AVERYLa sorpresa aumentó en cuanto entramos a una zona bastante bonita y elegante hasta un edificio demasiado alto. Tanto Luca como yo estábamos demasiado sorprendidos para decir palabra alguna, y si mi hermano me llegaba a preguntar sobre cómo había conseguido aquel lugar, no tenía ni la menor idea de qué responderle. La sola recepción del edificio era enorme y bonita, con sillones de descanso que no disimilaban en absoluto la elegancia. Jeray nos guio al ascensor y el silencio se agudizó. Mi cabeza daba vueltas y las palabras estaban en la punta de mi lengua, listas para salir en el momento más oportuno. —¿Cuál es nuestro piso? —inquirió Luca. —El último —respondió Jeray y ambos abrimos los ojos de sorpresa. —Demasiado alto —murmuré y escuché reír al hombre.—¿Tienes miedo a las alturas? —quiso saber y negué—. Este edificio no es tan alto como otros.No quería preguntar de cuáles otros edificios estaba hablando, ya con este era más que suficiente y una parte de mí se negaba a v
◆En cuanto las puertas del ascensor se abrieron, Jeray salió a paso firme y elegante, haciendo que su secretaria se pusiera de pie y se acercara a él de inmediato. —El Sr. Pelman está furioso y dijo que no firmaría ningún contrato con usted. —Entonces que abandone mi sala de juntas —respondió con esa altivez que lo caracterizaba, dejando en silencio a la chica—. Igual no soy yo el que va a perder nada. El hombre entró a la oficina y se quitó su americana, dejándola colgada en el gancho antes de acercarse al bar y darse el primer trago del día. Se sentó en su lugar y abrió su computadora, listo para empezar su trabajo, pero la fija mirada de su secretaria hizo que la mirara. —¿Vas a informarme algo más?Dixie tragó saliva y apretó la tableta que tenía en sus manos contra su pecho. ¿Por qué estaba actuando tan diferente con ella? Se debía a la chica del día anterior? Se vio preguntándose, mirando al hombre que la miraba con seriedad y sin ninguna pizca de deseo. —Srta. Kenner, si
Avery se levantó bien temprano como cada mañana y se preparó para hacer un poco de ejercicio en la sala, escuchando música mientras el sol terminaba de iluminar todo el cielo. Cuando terminó, se dio una larga ducha con agua tibia y se mantuvo en la bañera contemplando la majestuosa vista desde allí. Desde su baño podía ver el lago en su máximo esplendor y los edificios de fondo como si se tratara de una fotografía sacada de la internet. Era una vista preciosa y que cada día la enamoraba aún más, pero no quería acostumbrarse demasiado a ella porque, aunque si bien el apartamento estaba a su nombre, no pensaba quedarse con el. Eso sería demasiado. Salió tiempo después y se puso un vestido ligero y se unió a la cocina donde la Sra. Grace, la ama de llaves de Jeray, le ayudaba a preparar el desayuno. Avery se sentía avergonzada de que la mujer estuviera allí para hacer de comer y limpiar, por eso habían llegado a un acuerdo de hacer el trabajo por mitad. La chica empezaba a aburrirse y
—Hoy viene un importante cliente al club, por lo que les pido encarecidamente que se pongan sus mejores trajes, arreglen sus cabellos y hagan sus uñas de ser necesario. Las quiero a todas convertidas unas verdaderas bellezas a las ocho en punto en la plataforma —explicó Ivanna, mirando a sus chicas con una mirada seria y fría—. Esta noche se irán tres. Las doce chicas que trabajaban en el club nocturno asintieron al unísono con la cabeza, ignorando el hecho de que tres de ellas se irían a una mejor o peor vida y haciéndose las fuertes para no demostrar el temor que corría en su más profundo interior. Avery tragó saliva, era la chica más nueva del club y aun no podía asimilar que cada mes se hiciera una especie de subasta, donde tres de ellas tendría que partir con su comprador. No tenía la menor idea de cómo había terminado en ese lugar, pero se lamentó haber tomado la primera oportunidad de trabajo que se le presentó. Ella pensaba que sería una simple camarera, incluso le hubiese
