta lanzándole una mirada de advertencia.
Llegan a una gran intersección donde tres anchas carreteras se unen. Enormes camiones solían recorrer estos caminos cargados de materia prima y alimentos. Se dice que eran el corazón del comercio. Ahora, hacen parte del recorrido de la muerte. Solo se comercia humanos en estas calles. No hay mucho lugar para ocultarse y solo tienen treinta minutos antes de que los vehículos lleguen. El primer equipo se encarga de lo suyo, colocando las trampas para las llantas. El segundo de reconocimiento se cerciora de que estén solos, sin visitantes o Convertidos. Tercer equipo; francotiradores, están en una posición alta con la vista despejada. Cuarto equipo, combate, armados hasta los dientes y liderados por el mismísimo Jenkins. Quinto equipo, rescate y primeros auxilios, deben sacar lo más rápido posible a la gente de los camiones y llevarlas a un lugar seguro. Sexto equipo, permanecen en la base, son los doctores y enfermeras encargados de los heridos. Cada parte es fundamental en su tarea y ayuda a la realización de la siguiente. Permanecer juntos es la única oportunidad de hacer frente y de sobrevivir.
—Ok, puedo escuchar las llantas —susurra Cat, agachada con la espalda recostada en un enorme árbol muerto.
—Vamos a divertirnos Cat, y luego comeremos mucha avena —dice Thomas antes de adoptar su posición y dándole un tierno beso en la frente. Aunque ella es mayor tres años, él es mucho más alto y acuerpado, el entrenamiento ha rendido buenos frutos. Aquel niño escuálido de largas extremidades quedó atrás. El hombre que tiene al lado, le roba los suspiros a más de una en la base. Los camiones están a la vista, permanecen escondidos, solo unos segundos más hasta que pasen por la trampa. Catarina puede sentir el bombear de su corazón. No importa en cuántas misiones haya participado, la adrenalina siempre juega igual. Muerde un poco su labio inferior y comienza a contar hasta diez para despejar los nervios. Aprieta con fuerza el fusil, se concentra en el frío de la hoja de plata del cuchillo escondido en su bota, su amuleto de la suerte, el que no deja nunca y que ha estado con ella desde el día en que fue rescatada de las
calles de Escocia. Toma un respiro y se prepara para lo que viene. El primer camión pasa por encima de la trampa y se escucha una fuerte explosión seguida de un chirrido y olor a neumático quemado. Las llantas se han reventado y el vehículo patina para frenar sin volcarse en el intento. El segundo frena para evitar el impacto inminente. Ha comenzado. Las puertas se abren y de cada transporte se bajan cuatro Convertidos, la joven puede ver los rostros de los humanos a través de las ventanas: demacrados, hambrientos, rostros que han perdido toda esperanza.
Es el turno de los francotiradores. Dan los primeros disparos y logran atinar en la cabeza a tres de ellos, solo quedan cinco, que se han percatado del asunto y se mueven con rapidez. El equipo de combate entra, son mucho más que los Convertidos, pero aquellos son más fuertes y rápidos. Jenkins se enfrenta cara a cara con uno, el Vampiro es casi tan alto como él, con el cabello negro largo, piel pálida e inhumanos ojos rojos que los caracteriza. Sus movimientos a veces no son más que borrones en el aire. El equipo de combate está alejando a los Convertidos de los buses para que los de rescate y primeros auxilios puedan sacar a la gente.
—¡Ahora! —grita Lizzie, jefa de dicha división. Una mujer robusta, de unos cuarenta años, cabello negro como la noche. Ha liderado incontables misiones y en todas ellas ha logrado regresar todos sus soldados a la base.
Corren detrás de ella y se dividen en los dos camiones, Cat va al primero con un grupo y Thomas al segundo con otro. Comienzan a sacar a la gente mientras que otros se encargan de llevarlos a los túneles sin mirar atrás. Están por culminar cuando lo sienten; el aire se pone más frío y el olor a putrefacción invade cada rincón: Originales. Levanta la vista y los ven. Al menos siete de ellos volando directo hacia donde se encuentran, las enormes fauces alargadas abiertas y las garras listas para el ataque.
Con el corazón desbocado, sin poder apartar la vista, la imagen del rostro de sus padres invade todo. Puede ver sus enormes bocas, sus garras, sus alas. La sangre y el rostro sin vida de su madre se quedan fijos en la mente de la joven que se ha quedado estática mirando el firmamento.
