—El viernes pasado hubo una fiesta de bienvenida con sus amigos de sociedad, me he puesto unas zapatillas altas, me han empujado por accidente y he me he golpeado, por eso Cooper canceló la visita a las tierras.
Sofía sintió que su hija le ocultó algo.
— ¿Segura? Si tú no me vas a decir la verdad completa, voy a llamar a Alexander y preguntar directamente. —Tara se tensó, si hacía eso, Alexander se daría cuenta que se había ido.
—Puedes llamarle. —Tara dijo intentando mostrarse tranquila. Sofía entrecerró sus ojos.
Alexander miró atónito la pantalla de su móvil, nadie en su vida le había colgado una llamada, bueno, eso no importaba en esos momentos, lo que importaba era Tara, necesitaba reposo, tenía que tomar los medicamentos que se le había asignado, por unos momentos solo escuchó su corazón latir, estaba sintiendo un tornado de emociones, no sabía qué hacer ni cómo actuar, pero no le gustaba lo que le hizo sentir Tara con aquellas palabras. ¿Quién se tomaría unas vacaciones largas de él? Muchas mujeres querían estar con él, al precio que fuera, pero él no estaba interesado…se dejó caer en el sillón de la sala, dejó caer
Cooper estaba llorando de dolor, había llegado a comprender que la partida de Tara y su frialdad lo habían calado hasta los huesos, ahora entendió el sufrimiento que había visto en aquellas mujeres, cuando pasaban aquella línea entre un amo y una sumisa. Y efectivamente, Alexander había cruzado esa línea que tanto había remarcado con Tara, se había obsesionado por no cruzarla, ¿Por qué? Porque lo hacían vulnerable. —Tara…—Alexander pronunció aquel nombre con lágrimas en sus ojos grises. Levantó sus piernas y las puso contra su pecho, con ambas manos las rodeo y escondió su rostro. Lloró por un largo tiempo, intentando sacar aquello que sentía por dentro pero no entendía que era, hasta que sin darse cuenta, poco a poco se fue quedando en pequeños sollozos…y finalmente se quedó dormido en
Tara abrió los ojos poco a poco hasta que recordó donde estaba: su hacienda. La gran ventana que abarca una pared completa con vistas al jardín, le provocó emoción. Hace varias semanas atrás se había visto aquí mismo, en su habitación, vistiendo el traje de novia, a unos momentos de bajar del brazo de Emerson, el padre de Alexander y dar el sí. Su estómago se hizo nudo al pensar en él, en ese momento, cerró sus ojos y se cubrió con la sábana, soltó el aire e intentó no pensar en ayer. Se retiró la sábana y miró el reloj de la pared que colgaba frente a ella. Las siete de la mañana. Pensó que Alexander en estos momentos
Entraron al gran comedor, este se quedó casi sin aire al ver la mitad de la mesa llena de alimentos, el olor le provocó salivar y que sus tripas tuvieran una orquesta sinfónica. Tara miró hacia él y le hizo señas de que tomara lugar a su lado. Sofía estaba llegando a la mesa cuando vio a su hija, ladeo su mirada un poco cuando notó que le quedaba ajustado el pantalón. ¿Estaba subiendo de peso? —Buenos días, madre. —dijo Tara. —Buenos días, Tara, buenos días, Andrew. —Andrew no tomó lugar hasta que ambas lo hicier
Alexander había decidido de último momento montar el helicóptero y llegar cuanto antes a la hacienda, al bajar había visto a lo lejos a Andrew, a lado de un hombre. ¿Y Tara? ¿Qué no se le dijo específicamente que tenía que estar todo el tiempo cuidando de Tara? Cuando este se acercó, sintió un nudo cuando este le dijo que Tara estaba hablando con su madre en el despacho, Alexander caminó por el pasillo que lo llevaría al despacho y hablaría con Sofía de todo, dejaría claro que él tenía sentimientos verdaderos por ella y que sus problemas maritales los arreglaran en casa, de donde no debió haber salido su hija, ¿Estaría bien diciendo eso? Por un momento Alexander se frustró. Alexander se detuvo frente a la puerta, sus dedos iban a tocar cuando escuchó gritos de Sofía, la rabia de escucha
—Sé que hay algo más, Tara ha salvado tu pellejo frente a mí… ¿Cuánto es el porcentaje que te ha dado por las tierras? —Alexander pensó que eso era lo de menos en este momento, aún estaba intentando digerir la noticia de su enfermedad. —Creo que es lo que menos importa, Sofía. ¿Quieres que busque al mejor médico? Y…—Sofía golpeó la superficie de la mesa para detener las palabras de Cooper. Alexander se detuvo. —Dame porcentaje. —Alexander soltó el aire, finalmente se podría enterar, que mejor que sea por él y no terceras personas.
Alexander se sostuvo de Tara, como si fuese su tabla de salvación. Tara con cuidado fue depositada en medio de aquella cama, Alexander se desvistió lentamente, sin dejar de mirar aquel hermoso cuerpo desnudo de su esposa, sus labios estaban rojizos e hinchados, estaba dispuesto a hacerle el amor antes de dejar de verla durante un mes. Aquellos sentimientos afloraron bajo aquella dura piel y aquel duro corazón que por primera vez se estaba dando una oportunidad. Alexander se inclinó sobre aquel cuerpo desnudo, con sus dedos acarició un camino sobre la piel de Tara, esta cerró sus ojos y disfrutó como le hizo sentir, como su piel se erizaba a aquel toque, aquella caricia. Ambas respiraciones se fuero alterando poco a poco según como sus corazones palpitaron al deseo, a la pasión que sentían el u
Tres semanas después —Y estas son las utilidades de la exportadora. —el asesor administrativo le entregó a Tara la información final. —Gracias. —dijo Tara mientras se perdía en aquellas hojas con gráficos. Hace tres semanas estaba siendo asesorada del funcionamiento de la exportadora, se sumió en sus pensamientos de las llamadas cortas que le hizo Alexander en ese tiempo. Casi no habían hablado como ella quería, quizás el trabajo y el cambio de horario eran un obstáculo, pero Tara seguía diciendo “cariño, ya quiero verte” y este le respondía “No más que yo.” Su sonrisa se expandió, él realmente había dicho aquella palabra, era para ella y ella para él. Levantó la mirada y vio al hombre con lentes dorados observándola. —Son muy buenas las de este año. ¿Puedo hacerte una pregunta? —preguntó Tara a aquel hombre calvo vestido de traje elegante, este dejó las carpetas sobre el escritorio. —Claro, señorita Miller. —Tara arqu