¿Qué hace? ¡Bájeme ahora mismo! – Gritó.
Creo que te llevaré conmigo.
¡Ni se le ocurra! ¡O me suelta o…!
¿O qué? – Dijo con diversión en la voz.
¡Lo mataré! – Gritó fúrica en inglés.
¿Con qué? ¿Con esa maleta? – Los demás rieron y ella se puso peor.
Con lo que sea, pero juro que no dejaré que me toque un solo cabello.
En este momento estoy tocando más que eso.
Le dijo con burla, pues la sujetaba con firmeza por la cintura con una de sus enormes manos y la tenía pegada a él de espaldas, ella no podía verle el rostro y empezó a revolverse furiosa arriba del caballo.
–Quieta. Ordenó – Espantas a Janto.
Me importa muy poco su maldito caballo.
Pero a mí si me importa y mucho.
Pues a mí no me importa que a usted le… - Y no dijo más por que él le tapó la boca con una mano, provocando sonrisas en las caras de los hombres que le acompañaban, al menos no eran carcajadas esta vez se dijo Gabriela.
Si sigues hablando te voy a amordazar – Dijo acercándose a susurrarle eso en el oído logrando que todo el cuerpo se le pusiera tenso.
Le va a ir muy mal por hacerme esto – Le dijo ella con algo de dificultad por que seguía teniendo su mano sobre su boca.
¿Nunca obedeces una orden? - Preguntó exasperado.
Nunca…
Y no dijo más por que empezaron a cabalgar sobre la arena, con confusión vio que se dirigían a la ciudad fronteriza que ya era zona de Durban. Llegaron a las afueras y él dio órdenes a sus hombres en una lengua parecida al árabe pero que ella no conocía para nada y que seguro él había usado porque sabía que así no le entendería. Seguro era el dialecto de la zona.
Una camioneta todo terreno apareció de la nada y él la bajó del caballo.
-LLéveme a la embajada de mi País. – Exigió a pesar de que no estaba en condiciones de pedir nada.
¿Y cual es su País? – Inquirió él.
Soy ciudadana Italiana.
Interesante… entra a la camioneta.
No, hasta que me diga a donde me lleva.
No doy explicaciones, pero ya que insistes. Creo que necesito una nueva mujer para mi harén – Explicó con una sonrisa a juzgar por sus ojos, por que el resto de su rostro seguía oculto.
¿Qué necesita que…? - Preguntó con el rostro estampado de furia y confusión total. – Primero muerta ¿me oye?
Demasiado claro. Abdul métela en la camioneta y vigílala. –Ordenó en Inglés a un hombre enorme que a ella le resultó familiar.
Entre gritos, golpes y protestas de Gabriela hacia Abdul fue que este la llevó a la camioneta no sin dificultad.
Mi señor. La pobre chica se lo ha creído todo. – Le dijo un hombre mayor que iba con él.
Lo sé, tenía mucho que no me divertía tanto ¿Es testaruda verdad Abdul?
Mucho mi señor, mucho. También muy hermosa.
Sí Abdul, eso también lo sé…
Milan, Italia seis meses después…
¿Puedes explicar que rayos significa esto, Gabriela? – Rugió, literalmente rugió su padre desde la cabecera de la impresionante mesa de caoba en la sala de juntas. Gabriela dio un respingo en el asiento y miró a su padre totalmente confundida. Había llegado tarde y enseguida había sentido una terrible tensión, sus hermanos estaban con los ceños fruncidos y mortalmente serios, su madre tenía cara de funeral y su padre al igual que los demás, solo eran sus hermanos y su madre y no toda la junta directiva, le habían dirigido sendas miradas asesinas al llegar, a lo cual había parpadeado con confusión ¿Qué hice? Se preguntó inmediatamente, repasando lo que pudiera haber provocado semejante reacción, pero lo cierto era que no recordaba una tan exagerada a algo que hubiese hecho, seguramente se trataba de un error. Pero al sentarse su padre le había dicho aquellas palabras.
