Despedida

Ya todo estaba listo, ella pensaba que se iría conmigo, pero no, por ella llegarían hoy. Le esperaba un mejor futuro, un futuro el cual deseaba para ella, algo mejor, una vida mejor, conmigo no tendría nada de eso. Y aunque me doliera el pecho, era verdad. Ella solo era mi boleto de salida, así debía pensar. Habían pasado veinticuatro horas, y aún no sabía cómo decirle que no se iría conmigo, no encontraba las palabras correctas, y en realidad no había.

Me levanto de mi cama, y diviso la cama que está a mi lado, donde está profundamente dormida. Su respiración es calmada, tranquila. No me gustaba para nada la idea de despertarla, pero necesitaba su ayuda, debía irme del orfanato 

-“Estás listo”- asegura Damon.

Damián y Hansel asienten. 

-Lo sé…- aunque no quería esto, saber que la dejaba sola con Sander alrededor no me agradaba, pero me tranquilizaba saber, que vendrían a recogerla. Eran las tres de mañana, todo se encontraba oscuro lo que me daba la oportunidad perfecta.

- Ángel…- susurro, tratando de despertarla- Ángel.

Abre los ojos soñolienta. Su mirada está algo empañada por lo que sé que aun no está despierta completamente.

-¿es hora? - pregunta saliendo de entre las sabanas dando un gran bostezo. Asiento respondiendo a su respuesta. Estira el cuerpo tratando de que el sueño la dejase y vuelve a bostezar. Asiente y se levanta de la cama, se viste con algo mejor que la ayude a aguantar el frío que nos esperaba a fuera. 

Salimos del cuarto, miro a cada costado, mis sentidos están alerta a cada movimiento, la oscuridad es silenciosa, pero aun así logro escuchar con claridad o que ocurría a mi alrededor, como aquellos pequeños suspiros que salían del cuarto de enfrente.  Logro volver a respirar cuando llegamos al cuarto de los desechos. Nos metimos a la basura con rapidez, la ayudo a ingresar antes de seguirla, el olor era horrible, y la forma en que fruncía el ceño y sus cachetes adquirían ese color característico, hacia que mi pecho doliera, no debía tenerla en esta situación,  pero teníamos que soportarlo, solo ella podía ayudarme a salir de aquí. Andrew estaba cerca, él era el encargado de sacar los desechos cada mañana, era un hombre de edad, que estaba enamorado de la señorita Brooks, no entendía el porqué, me daba asco; pero lo estaba por lo que soportaba el trabajo simplemente para verla darle órdenes. Eso esa algo enfermo.

La mano de Ángel, se entrelazaron con las mías, y mi piel se erizó, y el calor inundo mi cuerpo, como si el frío siempre hubiera estado allí, y ella era la que me daba calor. Miraba hacia arriba con algo de nerviosismo y me di la oportunidad de observarla sería la última vez que la vería, y la nostalgia me inundo.

-No peines en eso ahora Alec- Damián me dice de forma brusca.

Asiento de acuerdo era momento de salir de ahí.

Contaba cada paso que daba Andrew, esperando impaciente a que el sonido de las llaves hiciera su aparición, debía ser paciente, pero la adrenalina corría con fuerza por mi cuerpo lo que no me ayudaba mucho. Cuatro pasos más, y por fin el tintineo de las llaves aparece, respiro hondo y suelto un suspiro. El olor de la basura me marea, eso fue un grave error, pero logro recuperarme con rapidez, Salí rápidamente de aquel espantoso objeto plateado, y ayudé a Ángel a salir, ella soltó un suspiro de alivio al tocar el suelo. Nos escondimos rápidamente de la vista de Andrew. 

Abrí rápidamente la puerta que estaba a la izquierda, con la llave que abría todas las puertas del lugar, la había encontrado en la oficina de la Señora Rebeca, al igual que el plano del lugar; corrimos por el pasillo esperanzado de poder salir por fin, me acercaba a aquella puerta platinada que me daría acceso al exterior, y cada vez que me acercaba mis nervios aumentaban, al igual que la emoción, estaba indeciso, un millón de pensamientos cruzaban mi cabeza. Pero la decisión ya estaba tomada, debía seguir los planes. 

Salimos por fin al exterior, pero nos faltaba la gran reja, estaba llegando a mi despedida. Al momento al cual le tenía tanto miedo. No debía ser un cobarde, nunca me había encontrado en una situación semejante, y tampoco me consideraba una persona que no podría decir lo que pensaba, en realidad no se trataba de mí, sino de ella, lo que menos quería era que me odiara. No quería nada de eso, quería buenos recuerdos, recuerdos que me darían fuera para enfrentar todo lo que se me avecinaba. Si ella era mi llave maestra.

Nos acercamos y salí, tocando la calle, el asfalto se encontraba frío y húmedo, sobre todo este último. No la deje salir.

-¿Qué ocurre? Déjame salir…- me miro confundida. Agita la reja con fuerza y brusquedad. 

-No vendrás conmigo- dije asegurándome de que mi voz no temblara. De que los nervios y la incertidumbre no se mostraran. 

