Faith
Mi corazón parecía salir de mi pecho, mi respiración era demasiado pesada y mis pies no daban para más. De camino al trabajo mi coche se averió, tuve que salir y buscar un taxi porque estaba llegando tarde pero no encontré nada. Por eso ahora mismo me encontraba casi corriendo con tacones de ocho centímetros y un vestido ajustado, miraba la hora a cada nada, faltaban algunas cuadras y estaba sobre los quince minutos tarde.—¡Oh, Dios, no llegaré nunca!Estaba sudada, había perdido todo el glamour con el que salí de casa y con el miedo latente de que quizá ahora si conocería al tan temido y mencionado mal carácter del señor McConnell.Las puertas de la enorme residencia me recibieron, hasta donde tenía entendido antes este lugar era su residencia donde también atendía todo lo relacionado con su labor, pero al parecer a su esposa eso no le gustaba y pidió que se mudaran a otro lugar para mantener su intimidad lejos del trabajo.—¡A mi oficina, señorita Petterson! —exclamó el señor McConnell con su potente voz desde el umbral de su oficina.Dejé mi bolso en el escritorio y me apresuré a entrar, ni siquiera me dio tiempo para ir a beber agua, tenía mi garganta demasiado seca por lo que relamía mis labios a cada segundo.—Siento llegar a esta hora, señor, tuve un inconveniente con mi auto y... —alzó su mano como señal para que me callara, su semblante era serio como de costumbre.—Evite las explicaciones que de igual modo no le creeré, no hay excusas para ser tan irresponsables como el llegar cuarenta minutos tarde, sino fuera porque Baker me pidió que le diera el puesto usted ahora mismo estuviera despedida.Traté de mantenerme serena como si el que me hablara con la voz alzada no tuviera efecto en mi.«¿Cómo se sentirá esa gran mano alrededor de mi cuello mientras...?» «¡Basta!» me reprendí tan pronto el pensamiento cruzó por mi cabeza, era una desfachatez de mi parte estar pensando ese tipo de cosas mientras mi jefe me gritaba las razones que tenía para despedirme.—...Y si quiere preservar el empleo más le vale que esto no vuelva a repetirse. No trabajo con gente incompetente e irresponsable. Ahora retírese a hacer su trabajo —Señaló la puerta mirándome como si fuera un insecto.—No se volverá a repetir, señor. Téngalo por seguro.No dijo nada y sólo desvió su mirada a su laptop, me apresuré a salir encaminándome a la cafetería para beber toda una botella con agua, me sentía deshidratada y con mis piernas ardiendo por tan larga caminata.«Maldito» pensé al caer en cuenta que llamó incompetente como si a él nunca se le hubiesen atravesado inconvenientes.De mala gana regresé a mi puesto para hacer todas las actividades requeridas, revisé su agenda y vi que tenía un almuerzo con el señor Moore, miré la puerta de su oficina dudosa si ir a recordarle o no.Me levanté decidida pero en eso el teléfono de la oficina comenzó a sonar, para mi sorpresa era la secretaria del señor Moore que llamaba para cancelar la reunión y pedir que la agendaran para la siguiente semana.Con las manos temblorosas di dos suaves toques en la puerta, pero sólo recibí silencio como resultado, volví a intentarlo.—AdelanteAbrí la puerta entrando a aquella estancia donde sentía asfixiarme con su presencia, me acaloraba su mirada y la manera en que me escrutaba, en cómo los músculos de su brazo se marcaban por sobre su saco, era difícil no desviar la mirada a ellos y no relamerse los labios.—La secretaria del señor Moore acaba de llamar para cancelar la reunión en el almuerzo, pidió re agendarla para la próxima semana.—No, la próxima semana estaré en el congreso y no tendré tiempo. Agéndalo para cuando tenga tiempo—Pero eso es hasta dentro de un mes.—Avísale a su secretaria, para cancelar una cita conmigo tienen que pensarlo muy bien —Soltó con mal humor, solo asentí y le pregunté si se le ofrecía algo más pero negó con la cabeza y me ordenó que lo dejara solo.Hice todos los preparativos para el viaje del domingo, las reservaciones estaban hechas y sólo debían ponerme de acuerdo con él para hacer la agenda de esa semana.