Atravesaron el desierto durante aproximadamente dos horas en esa camioneta enorme que tenía incluso una división de tal manera que el chofer no veía a los ocupantes, pero poco le importó porque ella en todo ese tiempo no le dirigió palabra alguna, desesperada y enfadada ¿Realmente iba ir a para a un harén? Por fin en la distancia alcanzó a ver un campamento, gente iba y venía vestida tradicionalmente y algunos llevando los colores que ya había observado con anterioridad azul oscuro y plata.
¿Dónde estamos? – Preguntó por fin.
En mi harén del desierto – Le dijo tranquilamente y ella lo volteó a ver con ojos enormes que denotaban horror.
No puede ser posible… Yo… – Dijo incrédula.
Tú… ¿Qué?
¡No voy a ser una m*****a esclava sexual!
No estés tan seguro de ello – Dijo por toda respuesta ocultando una sonrisa.
Al borde de un colapso Gabriela intentó frenéticamente de nuevo abrir la puerta, sabía que era inútil, todo era inútil pero no podía quedarse allí sin hacer nada.
Si lograras salir ¿A dónde irías? Hay desierto por todos lados. Te desmayarías y morirías en poco tiempo. – Le informó León.
¡Es mil veces preferible! – Le gritó y se le fue encima intentando provocarle aunque sea el mínimo daño porque era obvio que no iba a lograr gran cosa.
Pero hábilmente le tomó las muñecas y la recostó contra el asiento quedando sobre ella, sus ojos resplandecían con un brillo intenso y ella se quedó momentáneamente hipnotizada. Era el mejor espécimen del género masculino que había tenido la ocasión de ver o en este caso de tener encima, aunque para ser exactos no había tenido a un hombre encima de ella. Él le quitó con algo de brusquedad lo que le envolvía el rostro y cuando lo apartó la observó con intensidad para después posar sus labios sobre los de ella, prácticamente devorándole la boca, sin darle tiempo ni de ordenar sus pensamientos. Ella intentó librarse, pero él no se lo permitió por nada y continuó saqueando su boca sin detenerse y lo hizo únicamente cuando necesitaron ambos tomar aire. Ella seguía sin rendirse a esa boca de pecado, aunque su cuerpo ya la estaba traicionando, pero el caso era que ella no iba a ser una obediente esclava del sexo ni mucho menos iba ponerle las cosas fáciles ni ahora ni nunca. Pero su resolución tambaleó cuando él volvió a la carga y esta vez fue pura seducción tomando su boca aún con intensidad, pero con una alta carga de sensualidad, su lengua penetró y buscó la suya haciendo que ella dejara de estar tan tensa y por fin empezara a derretirse. El beso se hizo apasionado y hubiera llegado a mucho más si no hubiese habido tanta ropa de por medio y la camioneta no hubiese parado.
Con incredulidad en sus ojos ambarinos como no creyendo que eso hubiera pasado, él se incorporó y la ayudó a hacerlo igualmente, para entonces Gabriela era un manojo de contradicciones.
Pero todo se reducía a una sola cosa: ¡Era una estupida! Con rabia se alejó lo más que pudo de él e intentó de nuevo abrir la puerta, en esta ocasión lo logró y salió rápidamente para toparse con un hombre enorme que ya conocía.
Abdul – Dijo ella con acritud y recordando su nombre. Era el que la había metido a la camioneta. Él hizo una reverencia. – Así que hiciste el favor de acompañarnos, que amable- Siguió ella con sarcasmo. – Seguro no me entiendes – Añadió con un suspiro pues le había hablado en inglés. Observó que Abdul no era el único que los había seguido, con tantas cosas en la mente no se había percatado que por lo menos cuatro camionetas más iban detrás de ellos. Si quería escapar sería sumamente difícil. Buscó con la mirada a su captor y no lo vio por ninguna parte. Abdul le indicó que lo siguiera y ella no teniendo modo de hacer otra cosa lo siguió.