-¿Por qué? Alec no juegues conmigo- me dijo lo último en forma de regaño, el miedo estaba incrustado en sus ojos. Jaló tratando de abrir la reja, no se lo permití. Mi fuerza era mayor que la suya, y su enfado empieza a aumentar, notaba en sus ojos que no entendía nada de lo que ocurría y me dolía que se enterara de esta forma, y aunque en un principio pensaba llevarla conmigo, prefiero que tenga unos padres un hogar, no vagar conmigo entre las calles. 

-Por ti vendrán hoy…- logre decir en un susurro, tratando de explicar el porqué lo hacía.

- ¿Quién vendrá por mí? Alec… Por favor. - me miro sin entender- no me dejes sola- mi corazón iba tan rápido, que sentí se me saldría del pecho, no quería hacer esto, pero le aseguraba un futuro, no podía ser egoísta. 

No negaría que mis intenciones fueron egoísta, al principio lo fueron, me aproveche de su inocencia, no lo niego. Pero ahora, no entendía que era diferente ahora, pero debía asegurarme de que ella obtuviera todo aquello que podrían darle felicidad. Todo, sin excepción de nada. 

-Tendrás padres… Conocerás a nuevas personas… Tendrás amigos- traté de explicar- Ángel te mereces todas esas cosas. No las calles. 

-¡NO! - negó desesperada- no quiero nuevos amigos, porque ya tengo uno, no quiero unos padres si no estás allí…- sus ojos se llenaron de lágrimas, noto la desesperación en su voz, y sabía que después me lo agradecería, tal vez no ahora, porque no entendía, pero lo haría en el futuro lo haría. Y mi pecho se inundó de alegría al saber que era tan importante para ella como ella lo era para mí. 

-Lo siento…- no sabía que más decir.

No tenía otra palabra, no tenía nada más, un simple lo siento no era suficiente, pero no tenía nada que ofrecer. 

-¡NO! - negó de nuevo, trato de respirar profundo- ¿No te volveré a ver? - pregunto dolida, una lágrima solitaria baja por su mejilla, y con delicadeza la limpié. Sonrió para tranquilizarla, esta vez no eran como las sonrisas que me salían con naturalidad cuando estaba junto a ella, me había sorprendido de muchas de ellas, esta vez hacia un gran esfuerzo ara mantenerla en mi rostro. 

No sabía que contestar, no sabía que decir. Pero debía encontrar la forma de aplacar su tristeza. 

-No me niegues eso…- pidió bajando la mirada, me partía el alma.

Miré hacia el cielo y noté la luna que brillaba con fuerza, lucia todo su esplendor y aquello me dio una idea. 

- Doce lunas…- dije llamando su atención, sus ojos azules intensos se posaron en mí- Doce lunas pasarán, y te encontraré en cualquier parte del mudo. Donde estés- aseguré. 

La alarma del edificio que se encontraban detrás de nosotros se encendió llenando las calles silenciosas de un bullicio estruendoso.

-¿Lo prometes? – me miro miedosa.

- “¿Lo prometes alec?”- Damon levanta una ceja mirándome, Hansel y Damián también tienen esa misma mirada. Los ignoré no me echaría para atrás.

Le sonreí con calma. 

-Lo prometo- bajo la mirada- Mi Ángel…- susurré dándole un beso en la cabeza como pude a través de las rejas que nos separaban. Me tardo un momento antes de dejarla ir, sabía perfectamente que no volvería a verla, y eso dolía, más de lo que había imaginado. Nada había ocurrido como esperaba estando a su lado y me gustaba, pero también me asustaba. 

- ¿Doce lunas?

-Doce lunas- aseguré, asintió de acuerdo, borrando a-medias la tristeza.

Deposite en su mano, aquel objeto plateado, una media luna y la llave del lugar, para que pudiera volver a entrar. Miro el objeto plateado con confusión. Había ahorrado suficiente para poder comprarlo, los pagos por las peleas no eran mucho, en realidad no era nada comparado a lo que Rebeca ganaba, pero me habían dado la oportunidad de darle aquello. 

-Para que no me olvides, hasta que nos volvamos a ver- sonrió con melancolía mientras sentía- ¡Ve!- se volteó y dio unos pasos hacia el edificio, agarrando con fuerza el pequeño dije, y volteo a mirarme antes de dar un paso más. Aquella mirada nunca la olvidaría, sus ojos azules tan intensos, nunca los olvidaría- ¡Ve! Antes de que noten que no estás allí- asintió, y con rapidez, volvió a entrar en el edificio.

Cruce la calle y me dedique a observar aquel lugar, “el gran orfanato Mithnaith “. La extrañaría, de eso estaba seguro. Me adentré al bosque, y no miré hacia atrás porque sabía que si lo hacía volvería, volvería a ella sin importarme nada. Corrí hasta que mis pies no pudieron más, y más me alejaba más me dolía el pecho y me costaba respirar. 

Cápsula

A veces me pregunto por qué personas que han pasado por nuestra vida por tan poco tiempo, pueden marcarnos para siempre. Es difícil de entender el porqué, el como y el cuando, porque el tiempo no es suficiente, nunca lo es.

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