Si me dijeras de que se trata padre, estoy segura que podré explicarlo. – Le respondió con cautela.
Así que estás segura que puedes explicarlo – Le dijo su hermano Alexéi, el mayor, con voz dura y ella acostumbrada a ser el objeto del cariño de sus dos hermanos a pesar de que a veces podía ser un verdadero incordio para ellos y viceversa, y a pesar de que peleaban gustosamente, ese tono de voz no lo había recibido así que se puso más tensa todavía.
He dicho – repitió empezando a enfadarse – Que si me dicen de qué m*****a cosa me acusan puedo explicarlo.
No hables así delante de Mamá – Le reprochó Román, el segundo de sus hermanos con voz de hielo.
He oído cosas peores salir de la boca de Gabriela – Dijo su madre – Y la he visto hacer cosas muy locas, pero esto es sencillamente inaudito – Remató la bella Sascha con gesto de consternación. Para esas alturas Gabriela estaba al borde, a punto de gritar con todas sus fuerzas y ella había gritado en la sala de juntas, pero no con todas sus fuerzas.
Creo que voy a gritar – Siseó a punto de hacerlo.
¿Podrías decirnos por qué se niegan a hacer negocios con nosotros en Durban? – Preguntó su padre con gesto de muerte.
¿Du…Dur…ban? – Tartamudeó empezando a comprender y sintiendo que el color abandonaba su cara. Un frió la recorrió y tragó saliva discretamente.
Veo que sabes de que va todo esto ¿verdad? – Tronó Darren Kensington su padre, quien no quitaba el gesto furioso.
Fue ahí donde pasaste tus vacaciones de dos meses ¿No es así? – Preguntó Alexéi.
Sí, fue allí pe… pero… - ¿Por qué no podía dejar de tartamudear?
¿Qué hiciste esos dos meses Gabriela? – Siguió su madre.
Yo… - Intentó contestar Gabriela.
No, no lo digas – Dijo con sarcasmo Román- Exploraste la zona, compraste tapetes, artesanía local y te enredaste con uno de los Príncipes del País.
¿Qué yo qué? – Gimió ella ¿Príncipe? Ella no conoció nunca a nadie de la familia real de Durban; León era un Jeque, familiar lejano de la realeza del País, no era ningún Príncipe.
El cual reclama que regreses a su lado – Siguió furioso su padre – Porque da la casualidad que tú, mi querida y caótica hija que, si no lo haces, se nos va de las manos este contrato el cual sabes perfectamente que es de vital importancia para nosotros.
Eso no puede ser verdad… - Dijo con voz entrecortada Gabriela.
Pues lo es – Dijo con voz apesadumbrada su madre – Pero lo que nos tiene así no es el contrato hija.
¿Entonces? – Graznó Gabriela.
¿¡Qué estabas pensando!? – Gritó su padre - ¿¡En que momento decidiste desgraciarte la vida!? ¡¿En que momento pensaste que lo mejor para ti era casarte con un Príncipe con ideas del siglo pasado!?
Si el rostro de Gabriela ya no tenía color en ese momento la ausencia del mismo fue total, acompañó la reacción un mareo impresionante. De no estar sentada seguro caía redonda ¡Ella no estaba casada con León! ¿O sí? Él la había molestado frecuentemente con ello, le decía que era suya por el simple hecho de que habían tenido relaciones y eso sellaba su destino, que al haberse acostado significaba que ya le pertenecía. Cosa que no fue así pues lo dejó sin más y sin voltear siquiera a pesar de lo duro que fue hacerlo.
Yo no me casé con nadie durante mi estancia en Durban y mucho menos con un Príncipe ¿Quién les ha contado tan absurda historia?
El mismísimo León en persona, su Alteza real, Príncipe de Durban y favorito del rey, por si fuera poco – Resopló Alexéi. – El encargado de las inversiones, negocios y finanzas del Reino. Él cual me dijo sin más y sin tiempo a asimilarlo que yo era su cuñado, cuando me presenté para hacer negocios en el País y que exigía la devolución de su flamante esposa o de lo contrario no sólo no habría trato alguno, si no que se encargaría personalmente de arruinarnos. – Remató con una mirada llena de coraje hacia ella.