—Faith, espérame —hablaron a mis espaldas cuando iba camino a la cafetería, me detuve y me giré a ver a Anne que trataba de alcanzarme.Comimos juntas en una mesa que compartimos con otros de los empleados, quienes comenzaron a hacer chistes del señor McConnell y de su mal carácter, se tenían mucha confianza entre ellos como para imitar al jefe a modo de burla. Me removí incómoda queriendo marcharme de ahí, no me gustaba ser partícipe de este tipo de cosas, podría traer consecuencias y lo que menos quería era perder mi trabajo.—¿Te vas ya? —preguntó Anne cuando me vio levantarme y recoger la bandeja—Si, tengo mucho trabajo por hacer.—Uf, tú eres la que más mal la pasas, o bueno la que más mal la pasarás —comentó uno de ellos—¿Por qué lo dices?—Porque pasarás mucho tiempo con él, aguantarás su mal carácter y su trato tan déspota, la mayoría de sus asistes no le duran. No es por desearte mala suerte pero yo no te calculo más de dos semanas —los demás rieron con lo último que dijo, forcé una sonrisa y asentí, no dándole importancia a sus opiniones que al final no me servían para nada.—¿Si?—De hecho, yo digo que renuncias al regresar de Washington —opinó otro—Yo digo que no aguanta la semana —se rió una mujer mirándome de una extraña manera, reparé en ella, no la había visto y de no ser porque movió su boca estaba segura que nunca lo hubiera hecho. No tenía aspecto de ostentar un cargo importante.—Yo si le tengo esperanzas —dijo Anne regalándome una sonrisa, asentí hacia ella por su manera de querer ser amable o quedar bien conmigo.—Si me disculpan, me retiro a trabajar.Me giré dejando la bandeja junto a las otras, regresé a mi escritorio tomando mi libreta y volviendo a tocar su puerta.—Señor, debo organizar su agenda para la próxima semana. La anterior asistente no dejó avanzado nada y yo aún no conozco sus actividades —no dejó de mirarme en ningún momento, no disimulaba ni un poco al pasear sus ojos por mi cuerpo y detenerse en mis labios.—Siéntate —con la tinta en su mano señaló una de las sillas frente a mi, le obedecí de inmediato acomodándome frente a él, fijándome que el vestido al ser ajustado se deslizó hacia arriba mostrando gran parte de mis piernas. Por alguna razón no me molesté en acomodarlo, sino que en su lugar crucé mis piernas y acomodé la libreta y encendí la pequeña grabadora que colgaba de mi cuello.Lo vi levantarse de su silla y rodear la mesa, recostándose sobre el filo de esta. No bajó su mirada a mis piernas, la mantuvo en en mis ojos escaneándome como si buscara algo en mi, quizá alguna muestra de coquetería, pero por mucho que me gustara no lo iba a hacer, no sería tan descarada al coquetear abiertamente con quien solo llevaba tres días de ser mi jefe.—A primera hora del lunes tengo que estar en el Capitolio, pasaré todo el día allí por lo que no te apures con la agenda, si se presentan reuniones inesperadas te harás cargo de agendarlas en un horario que no interrumpa con mis deberes.Asentí, mientras apuntaba que estaría en el Capitolio, estaba tan nerviosa que no era capaz de mantenerle la mirada y tampoco le confiaba algo a mi mente tan desmemoriada, de la cual no dudaba que olvidara lo que me acaba de decir. Al levantar la vista me encontré con la suya sobre mis piernas, no pude evitar medio sonreír de lado al haber logrado mi objetivo.—¿Es todo, señor?Desvió su mirada disimulando, se quedó pensativo por un momento para después asentir.—El domingo a las cinco de la tarde partiremos, te presentas en la pista privada.Me levanté para salir pero detuve mi intención al recordar que no sabía dónde era.—Eh, señor, desconozco la ubicación del lugar.—Te la haré llegar —respondió permaneciendo en aquella postura relajada.—Sino necesita nada más, me retiro.