—¡Cat! ¡Corre! !Cat!—Thomas —los gritos de Thomas la regresan a la realidad. Sintiendo el bombeo de su corazón en los oídos, busca con la mirada y lo ve liderar un grupo que lleva al menos veinte personas camino a los túneles, corre en dirección a él y llega en cuestión de segundos. “No puedo perderlo, no puedo perderlo”—¿Y Lizzie? —le pregunta la joven mientras recupera el aliento con las manos apoyadas en las rodillas.—No lo logró. Me abrió paso, pero la desgarraron antes de que pudiera volver.Lizzie está muerta ¡Mierda! ¡Mierda!El ruido de los disparos y los gritos no da tregua. Jenkins trata de mantener a tanta gente viva como puede, pero con los Originales es solo cuestión de tiempo antes de que todos mueran. Él y Owen, su mano derecha, e
“Creo que un héroe es quien entiende la responsabilidad que conlleva su libertad”. Bob Dylan “¡Dios!” La criatura tiene enormes alas desplegadas clavadas al suelo con lo que parecen ser estacas de plata. Sus patas inmovilizadas de la misma forma y encima una enorme lámpara de luces ultravioleta. Los últimos informes que llegaron de Buenos Aires indican que los Invasores son vulnerables a la plata pura. Todos los cuchillos son hechos a partir de plata fundida. Hay unidades de recolección del metal a lo largo de cada sede de la resistencia. Infiltrándose en las ciudades abandonadas, saqueando hogares y locales en busca de cualquier cosa que sirva para la realización de más armas. Nunca son suficiente. Muchos de los recolectores jamás regresan a la base, muchos terminan con los ojos rojos y la humani
El salón huele a avena caliente. El estómago hambriento de Catarina no aguanta más y ruge sonoramente en protesta. Se acerca a la hilera del comedor y sin mucho afán, pero definitivamente hambrienta, agarra un buen tazón de avena caliente con dos panes recién horneados. Se sienta en una mesa en el rincón más apartado. El lugar favorito de Thomas. Tiene una amplia vista de todo el panorama y por tanto se puede ver a la perfección lo que los demás hacen: con quiénes hablan, con quiénes se juntan y quiénes definitivamente están muy juntos.Mientras devora la avena sin mesura, permite que los pensamientos de lo recién ocurrido invadan su mente. Combate, está en la división de combate con Jenkins. Thomas y ella muchas veces hablaban hasta tarde de lo emocionante que debía ser. H
“Solo los muertos han visto el final de la guerra”. Platón El sonido de los disparos se adueña del lugar. Para donde Catarina posa sus ojos solo hay Vampiros, están rodeados. Las balas los mantienen a distancia, han logrado derribar a algunos, pero son más rápidos y fuertes, un Original equivale al menos a tres soldados. Se acercan una vez más, atacan en grupo, buscando los espacios a través de los disparos.Un alarido desgarrador la hace girar justo en el momento en el que una de las criaturas agarra con sus patas a un joven. No sabe su nombre, pero lo ha visto varias veces en el salón de descanso. Risueño y de cabellos rubios, ahora atrapado en las garras de una bestia. Otro Vampiro vuela hasta él y de un zarpazo en el abdomen lo desgarra al punto que sus intestinos quedan colgando. Ambas cria
Nuevamente el chillar que antecede el ataque, ese sonido irritante y ensordecedor se adueña del lugar, el cuerpo musculoso de Jenkins se coloca delante de todos, con las espadas desenvainadas al lado del cuerpo. Su mandíbula apretada, su rostro manchado de sangre y con su ojo gris puesto al frente. Está listo para morir con sus hombres y para ellos. Aprieta un poco más las empuñaduras, está por avanzar cuando una explosión cercana hace que las criaturas se detengan. Por un momento la confusión invade a todos. Otra explosión levanta una nube de tierra,piedra y escombros. En medio del caos, la formación se rompe y las criaturas se llevan por delante a varios de ellos. Catarina puede escuchar los gemidos, gritos y hasta el crujir de los huesos. Aparecen disparos a lo lejos y nuevas voces, la nube se disipa y en la claridad, de entre los escombros, ve a
Con una señal, le indica a Amy que no se mueva y decide avanzar sola los metros restantes. No es necesario que las dos se lancen de boca a la muerte, alguien tiene que regresar e informar de la situación. Respira hondo, cuenta mentalmente hasta diez muy despacio mientras avanza los pocos metros que la separan de las ruinas. Ve una sombra reflejada en una enorme pared y aprieta la empuñadura de su arma. Puede sentir cómo los músculos del brazo se tensan, lista para lanzar la estocada. “Rebanaré con gusto unas cuantas gargantas por mis hermanos caídos en batalla”. Gira con la espada elevada al aire dando un salto del otro lado de la pared. La sorpresa la obliga a desviar el golpe, acertándole a una enorme roca que hace temblar la hoja. No da fe a lo que sus ojos ven, pero puede sentir cómo su pecho se llena de tranquilidad y algo de alegr&i
“Dios mata indiscriminadamente, y nosotros también. Porque ninguna criatura de Dios es como nosotros, ninguna se parece tanto a Él como nosotros”. Tom Cruise - Lestat de Lioncourt, Entrevista con el vampiro. La noche pasó inusualmente tranquila. Al llegar la mañana, los pensamientos de todos se enfocan en salir y tratar de avanzar sin ser vistos. Amy y Cat organizan los suministros encontrados en el apartamento a la vez que cambian los vendajes de los heridos mientras que Carlo, Gordon y Ellie recorren el lugar, apartamento por apartamento, buscando algo que les pueda ser de utilidad. Owen ha recuperado la conciencia y su brazo está inmovilizado. Ese sería el punto débil, de ser atacados, no podrá defenderse, de igual forma si la herida se abre, el olor a sangre guiará a las criaturas directo a ellos. Jenkins y Miriam trazan
Sin esperar respuesta alguna, realiza una incisión con el cuchillo, tan grande como su dedo índice. El grito de dolor del hombre se abre paso a través de todo el apartamento. Steve se acerca con algo de nerviosismo e introduce un pedazo de tela en la boca de Jenkins. “Sin duda si hay alguien o algo cerca buscándonos, sabe dónde encontrarnos”, piensa Catarina mientras da el siguiente paso. Mete la punta del dedo en la cortada para corroborar que esté bien y luego con mucho cuidado pasa el pitillo plástico a través de la incisión. Amy y Miriam sujetan el cuerpo del hombre para someterlo a la mesa. Inhala y ve que a través del utensilio comienza a salir el líquido que se estaba acumulando en los pulmones. “¡Gracias al cielo!”, piensa sin evitar lanzarle una mirada a la mujer pelinegra frente a ella. Jenkins toma una