Entró y saludó con entusiasmo a las dos bellas mujeres que la esperaban, casi se le salieron las lágrimas de alegría. Se pusieron al día, les contó brevemente y con cero dramas el predicamento en el que se encontraba, ellas no se alteraron demasiado, pues sus propias vidas tenían sus más que justas dosis de emociones intensas y se enteró de la próxima boda de Jackie con el magnate griego Stefano Troyanos, las horas pasaron y la charla seguía siendo amena e interesante. Por un momento se olvidó de lo que le esperaba. De pronto volvió a la realidad pues su teléfono sonó y al ver la pantalla apretó los labios para no decir una palabrota. El número le era ya familiar pues Abdul lo había introducido en su móvil, era León. Se despidió compungida, pero con múltiples promesas de que se verían pronto. No contestó la ll
Lo vivido a su lado regresó con fuerza mientras ella cerraba los ojos y se recostaba en su asiento. Estaba muerta de miedo esa vez cuando ya estaban solos y ella seguía exigiendo que la regresara a su País o por lo menos a la embajada. Miedo a él y a su propia reacción frente a ese increíble hombre. Para sorpresa de Gabriela él se recostó entre suaves e invitadores almohadones que había en la habitación y la invitó a hacer lo mismo. No, gracias. – Rechazó ella. - ¿Podría enviarme en un helicóptero a la capital de Durban? – Se aventuró a pedirle. – Fue la escueta respuesta. ¡¿Por qué no?! – Exclamó ella al borde de un ataque de nervios. Vamos a cenar. – Respondió como si tal cosa, como por arte de magia entraron varios sirvientes quienes sirvieron abundante comida en bandejas y después de múltiples reverencias se alejaron dejándolos nuevamente solos. Ella no había comido desde… ya ni se acordaba y muy a su pesar tuvo que admitir que tenía bastante hambre. Además, si quería esca
Un sonido la despertó, era como el de un chapoteo en el agua. Abrió los ojos lentamente y vio que estaba totalmente sumergida en una enorme tina, mientras dos mujeres dejaban caer aceites en el agua que estaba deliciosamente fresca, su cabeza estaba apoyada sobre una toalla y era sujetada por Jazmín. Palpó su cuerpo y con asombro se dio cuenta de que estaba desnuda, preguntó a Jazmín quien la había desnudado. Yo le quité el resto de la ropa. Nadie más lo hizo, le doy mi palabra. Mi amo me lo ordenó. Él jamás le haría algo a una mujer en contra de su voluntad y menos en el estado en el que se encontraba. – Terminó de decir la joven con toda la convicción del mundo que ella no tuvo más que creerle. Gracias Jazmín. – Dijo en un susurro. Que débil se sentía, cosa que le extrañaba por que ella no era ninguna debilucha y no era el primer sitio inhóspito en el cual hubiese estado. – No sé que me pasó. No se trata solo de una insolación me temo. – Le comunicó la joven. – Un médico ha estado
Apresúrate. – susurró, no había querido que su voz saliera así pero no había podido evitarlo.Siempre tan impaciente. – dijo él abrochándolo al fin y levantando su rostro quedando a escasos centímetros del suyo. –dorados pensó ella, son dorados cuando desea algo, cuando me desea a mí. Oscuros casi negros cuando se enfada, de un suave avellana cuando está tranquilo, y café verdoso cuando se concentra o cuando está bajo tensión que no sea la femenina. Él vio sus labios… Vamos a despegar, debes abrocharte el tuyo. –Gabriela se obligó a romper el momento, o si no se odiaría por haber sido ella la que iniciara el acercamiento, la que iniciara un beso.Gabriela no podía fingir dormir esta vez, les quedaban sus buenas cinco horas de viaje y ella ya había dormido lo suficiente. Había tomado su laptop y abierto la historia que erróneamente pensaba publicar en breve, el giro de los acontecimientos le planteaba preguntas ¿podría hacerlo ahora que era una Princesa? La sola palabra y todo lo que
¿Qué haces? –centelleó ella furiosa intentando bajarse, él la sujetó con facilidad. No lo que quiero. Primero me gustaría ponerte de rodillas y darte de nalgadas. Y luego… -tomó su barbilla impidiendo que se alejara y le dio un suave beso rematándolo con un mordisco en su labio inferior. – tienes los labios más sensuales que he visto en mi vida. Me lo dicen con frecuencia. - dijo solo por molestar. ¿Quién? ¿Quiénes? –y allí estaban esos ojos relampagueando en dorado. ¿Importa? –respondió desafiante. Te encanta llevarme al borde ¿no? –preguntó burlón. Así que puedo lograr eso, no lo sabía. Déjame volver a mi asiento, estamos por llegar. –dijo viendo por la ventanilla y observando el antiguo palacio desafiando el tiempo, a las afueras de la ciudad. Quizás llegues a saber hasta donde me puedes hacer llegar. –respondió devolviéndola a su lugar. –te aconsejo que no lo intentes, sería mejor que no pasara. ¿Es una amenaza? Es una realidad. Aun está pendiente el como escapaste, esa