Eso es absurdo – Insistió Gabriela – ¡León no es ningún Príncipe! ¡Yo no me casé con nadie! Y en todo caso él jamás exigiría algo así, él no es así… Yo…- Ella misma se interrumpió, sabía que León era capaz de eso y más cuando quería algo y sobre todo cuando ese algo que era ella y no le había dejado salirse con la suya. Ella lo había abandonado y eso nadie jamás se lo había hecho.
Mira esto – Dijo su madre sacándola de ese funesto pensamiento y mostrándole en su teléfono imágenes de él tomadas por fotógrafos de todo el mundo. - ¿Insistes en que no es el mismo hombre del que hablamos?
Con manos temblorosas vio las imágenes donde iba vestido a la manera occidental y como siempre arrebatadoramente guapo, comprobó con horror que seguía teniendo el efecto de dejarla sin aliento a pesar de solo verlo en una imagen plasmada en papel. Era hermoso a más no poder, millonario a más no poder y encima un condenado Príncipe de unos de los Países más ricos del Mundo.
¿Le faltaba algo? ¡Nada! Y eso lo decían en los textos que acompañaban las fotos donde lo aclamaban como el partido de oro, el soltero de diamante, que tenía el poder de derretir con esa mirada de ojos ambarinos iguales a los de un León y que aún sin tener un centavo seguiría teniendo el mismo y potente efecto con el género femenino. Pero ella había estado con León un Jeque árabe de visita en Durban ¿no? ¡Qué estúpida! Era obvio que le había ocultado que en realidad era uno de los hijos del Rey y de paso que de alguna manera ella estaba unida a él. Reparó por fin en el hecho de que el nombre León era lo mismo que Asad, tenían el mismo significado ¿Así que estaba unida a un Príncipe? ¡A un maldito mentiroso! Así que era el Príncipe Asad Khan Al Rached Zani Al Ahmad, el segundo hijo varón del Rey Omar, pero su favorito. La prensa decía qué si no fuera por que se aplicaba con religiosidad las leyes, el Rey de buen grado lo nombraba soberano en lugar de su hermano mayor dado a las parrandas y a gastar dinero por toneladas.
Se le adjudicaba el título de amplio conocedor del cuerpo femenino, poseedor de bellas mujeres, una lista interminable de bellezas había pasado por su cama decían los artículos que leía a toda velocidad sin que sus manos dejaran de temblar, reacio al compromiso decía uno, soltero indiscutible, magnifica tentación para cualquier mujer que creyera poder conquistarlo pero al parecer era inconquistable en lo relacionado a un compromiso mayor. Nunca pasaba más de un mes con la misma mujer. Y ella había estado dos meses ¿Merecía una medalla? Lo vio en una foto rodeado de bellezas anhelantes y ansiosas a su alrededor y sintió ganas de vomitar.
Él me engañó – Susurró olvidándose de que su familia estaba presente.
¿De qué hablas? – Dijo su Padre más calmado al ver que ella estaba realmente afectada.
¿Te obligó a que te casaras con él? – Se levantó Alexéi de un salto.
No entiendo nada – se obligó a hablar – Aquí dicen que al Príncipe Asad no le gustan los compromisos y ahora resulta que estoy casada con él y que exige que vuelva. Él me dijo que era un Jeque nunca dijo que era un Príncipe, estuvimos juntos dos meses. Después de eso yo regresé, pero… - no iba a contar los detalles de su separación por mucha confianza que tuviera a su familia. No tenía caso preocuparlos más o hacerlos enojar aún más de lo que ya lo estaban. – ¿Para qué exigir mi regreso? Nunca hubo una ceremonia. Tiene cientos de mujeres de donde escoger ¿Qué demonios quiere?
