Sus ojos son letales, su cuerpo hipnotizante, sus labios la lascivia pura y su tacto las llamas del deseo.
||••||Juliet.Destino: algo a lo que todos buscamos huir, en algún momento de nuestras vidas. Porque la vida no es justa, ni hermosa como nos lo hacen creer.El destino no es algo que puedes moldear a tu gusto, porque lo que ya está escrito incluso antes de nuestro nacimiento es imposible de cambiar...Mi propósito en Gea siempre fue casarme con uno de los enemigos del rey, para tener un acuerdo de paz. Puesto que ellos nos superan en todo, podían acabar con nosotros en cuestión de minutos.Yo era una bruja muy fuerte, pero aun así no era ni la mitad de fuerte que ellos. Nuestros dioses no solo nos habían dotado de mucho poder, sino que también nos dieron un pecado; la lujuria brotaba como un imán para quien nos vieran más de lo debido.Los dioses sabían bien la debilidad de todas las criaturas, el deseo carnal era algo que ningún ser sobre la faz de la tierra podía resistirse.En especial Aidan, el que tal vez iba a ser mi futuro esposo. Quien era el mayor enemigo de nuestro reino.Cada una de nosotras fuimos criadas con un propósito, complacer al enemigo. No sabíamos quién podía ser la elegida, el rey tenía como primer objetivo entregar a una de nosotras a Aidan, luego a las otras cuatro haría lo mismo con los demás.El rey sabía de nuestra llegada, por lo que antes de nacer encerraron a nuestras madres en el palacio para evitar que nos pasara cualquier peligro. Las cinco nacimos el mismo día casi a la misma hora.Por desgracia nuestras madres murieron en el parto, o al menos eso dice el rey. En consecuencia, crecimos encerradas en el palacio vigiladas por humanas que nos enseñaron cómo debíamos comportarnos, como ser sumisas y complacerá a nuestros futuros esposos.Las cinco éramos muy diferentes tanto en apariencia como en personalidad. Pero nos consideramos hermanas.Delia era la mayor, sus ojos negros desprendían siempre un dominio sobre nosotras, por lo tanto, era la que tenía siempre el control. Su cabello rosa intenso lo tenía hasta sus hombros, el contraste con el color de sus ojos negros era increíble. Su piel dorada parecía dar la apariencia de estar bronceada siempre como el resto, era lo único en lo que nos logramos parecer.Venus era la segunda, un poco menos rígida que Delia; ella dos eran bastantes unidas más que con el resto, sus ojos dorados siempre tenía un brillo socarrón muy característico de ella. Su cabello era de un tono verde que le llegaba hasta los senos.Irene era la tercera, un poco más alejada del resto; siempre parecía estar en su propio mundo, pero en cuanto sus ojos Zafiros se cruzaban con los míos era como si pudiera ver lo que pensaban de ella. Su rostro siempre daba la impresión de estar ingeniando un plan para matar a todos, su cabello era rizado de un tono morado que le llegaba hasta la mandíbula.Diana era la cuarta y la única que tenía una personalidad más alegre, su positivismo era muy contagioso al igual que su personalidad, era como un torbellino de alegría. Sus ojos rojos tenían siempre un brillo burlesco que te hacía creer que no te tomaba en serio cuando le hablabas. Su cabello era negro con unos mechones blancos y un flequillo que daba una aparecía muy adorable.Y por último está yo, Juliet. Quien siempre me comportaba excelente ante mis hermanas, y la cual era la más sumisa de todas ante las mujeres que nos cuidaban. Al menos hasta que era la hora de dormir y me escapaba a ver las calles de Gea y el bosque.Para nosotras era normal estar encerradas y ser un intercambio, puesto que cuando no conoces nada más que para lo que te preparan, lo terminas aceptando... Sin embargo, un día esa aceptación acabó.Cuando cumplimos trece años estábamos hastiadas de nada más aprender modales y sumisión en consecuencia terminamos rogándole al rey que nos dejara aprender a leer por lo menos, pero por desgracia se negó rotundamente.