El campamento era enorme, al igual que las tiendas que se alzaban orgullosas sobre la arena. Los colores eran tan vividos que ella deseó tener una cámara. Varios hombres estaban montando guardia y con rapidez echó un vistazo, vio que eran demasiados y eso sin contar los de las camionetas, gimió interiormente. Entró a lo que parecía ser la tienda principal pero que también estaba unida a las demás por pasillos cubiertos. Al entrar se quedó embobada observando el interior, gruesos tapetes ocupaban todo el suelo, así que todo estaba absolutamente alfombrado, los tapetes eran de color café, amarillo pálido y dorado dando tonalidades hermosas en conjunto, las telas que recubrían las paredes de la tienda eran de los mismos colores, pero tenían bordados dibujos, en algunas partes se apreciaban leones del desierto y puestas del sol que solamente en el desierto se podían apreciar tal como se admiraban en los dibujos. Atravesaron lo que parecía ser solamente la entrada y Abdul le indicó con un gesto que entrara una habitación en la cual una cama enorme dominaba en el centro, el dosel era muy alto y estaba cubierto por telas en color dorado que contrastaban con el color amarillo de lo que cubría la cama, los cojines eran de tonos distintos de amarillo y crema, sendos y amplios cojines estaban en el suelo invitando a echarse sobre ellos lo mismo que la cama puesto que ya se sentía cansada, pero era allí donde él quería tenerla ¿no? en la cama, así que ni loca se acercaría. Olía suavemente a incienso perfumado y Abdul que se había quedado afuera de la habitación hizo entrar a tres jóvenes que entre risas le hicieron reverencias. La habitación daba paso a otras más pequeñas. Una era un amplio vestidor y otra un baño. Al verlo ella se consoló pensando que al menos no iba a sufrir en ese aspecto, hasta entonces fue más conciente de que estaba rodeada de muchos lujos. Así que sí que había sido secuestrada por unos de esos jeques que aún tenían harén y esa clase de cosas. El pánico subió por su garganta. Las jóvenes empezaron a quitarle la ropa o lo intentaron por que ella dio un salto atrás en cuanto empezaron.
Mi señora debe usted dejarnos. – Le dijo una de ellas que era una chica de unos dieciocho años de dulces ojos cafés. Al ver que le hablaba en inglés, Gabriela parpadeó.
¡Hablas bien el inglés! – Dijo viendo un rayo de luz.
Sí mi señora.
¿A cuanto estamos de la ciudad más cercana? – Preguntó con cautela.
Como a una hora. – Respondió.
¿Cómo te llamas?
Jazmín – Dijo la joven haciendo una leve reverencia.
¿Por qué hacen tantas reverencias?
Es usted una invitada de honor, señora.
¿Quién te dijo eso?
Mi señor, por supuesto.
¿Quién es tu señor?
Señora, tenemos que atenderla, él vendrá a verla pronto. – Dijo con urgencia.
¡¿Qué?! – gimió Gabriela. – No voy a hacer nada que ese hombre haya dicho.
¡Señora! Pero es que…
Es que nada.
Debe darse un baño – Le dijo Jazmín con las mejillas ruborizadas- No querrá estar sucia ¿verdad? Hace mucho calor y luego hará frío al caer la noche, no estará cómoda si esta sucia mi señora.
Chica lista – Murmuró Gabriela. Así que se dejó guiar a una enorme bañera. – Necesito ropa, traigo la necesaria en mi maleta.
No será necesario – Dijo otra jovencita también en inglés.
¿Es que todas hablan en inglés? – Preguntó Gabriela.
La mayoría de nosotros señora hemos aprendido, Mi señor Asad dice que debemos aprender el idioma con el que el mundo por lo general se comunica.
El inglés no es el único idioma con que se comunica el mundo – Resopló Gabriela.