A ti. – Fue la respuesta escueta de Román - ¿Por qué lo ves ilógico? No lo entiendo porque eres mi hermana, pero al parecer eres una mujer que fácilmente puede provocar la reacción que suscitaste en Asad.Ya lo creo que sí – Dijo su padre sin el orgullo paterno que siempre afloraba cuando otros admiraban la belleza de su hija. Pero… No es posible ¿Madre? ¡Di algo! Si no regresas con él personalmente se encargará de hundir la Empresa. Pero si no quieres volver con él jamás te obligaremos a hacerlo y lo sabes.¡Nos iremos a la quiebra entonces! – Estalló Román para después calmarse y apoyar lo dicho por su madre – Pero jamás permitiríamos un sacrificio de esta magnitud de tu parte ¡Por mucho que te lo merezcas!Pero si va todo viento en popa. No puede ser que él pueda lograr acabar con nosotros. Tenemos muchos contratos, excelente reputación ¡Somos de lo mejor en el ramo! – Dijo ella angustiada.La empresa de la familia de Gabriela era importante en el mundo europeo empresarial. Kensi
Atravesaron el desierto durante aproximadamente dos horas en esa camioneta enorme que tenía incluso una división de tal manera que el chofer no veía a los ocupantes, pero poco le importó porque ella en todo ese tiempo no le dirigió palabra alguna, desesperada y enfadada ¿Realmente iba ir a para a un harén? Por fin en la distancia alcanzó a ver un campamento, gente iba y venía vestida tradicionalmente y algunos llevando los colores que ya había observado con anterioridad azul oscuro y plata. ¿Dónde estamos? – Preguntó por fin. En mi harén del desierto – Le dijo tranquilamente y ella lo volteó a ver con ojos enormes que denotaban horror. No puede ser posible… Yo… – Dijo incrédula. Tú… ¿Qué? ¡No voy a ser una m*****a esclava sexual! No estés tan seguro de ello – Dijo por toda respuesta ocultando una sonrisa. Al borde de un colapso Gabriela intentó frenéticamente de nuevo abrir la puerta, sabía que era inútil, todo era inútil pero no podía quedarse allí sin hacer nada. Si lograras
¡Estoy aquí contra mi voluntad! Si no es un secuestro ¿Qué rayos es?Te salvé de una banda de asaltantes del desierto. Si supieras lo que hacen con las mujeres que encuentran, ahora mismo estarías besándome los pies por haberte librado de esa situación. Así que tienes mucho que agradecerme y pensándolo bien sería mucho mejor que no te limitaras a los pies. – Sonrió burlonamente.¿Es esto un harén? – Preguntó tratando de controlarse. ¿No?Eso fue lo que dije.Pero dijiste qué…Que era mi harén del desierto – terminó la frase por ella – Sí. pero he despedido a todos aquellos que no necesito, por ahora tú me bastarás
¿Por qué eres tan difícil? – Con una mano le tomó de la barbilla y le obligó a mirarlo, ella no hizo gesto de apartarse pues no quería que la viera como una cobarde. Los ojos de León adquirieron el tono del oro al fundirse y ella recordó lo que esa mirada significaba…deseo puro ¿Así que eso era? Aún no se había cansado de ella, aún no tenía suficiente y sobre todo no había estado listo todavía para desecharla y como magnifica culminación se añadía el hecho de que era ella la que había puesto tierra de por medio y se había ido, no había sucedido al revés. Sí había habido una separación previa, o ella así lo había entendido porque ¿se habían separado antes de que ella se fuera no? Lo diré una vez más – Se esforzó para lograr articular tan sencillas palabras, debería estar furiosa con él, pero lo cierto era que ahora no pensaba en otra cosa que no fuera ese deseo que la había consumido, efecto que no había quedado atrás y sentía en esos momentos - ¿Qué es lo qué pretendes? Te recuerdo qu
