Faith Llegué a la suite pasado el mediodía, dejé mi bolso en un sofá caminando al bar para servirme un trago y salir al balcón, el viento que hacía revolvió mi cabello, tomé asiento en uno de los tantos sillones que habían ahí. De un solo trago me bebí todo el contenido, el escozor en mi garganta me hizo arrugar la cara de lo fuerte que estaba. Cerré mis ojos queriendo perpetuar este momento, me sentía tan tranquila, relajada como si por primera vez después de tanto tiempo las cosas comenzaban a marchar bien. La vida me estaba volviendo a sonreír y no podría estar más contenta con ella. Escuché los pesados pasos acercarse y una sombra se cernió sobre mi, abrí un ojo seguido del otro, sonreí detallando cada parte de él, no me cansaba de admirarlo una y otra vez. La esposa tenía tanta suerte de tenerlo para ella, ver esa divinidad de rostro cada mañana. —Hola —saludó sentándose en el sillón a mi lado, inclinándose sobre este para alcanzar mis labios y tomarlos con delicadeza —¿Tie
Los dos días faltantes pasaron de volada, las noches fueron fabulosas a su lado, me encontraba insaciable y lejos de lo que pensé en un principio, no le veía un final pronto a esto. Dejó claro que no le importaba su esposa y por parte mientras todo se mantenga en secreto estaba bien, el sentimiento de culpabilidad aún no se cruzaba por mi cabeza. «Soy una perra» pensé. Cuando llegamos me dejó en la puerta de mi casa despidiéndose de mi, no sabía cómo iba a funcionar todo esto de ahora en adelante, si sólo sería exclusivo cuando fuera a Washington o seguiríamos haciéndolo aquí. De cualquier forma, estaba bien con todo. No necesitaba su continua atención, lo que quería es no volver a caer en el tormento de la abstinencia. Era sábado por la mañana y me encontraba en una tienda exclusiva de vestidos de novia, mi amiga llevaba midiéndose tres en lo que iba de la mañana. Su madre, su cuñada y yo la acompañábamos. —¿Qué tal este? —salió vistiendo uno de corte sirena, nada ostentoso, basta
Mattew Desperté en la habitación del hotel, alcancé el móvil que reposaba en uno de los buró y al ver la hora me levanté de inmediato sin siquiera reparar en la mujer que yace desnuda en la misma cama. Me apresuré a vestirme en silencio para no despertarla y evitar el tener que intercambiar número o cualquier otra petición de repetirlo. Salí del lugar subiendo a la camioneta que se puso en marcha hacia mi residencia, pasé mis manos por mi cabeza ante el molesto dolor de cabeza. Bebí mucho ayer, sólo esperaba no haber salido en primera plana de alguna revista. El inmenso jardín de la gran mansión se comenzó a divisar, unos minutos y nos encontramos frente a la entrada, bajé de inmediato sin importarme mi aspecto y lo que pudiera decir la mujer que sabía me estaba esperando al pie de las escaleras. —¿Dónde estabas? —es lo primero que dijo al verme aparecer, lucía bastante enojada y por mucho maquillaje que se hubiera puesto podía distinguir las ojeras y los ojos enrojecidos. —No es
Faith Me removí en la silla haciendo una mueca, me ardía todo el cuerpo después de tremenda cogida. Y aún así estaba ansiosa por recibirlo en mi casa, mi mente pervertida no paraba de pensar en ello. Me levanté yendo a la cafetería encontrándome con varios de mis compañeros que me veían de forma extraña, posiblemente suponiendo cosas, no habíamos sido tan discretos, Mattew ni siquiera le importó que me vieran subir al segundo piso con él, no sabía si nos habían escuchado pero con los cotillas que eran lo más seguro es que más de alguno subió a averiguar. No les presté atención y actué natural, no le debía nada a ellos, mi trabajo lo seguía manteniendo no por cogerme a mi jefe, sino por hacerlo bien. No iba a mezclar una cosa con la otra, ninguno de los dos lo hacía. —Hola, Faith —se acercó Anne a saludar o a investigar.—Hola —respondí sonriéndole —Oye, se han creado muchos rumores de ti y el jefe en el almuerzo. —¿No tienen vida propia o qué? —solté siendo mordaz con mis palabr