—Adelante«Cálmate, cálmate. Piensa en Jesús y elimina todo pensamiento impuro de tu cabeza» me decía a mi misma mientras caminaba a la salida con sus ojos sobre mi, no era necesario voltear para confirmarlo, la intensidad de su mirada era tan fuerte que la podía sentir.Pasé de largo de mi escritorio para ir al baño, necesitaba refrescar mi rostro, es más, mi cuerpo entero lo necesitaba.La abstinencia estaba jugándome una mala pasada, si, eso era. Porque ¿cuándo he tenido ese tipo de pensamientos por alguien que no es mi novio? ¿cuándo un hombre que no sea Aiden me había puesto a temblar con una sola mirada? «Nadie, sólo él»FaithPasé el resto del día tratando de limpiar mis pensamientos, lo mejor era que contestara de una vez por todas a Aiden y dejara de estar pensando en otros hombres. Regresé a casa en taxi, el auto estaba en un taller después que lo fueron a recoger, esperaba que pronto lo arreglaran o sufriría esperando por taxis. Preparé mi cena y me acomodé frente a la tv, mañana era sábado por lo que no tenía que preocuparme por levantarme temprano. Mi móvil comenzó a sonar, como de costumbre, mi novio era el remitente. Sin ganas aparté la comida y acepté la llamada. No dije nada y sólo esperé a que él lo hiciera.—¡Al fin contestas, mi amor! —«Mi amor» ese sobrenombre sólo lo usaba cuando la cagaba. —Hola —fue lo que atiné a responder—Estaba preocupado, ¿cómo estás? —Bien —¿Qué pasó, cielo? Deseaba tenerlo cerca para darle una patada en los huevos y luego irme. —¿En serio lo preguntas, Aiden? —pregunté siendo irónica—¿En serio no comprendes cómo es mi trabajo, Faith? —se puso a la defe
FaithBajé del taxi al mismo tiempo que llegaban dos camionetas a la pista, afuera del avión yacían el piloto y dos aeromozas. Arrastré mi maleta y una de las chicas se acercó para ayudarme con ella, voltee a ver al hombre que bajaba del auto con un traje azul marino sin corbata y lentes de sol, con su andar prepotente y esa seguridad que emanaba. El aroma de su perfume invadió mis fosas nasales al tenerlo a tan sólo unos pasos de mi, se acercó a saludar al piloto para después fijarse en mi. —Buenas tardes, señor —saludé, un asentimiento de cabeza fue lo que recibí en respuesta, pasó por mi lado subiendo al jet y sin poder evitarlo me fijé en su espalda y en su muy grande trasero. Traté de disimular la sonrisa en mis labios, sacudí mi cabeza y lo seguí, me acodé a tres sillones de él tratando de mantener la distancia y no incordiarlo con mi presencia. Una de las aeromozas le sirvió whisky antes de despegar, me fijé en la manera en que aquel líquido pasaba por su garganta, y no me ba
Faith Bajé al bar del hotel, me senté en la barra y pedí algo suave, no podía embriagarme ya que mañana tendría que trabajar. El ambiente estaba un poco apagado, la mayoría eran hombre apostando y unas pocas mujeres estaban bailando en la pista. Terminé cambiando de opinión y pedí vodka, al cuarto shot me acerqué a la pista de baile dejándome llevar por el ritmo de la música latina que sonaba en los parlantes, moví mis caderas con destreza imaginando que al hombre que le bailaba era mi jefe, casi sentí sus manos en mis caderas y el roce de su pelvis en mi trasero, su nariz rosando mi cuello y depositando un pequeño beso húmedo. Hice mi cabeza hacia atrás sin dejar de mover mi cuerpo, cerré mis ojos y entré abrí mi boca deseando tener la suya sobre mi, apaciguando estas enormes ganas que le tengo. Abrí mis ojos saliendo de la ensoñación cuando un hombre se pegó en mi espalda bailando a mi ritmo, medio me voltee para verlo y no estaba tan mal, lo dejé que posara sus manos en mi cadera
Faith—Buenos días, señor —saludé sin verlo. No respondió sino que en su lugar sólo me dio órdenes e instrucciones. Al llegar al Capitolio bajé rápidamente para seguirle el paso caminaba tan rápido que se dificultaba la tarea. —Al fin llegas, McConnell. ¿Has escuchado de la ley que quieren modificar? —se acercó un hombre en cuanto cruzamos la entrada de la edificación. —Si, una estupidez que no estoy dispuesto a apoya. —La mayoría pensamos lo mismo, pero hay mucho que están de acuerdo con eso. Steven puede llegar a ser demasiado convincente. —¿Has hablado con Clark? —le preguntó mi jefe —Si, ella tampoco está de acuerdo. —Bien, si dices que somos mayoría no será problema. ¿Algún otro problema con el que no esté enterado? —Tu lo sabes todo, deberías ser yo el que pregunte eso —se rió pero mi jefe era impenetrable y no tuvo ningún atisbo de gesto, permaneció serio sin detener su paso apresurado. Me envió a mi a su oficina donde me encargó varios de sus asuntos menos relevantes,