Él se sentó en una silla frente a ella muy atento, Gabriela lo ignoró, pero no le dio la espalda, no la iba a intimidar.¡Gab! Soy Ally… - El rostro de Gabriela cambió en cuanto supo quien le hacía la llamada, se iluminó y sonrió. Tenía mucho que no sabía de Allyson y saber de ella significaba saber también de Jack. Ambas amigas suyas.¡Cuánto tiempo! Te he echado de menos. – León arqueó una ceja al escucharla. Ese hombre con cualquier gesto por irritante que fuera se veía guapísimo. Así que mejor desvió la mirada. Y yo a ti, debemos ponernos al día. Jackie se casa en unos días y queremos verte. – Decía Allyson.¿Se va a casar? – Preguntó sorprendida. - ¿Jack? ¿Estás de broma?No, para nada. ¿dónde nos vemos?Nos vemos en… - ¿En dónde? Se preguntó Gabriela, ese mismo día tenía que arreglar las cosas con León, pero se moría por ver a sus amigas. - ¿En dónde están?Aquí en Milán ¿Qué te parece en la cafetería de siempre, en una hora más o menos?Perfecto, allí estaré. – Y colgó sintién
Entró y saludó con entusiasmo a las dos bellas mujeres que la esperaban, casi se le salieron las lágrimas de alegría. Se pusieron al día, les contó brevemente y con cero dramas el predicamento en el que se encontraba, ellas no se alteraron demasiado, pues sus propias vidas tenían sus más que justas dosis de emociones intensas y se enteró de la próxima boda de Jackie con el magnate griego Stefano Troyanos, las horas pasaron y la charla seguía siendo amena e interesante. Por un momento se olvidó de lo que le esperaba. De pronto volvió a la realidad pues su teléfono sonó y al ver la pantalla apretó los labios para no decir una palabrota. El número le era ya familiar pues Abdul lo había introducido en su móvil, era León. Se despidió compungida, pero con múltiples promesas de que se verían pronto. No contestó la ll
Lo vivido a su lado regresó con fuerza mientras ella cerraba los ojos y se recostaba en su asiento. Estaba muerta de miedo esa vez cuando ya estaban solos y ella seguía exigiendo que la regresara a su País o por lo menos a la embajada. Miedo a él y a su propia reacción frente a ese increíble hombre. Para sorpresa de Gabriela él se recostó entre suaves e invitadores almohadones que había en la habitación y la invitó a hacer lo mismo. No, gracias. – Rechazó ella. - ¿Podría enviarme en un helicóptero a la capital de Durban? – Se aventuró a pedirle. – Fue la escueta respuesta. ¡¿Por qué no?! – Exclamó ella al borde de un ataque de nervios. Vamos a cenar. – Respondió como si tal cosa, como por arte de magia entraron varios sirvientes quienes sirvieron abundante comida en bandejas y después de múltiples reverencias se alejaron dejándolos nuevamente solos. Ella no había comido desde… ya ni se acordaba y muy a su pesar tuvo que admitir que tenía bastante hambre. Además, si quería esca
Un sonido la despertó, era como el de un chapoteo en el agua. Abrió los ojos lentamente y vio que estaba totalmente sumergida en una enorme tina, mientras dos mujeres dejaban caer aceites en el agua que estaba deliciosamente fresca, su cabeza estaba apoyada sobre una toalla y era sujetada por Jazmín. Palpó su cuerpo y con asombro se dio cuenta de que estaba desnuda, preguntó a Jazmín quien la había desnudado. Yo le quité el resto de la ropa. Nadie más lo hizo, le doy mi palabra. Mi amo me lo ordenó. Él jamás le haría algo a una mujer en contra de su voluntad y menos en el estado en el que se encontraba. – Terminó de decir la joven con toda la convicción del mundo que ella no tuvo más que creerle. Gracias Jazmín. – Dijo en un susurro. Que débil se sentía, cosa que le extrañaba por que ella no era ninguna debilucha y no era el primer sitio inhóspito en el cual hubiese estado. – No sé que me pasó. No se trata solo de una insolación me temo. – Le comunicó la joven. – Un médico ha estado