¿Te está gustando la historia? ¿Qué harías en el lugar de Faith? ¿Caerías en la tentación?
FaithLa pasión desmedida con la que nos besábamos sólo era una muestra del deseo contenido, sus grandes manos apresuraron mis glúteos por sobre la tela, estaba agitada y húmeda, no soportaba la presión, estar tanto tiempo en abstinencia solo hacia mi imaginación volar. Lo quería ya, sin más preámbulos, sólo deseaba apartarme la ropa necesaria para poder estar al fin sobre él. El auto se detuvo frente al hotel, me aparté con la respiración agitada, él estaba igual y con la ropa desarreglada. Estaba segura que yo estaba peor, mi labial seguramente corrido y mi ropa, ni que decir de ella. Me aparté volviendo a mi puesto, saqué el pequeño espejo que cargaba en mi bolso para acomodarme el cabello, no me importaba lo que los demás pensaran pero tampoco podía arriesgarme a que algún reportero nos captara con estas fachas que dejaban en claro lo que ocurría. —Salgamos —dijo él una vez se acomodó su camisa. Tomé una larga inhalación antes de salir del auto, caminé a prisa hasta el ascenso
Faith —Buenos días, señorita Petterson —saludó pasando por mi lado. —Buenos días, señor McConnell —contesté siguiéndole el paso hasta la camioneta, durante el camino le leí su agenda comportándome como una profesional sin mezclar las cosas. Llegamos al Capitolio donde se reunió con un grupo de senadores, incluida la vicepresidenta. Nuevamente me mando a su oficina dejándome nuevas tareas, entre ellas programar una cita con un empresario que se encontraba en la ciudad. En el camino me encontré con el señor Baker quien me saludó alegremente, preguntándome cómo me encontraba y qué tal se comportaba mi jefe. —Sigo sin tener quejas de él, hasta el momento se ha comportado muy bien conmigo —contesté evocando los recuerdos de anoche que no me hacían más que confirmar en el excelente trato que me daba el señor McConnell. —Es impresionante, pero seguramente se debe a que tu trabajo es excepcional —sonrió y yo asentí, claro que lo era. —Seguramente es por eso, he lidiado con cosas más gr
Faith —Me resulta curioso cómo es que terminé teniendo de asistente a una de las hijas de Thomas Petterson —comentó dándole un sorbo a su copa de vino sin cortar el contacto visual. Me removí en mi sitio desviando la mirada por un momento, el ambiente en el lugar era tranquilo y agradable, a diferencia de otros sitios no era tan ostentoso. —Bueno, cuando una está desesperada acepta el trabajo que le convenga —respondí recordando lo desesperada que me encontraba al haberme quedado sin trabajo y con todas las deudas encima. No era una bonita sensación. —¿Qué sucedió? —preguntó perpetuando la curiosidad en sus ojos. —Hace mucho que me alejé de mi familia, decidí tomar mi propio camino y heme aquí —forcé una sonrisa bajando la mirada a mi plato. —Entiendo —fue su respuesta, no volvió a emitir otra palabra por un largo rato lo cual agradecí. No me agradaba hablar de cómo llegué a ser una simple asistente después de estar al frente de una gran empresa. Lo que llevó a alejarme más de
Faith Esperé a que abriera la puerta y pasar de paso a mi habitación, de pronto las ganas de estar con él se me habían bajado. Me metí al baño a darme una ducha y acostarme a dormir, lo mejor era parar todo esto hasta tener claro lo que cada uno tenía. Me había molestado la insinuación y la manera en la que me habló. Di mil vueltas en la cama queriéndome dormir pero no lo logré, maldecí por lo bajo al ser tan caliente y querer más de él. Si, tal vez me había enojado por nada pero es que tampoco quería que pusieran límites cuando esto era una simple aventura. Cansada de sobre pensar me levanté para quitarme la fina seda de mi bata de dormir, desnuda salí de mi habitación yendo a la suya, despacio abrí la puerta encontrándolo sentado en sillón mientras bebía un trago de whisky. Me miró entrar sin decir nada, caminé hasta él abriendo mis piernas para sentarme en las suyas quedando de frente a él, jalé de su cuello atrayéndolo a mis labios dominando en cada movimiento. Los solté y desc
