Tara abrió los ojos poco a poco hasta que recordó donde estaba: su hacienda. La gran ventana que abarca una pared completa con vistas al jardín, le provocó emoción. Hace varias semanas atrás se había visto aquí mismo, en su habitación, vistiendo el traje de novia, a unos momentos de bajar del brazo de Emerson, el padre de Alexander y dar el sí.
Su estómago se hizo nudo al pensar en él, en ese momento, cerró sus ojos y se cubrió con la sábana, soltó el aire e intentó no pensar en ayer.
Se retiró la sábana y miró el reloj de la pared que colgaba frente a ella. Las siete de la mañana. Pensó que Alexander en estos momentos
Entraron al gran comedor, este se quedó casi sin aire al ver la mitad de la mesa llena de alimentos, el olor le provocó salivar y que sus tripas tuvieran una orquesta sinfónica. Tara miró hacia él y le hizo señas de que tomara lugar a su lado. Sofía estaba llegando a la mesa cuando vio a su hija, ladeo su mirada un poco cuando notó que le quedaba ajustado el pantalón. ¿Estaba subiendo de peso? —Buenos días, madre. —dijo Tara. —Buenos días, Tara, buenos días, Andrew. —Andrew no tomó lugar hasta que ambas lo hicier
Alexander había decidido de último momento montar el helicóptero y llegar cuanto antes a la hacienda, al bajar había visto a lo lejos a Andrew, a lado de un hombre. ¿Y Tara? ¿Qué no se le dijo específicamente que tenía que estar todo el tiempo cuidando de Tara? Cuando este se acercó, sintió un nudo cuando este le dijo que Tara estaba hablando con su madre en el despacho, Alexander caminó por el pasillo que lo llevaría al despacho y hablaría con Sofía de todo, dejaría claro que él tenía sentimientos verdaderos por ella y que sus problemas maritales los arreglaran en casa, de donde no debió haber salido su hija, ¿Estaría bien diciendo eso? Por un momento Alexander se frustró. Alexander se detuvo frente a la puerta, sus dedos iban a tocar cuando escuchó gritos de Sofía, la rabia de escucha
—Sé que hay algo más, Tara ha salvado tu pellejo frente a mí… ¿Cuánto es el porcentaje que te ha dado por las tierras? —Alexander pensó que eso era lo de menos en este momento, aún estaba intentando digerir la noticia de su enfermedad. —Creo que es lo que menos importa, Sofía. ¿Quieres que busque al mejor médico? Y…—Sofía golpeó la superficie de la mesa para detener las palabras de Cooper. Alexander se detuvo. —Dame porcentaje. —Alexander soltó el aire, finalmente se podría enterar, que mejor que sea por él y no terceras personas.
Alexander se sostuvo de Tara, como si fuese su tabla de salvación. Tara con cuidado fue depositada en medio de aquella cama, Alexander se desvistió lentamente, sin dejar de mirar aquel hermoso cuerpo desnudo de su esposa, sus labios estaban rojizos e hinchados, estaba dispuesto a hacerle el amor antes de dejar de verla durante un mes. Aquellos sentimientos afloraron bajo aquella dura piel y aquel duro corazón que por primera vez se estaba dando una oportunidad. Alexander se inclinó sobre aquel cuerpo desnudo, con sus dedos acarició un camino sobre la piel de Tara, esta cerró sus ojos y disfrutó como le hizo sentir, como su piel se erizaba a aquel toque, aquella caricia. Ambas respiraciones se fuero alterando poco a poco según como sus corazones palpitaron al deseo, a la pasión que sentían el u
Tres semanas después —Y estas son las utilidades de la exportadora. —el asesor administrativo le entregó a Tara la información final. —Gracias. —dijo Tara mientras se perdía en aquellas hojas con gráficos. Hace tres semanas estaba siendo asesorada del funcionamiento de la exportadora, se sumió en sus pensamientos de las llamadas cortas que le hizo Alexander en ese tiempo. Casi no habían hablado como ella quería, quizás el trabajo y el cambio de horario eran un obstáculo, pero Tara seguía diciendo “cariño, ya quiero verte” y este le respondía “No más que yo.” Su sonrisa se expandió, él realmente había dicho aquella palabra, era para ella y ella para él. Levantó la mirada y vio al hombre con lentes dorados observándola. —Son muy buenas las de este año. ¿Puedo hacerte una pregunta? —preguntó Tara a aquel hombre calvo vestido de traje elegante, este dejó las carpetas sobre el escritorio. —Claro, señorita Miller. —Tara arqu
Tara estaba a media partida enfocada en cómo ganar a su madre, Sofía se recargó en el respaldo de su sillón y miró el tablero. Vio a su hija que estaba muy concentrada en dar el siguiente movimiento. Sofía sonrió, el sueño empezó a llegar poco a poco, pero ella se negó. Quería terminar el juego con su hija. —Piensa bien tus pasos antes de hacerlos. —dijo en un tono bajo, Sofía. Tara levantó la mirada para responder pero detuvo sus palabras cuando vio a su madre demasiado pálida, había notado más su delgadez y la pérdida de pelo, pero cuando tocaba el tema, Sofía se negaba a hablarlo.
Días después... Tara estaba sentada en la cama de su madre con la urna de las cenizas de Sofía entre sus manos, le contó en voz baja como fue su ceremonia, las personas que habían ido a verla, así como la cena que se había ofrecido al pueblo en su honor. Le contó que la madre de Alexander había hecho aquella cena y que junto con la hermana de él, habían llenado de flores el lugar. —Cuéntale también de que no has comido bien. —dijo Julya limpiando sus lágrimas, cerró la puerta detrás de ella y se sentó a un lado de Tara. Tara apenas pudo sonreír. —Lo sabe, así como no he tenido el estómago muy bien…—Julya negó en reprobación. —Debes de seguir intentando, en cualquier momento vas a azotar, no puedo seguir cubriéndote con Alexander. Tara soltó un suspiro. —Solo sigue diciendo que he comido fruta o algo así. —Tara no dejó de mirar la urna. —Promete que vas a comer más. —Tara le
Julya limpió sus lágrimas. —Nana…—Tara abrazó a Julya. —Siempre te he considerado alguien importante para mí, había sentido que eras más, eras como esa abuela que nunca había conocido, ve, realmente eres mi abuela… —Gracias corazón. —suspiró Julya. —Se fue en paz, estás tres semanas le diste el mejor tiempo que pudo haber pedido y que merecía, cuando se lo pidió a Alexander el día después de que llegaste…—Tara se separó y miró a su abuela con el ceño fruncido. — ¿Qué? —Julya la miró confundida. —Alexander su