—Majestad, solo es para aprender un poco más y no estar sin nada más que hacer. — Mi hermana mayor era la que hablaba, mientras nosotras con la cabeza agachada escuchábamos las súplicas de Delia al rey.—Ya dejé mi decisión clara y no la pienso cambiar. —Su tono era duro, cada que hablaba ese hombre únicamente ganaba nuestro desprecio. Por el rabillo del ojo logré ver como Irene levantó molesta la cabeza y sus ojos penetrantes fueron directo a los del rey y tal como ocurría entre nosotras su mirada escarbaba hasta el fondo de su alma.—Pero... ¿Qué? —Sus ojos se abrieron de par en par estupefacta. Delia al notar la situación tomó a Irene de la mano y nos obligó a seguirla, pero antes de salir miré por última vez al rey quien parecía en un trance. En la sala no había nadie más que nosotras dado que estaba prohibido vernos.—Chicas esperen. —las detuve. Todas se voltearon a verme.—¿Por qué? —Delia fue la única en cuestionar.—Miren. —Sus ojos fueron en dirección a donde apuntaba con mi dedo.—¿¡Qué hiciste Irene!? —todas fueron aterradas a verlo de cerca.—No responde. —Diana movió su cabeza de un lado al otro, pero nada ocurrió. No sabía exactamente qué le ocurrió a mi cuerpo en ese momento, pero dejé que avanzará hasta quedar frente a él.—Que vas a hacer. —por primera vez escuchaba algo más que frialdad en la voz de Irene.—No lo sé. —Confesé, coloque mis pequeñas manos en su cabello castaño lleno de canas.—¡Despierta! —cómo por arte de magia reaccionó.—¿¡Cómo hiciste eso Juliet!? —Chillaron todas al mismo tiempo.—¡Que no lo sé! —me voltearon a verlas.—¿Cómo que no sabes? —Preguntaron al unísono. Me encogí de hombros, sin saber qué responder.—No importa, lo importante es que ya reaccionó. —Intente calmarla.—Si, pero aún no dice nada, mira. — Mi mirada volvió al hombre. ¿Y ahora qué? Una idea cruzó por mi cabeza.—Delia, vuelve a decirle que nos deje aprender a leer. —Le susurré.—¿Estás loca? Si ya dijo que no Juliet. —Me miró como si estuviera loca.—Solo, hazlo. —Le supliqué.—Está bien. —me aparté junto a mis hermanas para dejar de nuevo a Delia al frente.—Señor, nosotras nunca le pedimos nada y usted lo sabe, pero hoy hemos venido a perderle algo por primera vez. —Empezó a decir el discurso que llevaba meses practicando y que minutos antes él había interrumpido con un rotundo no. —Le pedimos y rogamos señor, que por favor nos permita aprender a leer.La mira de aquel hombre cruel, dejó de ver a la nada para centrar su mira en mi hermana mayor.—Por supuesto, mañana traerán a algunos maestros para ustedes. —Nuestras mandíbulas casi cayeron al suelo de lo asombrada que estamos de lo que había dicho. —Si no tienen nada más que decir largo, tengo cosas que hacer.Todas asentimiento frenéticamente.—¡Ya! Antes de que me arrepienta. —Su orden fue acatada por todas, salimos casi corriendo de aquel lugar para dirigirnos a nuestros aposentos.—Qué fue eso. —Todas esperaban una respuesta de mi parte.—¡Que no lo sé! —no sabía cómo explicar lo ocurrido.—¡Es hora de dormir! —Todas nos sobresaltamos al escuchar la voz de la mujer que nos cuidaba. Pará no levantar sospecha todas fuimos a nuestras respectivas camas, sin embargo, las miradas de mis hermanas estaba claro que esa conversación no se quedaría así.Los demonios están saliendo del infierno en busca de lo que les pertenecio alguna vez. ||••||Al caer la medianoche, me levanté de la cama para tomar un abrigo y salir del palacio como cada noche, una vez fuera corrí hacia el bosque en busca del sitio donde todas las noches me sentaba a leer.No les había dicho esto a mis hermanas por miedo a que alguna le informará al rey y nos castigará; pero