Alexander se giró a ella cargado de ira mezclada con sorpresa.
— ¡Hey! No me he acostado con nadie desde que pisé la Hacienda Miller ni desde que hemos consumado este matrimonio, odio la infidelidad y no está en mi ADN ser infiel. No voy a permitir que me abandones, no, no, nadie abandona a Alexander Cooper.
Tara no pudo creer lo que estaba escuchando.
—Es mi decisión, Cooper, y ya está tomada.
Alexander no supo qué más decir. Su corazón latía a toda velocidad, la ansiedad carcomía por dentro, la ira corría por s
—Estaba haciendo compañía en lo que…—Alexander entrecerró sus ojos. —Yo le dije que se quedara hacerme compañía. —intervino Tara. Alexander suavizó su rostro al ver que Tara habló en su dirección. —Debes tener reposo, la enfermera vendrá a dejar la comida en unos momentos más. —Jack miró el intercambio de miradas entre ellos. —Bueno tortolitos, tengo que ir a darme una ducha y a cambiarme de ropa. Vendré por la noche a visitarlos
Había pasado una semana exactamente desde que había ingresado al hospital y finalmente se había quedado unos días más para confirmar que todo estaba bien. Tara ya podía moverse, el collarín era de regla tenerlo durante tres semanas más tomando reposo. Tara se había vuelto fría con Alexander, solo contestaba “Sí” “No” “Tal vez” “No, gracias” “Por favor” Alexander intentó tener toda la paciencia del mundo con ella, no quería meter la pata. Tara ya no había mencionado acerca de irse, así que Alexander estaba por el momento tranquilo. Había decidido darle espacio pero siempre y cuando tuviera a Andrew. Sofía no se había enterado de lo que le había pasado a su hija, pero lo que si sospechaba es que Tara se escuchaba extraña durante las llamadas, ahora era ella quien contestaba como ella lo había hecho la semana pasada. Julya miró a Sofía quien estaba mirando la foto que adornaba el escritorio de su despacho. Era Tara de pequeña arriba de su yegua, l
Horas atrás… Tara estaba sentada en su silla favorita, la que adornaba aquel rincón frente a la gran ventana de su habitación, veía los edificios vecinos, su mirada se quedó perdida en sus pensamientos, repasando su vida en aquella hacienda a la que le había llamado “Hogar”, extrañaba cabalgar en su yegua, “Simu”, recordó a la hija del capataz, Ángela, una joven de su edad quien a veces se escapaba con ella para andar en los campos o simplemente para hacerse compañía de vez en cuando, contándose sus sueños a futuro, ella fue una buena amiga y recordó cuando su madre le había prohibido j
—El viernes pasado hubo una fiesta de bienvenida con sus amigos de sociedad, me he puesto unas zapatillas altas, me han empujado por accidente y he me he golpeado, por eso Cooper canceló la visita a las tierras. Sofía sintió que su hija le ocultó algo. — ¿Segura? Si tú no me vas a decir la verdad completa, voy a llamar a Alexander y preguntar directamente. —Tara se tensó, si hacía eso, Alexander se daría cuenta que se había ido. —Puedes llamarle. —Tara dijo intentando mostrarse tranquila. Sofía entrecerró sus ojos.
Alexander miró atónito la pantalla de su móvil, nadie en su vida le había colgado una llamada, bueno, eso no importaba en esos momentos, lo que importaba era Tara, necesitaba reposo, tenía que tomar los medicamentos que se le había asignado, por unos momentos solo escuchó su corazón latir, estaba sintiendo un tornado de emociones, no sabía qué hacer ni cómo actuar, pero no le gustaba lo que le hizo sentir Tara con aquellas palabras. ¿Quién se tomaría unas vacaciones largas de él? Muchas mujeres querían estar con él, al precio que fuera, pero él no estaba interesado…se dejó caer en el sillón de la sala, dejó caer
Cooper estaba llorando de dolor, había llegado a comprender que la partida de Tara y su frialdad lo habían calado hasta los huesos, ahora entendió el sufrimiento que había visto en aquellas mujeres, cuando pasaban aquella línea entre un amo y una sumisa. Y efectivamente, Alexander había cruzado esa línea que tanto había remarcado con Tara, se había obsesionado por no cruzarla, ¿Por qué? Porque lo hacían vulnerable. —Tara…—Alexander pronunció aquel nombre con lágrimas en sus ojos grises. Levantó sus piernas y las puso contra su pecho, con ambas manos las rodeo y escondió su rostro. Lloró por un largo tiempo, intentando sacar aquello que sentía por dentro pero no entendía que era, hasta que sin darse cuenta, poco a poco se fue quedando en pequeños sollozos…y finalmente se quedó dormido en
Tara abrió los ojos poco a poco hasta que recordó donde estaba: su hacienda. La gran ventana que abarca una pared completa con vistas al jardín, le provocó emoción. Hace varias semanas atrás se había visto aquí mismo, en su habitación, vistiendo el traje de novia, a unos momentos de bajar del brazo de Emerson, el padre de Alexander y dar el sí. Su estómago se hizo nudo al pensar en él, en ese momento, cerró sus ojos y se cubrió con la sábana, soltó el aire e intentó no pensar en ayer. Se retiró la sábana y miró el reloj de la pared que colgaba frente a ella. Las siete de la mañana. Pensó que Alexander en estos momentos
Entraron al gran comedor, este se quedó casi sin aire al ver la mitad de la mesa llena de alimentos, el olor le provocó salivar y que sus tripas tuvieran una orquesta sinfónica. Tara miró hacia él y le hizo señas de que tomara lugar a su lado. Sofía estaba llegando a la mesa cuando vio a su hija, ladeo su mirada un poco cuando notó que le quedaba ajustado el pantalón. ¿Estaba subiendo de peso? —Buenos días, madre. —dijo Tara. —Buenos días, Tara, buenos días, Andrew. —Andrew no tomó lugar hasta que ambas lo hicier