No, pero si el de por lo menos la mitad de las personas que visitan Durban y debemos saber comunicarnos con ellos.
Hombre listo – volvió a murmurar ella.
No sin pudor, Gabriela se despojó de la ropa y como un rayo se metió a la enorme bañera que contenía agua deliciosamente fresca, enseguida añadieron sales y aceites de aroma tentador y ella se dejó lavar el cabello olvidándose por un instante de donde estaba y de toda la situación. Se hubiera quedado allí más tiempo, pero empezaba a refrescar y se envolvió en una enorme y esponjosa toalla. Una vez en la habitación Jazmín se encargó de secarle el cabello y peinárselo, mientras las otras dos buscaban la ropa que se pondría.
Su cabello es hermoso señora. – Dijo Jazmín y Gabriela sonrió. Su cabello era del color del chocolate oscuro herencia de su abuela italiana y tenía los ojos azules por parte seguramente de ambos padres, su tez era clara con tendencia a volverse pálida si no le daba el sol y eso era por los genes maternos.
Gracias ¿Dime qué maneras hay para salir de aquí? - Gabriela mandó la precaución al viento y preguntó. Jazmín parpadeó, pero contestó.
Por helicóptero, vehículo terrestre y también se puede a caballo señora.
¿Qué es eso? – Preguntó con desconfianza al ver una túnica color borgoña de fina caída y rematada en plateado que traían las jóvenes.
Su túnica señora.
No me pondré eso.
No hemos encontrado su maleta.
¿Qué? – gritó. Ahí estaba su pasaporte y sus tarjetas.
Seguro aparecerá señora, no se impaciente. Póngase esto, es precioso y a usted le quedará divino. – La instó Jazmín.
Salgan por favor. Jazmín quédate. – Dijo de pronto.
Las otras obedecieron al ver el gesto de asentimiento de Jazmín.
¿Me llevarán a un harén? – Le preguntó con desesperación.
¿Cómo dice la señora? – respondió Jazmín con confusión total en su rostro.
¡Está claro! ¿Hay o no un harén aquí? Me llevarán allí ¿verdad? –Insistió Gabriela con desesperación.
Señora… No comprendo, de verdad yo… - La chica seguía viéndola como si de pronto se hubiera vuelto loca y de hecho faltaba poco para eso.
¡No me mientas!
Es que no se de que me habla – Gimió Jazmín.
Te estoy hablando de un harén ¿Quieres que lo deletree?
Mi señora, debe usted calmarse. Póngase la túnica no puede quedarse así. – En eso estuvo de acuerdo, si quería echar a correr no lo haría envuelta en una toalla, aunque no quisiera tendría que llevar la túnica. Se dejó vestir con Jazmín y en cuanto ella le hizo una reverencia que indicaba que se iba, Gabriela la detuvo aferrándola del brazo.
No me dejes así. No sin antes decirme por que estoy aquí.
Tengo que irme señora. – Y con rapidez se libró de su brazo no sin antes hacerle más de una reverencia y salir casi corriendo por la puerta.
Gabriela gritó de frustración y enseguida entró Abdul con el ceño fruncido.
¿Qué? ¿No puedo gritar? – Le espetó con furia. Abdul retrocedió.
Puedes retirarte Abdul. – Una vibrante voz masculina que ella ya reconocía la hizo temblar y buscar por donde salir. Abdul obedeció al instante y se encontró otra vez con ese hombre del desierto. – Espero te hayan atendido bien – Le dijo a Gabriela avanzando hacia ella.
Como un hotel de cinco estrellas – Replicó ella con sarcasmo, pero empezando a retroceder. – Esto es un secuestro.
No. No lo es.