Faith—Lo sé, créeme que lo sé —respondí después de permanecer unos largos segundos en silencio. Lo comprendí al fin, ahora lo que comenzaba a debatir mi mente era si lo merecía o no. Si, ahora mismo era igual de infiel que cualquiera, no había diferencia entre uno y otro porque ambos fallamos. Pero a mi parecer merecía más que migajas, no un amor a medias que luchara por mantenerme siempre en el anonimato, sino uno que no se avergonzara de caminar a mi lado. —Es bueno tener las cosas en claro —dijo terminando de comer y bebiendo todo el contenido de su copa. —¿Tú tienes claro las cosas conmigo? —pregunté dejando de lado la comida y fijándome por completo en él.—Por supuesto, somos sólo dos personas en busca de apaciguar el fuego de la lujuria. Ambos nos deseamos desde la primera vez que nos vimos, lo hemos dejado claro, preciosa Faith. Me levanté de la silla desatando el nudo de mi abrigo, dejándolo entre abierto y deleitándome en cómo sus ojos se posaban en mi cuerpo, deseándolo
Faith Di media vuelta frente al espejo encantada con el resultado, vestía un vestido azul con escote corazón, descubierto de los hombres, definía mi silueta y dejaba al descubierto una de mis piernas. Mis brazos estaban cubiertos por unos guantes que llegaban hasta más arriba de mis codos hechos de la misma tela del vestido, de mi cuello colgaba un fino collar de diamantes que me había regalado mi padre en mi cumpleaños pasado. Mi cabello estaba suelto pero permanecía por detrás de mis orejas, prendado por pequeños accesorios acordes a los otros. Un atiendo perfecto para deslumbrar pero no para ser el centro de atención, esta noche era de mi amiga, juntas habíamos elegido el atuendo de esta noche. El timbre en la puerta me hizo saber que ya habían llegado por mi, caminé fuera de la habitación bajando las escaleras con cuidado de no doblarme el pie y echar a perder la noche. Abrí la puerta sonriendo hacia el hombre que lucía espectacular en un traje completamente negro, me miró de p
Faith —McConnell, Giorgia McConnell —corrigió la aludida a mi madre, evité rodar los ojos ante lo fastidiosa que me pareció su voz —y si, es lo que soy querida Selene. Aunque tu también dejaste historia en ellas. El cambio de conversación no fue de mi agrado y ante las expresiones de los demás no fui la única, algunos disimuladamente se retiraron dejándonos a pocos en el círculo. Observé de reojo a mi jefe que parecía querer que la tierra lo tragara, se bebió todo el contenido de su copa y tomó otra. —¿Podemos hablar? —me preguntó mi padre al oído. No era lo que querría pero al menos tomaría eso de excusa para retirarme de ahí. —Ya está en buena compañía, señor McConnell. Si me disculpa, me retiro —dije ganándome su atención y la de su esposa quien alzó una de sus cejas reparándome de arriba abajo. —¿Y tú eres? —No moderó el tono de su voz, tal parecía que no le importaba armar una escena de celos en pleno salón. —Mi acompañante, la señorita Faith Petterson —me presentó mi jefe
Entré al edificio subiendo al ascensor y pulsando el piso del Pent House de la dirección, inserté la clave que escribió por mensaje y la puerta se abrió para mi. Entré sin reparar mucho en los detalles del lugar, busqué la habitación principal para complacerlo en lo pedido, me desnudé y me lancé a la cama, divertida miré el gran espejo en el techo. Alcancé mi teléfono para tomarme una foto, tapándome el rostro con el celular para después enviársela. «Te estoy esperando, no tardes» escribí, casi al instante la vio y respondió que ya estaba llegando. Y no mentía, pues escuché la puerta de la entrada ser abierta y sus pasos sonar por los pasillos. Me ubiqué dándole la espalda a la puerta para que lo primero que viera de mi fuera mi trasero y me quitara las ganas con las que me dejó en el baño de la mansión.—¡Joder! —fue lo que dijo al entrar —me vas a matar. —A orgasmos, si. Me estremecí al sentir sus dedos pasearse por mi cuerpo. —¿Quieres? —pregunté en un suspiro—Si, quiero tod