Faith Llegué a la suite pasado el mediodía, dejé mi bolso en un sofá caminando al bar para servirme un trago y salir al balcón, el viento que hacía revolvió mi cabello, tomé asiento en uno de los tantos sillones que habían ahí. De un solo trago me bebí todo el contenido, el escozor en mi garganta me hizo arrugar la cara de lo fuerte que estaba. Cerré mis ojos queriendo perpetuar este momento, me sentía tan tranquila, relajada como si por primera vez después de tanto tiempo las cosas comenzaban a marchar bien. La vida me estaba volviendo a sonreír y no podría estar más contenta con ella. Escuché los pesados pasos acercarse y una sombra se cernió sobre mi, abrí un ojo seguido del otro, sonreí detallando cada parte de él, no me cansaba de admirarlo una y otra vez. La esposa tenía tanta suerte de tenerlo para ella, ver esa divinidad de rostro cada mañana. —Hola —saludó sentándose en el sillón a mi lado, inclinándose sobre este para alcanzar mis labios y tomarlos con delicadeza —¿Tie
Los dos días faltantes pasaron de volada, las noches fueron fabulosas a su lado, me encontraba insaciable y lejos de lo que pensé en un principio, no le veía un final pronto a esto. Dejó claro que no le importaba su esposa y por parte mientras todo se mantenga en secreto estaba bien, el sentimiento de culpabilidad aún no se cruzaba por mi cabeza. «Soy una perra» pensé. Cuando llegamos me dejó en la puerta de mi casa despidiéndose de mi, no sabía cómo iba a funcionar todo esto de ahora en adelante, si sólo sería exclusivo cuando fuera a Washington o seguiríamos haciéndolo aquí. De cualquier forma, estaba bien con todo. No necesitaba su continua atención, lo que quería es no volver a caer en el tormento de la abstinencia. Era sábado por la mañana y me encontraba en una tienda exclusiva de vestidos de novia, mi amiga llevaba midiéndose tres en lo que iba de la mañana. Su madre, su cuñada y yo la acompañábamos. —¿Qué tal este? —salió vistiendo uno de corte sirena, nada ostentoso, basta
Mattew Desperté en la habitación del hotel, alcancé el móvil que reposaba en uno de los buró y al ver la hora me levanté de inmediato sin siquiera reparar en la mujer que yace desnuda en la misma cama. Me apresuré a vestirme en silencio para no despertarla y evitar el tener que intercambiar número o cualquier otra petición de repetirlo. Salí del lugar subiendo a la camioneta que se puso en marcha hacia mi residencia, pasé mis manos por mi cabeza ante el molesto dolor de cabeza. Bebí mucho ayer, sólo esperaba no haber salido en primera plana de alguna revista. El inmenso jardín de la gran mansión se comenzó a divisar, unos minutos y nos encontramos frente a la entrada, bajé de inmediato sin importarme mi aspecto y lo que pudiera decir la mujer que sabía me estaba esperando al pie de las escaleras. —¿Dónde estabas? —es lo primero que dijo al verme aparecer, lucía bastante enojada y por mucho maquillaje que se hubiera puesto podía distinguir las ojeras y los ojos enrojecidos. —No es
Faith Me removí en la silla haciendo una mueca, me ardía todo el cuerpo después de tremenda cogida. Y aún así estaba ansiosa por recibirlo en mi casa, mi mente pervertida no paraba de pensar en ello. Me levanté yendo a la cafetería encontrándome con varios de mis compañeros que me veían de forma extraña, posiblemente suponiendo cosas, no habíamos sido tan discretos, Mattew ni siquiera le importó que me vieran subir al segundo piso con él, no sabía si nos habían escuchado pero con los cotillas que eran lo más seguro es que más de alguno subió a averiguar. No les presté atención y actué natural, no le debía nada a ellos, mi trabajo lo seguía manteniendo no por cogerme a mi jefe, sino por hacerlo bien. No iba a mezclar una cosa con la otra, ninguno de los dos lo hacía. —Hola, Faith —se acercó Anne a saludar o a investigar.—Hola —respondí sonriéndole —Oye, se han creado muchos rumores de ti y el jefe en el almuerzo. —¿No tienen vida propia o qué? —solté siendo mordaz con mis palabr