¡Estoy aquí contra mi voluntad! Si no es un secuestro ¿Qué rayos es?Te salvé de una banda de asaltantes del desierto. Si supieras lo que hacen con las mujeres que encuentran, ahora mismo estarías besándome los pies por haberte librado de esa situación. Así que tienes mucho que agradecerme y pensándolo bien sería mucho mejor que no te limitaras a los pies. – Sonrió burlonamente.¿Es esto un harén? – Preguntó tratando de controlarse. ¿No?Eso fue lo que dije.Pero dijiste qué…Que era mi harén del desierto – terminó la frase por ella – Sí. pero he despedido a todos aquellos que no necesito, por ahora tú me bastarás
¿Por qué eres tan difícil? – Con una mano le tomó de la barbilla y le obligó a mirarlo, ella no hizo gesto de apartarse pues no quería que la viera como una cobarde. Los ojos de León adquirieron el tono del oro al fundirse y ella recordó lo que esa mirada significaba…deseo puro ¿Así que eso era? Aún no se había cansado de ella, aún no tenía suficiente y sobre todo no había estado listo todavía para desecharla y como magnifica culminación se añadía el hecho de que era ella la que había puesto tierra de por medio y se había ido, no había sucedido al revés. Sí había habido una separación previa, o ella así lo había entendido porque ¿se habían separado antes de que ella se fuera no? Lo diré una vez más – Se esforzó para lograr articular tan sencillas palabras, debería estar furiosa con él, pero lo cierto era que ahora no pensaba en otra cosa que no fuera ese deseo que la había consumido, efecto que no había quedado atrás y sentía en esos momentos - ¿Qué es lo qué pretendes? Te recuerdo qu
Él se sentó en una silla frente a ella muy atento, Gabriela lo ignoró, pero no le dio la espalda, no la iba a intimidar.¡Gab! Soy Ally… - El rostro de Gabriela cambió en cuanto supo quien le hacía la llamada, se iluminó y sonrió. Tenía mucho que no sabía de Allyson y saber de ella significaba saber también de Jack. Ambas amigas suyas.¡Cuánto tiempo! Te he echado de menos. – León arqueó una ceja al escucharla. Ese hombre con cualquier gesto por irritante que fuera se veía guapísimo. Así que mejor desvió la mirada. Y yo a ti, debemos ponernos al día. Jackie se casa en unos días y queremos verte. – Decía Allyson.¿Se va a casar? – Preguntó sorprendida. - ¿Jack? ¿Estás de broma?No, para nada. ¿dónde nos vemos?Nos vemos en… - ¿En dónde? Se preguntó Gabriela, ese mismo día tenía que arreglar las cosas con León, pero se moría por ver a sus amigas. - ¿En dónde están?Aquí en Milán ¿Qué te parece en la cafetería de siempre, en una hora más o menos?Perfecto, allí estaré. – Y colgó sintién
Entró y saludó con entusiasmo a las dos bellas mujeres que la esperaban, casi se le salieron las lágrimas de alegría. Se pusieron al día, les contó brevemente y con cero dramas el predicamento en el que se encontraba, ellas no se alteraron demasiado, pues sus propias vidas tenían sus más que justas dosis de emociones intensas y se enteró de la próxima boda de Jackie con el magnate griego Stefano Troyanos, las horas pasaron y la charla seguía siendo amena e interesante. Por un momento se olvidó de lo que le esperaba. De pronto volvió a la realidad pues su teléfono sonó y al ver la pantalla apretó los labios para no decir una palabrota. El número le era ya familiar pues Abdul lo había introducido en su móvil, era León. Se despidió compungida, pero con múltiples promesas de que se verían pronto. No contestó la ll