¿Decía señora?Nada, nada ¿eres rápida? No tenemos mucho tiempo. Quiero algo formal y elegante para todo. Empecemos con el peinado. –ocho minutos después Salma daba los últimos toques al peinado. –No entiendo porque León no dijo nada acerca de una cena de estado. Al parecer el rey lo decidió así de último momento mi señora. Vi correr a las doncellas encargadas del comedor. Escuché que decían que era cosa de último minuto. -suspiró. - ve por mi vestido, el que consideres apropiado. –consideraba que Salma sabía más sobre las normas y la etiqueta del Palacio que ella. Con manos temblorosas empezó a maquillarse, gracias a la práctica lo hizo en poco tiempo.Aquí está señora. –anunció Salma.Creo que eso no.¿Por qué? ¡Lleva los hombros al descubierto!Sí, pero…Voy a ofender al rey con eso, además…Lo envió el Príncipe León, expresamente para esta noche.Está loco de remate. – con manos aun temblorosas buscó su móvil y le marcó a su ahora flamante esposo metiéndose en el baño pues pens
No fue así. Preferiste que creyera eso para que tuviera claro que lo nuestro no pasaría de ser una aventura. –le dijo en voz baja, controlando su genio que amenazaba con estallar. ¿Te recuerdo que me casé contigo? Solo soy un triste juguete para tu m*****a diversión. Gabriela… esto, lo hablaremos. Vete al diablo… Escucharon como eran anunciados. Su Alteza Real el Príncipe Asad Khan Al Rached Zani Al Ahmad y la Princesa Gabriela Khan... Ella no terminó de oír todos los títulos y apellidos que ahora tenía por matrimonio. Se sentía la marioneta de León. Un títere en un extraño y absurdo juego. Quería irse de allí, de inmediato, pero las puertas fueron abiertas y vio decenas de personas que les dieron una gran reverencia. No podía correr ahora, el coraje la sacó de la desesperación por huir. Tuvo que poner su mano sobre la de él, deseó poder enterrar sus uñas en esa palma. Sin embargo, levantó el rostro y esbozó una sutil sonrisa. Fue presentada a mucha gente, quienes deseosos de
¿Si no qué? ¡Si no qué, dime! –él la soltó de inmediato y se pasó las manos por el pelo.Pero no lo digas. No soporto la idea de pensar que pudiste estar con alguien más. Soy así Gabriela, entiéndelo de una vez.¿Qué entienda qué? ¿Qué no eres lo suficientemente moderno para estar con una mujer que ha estado con otros? –le dijo aun destilando rabia.He estado con mujeres que han tenido mas amantes. No te confundas, es contigo con quien no podría soportarlo. –respondió serio pero aun agitado.Ósea que fui la escogida porque nadie más me había tenido. gracias por aclararlo, es bueno saberlo.Fue un honor y un privilegio haber sido el primero. Pero no fue eso lo que hizo querer que nunca te apartaras de mi lado. Si se tratara de escoger a alguien solo por ser virgen, me las han ofrecido desde que tengo memoria. Es porque eres tú y todo lo que representas, todo lo que eres.Y si estuve con alguien en este tiempo separados ¿me dejarías ir? –no podía dejar ir el tema. Estaba dolida, herida
La luz del sol se filtraba por las ventanas. Gabriela se sentó de golpe. Era tardísimo, se había quedado dormida. A su padre no le gustaba que llegara tarde. De pronto, la realidad la golpeó, se fijó en la enorme cama, en la habitación y vio su vestido de la noche pasada puesto sobre una silla. Se fijó en su cuerpo y se dio cuenta que estaba en ropa interior. Seguro León le había quitado el vestido. Volteó a ver si él seguía allí y solo la marca en la almohada indicaba que allí había estado. Vio el reloj y eran pasadas las ocho de la mañana. Tarde muy tarde. Seguro las princesas a la fuerza o no, se levantaban temprano. Se acordó que no había llamado a su familia, solo había mandado mensajes a su hermano menos al llegar a Durban el día anterior y nada más. Seguiría mandando mensajes pensó. Si la escucharan al teléfono, se darían cuenta que nada marchaba bien. Rememoró la noche pasada y el pecho lo sintió apretado, debería haber llorado y liberado toda su angustia, pero no había podido