Con los nervios a flor de piel y el corazón latiendo muy a prisa, Avery caminó por el largo pasillo a medio iluminar hasta entrar al salón principal y hacerse en la plataforma junto al resto de las chicas. Todas estaban perfectamente alineadas y vestidas para la ocasión, resaltando sus atributos y la belleza innata de cada mujer.Unas estaban impasibles, acostumbradas al tipo de trabajo que realizaban, y otras, como Avery, nerviosas por lo que se venía. No todas asimilaban que durante el tiempo que el cliente lo requiriera, pertenecían a ellos y debían cumplir sus más oscuras fantasías.Unas querían ser elegidas para poder ganar dinero, otras querían salir corriendo a los brazos de sus padres y no volver a ese lugar nunca más en sus vidas. Pero no podían hacer más que afrontar su situación y aguardar a que sus contratos vencieran para poder tener paz en sus corazones y no vivir en aquellas pesadillas. La luz del salón se atenúo hasta quedar en mínima, apenas pegando contra las figura
Avery observó su firma por largos segundos, una parte de sí deseando romper la hoja en cientos de pedacitos y salir corriendo de ese lugar. No quería estar allí y cumplir los pedidos de un hombre que quizá fuese malo, pero no podía hacer nada al respecto, solo aceptar en lo que se había convertido su vida. Debía enfrentarse a su trabajo y hacer lo mejor que podía por su hermano, eso era algo que se repetía constantemente para no salir corriendo. Cerró los ojos por unos instantes, pensando en su hermano y en lo débil que se encontraba antes de que lo hospitalizara. Él era un chico fuerte que siempre le sonreía pese a no tener fuerzas para continuar, sin embargo, él de alguna manera quería demostrarle que estaba bien, que no sentía mayor dolencia para no preocuparla de más. Ver como la vida se iba del cuerpo de su hermanito menor en manos de una cruel enfermedad le arrugó el corazón y le dio esa fuerza que sentía perdida y tanto necesitaba en ese momento. Le dolía que estuviera sufrie
¿Qué otra opción tenía Avery? Ninguna, así que, cerrando los ojos y tomando una bocanada de aire, tomó la mano del hombre para salir del auto. Su corazón latía con fuerza, sus piernas se sentían temblorosas y su mirada no podía ocultar lo asustada que se encontraba. Caminó de la mano del hombre hasta llegar a la puerta de la mansión. En ese momento estaba tan asustada y alerta a lo siguiente que haría que no se fijó en la imperiosa casa que la había traído.Su mente se encontraba en blanco, siquiera sintió los pasos que había dado hasta la casa. Aún podía sentir las manos del hombre en su cuerpo y sus labios acribillando a los suyos arrebatando todo el aire de sus pulmones.Su cuerpo se sentía extraño, eran sensaciones que nunca había sentido antes. Era una mezcla de excitación y miedo que poco podía entender, pero era muy parecido a lo que sintió cuando su exnovio había despertado en una tarde que quiso ir más allá con ella, solo que aquella vez sí anhelaba entregarse al chico y no
En ese momento, donde su cuerpo reaccionaba de una manera que no podía entender, las palabras del hombre nunca llegaron a sus oídos. Avery solo podía sentir como la parte más ancha de la regadera de mano se frotaba con suavidad y precisión entre sus piernas. La dureza del objeto contrastaba bajo el agua fría que, poco a poco, se calentaba.Las sensaciones eran como estar en una montaña rusa. Desde la frialdad del agua hasta los espasmos que la atravesaban completa eran una total locura que jamás en su vida había experimentado antes. Se sentía sucia, pero a la vez el calor la gobernaba y la sensibilidad se adueñaba de sus nervios con cada roce. Soltaba gemidos que eran como una dulce melodía para el hombre, que la veía con fijeza mientras aceleraba el ritmo de su mano y presionaba la regadera, haciendo que la chica se sacudiera y se aferrara del borde de la bañera con todas sus fuerzas. Sus mejillas estaban rosadas y veía como se relamía los labios y tragaba saliva, tratando de conte