Lo vivido a su lado regresó con fuerza mientras ella cerraba los ojos y se recostaba en su asiento. Estaba muerta de miedo esa vez cuando ya estaban solos y ella seguía exigiendo que la regresara a su País o por lo menos a la embajada. Miedo a él y a su propia reacción frente a ese increíble hombre. Para sorpresa de Gabriela él se recostó entre suaves e invitadores almohadones que había en la habitación y la invitó a hacer lo mismo. No, gracias. – Rechazó ella. - ¿Podría enviarme en un helicóptero a la capital de Durban? – Se aventuró a pedirle. – Fue la escueta respuesta. ¡¿Por qué no?! – Exclamó ella al borde de un ataque de nervios. Vamos a cenar. – Respondió como si tal cosa, como por arte de magia entraron varios sirvientes quienes sirvieron abundante comida en bandejas y después de múltiples reverencias se alejaron dejándolos nuevamente solos. Ella no había comido desde… ya ni se acordaba y muy a su pesar tuvo que admitir que tenía bastante hambre. Además, si quería esca
Un sonido la despertó, era como el de un chapoteo en el agua. Abrió los ojos lentamente y vio que estaba totalmente sumergida en una enorme tina, mientras dos mujeres dejaban caer aceites en el agua que estaba deliciosamente fresca, su cabeza estaba apoyada sobre una toalla y era sujetada por Jazmín. Palpó su cuerpo y con asombro se dio cuenta de que estaba desnuda, preguntó a Jazmín quien la había desnudado. Yo le quité el resto de la ropa. Nadie más lo hizo, le doy mi palabra. Mi amo me lo ordenó. Él jamás le haría algo a una mujer en contra de su voluntad y menos en el estado en el que se encontraba. – Terminó de decir la joven con toda la convicción del mundo que ella no tuvo más que creerle. Gracias Jazmín. – Dijo en un susurro. Que débil se sentía, cosa que le extrañaba por que ella no era ninguna debilucha y no era el primer sitio inhóspito en el cual hubiese estado. – No sé que me pasó. No se trata solo de una insolación me temo. – Le comunicó la joven. – Un médico ha estado
Apresúrate. – susurró, no había querido que su voz saliera así pero no había podido evitarlo.Siempre tan impaciente. – dijo él abrochándolo al fin y levantando su rostro quedando a escasos centímetros del suyo. –dorados pensó ella, son dorados cuando desea algo, cuando me desea a mí. Oscuros casi negros cuando se enfada, de un suave avellana cuando está tranquilo, y café verdoso cuando se concentra o cuando está bajo tensión que no sea la femenina. Él vio sus labios… Vamos a despegar, debes abrocharte el tuyo. –Gabriela se obligó a romper el momento, o si no se odiaría por haber sido ella la que iniciara el acercamiento, la que iniciara un beso.Gabriela no podía fingir dormir esta vez, les quedaban sus buenas cinco horas de viaje y ella ya había dormido lo suficiente. Había tomado su laptop y abierto la historia que erróneamente pensaba publicar en breve, el giro de los acontecimientos le planteaba preguntas ¿podría hacerlo ahora que era una Princesa? La sola palabra y todo lo que
¿Qué haces? –centelleó ella furiosa intentando bajarse, él la sujetó con facilidad. No lo que quiero. Primero me gustaría ponerte de rodillas y darte de nalgadas. Y luego… -tomó su barbilla impidiendo que se alejara y le dio un suave beso rematándolo con un mordisco en su labio inferior. – tienes los labios más sensuales que he visto en mi vida. Me lo dicen con frecuencia. - dijo solo por molestar. ¿Quién? ¿Quiénes? –y allí estaban esos ojos relampagueando en dorado. ¿Importa? –respondió desafiante. Te encanta llevarme al borde ¿no? –preguntó burlón. Así que puedo lograr eso, no lo sabía. Déjame volver a mi asiento, estamos por llegar. –dijo viendo por la ventanilla y observando el antiguo palacio desafiando el tiempo, a las afueras de la ciudad. Quizás llegues a saber hasta donde me puedes hacer llegar. –respondió devolviéndola a su lugar. –te aconsejo que no lo intentes, sería mejor que no pasara. ¿Es una amenaza? Es una realidad. Aun está pendiente el como escapaste, esa