yo hace algunos años sabía leer y había descubierto lo que éramos. Exactamente, no sabía cómo había aprendido a leer, pero lo había hecho, y con ellos aprendí a usar mi magia.Tenía curiosidad de conocer el reino donde habitamos, y esa curiosidad me llevó a este sitio en el bosque.Después de varios meses mi curiosidad aumentó, llevándome a conocer a esos que dicen ser nuestros enemigos, en especial aquel para quien nos preparaban. Desde las sombras los observé por semanas y fue allí cuando supe por qué éramos cinco. Nuestro destino ya estaba sellado.Los enemigos de Gea, eran cinco. Los cuales
Él prometió amarla, él prometió cuidarla y él prometió protegerla; sin importar si estuviera en la tierra o en el infierno, porque estando vivo o muerto, su promesa jamás se iba a romper.Es fundamental que lo lean si quieren contexto del pasado. ||••||Aidan.Gea ha sido mi hogar desde que nací, yo soy parte de los primeros seres humanos que habitaron la tierra, pero también de los primeros en convertirse en la criatura que soy. Después de la muerte de los Dioses, todo cambió. En especial por el hecho de que los humanos siguieron su vida, y en el proceso se convirtieron en criaturas despreciables. La avaricia era su mayor debilidad, su egoísmo crecía conforme los días pasaban. Sus ganas por querer ser como los dioses los llevaban a hacer actos atroces e imperdonables.Me repugnaban, pero nunca hice nada contra ellos, y no porque no quisiera. Los dioses antes de morir nos obligaron a jurar no tocarlos, que mantuviéramos la paz entre ambos mundos, así que no me quedó de otra que hacer
Denigrantes, aberraciones, moustros. Eso nos llamaron una vez, sin embargo, seguimos siendo mejor que ellos. ||••||Aidan. —Ven conmigo. —me pide Arturo. Sin decir nada lo sigo por los pasillos hasta llegar a lo que parece un balcón con una mesa pequeña y dos sillas, me coloco frente a él esperando a que comience su diálogo — . Cómo sospecharás, no te pedí venir solo para hablar, te traje porque quiero que firmemos un acuerdo de paz entre ambos mundos. Arturo sabes que no me gustan los rodeos, es por ello que no se anda con palabrerías.—¿Y qué tienes tú que yo ya no tenga? Porque me imagino y tienes algo que quiero o podría querer como para yo aceptar tal barbarie. —traga grueso, sus ojos no permanecen mucho tiempo firmes ante los míos.—De hecho, sí. Pero no te voy a decir que es, prefiero que lo veas por ti mismo —pasó los dedos por mi barbilla haciéndome el pensativo.—Tiene que ser muy bueno tu intercambio como para que estés tan convencido de que aceptaré. —En sus ojos pude ve
El fuego que nos consume es el mismo que terminará con nosotros. ||••||Juliet. No tengo idea de cómo llegó al baño, ni mucho menos como logro entrar con el vestido pomposo, pero lo cierto es que logró entrar y soltar todas las lágrimas que contenía, no sé cuánto tiempo estuvo allí. Las horas simples pasan y las lágrimas parecen no acabar nunca, el dolor de mi pecho no desaparece, no cesa. —Juliet. —Los toques en la puerta hicieron que recordará que ahora tenía un esposo que quería asesinar para que me dejara sufrir en paz. Sin siquiera molestarme en arreglar el desastre que seguramente era, abrí la puerta y pasé de él sin siquiera verlo. Lo último que deseaba era discutir.Al no saber dónde m****a estaba y no querer preguntar, camine por el pasillo hasta llegar a la sala de estar donde un sofá enorme se encontraba en medio de esta, sin pensarlo mucho me acerque a él y me acosté. No pasaron muchos minutos cuando mis párpados empezaron a pesar y el sueño se hizo presente. Al desperta