Faith El auto se detuvo y nos obligamos a separarnos, ambos jadeantes y con el deseo latente, no se necesitaban palabras para saber lo que quería el otro. Cerré mis ojos por unos segundos, entre abrí mis labios en una clara invitación, sentí su lengua invadir mi cavidad bucal y su mano deslizarse por mi pierna desnuda. —¿Qué es lo que quieres? ¿Qué es lo que deseas, Faith? —susurró alejando su boca para descender a mi cuello y depositar un húmedo beso en él. —Librarme de este deseo de tenerte, quiero que apacigües estas ganas que te tengo desde el momento en que te conocí —jadeé al sentir sus dedos rozar mi intimidad. —¿De verdad lo anhelas tanto? —Si —tomé su rostro alejándolo de mi cuello para volverme a prender de sus labios, para dejarle claro lo que quería y lo segura que estaba. —Esta noche, hermosa Faith, saciaremos estas ganas que nos tenemos. Porque no hay noche en la que haya alucinado con tu cuerpo, en tocarlo y poseerlo como una bestia, porque eso es lo que has desper
FaithLa pasión desmedida con la que nos besábamos sólo era una muestra del deseo contenido, sus grandes manos apresuraron mis glúteos por sobre la tela, estaba agitada y húmeda, no soportaba la presión, estar tanto tiempo en abstinencia solo hacia mi imaginación volar. Lo quería ya, sin más preámbulos, sólo deseaba apartarme la ropa necesaria para poder estar al fin sobre él. El auto se detuvo frente al hotel, me aparté con la respiración agitada, él estaba igual y con la ropa desarreglada. Estaba segura que yo estaba peor, mi labial seguramente corrido y mi ropa, ni que decir de ella. Me aparté volviendo a mi puesto, saqué el pequeño espejo que cargaba en mi bolso para acomodarme el cabello, no me importaba lo que los demás pensaran pero tampoco podía arriesgarme a que algún reportero nos captara con estas fachas que dejaban en claro lo que ocurría. —Salgamos —dijo él una vez se acomodó su camisa. Tomé una larga inhalación antes de salir del auto, caminé a prisa hasta el ascenso
Faith —Buenos días, señorita Petterson —saludó pasando por mi lado. —Buenos días, señor McConnell —contesté siguiéndole el paso hasta la camioneta, durante el camino le leí su agenda comportándome como una profesional sin mezclar las cosas. Llegamos al Capitolio donde se reunió con un grupo de senadores, incluida la vicepresidenta. Nuevamente me mando a su oficina dejándome nuevas tareas, entre ellas programar una cita con un empresario que se encontraba en la ciudad. En el camino me encontré con el señor Baker quien me saludó alegremente, preguntándome cómo me encontraba y qué tal se comportaba mi jefe. —Sigo sin tener quejas de él, hasta el momento se ha comportado muy bien conmigo —contesté evocando los recuerdos de anoche que no me hacían más que confirmar en el excelente trato que me daba el señor McConnell. —Es impresionante, pero seguramente se debe a que tu trabajo es excepcional —sonrió y yo asentí, claro que lo era. —Seguramente es por eso, he lidiado con cosas más gr
Faith —Me resulta curioso cómo es que terminé teniendo de asistente a una de las hijas de Thomas Petterson —comentó dándole un sorbo a su copa de vino sin cortar el contacto visual. Me removí en mi sitio desviando la mirada por un momento, el ambiente en el lugar era tranquilo y agradable, a diferencia de otros sitios no era tan ostentoso. —Bueno, cuando una está desesperada acepta el trabajo que le convenga —respondí recordando lo desesperada que me encontraba al haberme quedado sin trabajo y con todas las deudas encima. No era una bonita sensación. —¿Qué sucedió? —preguntó perpetuando la curiosidad en sus ojos. —Hace mucho que me alejé de mi familia, decidí tomar mi propio camino y heme aquí —forcé una sonrisa bajando la mirada a mi plato. —Entiendo —fue su respuesta, no volvió a emitir otra palabra por un largo rato lo cual agradecí. No me agradaba hablar de cómo llegué a ser una simple asistente después de estar al frente de una gran empresa. Lo que llevó a alejarme más de