Los demonios están saliendo del infierno en busca de lo que les pertenecio alguna vez. ||••||Su tono de voz me descoloca por varios minutos, desde que lo conozco nunca lo había escuchado tan dócil. —No tenemos nada de que hablar. — Respondo secamente. Sus ojos vuelven a mirarme.—Por supuesto que sí. —Su voz autoritaria vuelve. Me cruzó de brazos. —¿De qué? Me vas a explicar qué estaba haciendo con esa mujer. —Cuestionó con una mueca de asco. El tono rojo de su rostro se vuelve más fuerte. —No, por supuesto que no. Solo… —Aidan, no tienes que darme explicaciones de lo que hagas o dejes de hacer, no me importa. —Interrumpo. —Tú no me importas, haz lo que quieras. Tu mismo lo dijiste, estás conmigo para mantener la paz, pero tú no siente nada por mí, ni yo por ti. Solo entre de esa forma porque quería pregúntate si podías dejarme ver a mis hermanas, no estoy molesta. No tienes ninguna razón para serme fiel o dame explicaciones. —El desconcierto en su rostro es claro, pero también e
Recita mis palabras, porque las necesitarás para el día en que te mire y no te recuerde. ||••||Juliet. Admito que al principio detestaba a Aidan por aceptarme cómo mercancía a pesar de que me criaron para aceptar esta vida, pero supongo que él enamorarme de aquel joven en el bosque me hizo replantearme mi vida y todo lo que creía normal. Porque si algo me había dejado Damián era el cuestionarme si de verdad quería ser una esclava por el resto de mis días. Sin embargo, Aidan me demostraba cada día un poco más que él no es lo que me había hecho suponer. Sí, tal vez tenía mil y un defectos, pero no era muy diferente a lo que habían cometido alguna vez algún habitante de Gea. En el poco tiempo que llevó con Aidan aprendí varias cosas, entre ellas la manera en la que las criaturas de la noche veía a los humanos. Era extraño, ya que mis hermanas y yo teníamos otra perspectiva muy distinta a la de ellos, al crecer solo deseábamos ser como ellos, ser parte de la sociedad de Gea. No obst
Las almas no siempre se reconocen, los amores no siempre se corresponden y las pasiones no siempre se funden convirtiéndose en uno solo. ||••||Juliet. Solo por hacer sufrir un poco a Aidan —si es que de verdad siente algo— me encierro en mi habitación y salgo pasada las doce de la noche, tomó una túnica y salgo corriendo por los pasillos hasta llegar a la puerta, la cual abro con sumo cuidado y al estar segura me escabullo por el bosque. La brisa golpea mi rostro a medida que corro lo más lejos posible de mi hogar, las ramas crujen bajo mis pies y el olor que desprenden los árboles se cuela por mis fosas nasales. No lo voy a negar, estoy muy nerviosa por lo que estoy haciendo. Esto no es lo que me inculcaron, de hecho vivo haciendo todo lo contrario a lo que se suponía y tenía que hacer con respecto a mi esposo y mi vida de casada. En mi defensa Aidan no me pone restricciones a lo que debo o no hacer, es muy despreocupado con mis deberes. Al llegar a mi destino paró en seco, me s
En mi corazón habitan tres espadas y lastimosamente cada una de ellas las incrustó mi más preciado amor. ||••||(Pasado)Aidan.Peligro y oscuridad era el pronóstico que había dictado para Gea y nuestra gente, luego de regresar de mi viaje descubrí que esas dos cosas se aproximaban más rápido de lo que me gustaría admitir.Desde un principio supe que no tenía por qué confiar en Arturo, sin embargo, quise darle el voto de confianza y recibí lo que merecía por confiar de nuevo en los reyes humanos. Lo sabía, sabía que algo así iba a pasar, pero quise ser un inmenso imbécil.No sé si soy muy ingenuo o muy estúpido, ya habían pasado unas cuantas semanas desde que había hecho mi último viaje y una que otra cosa me había alarmado en gran manera.No obstante, no es mi único problema, puesto que Juliet me estaba dando más problemas que soluciones, pero no podía culparla, era mi culpa por no querer poner límites con Camille. La conocía de años y debía admitir que si había algo entre nosotros m